Tiene un cuaderno donde escribe alineaciones que nunca vuelven a ser consultadas. En el mismo, pinta dibujos de bonsáis que quiere crear. Es un tipo al que le gusta el silencio; pero "que pega gritos los domingos". El color de su bufanda es el secreto que todos quieren conocer. Él lo esconde con recelo; dice que nunca se ha puesto una, que le parecen "incómodas". Carlos Martínez (30 de julio de 1964, Madrid) es un narrador criado en el barrio que no tenía claro si estudiar oceanografía o periodismo. De hecho, nunca fue con un magnetofón por su casa, aunque siempre le apasionó el fútbol.
Es un hombre tranquilo; al menos más de lo que se suele esperar de un narrador de fútbol. EL ESPAÑOL le visita en el Estudio de Bonsáis de David Benavente, al que acudió tras la pandemia para mejorar sus habilidades en este arte japonés. Él abre la puerta y va en jersey, vaqueros y deportivas. Recién llegado de narrar la derrota del Barça ante el Bayern, no porta bufanda, a pesar de que la noche anterior dijeran en las redes sociales que paseaba por Barcelona con una blaugrana. Cierto es que otros aseguraban haberle visto con una de color blanco impoluto, y no precisamente del equipo de Munich. Quién sabe...
Martínez juega su propia bola y habla del arte del bonsái. Empezó en esto hace 30 años, casi a la par que en la narración de partidos de fútbol, y fue autodidacta la mayor parte del tiempo. Él encuentra similitudes entre su trabajo y lo que ocurre en este jardín. A veces las cosas que no parecen tener relación están íntimamente conectadas.
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—¿Ha afectado la inflación al mundo del bonsái?
—De todos aquellos que vienen de Oriente sí. Todo lo que viene por mar, en contenedores desde Japón, de Singapur o de China, igual que todos los productos que vienen de aquella zona, ha incrementado sus costes una auténtica barbaridad, como tres o cuatro veces, comparado con lo que costaban hace tres años.
—¿Cuándo empieza en este mundillo?
—Hace muchos años. Probablemente es la afición más vieja que mantengo, con el fútbol. Vi un día una exposición de bonsáis de un club mítico de Madrid que se llama El Club Bonsai, en el Jardín Botánico, y me encantaron. Me compré una serie de revistas y empecé por mi cuenta. Han pasado los años, la afición ha ido madurando y digamos que ahora es algo más que un hobby.
—Es usted autodidacta.
—Soy muy autodidacta, porque mi afición es anterior incluso a Internet. Quiero decir que las publicaciones que había en España de bonsái eran limitadas: libros y poquita cosa más. Luego, con el desarrollo de la red es mucho más fácil el acceso a la información, porque encuentras de todo tipo, tanto en revistas como en vídeo. Sobre todo también de grandes maestros que cuentan cómo hacen las cosas. Y definitivamente pego un brinco porque hace un par de años aparezco por este lugar para conocer a alguien que yo seguía como maestro de referencia de toda la vida, a través de los artículos de las revistas y a través de los libros y de los vídeos. Un día, post pandemia, llamé a la puerta, me presenté aquí, vi el jardín, me enamoré de él y nos caímos muy bien con David. Empecé a contarle artículos suyos y libros; cosas suyas que hace ya 30 años que había hecho... Se queda un poquito alucinado y, bueno, pues ahora tenemos una gran amistad y aquí me tiene. Cometió el error de decirme: cuando quieras te pasas. Y, efectivamente, cuando quiera paso aquí mucho tiempo.
—¿David es Messi?
—En el bonsái, sin duda. En España y en Europa y fuera de Japón. Yo creo que es una autoridad mundial. Su trabajo está por aquí. Se puede notar que es una referencia desde hace muchos años y lo va a seguir siendo, porque tiene mucho tiempo por delante. Pero sí, sí es un poco Messi.
A Martínez le enganchó de este mundo la tranquilidad, todo aquello que le aleja "del mundanal ruido". Le gustan las actividades que le aislan de todo lo demás, por eso también le apasiona la escalada.
—¿Qué es para usted el silencio?
