El último cumpleaños feliz: Irene Montero fulminó a Meyer por su dedicación a la campaña andaluza de IU
El cese de la jefa de Gabinete del Ministerio de Igualdad es la punta del iceberg de la guerra abierta que Podemos e IU están librando en Andalucía.
11 junio, 2022 02:07Nadie es capaz de recordar de qué estaba hablando Irene Montero la última vez que las vieron juntas. Fue un flash de varios segundos, un corte de Instagram cualquiera tras una rueda de prensa más. La ministra cierra el micrófono, abre una puerta y allí está ella, su jefa de gabinete, días antes de ser cesada. La imagen es difusa, breve, un fotograma de los miles que han compartido en los últimos años y que probablemente se acabe perdiendo entre los recovecos de la memoria. Para pensar en ambas hay recuerdos más sencillos a los que acceder.
El primero que le viene a la cabeza a la mayoría ocurrió el 13 de febrero de 2020 en la segunda planta del Ministerio de Igualdad, en la calle Alcalá de Madrid. Era un día de celebración en el que coincidían dos aniversarios: el primer mes de Podemos en el Gobierno y el cumpleaños de la ministra, que por entonces contaba 32 años. El vídeo, que todavía se puede encontrar en internet, muestra a Montero risueña, rodeada de unas escuderas traviesas que le han preparado una fiesta sorpresa y que, sin quererlo, convierten en protagonista involuntaria a la desconocida que lleva la tarta.
Aunque fuera del departamento nadie la conozca, de entre todos los nuevos asesores su nombre es el único en ser publicado en el BOE. Se trata de Amanda Meyer (Sanlúcar de Barrameda, 1977), jefa de gabinete del Ministerio, miembro del Partido Comunista de España (PCE), de la Ejecutiva de Izquierda Unida e hija del histórico diputado Willy Meyer. Ese 13 de febrero de 2020 es el cargo de IU con mayores responsabilidades de Gobierno, sólo por debajo del ministro Alberto Garzón. Lo será durante cerca de dos años y medio, hasta su cese fulminante el pasado martes.
Su destitución se ha producido durante el primer Consejo de Ministros de la campaña del 19-J, una declaración de intenciones para Andalucía, el PCE, Izquierda Unida y la coalición de izquierdas Por Andalucía. La razón oficial que arrojan desde Igualdad es “un cambio de etapa”, pero lo que dicen a este periódico fuentes cercanas a la ministra es “falta de compromiso”. Meyer, según cuentan, vivía en Málaga y sólo aparecía por Madrid una o dos veces por semana; cuando no estaba, no se esperaban noticias de ella.
No obstante, esto nunca había supuesto un problema. Estuviera donde estuviese, el compromiso de Meyer con el proyecto no se ha empezado a poner en duda hasta hace pocas semanas, al filo de la campaña de las elecciones andaluzas que ha abierto una crisis en la relación entre Podemos e IU. Todas las fuentes consultadas coinciden en que el cese de la jefa de gabinete no se trata de una purga, pero sí de una conveniencia. El resumen lo arroja una persona cercana de la cúpula de Podemos: "Estaba más centrada en Andalucía que en el Ministerio".
De hecho, Irene Montero todavía mantiene bajo su ala del Ministerio a varios pesos pesados de IU, como su directora de comunicación, Clara Alonso, la directora del Instituto de las Mujeres, Toni Morillas, o el asesor Carlos Sánchez Mato. El final de la etapa de Meyer, por tanto, no es un síntoma de matrimonio fracasado, pero sí de una guerra abierta entre partidos que ya no se molestan en disimular sus diferencias. Quién lo iba a decir.
Reunión de amigos
Cuando Podemos e Izquierda Unida decidieron confluir para las elecciones en 2016, durante el llamado pacto de los botellines, en la sede del PCE los críticos y los suspicaces canturreaban un chiste con el nombre de la nueva formación: “Unidos Podemos, sí, pero que no le llamen matrimonio”. Muchos morados habían sido comunistas en su juventud, pero les habían abandonado por otros amigos más guapos que preferían el símbolo de la V a levantar el puño. Volver a convivir con ellos se agradecía, pero con sospechas.
Del mismo modo, la llegada de Amanda Meyer a Madrid para trabajar codo con codo con Irene Montero en el Ministerio tiene parte de matrimonio de conveniencia, parte de vigilarse la una a la otra y parte de reencuentro entre viejas amigas. Ambas forman parte de aquella generación de izquierdas que, bajo la excusa de Unidas Podemos, se reencontró con sus antiguos camaradas de las Juventudes Comunistas, en las que coincidieron Rafa Mayoral, Pablo Iglesias, Toni Morillas, Alberto Garzón, Alberto Rodríguez, Juanma del Olmo… y ellas dos. Todos estaban juntos de nuevo.
Hoy por hoy, la situación no podría ser más distinta. Si en algún momento hubo respeto o admiración entre las cúpulas de Izquierda Unida y Podemos, esta murió cuando Alberto Garzón se negó a liderar las listas en Madrid frente a Isabel Díaz Ayuso. Un paso atrás que provocó la muerte política de Pablo Iglesias, algo que los morados todavía no han olvidado y de lo que se acaban de cobrar su primera víctima un año después.
