Póngase en situación, querido lector. Imagine estar a 6.000 kilómetros de su casa y su familia, en el aeropuerto de Kabul, cara a cara con un talibán. Ese hombre —presumiblemente, barbudo y armado hasta los dientes— ha sido su enemigo durante 20 años. Está triunfante, feliz por su gesta, no le importa morir y no conoce más ley que una interpretación radical y corrompida del islam. Ahora imagine que tiene que negociar con él para que 100 personas puedan escapar de Afganistán. Eso es lo que hizo el soldado Frigo la semana pasada.
“Los miembros del equipo operativo estuvimos principalmente empeñados en la primera línea, en la zona de los controles talibanes y la zona donde se produjo el atentado el día 26”, explica el soldado Frigo en conversación con EL ESPAÑOL. Este militar formó parte del contingente español que logró sacar a 2.206 personas de Afganistán entre el 18 y el 27 de agosto.
Pero el soldado Frigo, en realidad, ni es soldado ni es Frigo. Es un oficial de 34 años del Mando de Operaciones Especiales (MOE) del Ejército de Tierra, es decir, los famosos boinas verdes. Su identidad debe permanecer secreta por cuestiones de seguridad, como también son secretos determinados detalles de la operación. Frigo es su “nombre de guerra”. Así denominan en el Ejército al pseudónimo que usan algunos militares en zonas de conflicto. Él eligió este apellido poco común (y nombre de una famosa marca de helados).
El soldado Frigo estaba de vacaciones con su familia cuando Kabul cayó en manos de los talibanes. Él y muchos otros miembros de MOE fueron llamados a filas para la operación de rescate de españoles y afganos colaboradores. Los boinas verdes tienen su sede en el acuartelamiento Alférez Rojas Navarrete, en el barrio alicantino de Rabasa. Estos militares eran la barrera entre la zona talibán y la zona española.
—¿Podría describir lo que se sentía en aquel aeropuerto?
—Supongo que depende de cada persona que se encontraba allí. Había desde talibanes que estaban felices y triunfantes, hasta niños que no entendían lo que pasaba. Pero lo que se percibía en la mayoría del personal civil que escapaba era miedo y desesperación. Yo no podía evitar pensar en mi familia al ver aquel drama y tener un profundo sentimiento de pena. Pero, por encima de todo, sentía la necesidad de estar concentrado en el cumplimiento de nuestra misión con la máxima profesionalidad, lo cual también implica el trato humano y cercano a las personas que teníamos que evacuar y proteger.
—¿Pasó miedo en algún momento?
—Miedo como tal, no. Creo que el exigente entrenamiento que he recibido, la experiencia que he acumulado y la confianza que tengo depositada en mis compañeros ayudan a controlar ese sentimiento. Pero sin duda sí que he sentido un estado permanente de alerta y cierto estrés que realmente te permite actuar de manera más eficaz.
El soldado Frigo lleva 15 años en el ejército y nueve en el MOE. Sus destinos anteriores, de nuevo, no los puede revelar. Órdenes de arriba. Lo que sí puede decir es que ha vivido situaciones de combate. “Para nosotros, operar en una zona controlada por el enemigo sin ser detectados también es una situación de combate, entre comillas”, explica. “Cumplir la misión sin entablar combate directo tiene más mérito que resolver una situación combatiendo”.
Las dos semanas pasadas, en el aeropuerto de Kabul, ha hecho “vida de campaña”, en sus propias palabras. “Hemos dormido poco y mal, todos. Hemos dormido en colchones en el suelo, o en las plataformas donde estacionaban los aviones civiles, dentro de coches, donde nos pillara... Eso sí, no más de dos horas seguidas. Hemos comido raciones de combate [los famosos “ladrillos” del Ejército] cuando podíamos y donde podíamos. Los miembros de mi unidad y yo pasamos más de 48 horas en la puerta sur negociando con los talibanes para que permitieran el acceso de dos autobuses cargados con 100 afganos protegidos por nuestro país”.
La huida de Zohra y Nigin
Si la historia del soldado Frigo ha llegado a este periódico es gracias a Zohra Torabi y su hija Nigin, dos mujeres afganas que ahora se encuentran en un hotel de Madrid. Estas mujeres relataron en una entrevista con EL ESPAÑOL su odisea para llegar a la puerta española del aeropuerto de Kabul.
“Mi madre llevaba una bufanda roja y amarilla, como la bandera de España. Los soldados nos sacaron de la zona controlada por los talibanes y pudimos acceder a la zona española. Hablé con ellos y les dije que teníamos toda la documentación”, explicó Nigin, de 17 años. La persona a la que esta joven afgana entregó la documentación era el soldado Frigo. “Ya estáis a salvo”, les dijo el militar, en inglés.