—Pues el silencio es un poco lo que uno tiene cuando está trabajando con los bonsáis. Es una sensación de ensimismamiento, de que está uno solo. Tiene que ver, para mí, con la soledad. Hay muy distintos tipos de silencio, y muchas veces son muy sonoros. Por ejemplo, estar en el monte, ahí en una cresta, subido en una montaña. No oyes la voz del hombre, no oyes ruidos que no sean naturales, pero hay unos sonidos que tienen que ver con cómo se maneja el viento con las rocas y cosas de esas que molan. Molan porque son como muy primitivo. Te sitúan con la sensación de lo que somos: muy pequeñitos comparados con lo que hay a nuestro alrededor.
—Y, sin embargo, su trabajo es todo lo contrario.
—Sí. A lo mejor tiene que ver con eso. Nunca he hecho una reflexión demasiado grande alrededor de eso. Pero tienen que ver. También encaro mi trabajo casi, casi, casi, con este sentido de soledad. Yo debo ser casi el único crítico de mi trabajo. Es decir, si te dejas influenciar por las miles de voces que te están escuchando, vas a ver que, con cosas que tú emites y que son un hecho objetivo como cantar un gol común, de pronto para alguien es una vergüenza, se te han visto los colores, estabas en un funeral; y para otro parecía que estabas en una fiesta. El mundo es muy amplio, la gente es muy amplia, tiene muchos, muy distintos puntos de vista y yo no lo utilizo esto como un esperpento, la realidad es muy poliédrica. Aquí hay gente para todo, como decía el Guerra, y conviene saberlo. Entonces, si te dedicas a un trabajo que es público y que además tiene que ver con las pasiones de la gente, que es el fútbol y contar fútbol, tienes que asumir de una manera absolutamente natural que a uno le va a parecer bien, a otros muy mal, a otros horrorosamente mal y a otros horrorosamente bien. Por eso no hay que perder la perspectiva de que nosotros simplemente somos parte de la correa de transmisión del invento. Ahí lo que importan de verdad son los futbolistas, no quién se lo cuenta a la gente.
El del Plus
Hace 33 años que narra el fútbol los domingos en Canal Plus —ahora Movistar Plus—. Empezó en la Cadena Ser, de becario, en segundo de carrera. "Pero yo la terminé, eh", avisa. Se quedó trabajando en Radio Madrid, en Deportes.
Luego le llamó Alfredo Relaño para decirle que tenía claro que valía para algo, "pero no sé para qué". Le fichó para Canal Plus. Iba a ser el inalámbrico y lo mandaron al trofeo Colombino —cuando no había giras asiáticas y éste y el Teresa Herrera eran lo más importante del verano en el fútbol patrio—. Al final acabó narrándo el encuentro junto a Jorge Valdano. Por pura casualidad. A José Ángel de la Casa, su referente en la profesión, no le dieron la excedencia a tiempo y no pudo fichar por aquella innovadora televisión. "Y de aquellos polvos, estos lodos".
—¿Le gustan las bufandas?
—¿Bufanda? No llevo ni en invierno, imagínate. No, no, no, yo ni la llevo, ni he tenido nunca la sensación de que hubiera alguna razón para llevarla. Primero, porque lo primero que hago es discutir esa cosa últimamente muy asentada de: 'No, no, pero si tú eres periodista deportivo de pequeño te gustaba tal equipo y eso no se borra'. Toda la vida vas a estar mediatizado por esa situación que a mí me parece no solamente absurda, sino terrorífica con el hecho de como yo concibo el oficio. No el de periodista deportivo, el oficio de periodista. Todo el mundo tendrá sus simpatías políticas y yo jamás he leído el artículo de ese señor pensando a este como vota el PSOE, me va a vender un tranvía porque se le van a ver los colores. Yo analizo lo que me cuentan, me gusta, no me gusta, me parece coherente, me parece deformado, me parece ajustado, me parece bien organizado, me parece bien relatado y me lo compro. Pero, si no me parece ninguna de esas cosas, no se me ocurre pensar que todo tiene que ver con que el señor en las últimas municipales votó a no sé quién.
