Suelen ser las pasiones instintos irracionales, pero con tal carga y energía que pueden cambiar una vida entera. La de Carlos Serra cambió por una de las suyas: las motos. Y, al contrario de lo que se pueda pensar, su negocio está lejos de la carretera. Recibe a EL ESPAÑOL en una de las tiendas de Scotta 1985, su marca de ropa masculina, después de aparcar su moto en el garaje.
Prácticamente en uno de estos empezó la historia de su empresa, cuya idea nace en 2003 y que en el último año ha facturado 9,7 millones de euros. Por aquel entonces, su amigo Nacho Ruiz estudiaba en la facultad y, debido a su compartida pasión por las motos, dibujó una en un papel. El logo improvisado se convirtió en una marca registrada de ropa para amigos y conocidos cuya mercancía Ruiz guardaba en su casa. Tres años después, Carlos y otro amigo, Felipe Roca, se dan cuenta del potencial y deciden crear una sociedad todos juntos con el objetivo de vender en el canal multimarca por toda España. "Todo fue porque el logo nos encantó, yo no sabía nada de moda, pero vimos que podía funcionar", recuerda Carlos.
Un intermediario portugués les hizo algunos modelos básicos, de los que al principio no tenían muchas existencias, pero que en ese momento resultaban ser suficientes para ir tirando de forma comercial. Un trabajo que hacían también ellos mismos a la vieja usanza: tocando puertas. "Metimos todo en el coche y aparecíamos en los canales multimarca, recomendados por amigos. Le enseñábamos las cuatro cosas que teníamos y cuando nos decían: 'qué chulo, ya te pasaré el pedido', nosotros le decíamos que nos dijeran cuántas prendas querían, que se las subíamos del maletero. Ahora seguimos trabajando con muchos de ellos y nos recuerdan entre risas que parecíamos del top manta". Aquello fue creciendo y empezaron a producir bajo demanda del canal multimarca con el nombre de Backslide. Año tras año, duplicaban la facturación, pero entonces llegaría la crisis de 2008.
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El punto de inflexión y el nacimiento real
Facturaban mucho, pero ganaban poco. Tanto, que incluso los canales de venta dejaron de pagarles. "Preferían a las marcas con nombre que a nosotros, así que les pedimos que nos devolvieran la ropa", relata a EL ESPAÑOL Carlos, que recuerda que para entonces casi todo estaba vendido en las tiendas. "Todo estaba vendido, así que no había nada que devolver, pero es que tampoco nos pagaban, así que tuvimos un 35% de impago que nos obligó a parar la actividad".
El motor se apagaba durante un año hasta 2013, pasando por el taller. Pero arrancaban de nuevo en 2014, con más fuerza y una renovación total, tanto que incluso cambiaron de nombre: Scotta 1985. Abrieron su primera tienda en la calle Jorge Juan de Madrid, "sin tener ni idea de gestionarla, al final era ropa igualmente, pero el multimarca y la tienda son muy diferente. Llamé a ocho o 10 amigos para pedirles que me ayudaran a sacar ropa de las cajas y la colocaran como quisiesen porque empezaba la Vogue Fashion Night Out". Lo consiguieron.
Scotta rodaba de nuevo y en 2018 abrían franquicia en Valencia y Sevilla, además de dos corners en El Corte Inglés de Pozuelo y Palma de Mallorca. La ruta se hacía cada vez más grande, tanto que en Navidad, en el centro comercial de la localidad madrileña hubo días sin prendas. "Nos llamaron para informarnos de que iba a venir gente de la marca a ver la tienda y no quedaba nada en el córner, así que metimos prendas de la tienda de Jorge Juan en el coche y nos fuimos a llenarlo". Lo que nadie se imaginaba era la llegada de la pandemia.
