Yolanda y Juli caminan lentamente por el centro de Mataró observando todo a su paso. Sus chalecos reflectantes naranjas resplandecen en la penumbra y hacen que se les vea a la legua. Son su nueva seña de identidad como serenos. “Nos tenemos que hacer conocer todavía”, explica ella. “Los primeros días había gente que pensaba que éramos una despedida de soltero…”. La expresión popular tomar por el pito del sereno cobra todo su cruel sentido.
La localidad barcelonesa ha recuperado la figura extinta del sereno. Antaño eran un cuerpo de autoridad noctámbula que tenía copias de las llaves de los portales del barrio. Uno podía gritar aquello de ¡sereno, sereno! y que este le abriera la puerta de su propia casa. Pero la realidad hoy es distinta.
Los serenos de Mataró no tienen ese manojo de llaves, aunque sí se encargan de cerrar los parques de la ciudad. “Es una figura pacificadora y mediadora, para generar una seguridad y un vínculo. La idea es prevenir conflictos o pequeñas molestias de concentración de personas”, explica Laia de Balanzó, coordinadora del recién creado cuerpo.
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“Vimos que había funcionado muy bien en Santa Coloma y Cornellá y la hemos adaptado a Mataró. Buscamos un poco el mismo efecto. Que la gente tenga esa referencia que le ayude a sentirse más seguro en la calle”, asegura David Bote, el alcalde de la localidad, en conversación telefónica con este periódico. “A partir de la pandemia ha habido una gran desconfianza del espacio público en horario nocturno”, apostilla De Balanzó.
Así pues, los serenos han comenzado este julio una prueba piloto de seis meses. Pasado ese tiempo, el Ayuntamiento de la localidad decidirá si lo extiende. Por el momento, hay 12 serenos que recorren las calles de Mataró de 22 a 5 horas. Este periódico ha viajado hasta el municipio catalán para hacer una ronda nocturna con ellos.
Son las diez de la noche y los serenos de Mataró se reúnen en el Centre Cívic Cabot i Barba. De aquí partirán las seis parejas que patrullarán la ciudad esta noche. A Yolanda y Juli les ha tocado la zona centro y cargar con las preguntas de este periodista.
Yolanda llegó a sereno tras haber ejercido como agente cívico en su ciudad natal, Badalona. También trabajó en una gasolinera en La Mina, el barrio de San Adrián de Besós conocido por ser uno de los más pobres y conflictivos de Barcelona. Es decir, que calle no le falta y por eso es coordinadora de equipo. Juli, por su parte, sí es natural de Mataró y convertirse en sereno ha sido su red de salvamento. “Era parado de larga duración”, cuenta. Antes había trabajado de comercial. Nuestros protagonistas tienen 48 y 61 años, respectivamente.
La primera intervención llega pocos minutos antes de las 23 horas. Dos chicas se profieren insultos y amenazan con darse de tortas a las puertas de un local. Yolanda interviene, decidida: “Somos del ayuntamiento. ¿Todo bien? ¿Llamamos a la policía o algo?”. “No, no. ¡Si somos amigas!”. Curiosa forma de mostrar afecto. Todo queda en nada y los serenos prosiguen su camino. “Eso es una asociación cannábica”, explica Juli unos metros más adelante.
Pese a llevar poco tiempo en marcha, los serenos ya han enfrentado situaciones más tensas que esta. “Ayer la tuvimos un grupito de marroquís”, cuenta Yolanda. “Empezaron a degradarnos, a decir que recogiéramos las latas del suelo, que para eso estamos los serenos. Decían que así funciona España”.
“El viernes evitamos una violación”, prosigue. “Era una niña muy joven a la que se le echaron dos tíos encima. Gritamos desde la otra acera ‘¡policía, policía!’. Si no llegamos a estar…”. Podemos imaginarnos el resto.
El tren del botellón
Hacia las 11 los serenos llegan al primer parque que tienen que cerrar, el Passatge d’Elies Rogent. “Esto es faena que le quitamos a la Policía Local”, afirma Juli mientras cierra la verja. También aprovechan para tomarse el primer respiro. Se sientan en los bancos, alumbran sendos cigarrillos y prosiguen con sus historias.
“Los fines de semana tenemos que cuidar la llegada del tren del botellón”, afirma Yolanda, en referencia al último que llega de Barcelona. “La gente se cuela, vienen bebiendo, fumando porros, destrozando el tren…”, enumera. “Deberías hacer un reportaje de eso, de meterte dentro”, añade Juli. Asimismo, una de las principales funciones de los serenos de Mataró es acompañar a las mujeres que se sientan inseguras en horario nocturno. Ya lo han hecho varias veces, como hicieron con el intento de violación de aquella joven.
“Ah, también controlamos plagas de ratas y cucarachas”, salta Yolanda. “Si hay muchas delimitamos la zona y notificamos al ayuntamiento”. La formación de los serenos abarca una introducción a distintos ámbitos sociales. “Drogas, igualdad, género, sanidad, seguridad, jóvenes, tercera edad…”, enumeran.
Un detalle que llama especialmente la atención de este asunto es que los serenos hayan surgido precisamente en Mataró, una ciudad tristemente célebre por sus altos índices de okupacioes. Entre enero y septiembre del 2021 se produjeron 367 okupaciones de inmuebles en este municipio catalán, según las cifras de la policía local mataroní. Esto supone una media de 41 usurpaciones al mes y un aumento del 138% respecto al 2019. Es el triple que hace apenas cinco años.
Sin ir más lejos, esta misma semana los Mossos d’Esquadra detuvieron a ocho hombres de entre 21 y 37 años por okupar pisos y ofrecerlos a cambio de dinero a personas vulnerables, un problema que ya documentó este periódico en primera persona. Los agentes comprobaron que el mismo grupo criminal había okupado 56 viviendas en la zona con el fin de "vender la posesión del piso okupado a personas en situación de vulnerabilidad" por un importe de entre 1.500 a 3.000 euros.
La organización estaba perfectamente estructurada y los miembros tenían roles diferenciados. El cabecilla se encargaba de dirigir a los grupos especializados para que localizaran pisos que pudieran okupar y, a su vez, clientes a los que ofrecer las viviendas.
Es el último episodio, pero solo uno más en la larga serie de titulares donde coinciden las palabras “okupa” y “Mataró”. Con este panorama presente, cabe preguntarse: ¿La creación del cuerpo de serenos pretende dar respuesta al problema de la okupación? “Una de las funciones que tiene el sereno es la interlocución con los servicios municipales, sobre todo, las emergencias. Eso incluye si son testigos de una usurpación ilegal, pero no es una vinculación directa”, afirma el alcalde, que en ningún momento niega o pretende edulcorar el problema en cuestión.
Al final de la noche, los serenos han recorrido entre 12 y 15 kilómetros a pie. “Son más de 20.000 pasos”, asegura Juli. “A las 4 vuelvo al centro cívico, recojo los reportes de todos los compañeros y hago los informes con las incidencias más destacadas de la noche”, explica Yolanda, que, recordemos, es también coordinadora. Este jueves, las incidencias en cuestión abarcan una pequeña plaga de ratas en contenedores, un loco empecinado en proteger una escultura y el informe de un nuevo asentamiento de personas sin techo. El fin de semana, ese informe se espera mucho más extenso.