Para Martínez, eso no significa que el oficio no pueda labrarse con bufandas y camisetas puestas. "De hecho, me parece perfectamente honesto hacerlo así", apunta, pero "no creo que haya necesidad de ser así para poder desarrollar este oficio".
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Además, señala la imparcialidad como primordial en su trabajo en la televisión de pago. "Yo sé que el señor del Valladolid paga lo mismo que el señor del Real Madrid o del Barcelona o del Atlético de Madrid. Por lo tanto, de partida, en el oficio de periodista, de relator deportivo, en una televisión de pago, parte del hecho de que aquí todos los clientes pagan lo mismo, sean de quien sean y, por lo tanto, merecen el mismo respeto. Así que no tengo que hacer ningún esfuerzo para realizar mi oficio sin que me pese si le meten un gol a Pepito o se lo meten a Juanito".
Cuenta que hace el periodismo que quiere hacer. Parece opinar sin hacerlo, narrando de manera objetiva lo que ocurre, sobre el nuevo periodismo. "Entiendo que hay grandes periodistas en el mundo de la bufanda y hay muy malos periodistas en el mundo de la bufanda. Pero también muy probablemente haya muy buenos periodistas en el mundo de las antiguas leyes de este oficio".
Lo explica. Antaño, "cuando tú entrabas en una redacción, no es que no fuera normal decir de qué equipo eras, es que nadie decía de qué equipo era, ni nadie hacía profesión de eso, porque se entendía que no era razonable que eso fuera así, en ese momento de nuestro país. Eso ha cambiado con el tiempo, como tantas otras cosas. Y yo creo que ahora hay enormes periodistas que dicen de qué equipo son y que además actúan en función de esas, de ese punto de vista. Y hay otros que no, que no lo son tanto".
Por ende, su programa favorito de la televisión es El Día Después. "Que es el que presento yo", bromea. En realidad es así porque son los aficionados los que toman el protagonismo y muestran su bufanda para ponerse a la altura de los futbolistas.
—Volviendo a las bufandas, ¿algún color que le guste conjuntarlas más?
—(Risas). Te juro que no las uso ni en invierno, ni en verano, ni para vestir. Hubo una época en la que a los estilistas les dio por tirárnosla, pero es una prenda que de verdad no me parece cómoda.
Bromas aparte, Martínez sólo tiene una cábala a la hora de narrar partidos: dibujar la formación de los contendientes en el cuaderno donde pinta los bonsáis. Luego, esos apuntes no vuelven a ser consultados jamás.
No da la más mínima importancia a su trabajo. "Concibo la profesión en el sentido de tener absoluta seguridad de que nosotros no somos importantes. Yo no soy más que un tipo que pega gritos todos los domingos y eso no arregla el país, no encuentro la vacuna para el Covid, no consigue hacer que a la gente que tiene más dificultades llegue a final de mes. Mi trabajo no tiene la menor importancia y, desde luego, yo no se la doy. Desde el punto de vista del valor personal, mi trabajo me encanta y soy un privilegiado por hacer y vivir bien de algo que me gusta hacer. Pero no le doy trascendencia a mi trabajo, ni me parece que yo soy ni mínimamente importante".
—¿Qué es lo que más le gusta de lo que ha desarrollado?
—Narrar me apasiona. La magia de lo que yo hago tiene que ver con que yo tengo que estar dispuesto. Se parece un poco a todo lo demás que estamos hablando. El bonsái, la escalada y la narración tienen un punto común, aunque parezcan tan distantes. Yo tengo que describir en tiempo real, en el mínimo espacio posible entre que el hecho se produzca y que yo lo relate con las mejores palabras, aquello que está pasando, algo que todavía no ha pasado. Tienes mentalmente que estar tan rápido, tan vivo, como para ser capaz de ponerle palabras a algo que está ocurriendo delante de tus ojos y que no sabes lo que va a pasar. Y no puedo repetir. Ese tipo de tensión, ese tipo de sensación de estar permanentemente de puntillas para describir las cosas, tiene un punto adictivo que a mí me apasiona y me apasiona exactamente igual ayer, en un partido que sabes que es un dolor de muelas. Pocas situaciones tan feas he tenido que narrar. De arranque, el Barça se enfrenta al Bayern, que es su peor bestia, y se enfrenta sabiendo que no vale para nada más que para arriesgarse a que le pintan la cara. Y efectivamente termina pasando eso. Emoción no hay. Estás relatando algo que no va a ser bueno para el fútbol español y, por ende, para nuestra causa. Ojalá los equipos españoles fueran bien. Pero, incluso en este tipo de circunstancias, tengo pasión por lo que estoy haciendo. Es que creo que es imposible desarrollar este oficio con la sensación de un día más en la oficina y qué partido más aburrido me toca.
