Javier Recuenco es casi un superhéroe. Y no solo lo decimos por su alto coeficiente intelectual y por ende, sus altas capacidades — que también — sino por su profesión: se dedica a resolver grandes marrones que no han tenido una solución previa en la historia. Este es el mini resumen, aunque él nos da otro ejemplo más ilustrativo.
“Es como en la película Ocean’s Eleven, donde si quieres asaltar el casino mejor guardado de Las Vegas, que tiene más trampas que una peli de chinos y cuenta con un tipo súper mal encarado que encima está con tu ex, para resolver el asunto, necesitas el mejor equipo posible: un contorsionista, un especialista de explosivos y comunicaciones de todo tipo”. Parece, efectivamente, de peli, pero no lo es. Javier tiene su propia empresa, dedicada a resolver problemas complejos.
De formación, ingeniero informático y administrativo de empresas, y en la práctica, también director académico del Seminario y Máster de Resolución de Problemas Complejos en la Universidad de La Rioja, el primer curso en lengua castellana sobre esta materia. Porque sí, los problemas complejos existen y alguien tiene que darles una solución: “Desde qué hacemos para resolver la España vaciada, a cómo resolver las pensiones, qué es lo que se podría hacer en un despacho de abogados para darle la vuelta, o recuperar un litoral degradado... Cualquier cosa que implique actores, áreas que trabajar, y que no haya precedentes de resolución previa”.
Javier también es presidente de Mensa en España, la asociación de personas con alto cociente intelectual más antigua y extensa del mundo. En nuestro país, tal y como relata Recuenco a EL ESPAÑOL, la componen unas 3000 personas, frente a las 10.000 Reino Unido o el medio millón de Estados Unidos. La base española trabaja más como un club social que fomenta la inteligencia y las relaciones entre sus miembros con actividades, charlas o foros presenciales y online.
En el resto de países, es mucho más potente y cuenta con una mayor tradición desde su fundación en 1946. Al nuestro llegaría 38 años después y en la actualidad, como señala Javier, existen un millón de personas con altas capacidades, de las que “posiblemente solo estén diagnosticadas unas 50.000 en nuestro país”.
El suyo es uno de los perfiles que se encuentran en esta cifra, con un coeficiente intelectual superior a 150, formando parte de Mensa desde 1994. Entró a través de un test que la asociación ofrece de manera online, un cuestionario que reduce a una única cifra “un montón de talento en áreas diferenciadas como las matemáticas, la lengua, el cálculo, o la habilidad visoespacial”. Una vez enviado, es analizado por un psicólogo especializado que informa a cada interesado de si está o no dentro de Mensa. Esta será la única respuesta, puesto que no informan del CI exacto, a menos que se pida explícitamente. “Es un dato de carácter personal, por lo que intentamos protegerlo en la medida de lo posible”, comenta Recuenco a EL ESPAÑOL.
Camino a la Alta Capacidad
Además de sus profesiones actuales, Javier se dedicó durante un tiempo a la dirección de tecnología y a la consultoría, además de dirigir cinco startups diferentes, una de ellas dedicada a la personotecnia: “Durante mucho tiempo, me costó encontrar el hilo conductor de todo esto, pero finalmente di con ello: localizar campos emergentes que estén a punto de cambiar el mundo”.
También le costó a Recuenco pasar la infancia sin saber bien por qué destacaba frente a otros compañeros. “Lo empiezo a notar en parvulitos, cuando me llevaron a leer con los de segundo de EGB, que eran tres cursos por encima del mío. Yo era un renacuajo en medio de gente enorme, pero a la hora de leer, era uno más. Aquello no era soportable desde un punto de vista emocional y físico, y mis padres se desbordaron, siendo un ama de casa y un empleado de Telefónica”.
Esto le acarreó una infancia y una adolescencia complicadas, con problemas de integración social y diversos episodios de bullying. Ahora, su experiencia le sirve para tutorizar a padres que vivan la misma situación: “Les hago ver que tienen dos hijos metidos en uno: por un lado, el del talento intelectual, que está por encima del de sus padres, y por otro, el emocional, que está loco por integrarse. Y lo que hace uno molesta al otro, por eso es importante saberlo diagnosticar y atender a los dos niños por igual”.
Pepe Beltrán, 15 idiomas
Pepe nos relata cómo llegó a asumir que era “un bicho raro en el colegio” hasta que suceden dos hechos: el primero, la existencia reciente de una carta donde un profesor de su infancia le recomendaba a su padre el traslado del hijo a un colegio “más adaptado a sus capacidades”. Y el segundo, el hecho de acudir a las reuniones de Mensa desde su entrada hace 35 años.
“Cuando yo entro en Mensa, estaba en esos momentos en la universidad, había salido del instituto sintiéndome un bicho raro, me sentía un poco amargado y no era sociable. Al entrar en Mensa y contactar a un nivel más o menos serio con gente como yo, me ayudó bastante a socializar y a convertirme en una persona, por así decirlo, con un comportamiento social normal. Entonces me vino muy bien. Me ayudó incluso a convertirme en persona, y siempre le estaré agradecido”.
