Hace cuatro años, Fran González tocó el cielo en Pasapalabra. El 22 de enero de 2019, el concursante logró completar las 25 palabras del 'rosco' y se llevó el bote del programa: 1.542.000 euros. En estos años, el dinero del premio le ha permitido viajar, ayudar a sus padres y hermanos, estudiar e invertirlo en Ledastur, la empresa familiar que se dedica al ahorro energético y a instalaciones de placas solares.
Ya desde la distancia, sigue siendo un gran aficionado a Pasapalabra y no se pierde cada tarde las evoluciones de Rafa y Orestes, a la espera de que uno de los dos se lleve el bote con más de dos millones de euros.
EL ESPAÑOL ha charlado con el asturiano para recordar los momentos que vivió en el concurso de Telecinco, su viaje a Grecia para conocer su cultura y todos los másteres que ha estudiado con el dinero del premio para seguir formándose.
Pasapalabra lleva en emisión 23 años repartidos entre Antena 3 (2000-2006), Telecinco (2007-2019) y su retorno a la cadena de Atresmedia en 2020. Eso hace que muchos de los concursantes que veían el programa de pequeños, participen en él años después.
Orestes o Pablo Díaz lo han comentado en varias ocasiones y Fran González, el ganador del bote en enero de 2019 no iba a ser menos: "Llevo viéndolo desde que era bien pequeño, lo presentaba Silvia Jato. Siempre he sido un niño muy curioso y me ha gustado mucho leer y aprender cosas nuevas, pero no para fardar delante de los amigos sino para sentirme realizado conmigo mismo y tener la satisfacción de aprender todos los días alguna cosa nueva", afirma el asturiano.
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"Hace unos seis años, más o menos, me di cuenta de que se me daba muy bien jugar a Pasapalabra desde casa y decidí presentarme al casting. Mi primera idea era la de pasármelo bien y, si podía hacer un buen programa, mejor. A partir de entonces, empecé a estudiar cositas y ver roscos antiguos, que es lo básico para empezar a prepararse para el concurso. En el fondo es algo parecido a unas oposiciones, con la salvedad de que aquí no hay un temario fijo, sino que pueden preguntar cualquier cosa”, explica.
PREGUNTA.– ¿Cuántas horas de estudio le dedicaba a la formación para el Rosco?
RESPUESTA.– Nunca he sido de estudiar muchas horas porque me aburro y no le dedicaba un tiempo específico al programa. Ver esos roscos antiguos tenía un doble objetivo: estudiar las palabras repetidas, que, si uno se da cuenta, realmente se repiten bastantes; y, por otra parte, adquirir rapidez mental, porque se juega a contrarreloj, y eso es importante prepararlo también. Cuando empecé en marzo de 2018, solamente veía los roscos antiguos, pero, cuando volví tras el parón, ya me di más caña.
Luego, en octubre, empecé el Máster de Virología y dejé de estudiar para el rosco porque estaba centrado en los estudios. Se puede decir que a partir de octubre dejé de estudiar cosas nuevas; solamente ojeaba algunas palabras antiguas y poco más. Soy de la opinión de que el conocimiento nunca sobra, pudiendo saber algo siempre es mejor que no saberlo, aunque hay ciertas cosas que es mejor no saber, por ejemplo, cómo se hacen las salchichas y las leyes, que diría Otto Von Bismarck (risas).
Marchó por motivos familiares
Han pasado cuatro años, pero los recuerdos de su paso por el programa, que se emitía en Telecinco por aquel entonces, todavía están frescos en la memoria de Fran. Pocos se acuerdan de que el asturiano tuvo que abandonar Pasapalabra por motivos familiares tras 48 programas de los 169 en los que participó.
"Estábamos grabando el último programa del día (se grababan tres diarios) y me llamó mi madre diciéndome que mi padre se había puesto malo y que tenía que volverme a Asturias de inmediato. Se lo comuniqué al equipo del programa y al ser un percance de causa mayor, me prometieron que tendría mi sitio en el programa una vez todo se solucionase", recuerda.
P.– ¿Cómo fue esa marcha temporal a los 48 programas?
R.– Fue un mes y medio más o menos, mi padre tuvo un problema médico serio y estábamos preocupados, aunque afortunadamente se sanó a las pocas semanas y pude reincorporarme al programa. Tampoco me perdí tantos porque coincidió que Telecinco televisaba el Mundial de fútbol de Rusia y no emitieron el programa. Al final, completé 169 entregas en total, 48 de la primera etapa y el resto de la segunda. Durante ese intervalo de tiempo, aproveché para darle caña a los roscos y comencé a estudiar palabras raras del diccionario María Moliner para poder asaltar el bote, porque antes del parón me veía con buen nivel, pero notaba que me faltaba un plus para intentar ganar el bote.
