El sonido de los pájaros sobrevolando unos rosales del patio que hay antes de llegar a la sala de comunicaciones, son el espejismo de libertad por el que transita Antonio Pérez Coll para poder sentarse frente a un cristal -reforzado con barrotes- y recibir visitas en el Centro Penitenciario Murcia I. Este martes, Antonio ha solicitado un permiso a la dirección de la cárcel porque quiere ser entrevistado por EL ESPAÑOL, en la víspera del juicio en el que se enfrenta a una pena de 30 años solicitada por la Fiscalía porque le considera el autor del parricidio de sus padres: conocidos cariñosamente en Sangonera la Seca como 'papi Pedro' y 'mamá Trini'.
- Este jueves se constituye el jurado que le escuchará declarar durante la vista oral. ¿Cómo se encuentra?
- Antonio: Aguantando con mucha paciencia, resignación y sacando fuerzas de donde no las hay.
Este vecino de Sangonera la Seca aguarda en prisión a ser juzgado por lo sucedido la madrugada del domingo 13 de octubre de 2019. Así lo sostiene el Ministerio Público en su escrito de conclusiones provisionales al que ha accedido este diario y donde expone que Antonio, aquella madrugada, le encargó a su amigo, Miguel Ángel, que lo acercase en coche desde Caudete a Murcia para cobrar una deuda. Esa fue la antesala del supuesto parricidio:
"De este modo, entre las 06.45 y las 07.30 horas del día 13 de octubre de 2019, el acusado [Antonio] se acercó a las inmediaciones de la vivienda de la calle Salzillo, situada en el número 114 de Sangonera la Seca, donde residían sus padres, entró en la misma, y con el ánimo de acabar con la vida de sus progenitores, se dirigió al dormitorio de sus padres, cogió un arma blanca que no se ha encontrado, pero que en cualquier caso se trata de un arma de borde cortante y afilado, de una hoja de al menos, 21 milímetros de ancho, y se la clavó a su madre hasta en once ocasiones".
"Asimismo, se dirigió a su padre, y con el mismo ánimo de quitarle la vida, le clavó el arma de forma profunda, en la región cervical izquierda, y le produjo la muerte inmediatamente por 'shock' hipovolémico, por cuantiosa pérdida de sangre. Una vez el acusado acabó con la vida de sus padres, cogió una botella de butano y con el cabezal puesto y el seguro abierto, cortó el conducto de la goma y encendió una vela, provocando una deflagración por acumulación de gas que ocasionó múltiples daños en el mobiliario, techo, cristales y demás elementos de la vivienda".
- ¿Cómo han sido estos años desde que ingresó en prisión en octubre de 2019?
- Antonio: Caóticos, en el aspecto de que cuando entré en la cárcel tenía a mi lado a mi marido, Santiago, porque teníamos pendiente una condena, pero cuando se marchó y me quedé solo, me tuvieron que poner a un preso sombra para evitar que me autolesionase. Tuve que recibir apoyo psicológico y el psiquiatra me recetó inductores del sueño. Pasados unos meses dejé de tomar las pastillas porque no me gusta estar fuera de control. Después he estado trabajando en labores de mantenimiento porque soy el único herrero de la cárcel y desde 2022 estoy en el economato, como responsable de las ventas del módulo 4 de respeto.
[La tragedia de ‘papi Pedro’ y ‘mamá Trini’, la pareja querida por todos los vecinos de Sangonera]
- ¿Qué se siente al estar privado de libertad?
- Antonio: Me ahogo.
- ¿Qué tipo de reclusos hay en el módulo 4?
- Antonio: Todos los que están ahí tienen delitos de violaciones y de maltrato a la mujer, los juntan en ese módulo porque en otro pueden recibir represalias del resto de presos. El parricidio que es de lo que se me acusa tampoco está bien visto en la cárcel. Por eso, a nosotros no nos meten en módulos conflictivos. Estamos aquí para no sufrir represalias.
- ¿Cómo es su rutina diaria?
- Antonio: Voy al economato, a la escuela, y juego al ajedrez. Busco tener la mente lo más entretenida posible: es la única forma de sobrellevar estar metido aquí dentro.
- ¿Ha venido alguno de sus dos hermanos a visitarle?
- Nunca me han visitado en prisión. Ni cuando estuve como preso preventivo, de mayo de 2013 a junio de 2014, por quemar un gato, contenedores y unos delitos contra la seguridad vial. Ni tampoco vinieron en 2018, cuando volví a entrar en la cárcel porque no podía hacer frente económicamente a la responsabilidad civil por quemar los contenedores y los daños a los coches que tuvieron accidentes. Ahora tampoco han venido a verme.
Antonio es el menor de los tres hijos que tuvieron Pedro y Trini: un matrimonio natural de Beniel, que se instaló en la pedanía murciana de Sangonera la Seca. Él era chófer profesional: primero hizo portes nacionales con camiones de la empresa Hispania y después condujo autobuses. De hecho, era muy conocido entre los vecinos porque en Latbus se ocupaba de la línea 91 que conecta Murcia con Sangonera la Seca. Ella limpiaba casas en la capital, sin descuidar a sus niños: Manuel, Pedro y Antonio.
