Omar (pseudónimo) trabaja en Lavapiés, cerca de una de las calles que colindan con la plaza Tirso de Molina. "Es mi territorio. Me muevo por ahí". De origen senegalés, pero con un perfecto dominio del castellano, vive en un barrio periférico de Madrid, en una habitación compartida, pero cada día, como si de un curro más de oficina se tratara, se acerca hasta el centro de la capital a intentar vender su mercancía. Ahora, eso sí, lo tiene más difícil para conseguir heroína y, además, la vende a mayor precio (la micra la vendía a cinco euros y ahora a 10). Y lo mismo le ocurre a Javier (pseudónimo), que la pasaba a 50 y ahora lo hace a 70. La crisis de suministros, según confirman fuentes de la Policía a EL ESPAÑOL, también ha influido en este negocio.
En resumidas cuentas, su trabajo consiste en identificar a viandantes que paseen por el turístico barrio de Lavapiés en busca de un camello al que comprar droga. "Hay que tener cuidado de que no sean secretas", asegura, refiriéndose a la Policía. "Con el tiempo aprendes a distinguirlos".
Aunque lo que más vende es marihuana, también mueve hachís, MDMA, cocaína y heroína. "La heroína no me gusta. Eso te mata". En estas últimas semanas, su particular stock habitual, como si de un comerciante autónomo más se tratara, se está viendo afectado por la gran crisis de suministros que afecta ya a todo el mundo. "Apenas me viene heroína".
Debido a la pandemia de la Covid-19 y a las diferentes guerras comerciales que se están librando por todo el mundo, las rutas de la droga también se están viendo afectadas y trastocadas, por lo que asegura que en Madrid es cada vez más difícil conseguir algunas sustancias, sobre todo las que vienen de Asia y América, como la cocaína y la heroína: "Con la María no hay problema. Todo viene de cerca de Madrid. Es local (risas). Con el hachís tampoco, que viene de Marruecos. Pero la coca y el caballo ahora son difíciles de comprar".
Desde que este verano la milicia talibán tomara el poder de Afganistán, la heroína se ha convertido en una sustancia jugosa y rentable para los vendedores por la subida de precios que tiene casi cada día.
Esto está directamente relacionado con la toma del poder de los fundamentalistas del Islam, ya que Afganistán era uno de los principales productores de opio de todo el mundo, la principal sustancia de la que se compone, hasta que el nuevo gobierno empezó a destruir campos y a castigar con penas durísimas su cultivo.
Subida del precio
"Casi no llega. Ahora es más difícil conseguirla", sigue relatando Omar. En su caso, él asegura que la compra gracias a un contacto que la trae "de una ciudad de lejos. Todo son mafias. Si conoces a alguien, lo encuentras".
Aunque Omar asegura que el perfil de consumidor de heroína no es el habitual que se ve en un barrio céntrico como Lavapiés, en el que el trapicheo está enfocado a otras drogas recreativas relacionadas con la fiesta y la noche, mantiene que es normal ver a gente cada vez más joven enganchándose al caballo.
"Antes, todos los que se la metían eran viejos. Gente mayor que llevaba muchos años en esto. También pobres. Muchos pobres compran heroína porque dicen que con ella lo pasas bien. Si les preguntas, te dirán que es la mejor droga, la que mejores experiencias te da. Por eso se la meten tantos pobres. Cuando van colocados, se olvidan de que están viviendo en la calle. Pero ahora también hay gente muy joven que la quiere probar, que te pide que la consigas para hacerlo una vez y ver cómo se siente, pero que siempre vuelve. Si te pones una vez de heroína, solo una, ya eres adicto".
"Durante la cuarentena", sigue relatando,"«vendí tanta que se me acabó. Estuve mucho tiempo encerrado, vendiéndole a gente que iba a buscarla a mi casa, y se me agotó. En Madrid se agotó la heroína cuando empezó la epidemia, y ahora se ha vuelto a agotar".
Cuando le pregunto por qué cree que es tan difícil conseguir heroína en estos momentos, no sabe darme una respuesta. Omar sabe lo que vende, más o menos conoce el producto, pero no tiene ni idea de su origen. "Creo que de Asia. Pero no sé de dónde". A él sólo le llega, como recalca sin dar más datos, de una ciudad de lejos.
Con origen en Afganistán y laboratorios en países cercanos como Pakistán o India, la principal ruta de entrada de la heroína es por Galicia. El narco gallego, funcionando como distribuidor, se encarga de mover la droga a otros intermediarios que suelen operar en Barcelona y Madrid, las dos ciudades españolas en las que más cantidad se consume. Una vez allí, son los pequeños camellos y trapicheros como Omar – en el argot de la calle, la diferencia entre trapichero y camello reside en que el camello compra la sustancia para luego revenderla por su cuenta, mientras que el trapichero funciona como "trabajador" de un narco más grande – los que se encargan de vendérsela al consumidor.