La 'R' fue su talismán
"Apellido del ingeniero francés que, junto a Arthur C. Krebs, construyó el dirigible militar 'La France' en 1884", le preguntó Christian Gálvez aquel 22 de enero de 2019. Fran contestó que se trataba de Renard (Charles) de forma correcta, llevándose más de un millón y medio de euros de premio, ocupando el quinto puesto en dinero ganado en el concurso (que encabeza Eduardo Benito con 2.190.000 euros, seguido por David Leo 1.866.000, Pablo Díaz 1.828.000 y Juan Pedro Gómez 1.674.000).
"Al leer tantas cosas y tan diferentes se adquiere una base muy sólida no sólo para Pasapalabra, sino para otras experiencias de la vida. Por ejemplo, la palabra que me permitió ganar, Renard, la leí en un libro de historia de la aviación que había comprado a un anticuario hacía tiempo", señala el asturiano.
P.– ¿Cómo recuerda el momento en el que acertó la R aquel día?
R.– Con mucho cariño y melancolía. Claramente me quité una enorme carga después de tanto trabajo intelectual y desgaste, porque yo estaba estudiando simultáneamente el máster de Virología y compaginar las grabaciones con las clases y los exámenes fue un infierno. Al terminar la primera vuelta del rosco me empecé a poner nervioso porque tenía la sensación de que podía acertar las 25 palabras, ya que pensaba que los dos apellidos difíciles que me quedaban me los sabía, y así fue.
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Como anécdota, contaré que el momento en el que yo digo "Renard" se grabó dos veces: primero se grabó de forma espontánea y Christian dijo que habíamos parado la grabación porque tenían que comprobar algún fallo técnico o algo así; yo ahí ya me olía que había ganado porque me habían avisado otros concursantes ganadores de bote de que les había pasado algo parecido. La segunda vez me leyó la definición, la respondí y al cabo de dos segundos llegó el bombazo que iba a cambiar mi vida para siempre: Christian vino corriendo hacia mí y me abrazó muy fuerte. Lo había conseguido, fue genial.
P.– ¿Cómo definiría a Christian Gálvez como presentador?
R.– Christian es una persona que estará siempre en mi corazón. Creo que aúna todas las cualidades que un presentador debe tener: es dinámico, tiene carisma, es agradable, cercano en el trato y divertido. Puedo decir que conmigo se portó siempre muy bien y me ayudó bastante a lo largo de mi trayectoria en el programa porque lo hace todo más fácil. Naturalmente, todo esto es extrapolable al resto del equipo del programa. También he tenido la oportunidad de conocer a Roberto Leal y es una persona encantadora y muy buen profesional, aunque hemos de comprender que he pasado mucho más tiempo con Christian y el trato no es el mismo.
Austeridad y placas solares
Fran admite que "aunque suene a tópico, no me cambió mucho la vida el dinero del premio". Eso sí, ganar un bote de ese calado supuso un colchón importante para su familia y para él, aunque trató de seguir con su vida tal cual la hacía antes. "Siempre me he caracterizado por ser una persona austera, el poco dinero que gasto al mes va destinado a libros o ropa y no tengo vicios insanos como el tabaco o el alcohol, por ejemplo. Quizás la diferencia es que antes compraba 3 o 4 libros al mes y ahora compro 6 o 7 (risas). Sí que es cierto que cambió mucho la vida de mis padres y de mis hermanos: repartí dinero entre todos para distintos menesteres y acabamos muy satisfechos porque, aunque haya sido una victoria mía, en el fondo ganamos todos y eso es lo importante", comenta.
P.– ¿En qué invirtió el dinero del premio?
Lo primero, compré dos pisos, siendo uno de ellos mi domicilio actual. También empleé parte del dinero en nuestra empresa familiar, que se dedica al ahorro energético y a instalaciones de placas solares. Apostamos por el ahorro energético porque es lo más puntero que hay hoy en día y porque queremos que todos nuestros clientes paguen lo menos posible teniendo el mejor rendimiento energético. Nuestra empresa se llama Ledastur. En tercer lugar, repartí dinero entre mis dos hermanos para que pudieran mejorar su calidad de vida en general. También anulamos la hipoteca que estaban pagando mis padres; me compré un coche y todavía queda un buen pellizco para futuras necesidades, viajes, estudios…
P.– ¿Se quedó mucho Hacienda?
R.– En mi caso creo que se quedaron con el 48% del importe total, unos 700.000 euros aproximadamente. La verdad es que es una pregunta recurrente entre las personas y yo siempre contesto lo mismo: para mí, ir a Pasapalabra fue un regalo en sí mismo, y encima he tenido la gran suerte de ganar una cantidad enorme de dinero que ha aliviado la economía familiar que, bien administrada, puede durar prácticamente toda la vida.