El tránsito de la infancia a la adolescencia fue más complicado para el pequeño de la casa: Antonio era homosexual y en un pueblo de 5.700 habitantes se vio obligado a ocultar algo tan natural como la sexualidad. Manuel se convirtió en miembro del Escuadrón de Zapadores Paracaidistas del Ejército del Aire; Pedro ingresó en la Guardia Civil, pero Antonio no daba el salto al mercado laboral a pesar de esforzarse, logrando el título de técnico soldador y mecánico industrial en el IES Sanje de Alcantarilla. De modo, que finalmente siguió los pasos de su padre: se hizo chófer en una empresa de reciclaje de madera.
- ¿Cómo era Antonio Pérez Coll antes de cometer su primer delito?
- Siempre he sido introvertido. Era aficionado al manga, a las series de aventuras, al cine y muy trabajador. Era chófer en una empresa de reciclaje. Siempre estaba en casa con mis padres. Cuando decidí salir del armario me convertí en la oveja negra de la familia. Tenía 24 años cuando monté la Cafetería La Embrujada y salí del armario. Fue una tortura psicológica porque mis hermanos decían que era un mantenido por seguir viviendo con mis padres y un fiestas. Ellos se metían con mi homosexualidad.
En la cárcel no han cambiado mucho las cosas porque su orientación sexual es una especie de estigma entre la población reclusa. Así lo asegura Antonio durante los 40 minutos de entrevista con EL ESPAÑOL, en una cabina pequeña y con un calor sofocante porque la 'ventilación' consiste en mantener las puertas abiertas de la sala de comunicaciones, con una temperatura exterior de 40 grados.
- ¿Recuerda cuál fue su primer delito?
- No lo sé porque iba tan sumamente borracho y drogado que ni me acuerdo. Se me fue la cabeza en 2013, cuando mi jefe me puso el primero en la lista del ERE, a pesar de que era el chófer que más trabajaba y que más horas extra echaba. Era el tonto de la empresa.
- ¿Cuándo empezó a consumir drogas?
- En la Cafetería La Embrujada comencé con la cocaína y los porros. Cerré el local porque gastaba más de lo que ganaba, entonces, fue cuando mi padre me cogió de la mano y buscó al mejor especialista privado: el doctor Francisco Fernández Espín. Además, durante 2004 y 2005 me llevó a Conductas Adictivas en el Hospital Virgen de la Arrixaca.
A mis padres yo no les he podido hacer nada malo porque les debo la vida, como mínimo, dos veces, una cuando me trajeron al mundo, y otra, cuando me ayudaron después de cerrar la cafetería. Mis padres siempre tuvieron el temor de que mis hermanos los metiesen en un asilo y yo les decía a mis padres que mientras estuviese vivo, ellos no acabarían en una residencia.
- En cuanto aparecieron los cuerpos sin vida de sus padres, aquel domingo 13 de octubre, los vecinos de Sangonera la Seca aseguraban que usted era una buena persona y trabajador, pero que se empezó a meter en líos con la Justicia cuando conoció a su pareja, Santiago, con la que se peleaba con sus progenitores por el dinero. ¿Usted qué opina?
- Mi marido es una bellísima persona. Empecé a ir por el mal camino por el machaque psicológico que me llevaban mis hermanos. Nunca nos peleamos con mis padres por el dinero.
- ¿Me está diciendo que usted y su marido, Santiago, no cometieron delitos juntos?
- A mí y a mi marido nos condenaron a dos años de prisión por matar a un gato, por poner piedras y tablas con púas en la carretera, por quemar varios contenedores y por robar cable de cobre.
- ¿Por qué mataron usted y su marido a un gato con cal viva en un ritual de magia negra?
- Una bruja gitana que vimos en Benidorm nos convenció de que teníamos una brujería que afectaba a nuestro matrimonio. Para salvar nuestra relación lo hicimos [el ritual], pero eso fue una pantomima para sacarnos las 'perras'. Nos cobró 50 euros y nos dijo que si matábamos a un gato se iba todo.
La vida que llevaban Antonio y Santiago les condujo a ingresar en el Centro de Inserción Social (CIS) de la cárcel de Fontcalent por la muerte de un felino, poner obstáculos a los vehículos en la carretera, prender contenedores y sustraer cable de cobre. La condena no llegaron a cumplirla porque se fugaron aprovechando un permiso penitenciario.
- ¿Por qué decidieron huir de la prisión usted y su marido?
- No regresamos a Fontcalent porque estábamos cansados de que nos escupiesen y nos tirasen cigarros encendidos por homosexuales. No podíamos denunciar a los otros presos porque entonces nos pegaban y decidimos huir. Éramos prófugos desde mayo de 2019 y nos instalamos en una casa en Caudete.