Pero, ¿cómo se está reflejando en el precio final que paga el cliente esta escasez de la sustancia? "El precio de la heroína ha subido mucho. El quitamonos ahora vale diez -antes costaba cinco-", asegura, refiriéndose a la micra de gramo, la cantidad justa que los adictos sin recursos económicos suelen comprar para quitarse el enorme enganche que la droga provoca. Normalmente, en el mercado negro solía encontrarse la micra por cinco euros, por lo que el precio de la heroína se habría doblado durante estos últimos momentos.
Cocaína
Aunque confirma que durante la cuarentena de 2020 el precio también subió por lo difícil y arriesgado que era salir a conseguir caballo, Omar no cree que el precio vuelva a bajar: "Ahora todo es más caro; la luz, la casa, la comida. Todo. También la droga". La subida del 5,5 del IPC también afecta al menudeo de heroína.
Sin embargo, el problema de desabastecimiento de drogas no solo ataca a la heroína, sino que también ha perjudicado el negocio de Javier (pseudónimo), un camello que vive en la calle de la Palma, pleno corazón de Malasaña, Madrid, y se dedica a vender cocaína por las noches.
Conocida como el oro blanco o la droga de los ricos, la cocaína es uno de los estupefacientes más caros del mercado negro. Vinculada a personas de alto poder adquisitivo, es una de las sustancias más consumidas de toda España. Aunque no hay estimaciones de la cantidad de cocaína que se consume al año, se sabe que solo en nuestro país hay cerca de 2,4 millones de consumidores habituales que, como mínimo, la compran una vez al mes.
Javier es un tipo muy peculiar. Conocido en el ambiente nocturno de Malasaña, es famoso, según él mismo afirma, "por pasar el mejor escamote de Madrid", un tipo de cocaína muy pura, sin apenas corte. Tiene 35 años, es licenciado en antropología por la Complutense, vive él solo en un piso de dos habitaciones en uno de los barrios más exclusivos de la capital y asegura ganar algunos meses más de 6.000 euros. Actualmente, compagina el tráfico de esta sustancia con sus estudios de Filosofía en una prestigiosa universidad privada online.
"Yo me diferencio del resto de los camellos porque se la compro directamente a un distribuidor de Sevilla. Una vez al mes, voy para allá y pillo cuarto o medio kilo, dependiendo, que me dejo a fiar. Al mes siguiente, pago lo del anterior […]. La coca que yo traigo es colombiana, tío, como la de las películas, y entra en España por Galicia. Que ya me dirás tú qué sentido tiene que dé tantas vueltas, de Colombia a Galicia, de Galicia a Sevilla, y de Sevilla a Madrid. Al final la van a marear (risas)». Aunque medio kilo de cocaína puede parecer poco, el precio de esa cantidad ronda los 15.000 euros.
Al igual que le pasa a Omar, Javier se enfrenta actualmente a un gravísimo problema de desabastecimiento, ya que apenas quedan provisiones de esta sustancia en el país: "Ahora está jodidísimo. No hay forma de conseguirla si no tienes buenos contactos. Y yo que los tengo, las paso putas".
Esta escasez de cocaína, según Javier, se debe a tres motivos principales: la situación en América Latina, la crisis de mercancías y el fin de las restricciones por la pandemia.
"No aparece en la tele, pero en Colombia están a hostias todo el día. Al final, la cocaína es un negocio, y si no hay cierta tranquilidad, no pueden llevarlo a cabo. El ejército está allí a full desarticulando bandas. Y claro, sin productor no hay producto".
"También creo que tiene que ver lo que está pasando en todo el mundo con las mercancías. La farlopa viene en containers, como todo, y ese contenedor hay que pagarlo. Los grandes grupos como el cártel de Medellín ya no existen. No tienen tanto poder como antes y no pueden permitirse, como hacían en los noventa, comprar avionetas para volar tranquilamente. ¡Que hay que cruzar un océano! Al final, la mejor forma que tienen de traerlo es alquilando contenedores con empresas tapadera que dicen exportar tal cosa. Y como el precio de los contendores ha subido, pues también sube el precio final. Es el mercado, amigos (risas otra vez)".
Por último, el tercer motivo al que apunta Javier es a la vuelta a la rutina, a la normalidad y a las fiestas como antes de la pandemia: "La gente sale a tope, tío. Se dejan toda la pasta en farlopa y les suda la polla. Que por mí bien, vamos, pero que ellos verán. Al final estamos haciendo de oro a mafias".
Mientras que el precio habitual al que Javier solía vender el gramo de cocaína eran 50 euros, actualmente lo vende por 70.
Este desabastecimiento, advierte, va para largo, y lanza un mensaje a todos los consumidores habituales: "que no busquen pillar en la misma noche, porque no la van a encontrar. Que llamen al camello antes".