P.– Pero eso es un buen 'pellizco'...
R.– Soy de la opinión de que el que más percibe tiene que aportar más porque es un dinero que va destinado a mejorar las funciones sociales. No se trata de ser ni más ni menos egoísta o que sea injusto o no; simplemente es lo que hay que hacer porque soy una persona que siempre cumple y cumplirá con las normas y me parece bien que se queden con esa parte siendo para lo que es. Además, siempre he tenido lo mejor, mis padres han currado y se han sacrificado para que no me faltara de nada, por lo que también me sentí muy satisfecho por poder desahogar la situación económica.
No pretendo ser demagogo ni nada por el estilo; sé que hay muchas especulaciones en torno al ya trillado tema de Hacienda. Debemos ser conscientes de lo que tenemos, de dónde venimos y deberíamos ser los primeros en contribuir a la estabilidad de nuestra sociedad siempre que nos sea posible. En ese sentido lo más importante es que la sociedad vaya hacia delante y nos ayudemos unos a otros.
P.– ¿Qué es de su vida ahora?
R.– Tras ganar el bote de Pasapalabra terminé el Máster de Virología y después me dio tiempo a hacer un viaje a Grecia y otro por Centroeuropa y Polonia, hasta que llegó la pandemia. La verdad es que a veces pasan cosas en el mundo que no nos gustan, pero me da la sensación de que algunas de ellas tenían que pasar, como si estuvieran escritas. No recuerdo bien quién decía eso de que hay décadas en las que no pasa nada y semanas en las que pasan décadas.
Han pasado cuatro años y han tenido lugar acontecimientos desagradables: la pandemia, la erupción del volcán de la Palma, la Guerra en Ucrania… Aquí vuelvo al tema que comentaba antes de la solidaridad, es necesario que todos saquemos de dentro la ayuda que otros necesitan, pero no podemos olvidar que tenemos que estar nosotros bien con nosotros mismos, empezando por la salud física y no obviando la salud mental, que puede que sea incluso más importante.
P.– ¿Cómo vivió la pandemia?
R.– Una de mis palabras favoritas es resiliencia, que significa resistencia, amor propio, fortaleza… sé que la pandemia no sacó lo mejor de mucha gente, pero es una experiencia que nos debe fortalecer, aunque desgraciadamente hay personas que no han podido contarlo: debemos vivir por nosotros y por ellos, que sepan que nunca las hemos olvidado ni las olvidaremos.
P.– ¿Ha seguido estudiando?
R.– Dos años después de ganar el bote hice otro Máster, en este caso de Oncología y Biomedicina en la Universidad de Oviedo, aunque siento que tengo que darle un giro radical a mi vida. En investigación no he tenido la oportunidad de demostrar mi valía y me he estado preparando para hacer el BIR (Biólogo Interno Residente), ojalá me haya salido bien el examen... Si no consigo plaza, creo que voy a dedicarme a actividades de Cooperación Internacional porque tengo la intención de hacer un par de voluntariados y ayudar a la gente que lo necesita, algo muy necesario.
Eso sí, la ciencia nunca la voy a dejar del todo, va a ser mi amante, parafraseando a Chejov con la medicina y la literatura (risas). Seguramente estudie el grado en Humanidades y me especialice en algo así, quiero labrar mi futuro, sentirme realmente útil encontrando mi razón de ser y que la persona o personas que estén con Francisco José González Arias se sientan un poco más felices. Sin soberbia ni altivez, siendo yo mismo.
P.– ¿Le siguen reconociendo por la calle?
R.– A pesar de los años y de todo lo que ha sucedido, me siguen reconociendo por la calle, incluso cuando teníamos que ponernos la mascarilla. Indudablemente las personas atractivas dejamos huella y nos reconocen en muchos sitios (risas). Hace tiempo una señora dijo que me reconoció solamente por los andares, ni que fuera un gorrino (risas).
Es algo muy gratificante darse cuenta de que la gente te sigue recordando y que quieren que vuelvas al programa porque te echan de menos, para mí ese es el verdadero legado, no tanto el dinero (que también…). Pasapalabra me ha marcado a mí y a otras personas porque se pueden transmitir valores muy bonitos. Más allá de acertar una palabra difícil, importa mucho más transmitir los valores que me han inculcado mis padres desde pequeño. Mi mayor triunfo en la vida sería que todas las personas me conocieran por haber sido buena persona, ese es un título que no otorga ninguna universidad, sino la propia vida.