No echa de menos opinar. "Zapatero a tus zapatos; comentarista a comentar y narrador a narrar", dice. Apunta que tardó 16 años en emitir un juicio de valor junto a Michael Robinson. Ahora apostilla alguna cosa, pero tiene "clarísimo" que lo que no debe "hacer nunca" es empezar a emitir juicios de valor. "Utilizo adjetivos en proporción 8/2 para ser positivo y para ser crítico o duro". Eso no quita que "si el partido es malo, tarde o temprano habrá que llevar al espectador a la conclusión de que no están viendo una borrachera de arte".
—¿Y qué hará si le pregunto por los líos de Luis Rubiales?
—Pues evidentemente me preguntas sobre una actualidad que existe, que está en los medios, que está sobradamente tratada por un montón de compañeros y en la que creo que han quedado más o menos bastante bien expuesta todas las posturas de quien está persiguiendo a Luis Rubiales y de las defensas que ha hecho Luis Rubiales. Muchas de esas temas están en los juzgados. Yo no me siento con autoridad suficiente para decir que Luis Rubiales no ha cometido ningún delito o, lo contrario, que Luis Rubiales sí ha cometido delitos. Creo que se han explicado bastante coherentemente las dos partes y que, como tantas otras cosas, terminó en un juzgado en la que nos dirán definitivamente qué ha pasado, qué ha dejado de pasar.
Espero que se le dé a la resolución la misma relevancia que al trámite, porque muchas veces es lo que terminamos y, eso sí es una crítica al mundo del periodismo actual, dando muchos altavoces cuando el proceso crece. Y cuando los conflictos se resuelven, tienen la mitad de ruido y la mitad de espacio que lo que han tenido en el desarrollo del lío. Eso sí me parece injusto, que alguien se tenga que comer el desarrollo de una cuestión que es verdaderamente delicada, desde el punto de vista de la imagen, y que, luego imagínate, no sé el caso, ni aventuró nada, es exonerado de todas las culpas y se encuentra con que eso termina en un breve. Sigue existiendo la pena de banquillo y esa es fea.
—¿Y por Javier Tebas?
—A mí me parece, desde el punto de vista de los hechos, indiscutible su labor. Quiero decir, uno mira los datos de ingresos de la Liga de Fútbol Profesional de Javier Tebas y lo que tiene en estos instantes consolidados y, oye, dices chapó. Uno mira la liga española, como liga, como institución, como equipos de primera, de segunda división, qué dinero le debía al fisco y qué le debía a la seguridad social, y ve lo que pasa ahora... Si yo hubiera sido un político de alguno de los gobiernos que ha estado por el camino comiéndome ese marrón sin saber solucionarlo, que haya llegado un señor con una nueva estructura y haya conseguido solucionar eso, me hubiera parecido de aplaudir y de chapó. Javier tiene un montón de aristas evidentes que tienen que ver, a veces, con la manera en la que cuenta sus cosas. Pero creo que, desde el punto de vista de lo que debería juzgarse de Javier Tebas, que es su labor como ejecutivo de la Liga de Fútbol Profesional, no creo que haya muchas maneras de ponerle una pega, desde luego. En el fondo ninguna; en las formas entiendo y, él creo que lo debe conocer, que sí.