La citada localidad de la provincia de Albacete está a 115 kilómetros de Sangonera la Seca: la pedanía donde residía el matrimonio de octogenarios a los que sus vecinos llamaban 'papi Pedro' y 'mamá Trini', y que fueron acuchillados brutalmente la madrugada del 13 de octubre de 2019. El Fiscal apunta a que existe un supuesto móvil económico en la muerte violenta de los ancianos, porque Antonio "tenía desde hacía años, una relación conflictiva con sus progenitores, Pedro Pérez y María Trinidad Coll, ocasionada por continuas exigencias de dinero bajo miles de pretextos".
- ¿Cómo piensa defender su inocencia ante el jurado?
- La verdad solo tiene un camino. A mí me han arrebatado a mis padres y me van a juzgar por algo que no entiendo porque yo no quería ningún mal para ellos. Aquel fin de semana, estuve de barbacoa con mi marido, Santiago, y también comimos con mis suegros. Estuvimos bebiendo y cuando se durmió Santiago, aproveché para llamar a un amigo, Miguel Ángel, para pedirle que me llevase al poblado de El Campico en Alcantarilla a pillar cocaína.
Yo soy alérgico a la penicilina, a la 'coca' le meten de todo para cortarla, y necesito conocer al camello porque me puedo morir metiéndome una raya. Pillé dos gramos y medio y me fui corriendo porque unos gitanos se estaban peleando en El Campico, podía llegar la Policía y yo estaba en busca y captura. Aquella madrugada del 13 de octubre no pasé por casa de mis padres: compré cocaína en Alcantarilla y regresé a Caudete con mi marido, solo paramos en Jumilla a echar gasolina. Soy inocente.
Hubo una deflagración
El domingo por la mañana, Dolores Martínez, una amiga del matrimonio de octogenarios, se pasó por su casa a preguntarles si querían medio pollo para comer y se encontró muchos cristales rotos por el patio, fruto de una deflagración en el inmueble. Dolores acudió a pedir ayuda a otros vecinos de Sangonera la Seca y llamaron a la Guardia Civil.
La tragedia se confirmó cuando unos agentes, acompañados de María Ángeles García, amiga del matrimonio, entraron en la casa hallando los cadáveres. Estaban acuchillados en su habitación de matrimonio: Pedro yacía sobre la cama, en calzoncillos y con una camiseta interior, y Trini estaba tirada en el suelo, vestida con un camisón.
- Desde un primer momento, usted y su marido, Santiago, estuvieron en la diana de la investigación del Instituto Armado. ¿Les arrestaron a los dos por el parricidio?
- A mí y a mi pareja nos detuvieron en Caudete por la muerte de mis padres. Cuando nos arrestaron a punta de pistola, gritando '¡Asesinos!', no entendíamos nada. Pensábamos que era porque estábamos prófugos en Fontcalent. Yo me enteré de la muerte de mis padres cuando estaba en el calabozo de la Guardia Civil y fue como si me cayese un témpano de hielo en la cabeza. No me lo podía creer: mis padres eran bellísimas personas.
Nos llevaron detenidos por el año de condena que teníamos pendiente por la quema del gato, los contenedores, los delitos de seguridad vial y el robo de cable de cobre. Primero, a la prisión de Alicante, y luego, a la de Sangonera la Seca. En la prisión de Sangonera, mi marido y yo estábamos siempre juntos: compartíamos celda. El 9 de agosto de 2020, Santiago cumplió su condena y yo seguí aquí por la investigación de la muerte de mis padres.
Antonio se verá las caras con sus hermanos, Pedro y Manuel, en la Audiencia Provincial de Murcia donde prestarán declaración durante la vista oral en calidad de testigos. El Fiscal, además de los 30 años de cárcel que reclama para el hijo de Pedro y Trini, como supuesto autor del parricidio, también le pide otros 3 años de prisión por un delito de daños y una indemnización de 90.000 euros para sus hermanos.
Juan José Castaño, abogado defensor de Antonio, subraya que su cliente ha rechazado llegar a un acuerdo con la Fiscalía y reconocer el doble homicidio de sus progenitores: "Mi cliente quiere ir a juicio para defender su inocencia porque no existe una sola prueba de cargo que acredite que mató a sus padres, ni siquiera se ha encontrado el cuchillo".
El letrado advierte de que "tampoco se sostiene" el móvil económico que esgrime la Fiscalía como desencadenante del parricidio: "En el registro de la casa se encontraron 3.000 euros en metálico".
Castaño recuerda que el atestado de la Guardia Civil "da a entender que el crimen lo cometieron dos personas y la detención inicial de Santiago, el marido de Antonio, se saldó posteriormente dejándole fuera del caso porque la madrugada del 13 de octubre, su teléfono móvil lo sitúa en Caudete, junto a su madre. Y mi cliente solo bajó a Murcia a comprar droga a su camello. No existe vestigio alguno de que Antonio estuviese en la escena del crimen: usaré el caso Wanninkhof para demostrar que no se puede condenar a alguien sin pruebas de cargo".