Sara contrató una lipoescultura con lipotransferencia para extraer grasa de la zona abdominal y marcar glúteos. Para ello abonó 5.700 euros a una clínica de Murcia que se publicita como un referente internacional. Pero el resultado fue terrible: Sara se debate entre la vida y la muerte en una UCI tras sufrir múltiples perforaciones intestinales. Esta bellísima agente inmobiliaria, y madre de dos hijos, es el caso número 290 que durante 2021 ha llegado a la Asociación del Defensor del Paciente para emprender acciones legales por secuelas y resultados insatisfactorios por una cirugía plástica, reparadora o estética.
"Aquí nos llega una cifra mínima porque los chicos denuncian menos que las chicas: ellos sienten vergüenza de admitir su paso por el quirófano", aclara Carmen Flores, presidenta de la Asociación del Defensor del Paciente. "Sería escandaloso si se hiciese una estadística real". Y no habla en vano: en el Instituto Nacional de Estadística confirman que no hacen estudios sobre cirugía estética y el Ministerio de Sanidad no ha respondido a las preguntas de EL ESPAÑOL para conocer cuántos ciudadanos se someten al año a estas intervenciones, en cuántas surgen complicaciones...
El último estudio del sector fue elaborado en 2018, a cargo de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética (SECPRE) que cuantificó en 398.350 las intervenciones estéticas que se practican al año en España. De todas ellas, ocho de cada diez corresponden a mujeres, y dos de cada diez, a hombres. El documento, analiza las operaciones más demandadas, pero carece de datos sobre la tasa de éxito de lipoesculturas, abdominoplastias, aumento o reducción de mamas...
En la citada sociedad han declinado atender a este diario para responder a cuestiones relativas a la actividad de las clínicas estéticas y el intrusismo de facultativos que llevan a cabo intervenciones sin tener la especialidad de cirugía plástica, reparadora y estética. El presidente de SECPRE, José Luis Vila, explica en un email que no quieren pronunciarse porque el caso de Sara Gómez Sánchez está judicializado después de que un cirujano cardiovascular la sometiese a una lipoescultura, que la envió el 2 de diciembre a la UCI del Hospital Santa Lucía de Cartagena.
"Desde la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética no haremos declaraciones respecto al caso en sí, por el momento, por respeto a la vida de la paciente, con un desenlace aún por determinar, y por respeto a la familia. Esperaremos nuevas informaciones pues existen muchas lagunas. Lo que sí sabemos es que el médico implicado no tiene título de cirujano plástico y no pertenece a SECPRE", según explica el doctor Vila. "Cuando quieran profundizar en la legislación de especialidades médicas en España y las reivindicaciones de nuestra sociedad para mejorar la seguridad del paciente, estaré encantado de atenderle".
Carmen Flores, presidenta del Defensor del Paciente, no comparte la postura de la sociedad médica tras lo sucedido a Sara: "Deberían levantar la voz, y al menos, pelear por su propio prestigio". Flores recuerda que sin existir estadísticas oficiales, solo con las denuncias que llegan a su asociación se pone de manifiesto un aumento del 15% en las neligencias médicas derivadas de cirugías plásticas, reparadoras o estéticas. "En 2020 gestionamos 251 casos y en 2021 han subido a 290, a pesar de la pandemia".
EL ESPAÑOL ha accedido a imágenes de las secuelas físicas que sufren algunos pacientes tras someterse en centros privados a intervenciones quirúrgicas, cuyo único objetivo era tener un pecho diez o una tripita sexy. El contenido de las fotos es tan duro que no se reproducen en este reportaje porque muestran grapas que surcan un seno, una gasa incrustada en un pecho, cicatrices terroríficas en el abdomen...
Depresión post operatoria
"Después de una cirugía plástica o estética en la que se producen complicaciones, los pacientes pueden sufrir una depresión", advierte Carmen Flores. Tal situación no se debe por el capital invertido y perdido en la clínica en cuestión, sino por entrar con la idea de mejorar tu aspecto físico y salir con una secuela estética con la que hay que convivir. Todo ello, sin olvidar un horizonte marcado por un proceso legal para lograr una indemnización que en el mejor de los casos llega a 180.000 euros.
De los 290 percances ocurridos sobre la mesa de operaciones en 2021, los ejemplos más recurrentes han sido estos: pagar por un aumento de pecho y salir con un tamaño de prótesis distinto al elegido, o con un seno muchísimo más grande que el otro, incluso a distintas latitudes. También ha habido liposucciones serigrafiadas con estrías, hematomas y bultos. Una rinoplastia que causa dificultades respiratorias por el desvío del tabique; un pene curvado; una abdominoplastia con un 'costurón'...
