Con el ánimo de hacer negocios, Julio Suárez, de 62 años, puso pie en Ucrania por primera vez en el año 2009. En el 2012 estableció de forma fija una oficina de su empresa de exportación e importación en la ciudad de Kherson, al sur del país. A través de Cortuhondo S. L., Suárez ha llevado, desde entonces, jamón, queso, chorizo, cava y los productos españoles más emblemáticos a todos los rincones de Ucrania. Ahora, con la tensión entre Moscú y Kiev en su momento más álgido, no teme a lo que pueda venir: “Estamos para aguantar lo que venga”, le han transmitido sus clientes españoles, que confían en Suárez como su baza más estable en el país del Este.
Suárez se interesó en hacer negocios en el país tres años antes de la celebración de la Eurocopa de 2012. El evento futbolístico sería un escaparate sin precedentes para un país en el que los intereses comerciales españoles eran mínimos. Así, Ucrania representaba una nueva oportunidad para alguien que lleva dedicándose a abrir mercados en países "complicados", como él dice, más de 30 años. Entre ellos, hay algunos como Irak.
De origen venezolano y afincado en España, entre Santa Cruz de Tenerife y Alicante, el empresario tenía familia en la ciudad de Kherson, apenas a 100 kilómetros de Armiansk, la primera localidad rusa en la anexionada península de Crimea. Fue el único español que residió de forma estable en Kherson, de forma ininterrumpida, desde 2012 a 2019, año en que regresó a España y se quedó por la pandemia.
Según explica a EL ESPAÑOL en conversación telefónica, el hecho de tener familia allí le empujó a establecer la oficina de su empresa en esa ciudad. También su posición estratégica, cercana al puerto de Odessa, el principal del país, y relativamente bien comunicada con Kiev, donde tienen lugar la mayoría de sus reuniones.
Desde su llegada, Suárez estudió el mercado y comenzó a tender puentes entre empresas españolas interesadas en vender sus productos allí, y en importadores ucranianos ávidos de hacer lo mismo con aceites y jamones en los estantes de los supermercados del país. “Ucrania es un país en el que la presencia española era nula. Los productos españoles que se vendían eran de origen italiano, estaban reelaborados en Italia. No había nada nuestro”, dice sobre sus inicios.
Con todo por hacer, se ganó la confianza de grupos españoles como Codorníu, embutidos La Hoguera, quesos Cerrato o el Grupo Pascual. Su red de contactos estaba tan arraigada que incluso invitó a la oficina española de exportación -ICEX- en Kiev a una de las ferias que organizó al poco de llegar, en el año 2014.
Mercado difícil
Operar en Ucrania no es sencillo. Según Suárez, las empresas españolas tienen que competir con un gran mercado negro que introduce productos nacionales por vías de contrabando desde Polonia. “El alcohol necesita un etiquetado estatal para venderse, pero el queso o incluso productos de la marca Hacendado pueden venderse sin ningún tipo de control”, explica. “Los vendedores, al final, prefieren productos que no pagan impuestos que los de importación, que sí que pagan impuestos”.
Estas circunstancias hacen que el volumen de ventas de las empresas españolas en Ucrania sea pequeño. Suárez explica, por ejemplo, que la compañía de cavas Codorníu suele hacer tres exportaciones anuales, cada una alrededor de los 20.000 euros. “Cada paquete de exportación varía entre los 15.000 y los 40.000 euros, no mucho más”, asegura Suárez.
Por otro lado, fuentes de la Secretaría de Estado de Comercio confirman a EL ESPAÑOL este fenómeno. “En las relaciones comerciales bilaterales con Ucrania, el volumen de los intercambios no es relevante. La exportación española a Ucrania alcanzó en 2020 los 506,2 millones de euros, mientras que la importación ascendió a 1.260,1 millones de euros”, indican.
Aun así, Ucrania era un mercado con un gran potencial de crecimiento. Hasta el 2014. Entonces, el cambio de régimen en Kiev y el estallido de la guerra del Donbás hizo que las ventas españolas, entre ellas, las que gestiona exportadora de Suárez, se desplomaran y se quedaran estancadas en cifras mínimas. Algunas empresas como embutidos La Hoguera o quesos Cerrato, de hecho, finalizaron sus contratos dada la incertidumbre provocada por la coyuntura.
La recuperación en la actividad empresarial de Suárez llegó entre 2017 y 2018. En la actualidad, ante la tensión creciente y el miedo a un nuevo conflicto, no ha tenido que lamentar pérdidas mientras se mantiene una calma tensa, en medio de la cual, todo funciona como siempre. “Los importadores ucranianos están tranquilos y confiados en que, finalmente, no vaya a pasar nada”, asegura el empresario.
Esto, a pesar de que en cómputo global, desde el inicio de la crisis, Ucrania ha perdido cerca de 2.500 millones de euros en inversiones y su moneda, la grivna, se ha devaluado un 7%.
Por la parte española, la confianza de los grupos exportadores en Suárez ha provocado incluso el efecto contrario: que estén dispuestos a perder dinero en caso de conflicto, con tal de mantener sus negocios en Ucrania. “No solo no han manifestado sus reticencias a continuar con negocios en el país, sino que están dispuestos a poner toda la ayuda para que las cosas sigan funcionando”, dice Suárez.
Empresas españolas
Según el último informe del ICEX, de 2014, hay alrededor de 30 empresas españolas con sedes físicas en Ucrania. La mayoría están establecidas en Kiev, lejos de la frontera. Pero la cifra de sociedades con intereses en el país alcanza centenares si se contabilizan todas las firmas implicadas en exportaciones a través de terceros como Cortuhondo. La mayoría de ellas han expresado su preocupación, pero, de momento, la consigna es clara: mantener la calma.
Por el momento, los datos públicos del Ministerio no muestran un descenso en las exportaciones, aunque estos son de finales de 2021, cuando la crisis geopolítica aún no había estallado.
Los principales intereses de España en Ucrania, más allá del sector de la bebida y la alimentación al que se dedica Suárez, “son vehículos, maquinaria y equipo, pescado y productos de cerámica”, según explican las fuentes de la Secretaría de Estado de Comercio. La sombra de un conflicto bélico ocasionaría que estos sectores fuesen los más afectados.
“Ahora hablamos con Ucrania hasta cuatro veces al día. Hay más movimiento, pero conseguimos que nada de lo que pasa en los despachos de los políticos ni el movimiento de tropas afecte nuestra actividad comercial. Seguiremos cueste lo que cueste”, concluye Suárez, que ahora prepara una nueva feria en Ucrania en octubre, para la que sigue trabajando como si nada pasara.