A pesar de todo, este año ha estado a punto de quedarse sin narrar La Liga. Él cree que cuando le sustituyan todo pasará rápido. "La polémica duraría un telediario". No sólo es que no participara en la polémica de este verano, es que le llegó a dar cierta "vergüenza personal" estar en los titulares, "como si fuera importante". Una vez que se resolvió, pues estuvo feliz. "Ahora La Liga con los polos de La Liga y Champions y El Día Después con Canal Plus". No obstante apostilla. "Y nadie, nunca, ni en mi casa (Movistar Plus) y ahora también mi casa La Liga porque me pagan, ha hecho la menor sugerencia alrededor de cómo debía desarrollar mi trabajo. Eso sí tiene que ver con una cierta conquista ganada con el paso de los años. Que nadie tiene la tentación de decir por aquí o por allá. Eso lo agradezco sobremanera".
—¿Le da tiempo con tanto ajetreo a estar pendiente de la actualidad? ¿Ha visto lo de Álex, el futbolista trans del CE Europa?
—Sí. Es un tema que es muy difícil tener una opinión que te convenza del todo. A mí, intelectualmente, evidentemente estoy a favor de los derechos de género y que, por supuesto, cada uno tiene que tener la capacidad de elegir en qué modelo sexual se siente. No solamente homosexual, bisexual, transexual... Hay otros modelos como el género queer, por ejemplo. Pero, y en eso tengo que ser sincero, no cabe duda de que tampoco acabas de sentirte totalmente cómodo con la situación en la que las habilidades que alguien con una genética determinada, desde el punto de vista físico, puede desarrollar esté con otras personas que no tengan esas habilidades. Te generan un cierto choque de decir qué debe primar. Si tengo que elegir: los derechos de género. Pero no cabe duda de que la sensación no es perfecta y probablemente no lo pueda ser, porque este mundo no es perfecto, y hay que adaptarse a ser tolerantes con todas estas situaciones. Entiendo a la gente que pueda decir 'ya, pero es que el la mejora física es de tal calibre que ya no se compite en igualdad de condiciones'. Pues no lo sé, pues puede ser un argumento razonable, pero la cuestión de origen es otra más importante, que es alguien que tiene una sexualidad determinada, que está legalmente aceptada, no puede tener una limitación en sus derechos y por lo tanto tiene que poder ejercer en plenitud. Y es lo que hay.
El futuro
A Martínez no le falta energía para compararse con la gente joven. Lo que sí parece ver es el paso del tiempo a su alrededor, cómo va cambiando el panorama. Se van los que admiraba él, como José Ángel de la Casa, y los nuevos le toman como referencia. "Eso me da un poco de pudor, pero entiendo que es normal por la cantidad de años que llevo en la profesión".
Desde hace unos años, también es profesor de narración deportiva. "Me llamó la atención que no había nada académico serio y amplio, no lo encontré". Empezó en la Universidad Antonio de Nebrija, con una asignatura en un máster. No tenía demasiado sentido, porque no todos los periodistas deportivo quieren ser narradores. Así que, a través de su buen amigo Jorge Valdano, acabó por dar un curso de narración para "dejar un legado de como yo lo veo, como yo creo que es".
—¿Siente que ha creado escuela entre los nuevos narradores?
—Creo que sí, pero no porque yo lo haya hecho con la intención de hacerlo. De hecho, he sido el director de deportes de mi casa, donde había montones de narradores durante 22 años, y los podía haber puesto a todos a que sonaran como yo. No ha sido así. He corregido cosas de nuestra gente durante toda mi vida, pero en la narración hay elementos comunes y hay un montón de elementos que necesitan ser diferenciadores. Tenemos que sonar cada uno a cosas distintas. Pero, claro, si te tiras 35 años saliendo en la tele, una semana detrás de otra, contando los mejores y más importantes partidos de este país durante todos estos años, pues es casi natural, por osmosis, que la gente termine teniendo parte de lo que tú haces. En el fondo me halaga y me produce cierta sonrisa cuando oigo ciertos giros lingüísticos o referencias que he creado yo con el tiempo.