"La intervenciones ofertadas por centros privados las debe realizar un médico con la especialidad de Cirugía Plástica, Estética y Reparadora, que se consigue tras acabar la carrera de Medicina y pasar cinco años de residencia en un Servicio de Cirugía, pero el problema es que existe intrusismo por parte de facultativos de otras áreas", critica la presidenta de la Asociación del Defensor del Paciente. La Sociedad Murciana de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética se ha pronunciado en la misma línea a raíz de la lipoescultura que envió a la UCI a Sara, de 39 años.
"La extracción de grasa realizada por un cirujano plástico experto, es una intervención que raramente tiene alguna complicación, y, si la hubiera, esta suele ser de carácter leve", según afirma la citada sociedad en un comunicado suscrito por todos sus miembros. La nota de prensa también alerta del instrusismo existente en el sector: "No comprendemos como algunas clínicas privadas todavía no exigen la titulación de nuestra especialidad para realizar este tipo de intervenciones".
¿Los precios?
Este diario se puso en contacto con centros que declinaron participar en el reportaje. Ni siquiera querían detallar los precios de las operaciones estéticas más solicitadas por aquellos pacientes dispuestos a pagar por entrar a un quirófano.
La última encuesta de la Sociedad Española de Cirugía Plástica, Reparadora y Estética analiza por sexos, las intervenciones más demandadas, bien por motivos clínicos o por cánones de belleza. Para las mujeres: el aumento de pecho, la liposucción, la reducción mamaria -por problemas de espalda-, y la combinación de aumento y elevación de mamas. Para los hombres: la ginecomastia para reducir el exceso de mama, obteniendo un torso más atlético, la liposucción, las cirugías de nariz (rinoplastia), párpados (blefaroplastia) y orejas (otoplastia).
"Es preocupante la adicción a la cirugía estética: estamos en la sociedad de la guapura", sostiene Carmen Flores. Por edades, la población de 30 a 44 años es la que más recurre al bisturí. "Es como un carrera de fondo, si la primera intervención sale bien, se someten a otra, sin tener en cuenta que se trata de una técnica invasiva". Por poner un ejemplo práctico, las mujeres comienzan con un aumento de pecho y siguen con la lipoescultura, mientras que los hombres empiezan por la abdominoplastia y se pasan al pectoral.
Medicina Estética como especialidad
Es incuestionable que la lipoescultura que casi mata a Sara, una madre de dos hijos, de Alcantarilla, ha generado un debate nacional alrededor de dos cuestiones. La primera, los riesgos que corren los pacientes que acuden a clínicas privadas, y la segunda, el intrusismo en las intervenciones de cirugía estética y en los tratamientos faciales y corporales de medicina estética, los cuales no precisan de una intervención quirúrgica: aplicar bótox, mesoterapia, ácido hialurónico...
El intrusismo está a la orden del día, en plataformas de internet se ofertan tratamienos a domicilio aprovechando la pandemia. En la Sociedad Española de Medicina Estética (SEME) se han gestionado 546 denuncias desde 2018, de las que 180 se corresponden a 2021. Las denuncias se deben a toxinas botulínicas no autorizadas por la Agencia Española del Medicamento, productos de baja calidad que provocan edemas en el rostro, quemaduras causadas con depilación láser, inyectar bótox convirtiendo unos labios en morcillas...
La SEME lleva años reclamando al Ministerio de Sanidad que se reconozca la medicina estética como especialidad porque, según las estadísticas, tres de cada diez españoles recuerren a tratamientos estéticos. En octubre, representantes del Ministerio y de la citada sociedad se reunieron para abordar la seguridad del paciente y el reconocimiento de la medicina estética como una especialidad, con el objetivo de atajar las elevadas tasas de intrusismo en el sector. En el encuentro, Sanidad confirmó que no existe vacío legal en el ejercicio de la Medicina Estética en España y abrió la puerta a que pueda ser una de las especialidades MIR.
Virtudes Ruiz, presidenta de la Asociación Murciana de Medicina Estética, considera que las secuelas que sufre Sara por una lipoescultura deben hacer reflexionar al Ministerio para que tome cartas en el asunto: "Demandamos la especialidad porque ahora mismo no existe una formación reglada específica para todas las universidades españolas, sino algún máster propio, pero es necesario formar en las técnicas de estética como se hace con un traumatólogo o un ginecólogo".
La especialidad evitaría que algunas clínicas de estética pongan su registro sanitario a nombre de un médico de otra área, como familia, pero que luego en la práctica no aplica los tratamientos porque en las instalaciones hay contratados profesionales con otro título. Ruiz zanja que "casos dramáticos como el de Sara traen consecuencias nefastas a todos los médicos estéticos, porque los ciudadanos angustiados, no distinguen entre médicos formados, o no, y tienen miedo a una técnica que es segura, si la realiza un profesional con la formación adecuada".