Luis y Mercedes se conocieron a finales de 2012. Era una fiesta de Halloween, les presentó una amiga en común y empezaron a salir a las pocas semanas. A la vez que le prometía amor eterno, él tenía una relación paralela y secreta con Arantxa Palomino, su actual esposa y cómplice en el presunto asesinato de su tía. Hace diez años, mientras jugaba a dos bandas, también se dedicaba a esquilmar las cuentas de su novia.
“Es muy ambicioso y estaba obsesionado con el dinero, pero no pensaba que sería tan maquiavélico”. Son las palabras de Mercedes García Bravo, la que fuera pareja y socia de Luis Lorenzo entre octubre de 2012 y febrero de 2014, cuando descubrió sus estafas, la amorosa y la económica. La primera le costó un año y medio de relación. La segunda, más de 600.000 euros.
García, en conversación telefónica con EL ESPAÑOL, describe al actor de La que se avecina como un galán, un seductor que se ganaba la confianza y el favor de las mujeres poco a poco. Cuando ella empezó a montar su empresa, un vivero de cactus bajo el nombre de Desert City, él se hizo cargo de la gestión y la administración de la compañía, de las nóminas y de cubrir los gastos y bancarios. Entraba y administraba las cuentas a placer, cobraba 15.000 euros de sueldo y no rendía cuentas a nadie. Y empezó a faltar dinero.
“Llevábamos seis meses saliendo y le veía muy dispuesto a ayudarme, muy entregado. Cuando compré la finca él montó una compañía que facturaba a la mía mediante un contrato de gestión y administración de la empresa, pero me estaba engañando”, relata. Entremedias, el actor también le pedía dinero para caprichos, como comprar un piso en la calle Alfonso XIII o un Chevrolet Corvette, además de billetes de viaje y ropa de alta gama. “Yo le prestaba el dinero, no me daba cuenta porque estaba enamorada”.
Espías y estafas
La misma persona que les presentó, que había sido abogada y amiga íntima de Luis Lorenzo durante más de 30 años, fue la que descubrió el pastel. Empezó a sospechar de su antiguo cliente hasta el punto de que contrató a un detective privado para que lo espiara. Él la amenazó para que no dijera nada. EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto con esta persona, que ha preferido no hacer declaraciones.
“Recabó datos sobre él y me los enseñó, pero no podía creerlo. Estaba tan ciega que incluso perdí mi relación con ella”, confiesa García sobre su amiga. No cayó en el engaño hasta que el detective descubrió la relación paralela de Luis Lorenzo con Arantxa Palomino, a la que había conocido un año antes cuando en De buena ley, un programa de Mediaset en el que ambos trabajaban de tertulianos y polemistas.
Ocurrió en diciembre de 2013. Luis Lorenzo, Mercedes García y el hijo de ella estaban comiendo en Nueva York cuando recibió las fotos de su otra pareja. Las cogió, las puso sobre la mesa y se fue del restaurante sin mediar palabra. "Él se quedó blanco, me siguió corriendo y se puso a llorar, a pedirme perdón. Estaba tan nervioso que empezó a fumar, cosa que yo nunca le había visto hacer”.
Un mes y medio después, en febrero de 2014, descubrió la vertiente económica del engaño. Lorenzo triplicaba las facturas que emitía a su empresa desde Desert City, retiraba en efectivo dinero que no devolvía a la caja de la empresa y cobraba servicios inexistentes. En ese momento, que se supieran, eran más de 500.000 euros de descubierto que él, entre la espada y la pared, reconoció al momento y tardó pocos días en devolver. En ese momento terminaron las dos relaciones entre Lorenzo y García, la amorosa y la empresarial.
“Un año después descubrimos que los tickets de caja no cuadraban con las salidas de efectivo. Él pagaba los tickets en efectivo a los empleados, pero las facturas eran mucho más bajas que el dinero que él sacaba y luego no reponía. Eran otros 130.000 euros que le reclamé por burofax, pero él ya había huido de esa dirección”, señala García. Cansada de pleitos y centrada en pasar página, “no quería más líos ni volverle a ver”, así que lo dejó pasar. Ahora piensa volver a denunciarlo con las pruebas del banco.
“La otra era yo”
En realidad, Mercedes García ya conocía a Arantxa Palomino. Luis Lorenzo se la había enseñado -en fotos, nunca en persona- desde casi el principio de la relación. Le dijo que era la exmujer de un amigo asturiano, una víctima a la que de vez en cuando ayudaba económicamente para criar al hijo que cuidaba en solitario. Al margen de ella, y durante un año y medio de relación, rara era la vez en que Lorenzo le hablaba de su familia o sus amistades.
“Sé que tenía un hermano policía, otro con una minusvalía… pero nunca me los presentó. Durante un tiempo creo que Arantxa y él estuvieron viviendo de mi dinero, pero no sé cuánto sabía ella de mi existencia”, se pregunta. “Lo que sí sé es que ‘la otra’ era yo. Ella era su pareja de verdad”.
Arantxa Palomino tiene 37 años, veinticinco menos que él, y es un enigma. Dejó su Asturias natal hace cerca de una década, enfrentada a toda su familia y con la única compañía de su hijo menor de edad. Lo poco que se sabe de ella, al margen de sus esporádicas apariciones en televisión, es que estuvo ingresada en la clínica López Ibor de Madrid, especializada en trastornos psicológicos, y que está divorciada de un matrimonio anterior.
Cuando vio las fotos en el restaurante de Nueva York, Lorenzo le mandó varios mensajes a Arantxa diciéndole que quería terminar la relación, a lo que ella respondió que “sufriría las consecuencias”. No lo dejaron. Ocho años después están casados y tienen un hijo en común. También están acusados de envenenar hasta la muerte a la tía de ella, María Isabel, para heredar los 60.000 euros de un testamento que, presuntamente, le obligaron a firmar un mes antes de matarla.