Lo ve como natural, porque él también lo hace. Como cuando habla de la altura teórica de la línea de medios, por ejemplo. "Lo hago como referencia a Matías Prats padre —el abuelo para los más jóvenes—". Él tiene su propio elenco de narradores, como Miguel Ángel Román y Lluis Flaqué.
Ahora, la polémica en la narración deportiva se centra en la llegada de las mujeres al fútbol. Martínez asegura que pasó mucho tiempo buscando las voces femeninas. "Y no había manera de encontrarlo". Habla de algunas experiencias, como Belén Ruiz, pero que no hacían fútbol.
"Yo no voy a catalogar a las dos compañeras, en función de homologarlas con el nivel de la narración masculina. Las voy a valorar en función de lo que son: pioneras. Es sumamente importante que alguien rompa ese molde y hay que aplaudirlo y apoyarlo. Es modernidad, integración y pasos hacia adelante. Quizás no pasen a la historia como Matías Prats. O a lo mejor sí, eh, que están empezando. Pero tienen un valor, de lo contrario a la cobardía, de decir vamos a narrar y nos vamos a meter en un ámbito casi exclusivamente masculino. Lo que venga tendrá que agradecerle el valor", apunta Martínez.
Un gol
Nunca pensó que podría hacerlo, pero su gol especial es el de Iniesta. "Ni en mis mejores sueños pensaba que tendría la oportunidad de narrar la final de España en un Mundial. Ya ganarla...".
—Iniesta dijo que escuchó el silencio.
—Yo sabía que era gol.
—¿Usted sintió ese silencio?
—No, yo no sentí el silencio. Yo sabía que era gol antes de que la pelota llegara. A ver, cuando uno narra, antes decía. Tienes que estar permanentemente sabiendo que vas a narrar algo que no sabes que va a ocurrir. Pero precisamente terminas por desarrollar procesos mentales en los que juegas como en un mundo de llaves, en el que la pelota va por aquí, puede pasar esto, esto y esto. Y mentalmente yo tengo cuatro ideas en la cabeza cuando estoy narrando. Estoy viendo que tiene esta oportunidad, esta oportunidad, esta oportunidad... Y estoy mentalmente preparándome para esas situaciones. Es un poco como le cantaba las curvas Luis Moya a Carlos Sainz, que nunca era la de delante, sino la de dos más allá.
Estoy tan seguro que entre los pases me da tiempo a decir: "¡No hay fuera de juego!". Para un amante del fútbol narrar aquello es impresionante.
—¿Hace falta leer para narrar ese tipo de goles?
—A mí leer me gusta mucho. En mi casa no había mucho dinero, pero había libros. La única manera que conozco de prepararse para describir una situación que no ha ocurrido es leer como un animal. Cuando lees incorporas vocabulario, pero sobre todo te da la capacidad de conectar términos y situaciones como otros lo han hecho a lo largo del tiempo. Si lees mucho tienes muchas herramientas disponibles y si lees poco tienes pocas herramientas disponibles. Uno de los problemas de la narración es que describimos situaciones muy reiterativas. Y puedes terminar diciendo todo el rato lo mismo. Leer es absolutamente fundamental.
—¿Y qué lee?
—Menos el ensayo, que lo leo poco... Poesía también poco. Pero novela fundamentalmente. Paso de novela clásica a moderna. La Iliada y la Odisea, que la leo una vez cada dos años. Toda clase de literatura, lo más variada posible, y no necesariamente la de moda. A veces también pasa.
—Para finalizar, que ya es hora. ¿Cómo narraría la creación de un bonsái?
—(Risas). Con mucha paciencia. Casi todo en la vida es como una novela: presentación, nudo y desenlace. Pues igual. Alguien tiene que haber pensado que hay una historia con esa primera curva del tronco, que te puede contar que el árbol murió. Hay una cosa detrás de cada cosa. Al final, todo termina en el periodismo. Es tener la curiosidad de saber por qué las cosas han pasado, tener la mayor documentación y hechos contrastados y de contarlo, bonito, agradable, empáticamente con la gente y de saber acercarte para que tu mensaje llegue. Hacer un árbol es igual. Hay que poner la agujita en el punto correcto para que tenga la mayor capacidad de seducción posible para el espectador.