Seguidor de Pasapalabra
Fran sigue siendo un fiel espectador del concurso que le hizo saltar a la fama y, pese a que reconoce que ve poco la televisión, todos los días a las 20:00 horas pone Antena 3 para ver Pasapalabra: “Nunca lo perdono”. Afirma que le gustan todos los concursos de cultura general, pero que dentro de la oferta tan ingente de programas de televisión que existe actualmente sigue siendo lo que más le hace disfruta: “Aunque también veo otros programas de entretenimiento, documentales y películas”, aclara.
P.– ¿Participó en algún concurso antes de ir a Pasapalabra? ¿Y después?
R.– Pasapalabra ha sido mi único amor hasta el momento (risas). Me hubiera gustado ir a otros concursos, pero, de momento, no he tenido la ocasión de participar. En algunos de esos programas, superé el casting con éxito y quedaron en llamarme, pero la llamada se sigue resistiendo (risas). Cada formato tiene sus directrices y buscan un perfil determinado, y yo no debo encajar en algunos de esos perfiles, aunque no me entristece, al contrario, me motiva aún más para emprender todo lo que quiero en mi vida. Tengo que reconocer que ya no me veo participando en muchos más concursos porque siento que llegué al máximo en Pasapalabra a nivel personal y económico, por lo que seguramente me acabaría frustrando en otros formatos.
P.– ¿Qué le parece la actual participación de Orestes y Rafa? ¿Tiene algún favorito?
El duelo entre Orestes y Rafa lo he bautizado oficialmente como titanomaquia (risas). En la mitología griega, la titanomaquia se refería al duelo o lucha entre dos titanes, en este caso Orestes y Rafa. Conozco a ambos y son buenas personas, están muy preparados y aúnan muchos valores interesantes, más aún siendo tan jóvenes. Solamente necesitan un poco de suerte para sacar los tres o cuatro cerrojos [palabras difíciles en la jerga de Pasapalabra] y triunfar. Pero que no se olviden de un detalle, el 'rosco' de Pasapalabra se resuelve acertando las palabras difíciles, y las no tan difíciles, porque yo me he quedado pasmado cuando en un 'rosco' tenía 24 aciertos y me quedaba una palabra tan común como 'sierra'. Quiero decir con esto que no sirve de nada acertar las difíciles si se fallan las fáciles.
P.– ¿Algún consejo?
R.– El trabajo intelectual erosiona mucho y puede llegar a mermarnos psicológicamente, pero es importante mantenerse serenos, pensar que esto es una carrera de fondo y que el esfuerzo nunca es en vano. Los conocimientos que adquirimos y las experiencias que vivimos constituyen nuestro bagaje particular y eso siempre va a sernos útil, sea cual sea la experiencia. Ganar es lo que más nos gusta a los seres humanos, pero es muy importante el cómo hacemos las cosas independientemente del resultado final. Obvio que la recompensa es un acicate para cualquiera, pero tanto Orestes como Rafa están en disposición de ganar ese bote. Pase lo que pase, gane quien gane, ya han ganado los dos el cariño y la admiración de muchas personas que, naturalmente, es más gratificante que el dinero, aunque qué voy a decir yo… (risas).
P.– ¿Cómo vivió el final de Pasapalabra en Telecinco?
R.– Pues la verdad es que me pilló en Atenas. Estaba de viaje por Grecia, que era uno de los sueños de mi vida: poder conocer la cultura griega, los monumentos… lo que se lee en los libros y se ve en los documentales, pero in situ. Durante algún tiempo se venía especulando sobre el fin de la emisión de Pasapalabra en Telecinco, pero nunca me lo creí porque pensaba que podía ser el típico bluf. Desgraciadamente, ese día llegó y se terminó todo. Entonces sentí un contraste dentro de mí: felicidad y tristeza. Felicidad por estar en Grecia y tristeza porque se acababa algo muy importante para mí y que había sido un producto televisivo de éxito durante tantos años.
También me dio pena por Orestes y Rafa, que estaban en aquel momento pugnando como ahora en Antena 3, ya que me dio la sensación de que se les dejó tirados sin tener ninguna culpa, aunque se subsanó en parte con la creación improvisada de El tirón, una buena idea que no llegó a cuajar del todo. En resumen, Pasapalabra es de los concursantes y de la gente, y la audiencia perdió de repente un rato agradable viendo la televisión. Al final, el concurso es un esparcimiento para muchas personas, sobre todo personas mayores o pacientes ingresados en hospitales que pueden olvidarse de sus penurias durante un rato.
Al cabo de un tiempo, volvió el programa en Antena 3, aunque para mí nunca va a ser lo mismo que era en Telecinco, pero más que nada por las experiencias y la gente maravillosa que se conoce allí; el programa sigue siendo fantástico y se disfruta mucho viéndolo. Pasapalabra es como el ave fénix (risas).