Mustafá Akhoumach lo recuerda. Tenía 9 años y a su madre le dijo que se iba a la playa. La engañó, y luego se pasaría años doliéndole aquella mentira. En realidad, lo que hizo es que se montó en los bajos de un autobús con matrícula española en Tánger.
"Todos los jóvenes de mi barrio se habían ido a España. Y yo lo que quería también era ayudar a mi familia", resume. Era el menor de siete hermanos y los otros seis seguían en Marruecos, donde todavía viven.
Pero Musta, el más pequeño y arrojado, vio el autobús repostando en una gasolinera cerca de su casa, y luego el hueco que había en la escalera trasera del vehículo. Así que no se lo pensó: volvió a su casa, se puso el bañador y le mintió a su madre. Pasó el control en la frontera ceutí y al llegar a Algeciras fue descubierto por la Guardia Civil. El mismo cuerpo para el que ahora, a sus 27 años, oposita.
Su padre y su madre se separaron cuando que él tenía tres años y su madre trabajaba "de todo lo que te puedas imaginar, de lo que fuera" para mantener a sus hijos. Desde aquel día en el que se montó en el autobús y pasó ilegalmente a España hasta que volvió a abrazarla, pasaron nueve largos años. Lo hizo acompañado por una educadora social, Mónica, y su marido. Cuando llegó al puerto de Ceuta comenzó a llorar y continuó llorando hasta mucho después de abrazar a su madre y a sus hermanos.
"Un niño de nueve años de Marruecos le da mil vueltas a uno de aquí", cuenta a EL ESPAÑOL. Lo dice con pena. "Yo no disfruté de mi infancia. No la he disfrutado, pero no me arrepiento de lo que hice con esa edad, porque sigo queriendo ayudar a mi familia", añade. En Algeciras, pasó un tiempo en el Centro de Protección de Menores El Cobre. Allí, cobró consciencia de lo que había hecho."Lo pasé mal. Por las noches lloraba solo en la cama. Echaba muchísimo de menos a mi madre. Era sólo un niño", narra.
Gente buena
Luego, lo enviaron a Jerez de la Frontera, a la Casa Hogar de la Fundación Mornese, una oenegé andaluza, impulsada y promovida por el Instituto de las Hijas de María Auxiliadora. Salesianas. Y, por tanto, católicas. "Allí me encontré con un montón de gente buena. Porque aquí, en España, he tenido la suerte de que me ha rodeado gente buena, y por ello doy las gracias", cuenta.
El niño fue al colegio María Auxiliadora, de las mismas monjas salesianas. Allí aprendió "la cultura de España respetando a los demás, los valores religiosos, que también tiene mi religión, el respeto mutuo". También aprendió a jugar al futbol y formó parte de un equipo. Fue gracias a otro niño de origen marroquí, que era su compañero en el Hogar. "Se llamaba Mohamed. Es el único moro que yo he visto en mi vida y es rubio, con los ojos azules. Vamos, que no era rubio de bote. Yo era muy patoso y me enseñó", relata.
La vida de Musta da un giro cuando conoce a Carlos y a Sandra. El matrimonio se convierte en su familia de acogida, dentro de un programa de integración social promovido por la Junta de Andalucía. Tenía ya once años y comienza a pasar con ellos los fines de semana, y también las navidades, la Semana Santa y las vacaciones de verano. "En aquella época, los dos tenían 30 años y no tenían hijos", indica, aportando el dato de que sin experiencia como padres y sin hijos, no tenían más necesidad que la de ayudar a un niño y darle el cariño que no tenía.
"Recuerdo que, al principio, por mi religión, pues bueno... Los hombres, primero. Era muy tímido con las mujeres y prefería relacionarme con Carlos. Pero luego aprendí a relacionarme con Sandra".
−¿Cómo son?
−¿Ellos? Son parte de mi familia. Luego tuvieron una niña, que es mi hermana chiquitita. Yo la llevaba al parque a jugar, la he cuidado... A mí ellos me dieron la mano y yo se la cogí.
Cuando Musta cumplió los 18 años y abandonó la Fundación Mornese, se fue a vivir con Carlos y Sandra definitivamente. Lleva ocho años con ellos, a excepción del tiempo en el que trabaja en un hotel en Mallorca. Como camarero en caterings y en restaurantes trabaja los fines de semana en Jerez de la Frontera, mientras se prepara las oposiciones para ser Guardia Civil. "Desde que llegué, yo siempre he tenido una meta clara: aprovechar al máximo todo y trabajar para aportar".
−¿Y por qué guardia civil, Musta?
−Pues yo hasta que llegué no sabía qué era la Guardia Civil. Recuerdo luego que el padre de Sandra, que no era guardia ni nada, se trajo una vez un tricornio a una barbacoa, se lo ponía y decía en plan broma: "A ver, que vengo a llevarme al morito" y yo asustado [ríe]. A ver, aparte de que el color verde es mi favorito, a mí siempre me han gustado las fuerzas y cuerpos de seguridad y ayudar a la gente. Y la Guardia Civil ayuda a la gente.
Sobre la inmigración ilegal, el joven asevera: "Las fronteras tienen que tener un control. Pero hay que entender que si la gente se va, es por algo. Y los niños, más. A mí no me faltó un plato de comida, no éramos ni ricos ni pobres. Yo me fui porque aspiraba a algo mejor y para ayudar a mi familia".
Continúa reflexionando para EL ESPAÑOL que "la palabra mena [siglas de menor extranjero no acompañado] encierra un concepto problemático, y no es siempre así. Yo, en el hogar de acogida, estaba con muchos españoles también. Y si sale un marroquí que es malo, a mí me mancha. Nos manchan a todos los que no somos así. O cuando se habla del terrorismo: el terrorismo, ya sea de ETA o el islámico, lo hacen los extremistas y los delincuentes. No tiene nada que ver con mi religión".
La historia de Musta desmorona clichés. Por eso, esta semana fue uno de los elegidos para participar en la campaña Una familia para cada niño y niña, puesta en marcha por la Junta de Andalucía y la Asociación Andaluza de Centros Católicos de Ayuda al Menor (ACCAM). Tras destacar que la provincia andaluza donde más familias de acogida hay es Cádiz, la delegada del Gobierno en la ciudad, Mercedes Colombo, incide en que su objetivo es "buscar familias acogedoras que quieren hacer algo por la sociedad y de dar una oportunidad a esos menores que lo necesitan".
A EL ESPAÑOL explica Musta también que "todo el mundo merece una oportunidad". En su caso, y siendo un niño, abunda en que "la suerte te puede acompañar, pero tienes que poner de tu parte. Yo a España siempre la vi como una oportunidad. Y qué menos que aprovecharla. Yo tenía claro que quería ser una persona que aportase socialmente".