“Sí, las recuerdo perfectamente, sobre todo a Nigin porque hablaba muy bien inglés y me transmitió mucho valor y autocontrol a pesar de la situación y su juventud. Nigin me pasó la documentación temblando”, recuerda el oficial. Cabe destacar que Zohra y Nigin, antes de pasar por la puerta española, pasaron por la de Australia, un país famoso por sus restrictivas políticas migratorias. “Los soldados australianos nos empujaron y pegaron. Nos echaron de ahí aunque teníamos documentación. Fue horrible”.
Pero en la zona de España la situación fue muy diferente. “Les dije que no se preocuparan, que ya estaban bajo nuestra protección y que aunque tendríamos que confirmar su identidad nos íbamos a hacer cargo de ellas”, explica Frigo. “Se echaron a llorar aliviadas y nos abrazaron. Hay que entender lo que es en esa cultura que una mujer te abrace... ¿Cómo no me voy a acordar?”. El soldado Frigo aprovecha esta conversación para enviar un caluroso abrazo a Zohra y su familia. “En especial, a Nigin por su valentía. Les deseo que tengan un futuro muy feliz”.
Pero no todos los recuerdos son tan bonitos. El contingente español seguía en Kabul el pasado jueves 26, cuando dos ataques terroristas contra el aeropuerto de Kabul mataron, al menos, a 170 personas e hirieron a otras 150. Solo el hospital Wazir Akbar Khan de la capital afgana ha recibido 145 cuerpos sin vida. A esto hay que sumarle 13 marines estadounidenses que fallecieron defendiendo la Abbey Gate, donde explotó uno de los artefactos.
—¿Puede contarme cómo vivió los atentados?
—Los americanos llevaban horas abriendo y cerrando la Abbey Gate, la puerta de acceso donde recuperamos a Zohra y su familia, por la amenaza de atentado que sabían inminente. Cuando se produjo el atentado las puertas estaban cerradas, por eso no había ningún militar español en la zona. La muerte de los marines ha salvado muchas vidas de soldados de otros países, entre otros los nuestros. Ellos son los verdaderos héroes de Kabul. Una vez se produjo el atentado, el sanitario de patrulla de nuestra unidad se trasladó al ROLE [algo parecido a un hospital de campaña] para apoyar en el tratamiento de las bajas, dado que se trataba de una situación de bajas masiva. Se puso a disposición de los americanos aunque finalmente no fue necesaria su intervención.
"Es nuestro trabajo"
El MOE no ha sido el único cuerpo armado que ha participado en esta misión de rescate que se ha ganado el aplauso de la Unión Europea. También ha colaborado el Escuadrón de Apoyo al Despliegue Aéreo del Ejército del Aire y miembros de la Policía Nacional, concretamente, los GEO. El número de efectivos desplegados es confidencial.
A esto se suma también el personal diplomático encabezado por Gabriel Ferrán y Paula Sánchez, que decidieron quedarse hasta el final en Kabul. No todos los equipos diplomáticos europeos hicieron lo mismo. Holanda abandonó el barco mucho antes, por ejemplo. “Eran los principales encargados de identificar y filiar en última instancia al personal que finalmente era trasladado a España”, explica el soldado. Ambos diplomáticos fueron recibidos en Torrejón por los aplausos del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y la Ministra de Defensa, Margarita Robles. También se reunieron posterioremente con el rey Felipe VI.
Ahora el soldado Frigo está de vuelta, ileso. “Oímos disparos, pero no los recibimos”. Ya se ha reunido con su familia. “Estoy muy feliz de ver a mi familia pero tengo cierto sabor agridulce por no poder haber hecho más. Estamos preparados para volver si nuestro país lo requiere para hacer lo que nos ordenen”.
—¿Está contento con el trabajo realizado?
—Mucho. Aunque la naturaleza de nuestra unidad es muy crítica en buscar la perfección. Analizaremos el trabajo realizado para mejorar, que siempre se puede mejorar.
Este boina verde no quiere ser tomado por héroe, aunque su historia y la de sus compañeros dé para película. “Sabemos que a mucha gente le puede parecer heroica la labor que hemos realizado y agradecemos el reconocimiento. Pero para nosotros este es el trabajo que, de manera voluntaria, hemos elegido para servir a nuestro país, al igual que otros eligen otras formas", asegura.
"Somos una unidad que está preparada para salir en cuestión de horas y estábamos preparados para realizar otro tipo de misiones si era necesario. Ahora de vuelta en casa seguimos preparados para cumplir con lo que España requiera de nosotros”. Hasta que ese requerimiento llegue, bienvenido a casa.