Hasta la fecha, su recuerdo era el de una infancia y una adolescencia “diferente”, una situación difícil que le hizo desarrollar una alta capacidad de adaptación y supervivencia: “Es natural que en la adolescencia, ver a alguien que es diferente, por la razón que sea, lleve a una cierta prevención pro parte de las otras personas y a una cierta reticencia a aceptar al otro como es. Ese es el punto en el que se puede romper el círculo o se puede caer en él, porque puedes pensar que esas personas te ven algo diferente y preguntarte: ¿Qué les pueda gustar? ¿Qué les interesa? Y ponerte a estudiar un poco, por ejemplo, no me gusta el fútbol, pero los que me rodean hablan de ello, así que busco enterarme de algo relacionado para, aunque sea, tomar parte de las conversaciones. Como decía Gardel, para bailar el tango, hacen falta dos, así que con la edad me he hecho más sabio, aunque cuando era un crío, tenía tendencia a decir si ellos me rechazan, yo también les rechazo”.
Beltrán es de Albacete, pero lleva viviendo 23 años en Holanda, donde trabaja como examinador de patentes. Anteriormente había estudiado la carrera de informática en Barcelona y estuvo desarrollando su Doctorado de Robótica en Tokyo. Habla 15 idiomas y, como el resto de nuestros protagonistas, tiene múltiples intereses y hobbies, como la lectura, la música (toca el piano y está aprendiendo violín por sí mismo), además de los juegos de rol: “Soy un jugón”, confiesa a EL ESPAÑOL.
Para las personas con altas capacidades, los entornos laborales también se convierten en muchas ocasiones en ásperas rutinas sociales. La adaptación es constante para ellos. Pepe es consciente de que “tener altas capacidades, de por si, no es algo que te haga mejor que nadie. Alguien puede tener una inteligencia privilegiada, pero lo que hay que tener es experiencia tanto de la vida como de lo que sea que estás haciendo. Hay examinadores en mi oficina que, desde luego lo hacen mejor que yo, llevan más años y se saben un montón de cosas. El hecho de tener altas capacidades puede influir en que algunas cosas las pueda aprender más deprisa, pero no es algo que inherentemente me haga mejor que otros”.
Victoria: el aprendizaje constante
En la misma línea se encuentra Victoria Subirana, que también forma parte de Mensa desde hace 25 años: “La inteligencia es solo un factor que nos puede definir en parte, pero somos personas complejas, poliédricas y este es solo uno de los lados, yo no voy a ser reduccionista. A mi la inteligencia me ha condicionado así porque yo no puedo aislar la influencia que ha tenido este factor en mi desarrollo como persona, pero no es el único contexto”.
Se encuentra en pleno proceso de transformación, tras 16 años trabajando en la banca, decidió dejarla voluntariamente para estudiar un Máster en Dirección Financiera. Anteriormente, había sido comercial de informática y seguridad, una carrera que llegó a no satisfacerle y también le hizo “pegar un volantazo”. Terminó la carrera de empresariales con 30 años, ya que encontró trabajo rápido y la iba completando a distancia. “Mi interés siempre ha estado fuera del trabajo, en desarrollar otros aspectos, porque tengo muchísimas aficiones. Mi objetivo es ganarme la vida para poder desarrollarme en otros aspectos. Al trabajo tienes que ir realizado de casa”.
En esos intereses se encuentra el deporte, la literatura, las plantas, los bordados, la confección de joyeria de metal, los acuarios, viajar, el excursionismo, la música o incluso los Pokemon. Victoria admite que a pesar de que forme parte de ese porcentaje de gente con altas capacidades, la inteligencia no lo es todo. “Hay gente que tiene expedientes académicos brillantes, otros mediocres, el mío por ejemplo, está bien pero no es para tirar cohetes. A las personas que somos más inteligentes, salvo que exista una disciplina muy importante, nos resulta más fácil trampear en los estudios, de forma que te vas enterando de las cosas de una forma bastante natural. Pero en el momento que falla esa parte de constancia, de disciplina, resulta muy complicado salvarlo, llega un momento que eso no es suficiente”.
La exposición pública
A pesar de que Mensa es una de las asociaciones de personas con altas capacidades más famosas del mundo y que cada vez nos encontramos con más personas que hablan abiertamente de su superdotación, lo cierto es que aun existen reparos a la hora de anunciar públicamente que se forma parte de este tipo de grupos o que se cuenta con un coeficiente intelectual por encima de la media. Se plantea en diferentes estudios que incluso la palabra superdotado puede resultar molesta para estas personas, algo respecto a lo que Javier Recuenco opina que existen diferencias.
“Semánticamente hay pequeñas diferencias entre altas capacidades y superdotado, pero hablamos del mismo concepto. Hay mucho chiste, superdotación tiene una carga muy peyorativa en términos de superioridad, entonces altas capacidades termina siendo un eufemismo, así que hay gente que se siente agredido por superdotación. Yo les digo que el resto son más, que los que tenemos que hacer el esfuerzo somos nosotros”.
Por su parte, como presidente de Mensa, admite “ser muy militante, mi guerra es que el resto de asociados lo incluya en el curriculum. Tengo esta particularidad que para algunas cosas es una ayuda y para otras es un problema, pero tampoco tengo por qué esconderme. No hago una exhibición pero es parte de mi identidad, y no voy a meterme en el armario porque a ti te disguste”.