El motor se volvía a parar
La web de Scotta ha sufrido tres ataques web en lo que lleva de vida. Pero el más grave, sin duda, llegaba tres días después de declararse el confinamiento por el covid. "Al cerrar las tiendas, las marcas mandamos un comunicado donde informábamos de que podían hacer pedidos por la web. En cuanto lo enviamos, me empezaron a llegar mensajes de amigos que me decían que no se podían meter y pensé: 'lo estamos reventando'. Pero no, nos habían hackeado y nos pedían ocho o diez bitcoins, una barbaridad que cuando hice la conversión me entró la risa… Y nos pilló en un momento donde estaba todo el mundo con temas informáticos y no fuimos capaces de recuperarla hasta mes y medio después".
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En medio de aquella incertidumbre, pensaban que en el mejor de los casos, perderían un 45% y en el peor, un 85%, lo que les obligaría a cerrar. Pero acabaron el año creciendo un 10,2 %. "En broma, a final de año, les dije al equipo: 'vámonos de vacaciones, si ya hemos hecho el año'. Lo cierto es que tuvimos muy buena aceptación por parte del público y teníamos claro que no íbamos a tener ningún despido interno. Trabajamos en formaciones y charlas durante ese tiempo, pero despidos, cero. Tampoco cerramos ninguna tienda y hablamos de que, si no había dinero para todos, nos bajábamos el sueldo". Cuando salieron de la pandemia, el equipo, además de agradecido, estaba motivado. Y no solo por las cifras, sino por la política de empresa. Y desde entonces, a volar en cifras y aperturas.
Crecimiento y pasión imparable
"Todos los años hemos crecido muy por encima de lo esperado, también es verdad que nuestros business plan son muy realistas", reconoce Serra a EL ESPAÑOL. Y no miente: en 2021, Scotta facturaba seis millones de euros, con un crecimiento del 71% y acaba de terminar el pasado año con otro de 38.3% y una facturación de 9,7 millones de euros. Cuentan con nueve tiendas oficiales y 22 córners en El Corte Inglés de España, Andorra y Puerto Rico. Están a punto de abrir en Roma y "otros sitios que están por ver", tal y como confirma Carlos.
Aquel boceto de Nacho Ruiz -que ya no forma parte de la empresa- era más rápido que cualquier moto que tiene Carlos en casa. Porque como decíamos, es esta pasión la que le hace fijarse en el logo de su amigo: "Yo me meto en esto porque el boceto me encanta y porque en ese momento lo veía incluso como un hobbie y una forma de invertir. De hecho, al principio yo era socio, pero no trabajaba en Scotta, pero estudiando un máster en Australia, me di cuenta de que había que empezar a contratar gente y decidí venirme yo".
Las motos seguían 'gobernando' su día a día, y es que ha vivido entre ellas desde la infancia: "En mi casa, los motores han sido algo con lo que nos hemos criado. No sabría decir ni cuántas tengo o tenemos. Mi abuelo fue el primero que me enseñó a desmontar un motor de arriba abajo, mi madre iba en moto al colegio también… Toda la familia ha tenido motos antiguas que seguimos conservando".
Los dos namings también nacen de su historia con los motores: primero, Backslide, como una vuelta a las andadas, "a esas motos que nuestros padres tenían de jóvenes y a las que nosotros les dábamos una segunda vida cuando cumplíamos la mayoría de edad", y luego con Scotta 1985, año en el que Carlos tiene su primera moto.
De moda dice que sigue sin saber mucho: "En ese momento mucho menos, si a mí cuando se me rompía un pantalón de pequeño se lo llevaba a mi madre y le decía que quería el mismo pero nuevo". Aunque lo cierto es que confiesa involucrarse en todo el proceso de creación de las prendas que triunfan en sus tiendas. Sabe que hay líneas por las que no va a pasar, fiel al estilo de su propia marca, "por mucho que pueda vender millones". También tiene claro que, como buena pasión, la dejará en el momento que deje de hacerle feliz. "Será el momento de pasar a otra cosa". Hasta entonces, y desde 1985, el motor sigue rugiendo.