Fernando Sánchez Dragó y Federico Jiménez Losantos son, quizás, los ejemplos más paradigmáticos de personajes que abandonaron la izquierda conforme cumplieron años. Pero, su conversión no es ni sejemante ni tan sorprendente como la de Joaquín Sabina. El de Úbeda, con motivo de la presentación de su documental (Sintiéndolo mucho), sorprendió al reconocer que ya no se sentía tan de izquierdas.
"El fracaso del comunismo ha sido feroz, la deriva de la izquierda latinoamericana me rompe el corazón por haber sido tan de izquierdas, ahora ya no lo soy tanto porque tengo ojos y oídos para ver lo que está pasando", sentenciaba Sabina con su voz ronca, minutos antes de que los titulares empezaran a repetirse. Tras su candente y público militarismo a la izquierda, el de Úbeda parecía rendirse para muchos. Para otros, simplemente madurar y, para el otro resto, Joaquín se estaba haciendo mayor y, además, de derechas.
Lo cierto es que existe una creencia de que, cuantos más años cumplimos, más giros a la derecha política realizamos. Desde EL ESPAÑOL hemos preguntado a diferentes expertos para confirmar si existe una tendencia real en este sentido.
"En la adolescencia o la juventud, priman la impulsividad, el sentimiento de justicia, el sentimiento de yo puedo con todo. Hay menos miedo, más energías, más ganas, más esperanzas, más ilusiones y, conforme vas aprendiendo, éstas se van acabando y eres más consciente del riesgo, tienes menos energía, has tenido más experiencias negativas, y adquieres una postura más conservadora por supervivencia, aunque no necesariamente tiene que ver con un partido político", nos relata la psicóloga Bárbara Zorrilla.
La también psicóloga Carmen Aguilera cita diferentes circunstancias a la hora de elegir orientación política: "Ser de derechas o de izquierdas tiene que ver con la lealtad u oposición a nuestro entorno familiar, al resultado de nuestra experiencia de vida, etc. Pero en el proceso biológico y psicológico de crecimiento, va influyendo normalmente más nuestra experiencia vital que otras circunstancias, y con ello, se produce un cambio progresivo de nuestros valores".
Una realidad que va en consonancia con el resto de las declaraciones que hizo Joaquín, que añadía lo negativo que se encontraba ante el contexto actual: "El otro día, pensando en que estaba muy negativo y qué cosas buenas habían pasado, pensé en lo rápido que se consiguió la vacuna de la Covid-19. He estado tiempo muy enfadado con el siglo XXI porque he visto que Trump o Putin eran cosas feas. El lenguaje de la gente en redes sociales, también". Un contexto que, como en todo análisis, también se debe tener en cuenta y que en los últimos años no ha sido el más óptimo para el orden mundial.
En la misma línea que las psicólogas, se sitúa el sociólogo Nacho García Cumbreras, quien añade que independientemente del color político, con el paso del tiempo, terminamos "aniquilándonos como especie, porque ya nos da igual quien venga detrás, nosotros no lo vamos a vivir. Nos atormentan los cambios porque ya he conseguido la paz a costa de lo que sea".
Además, coincide en la visión vitalista de las primeras etapas de la vida a la que se refiere Zorrilla: "Puestos a elegir un color, las personas jóvenes eligen el de la rebeldía, la revolución de las clases, la concienciación, el amor por el prójimo, la diversidad cultural y sexual, la generosidad, el equilibrio entre los grupos sociales, el huir de las vanidades, las arrogancias y esa ambición al ‘don dinero’ que nuestros padres del capitalismo se empeñaron en ver como la única forma posible para alcanzar la felicidad. Y ese color, en términos políticos, está asociado a la izquierda, al vitalismo, al deseo de cambio, aunque éste sea utópico. Pero avanzamos, nos aburguesamos, nos sentimos superiores, nos abrazamos a la derecha. Crecemos y nos adormecemos".
En otras palabras, se trata de una creencia casi obligada en las estructuras actuales, tal y como apunta el antropólogo Gonzalo Gozálvez: "A medida que crecemos, nos volvemos más reformistas y confiamos la responsabilidad de los cambios políticos a las estructuras ya existentes, antes que apostar por construir unas nuevas que destruyan aquellas que consideramos obsoletas".
Una tendencia que tiene que ver con esa "estabilidad vital" de la que venimos hablando: "O al menos, a una tendencia aspiracional a ella. La forma de entender la política como una apuesta por el todo, en la cual es legítimo (y a veces hasta necesario) poner en juego la propia vida, es comprensible que vaya difuminándose a medida que muchas personas logran acceder a ciertos caramelos que las lógicas de consumo buscan proporcionar al consumidor medio", nos explica Gozálvez. García Cumbreras también señala el peligro de los extremos: "Ser de un bando u otro, suele traer problemas. Ni la utopía de la izquierda es realista, ni tampoco los bondadosos consejos de la derecha". También admite su miedo y añade otra vía de discusión: "Mi miedo es saber por qué hay jóvenes que son de derechas... ¿Morirán de izquierdas? Eso sería fantástico, sería transformador. Un nuevo modelo. Primero me conformo, y luego lucho... Eso da para otro debate".
En cualquier caso, y con estas conclusiones, lo de Joaquín Sabina y otros personajes famosos que han hecho públicos sus volantazos políticos, más que arrepentimientos —que también— resultan ser fruto de una evolución vital y del propio devenir de las circunstancias sociales. Estas, siempre podrán negarse, como reza el artista jienense en una de sus últimas canciones: "Lo niego todo / Aquellos polvos y estos lodos / Lo niego todo / Incluso la verdad".