Andalucía, zona de conflicto
Para entender el contexto del cese de Meyer en Madrid es necesario entender su importancia en el tablero de ajedrez de Podemos e Izquierda Unida. Además de jefa de gabinete de Montero, Meyer es una de las referentes con más poder orgánico en IU, forma parte de la Ejecutiva del PCE y tiene una vasta experiencia en política andaluza. Su pareja, Toni Valero, es coordinador de IU Andalucía, y uno de sus grandes amigos, Ernesto Alba, es secretario general del PCA y coordinador de la campaña electoral.
En paralelo, cualquier simpatizante de Izquierda Unida, incluidos los que corrieron a abrigarse bajo las faldas de Podemos, sabe que la caída en desgracia de los morados les obliga, en muchas regiones, a depender más de los viejos cuadros del PCE que de los círculos y las asambleas moradas. Todos se entregaron, por supervivencia, a Yolanda Díaz y su proyecto en conjunto con Íñigo Errejón, dispuestos a sacrificar lo que hiciera falta con tal de salvar la muerte política.
La propia Amanda Meyer renunció a enfrentarse a Garzón para dirigir Izquierda Unida, a pesar de contar con el apoyo del PCE. Toni Valero, su pareja, no se presentó a las elecciones para dar paso a Inma Nieto, la candidata apoyada por Yolanda Díaz. Ernesto Alba, el amigo de la pareja Valero-Meyer, coordina su campaña electoral. De nuevo, IU ha tomado el control de la izquierda andaluza y ha dado un vuelco a la correlación de fuerzas.
El único perjudicado en todo este baile de sillones es Juan Antonio Delgado, el candidato de Iglesias, Montero y Belarra que, finalmente, irá como independiente en las listas unitarias. Podemos, enfrascado en liderar la coalición, tensó las negociaciones hasta última hora y terminó quedándose fuera del registro oficial de la marca. Una de las personas clave en esa negociación, sobre todo en las horas finales, fue Enrique Santiago, secretario general del PCE y secretario de Estado de Agenda 2030, que precipitó la coalición sin contar con los morados.
Santiago, que hasta hace pocas semanas había sido el punto de conexión entre Podemos e IU -además de un amigo personal de Pablo Iglesias-, se ha convertido en el enemigo público número uno. La disputa, a sus ojos, es entre el mundo antiguo y el nuevo, entre el pablismo en horas bajas que salvó a Podemos de su extinción y el yolandismo actual que promete expandirlo a nuevos horizontes, con Inma Nieto como su abanderada andaluza. Refundar para sobrevivir.
Correlación de fuerzas
En realidad, el reparto de culpas, acusaciones y destituciones ha sepultado el éxito de la coalición, la primera que vuelve a unir los proyectos de Errejón e Iglesias desde su ruptura, esta vez en igualdad de condiciones. Así, la “correlación de fuerzas” que siempre pregonaba Iglesias ha dado un giro de 180 grados: ahora los Comunes, el PCE, Izquierda Unida, Equo, los andaluces, Compromís y Más Madrid confían en el liderazgo de Yolanda Díaz. Podemos, en cambio, se aferra a comandar una tripulación que, a la vista está, no tiene problema en embarcar sin ellos.
Mientras los milicianos en la guerra civil de la izquierda toman posiciones, Ione Belarra, secretaria general, calla. A sus órdenes en el ministerio está, precisamente, Enrique Santiago, con el que no mantiene ninguna relación desde "la traición de Andalucía", como la define un miembro del equipo de Montero. El único golpe sobre la mesa lo ha dado Montero, con el cese de Amanda Meyer, que tiene más pinta de arrebato conveniente que de declaración de guerra.
Por lo pronto, las bases todavía obedecen a Iglesias, pero los altos cargos dudan. Muchos asumen que la marca de Podemos está en respiración asistida, desgastada, más aún tras los resultados en Castilla y León donde estuvieron a punto de quedarse sin representación. Es lo mismo que decían de IU en 2015,
Hay quien decía que las elecciones de Madrid confirmaron el espejismo de la nueva política nacida del 15M. Que Ciudadanos desapareció porque en realidad nunca fue nada, que Podemos no era otra cosa que Izquierda Unida con otro nombre y que, al final, el juego se limitaba a los dos grandes, PP y PSOE. Andalucía, por contra, podría suponer un nuevo capítulo en esta historia, pero a qué precio.
En Unidas Podemos hay un elefante en la habitación, pero nadie se atreve a mirarlo. Amanda Meyer ha pasado de llevar una tarta de cumpleaños a su jefa a comerse un tartazo en apenas dos años de gobierno. La profunda crisis entre Podemos e Izquierda Unida durante las negociaciones para formar una coalición de izquierdas en Andalucía ha dejado sus primeras víctima -andaluzas- en Madrid, pero podría no ser la única.
Al final, estas elecciones regionales podría ser la antesala de un movimiento a escala nacional, la refundación de la izquierda a la izquierda del PSOE. En 2012, cuando todavía no había salido de Galicia, Yolanda Díaz fichó a Pablo Iglesias como asesor en una campaña y le dio la idea para fundar Podemos. Andalucía, diez años después, podría significar su nuevo capítulo. Refundación o barbarie.