Los Mossos recibieron un aviso de incendio a las 3 de la madrugada del 30 de julio. Unos matorrales estaban ardiendo a las afueras de Sant Vicenç de Castell. Cuando policías y bomberos acudieron al lugar de los hechos, se encontraron una escena dantesca. Por un lado, una mujer calcinada en el suelo. Por el otro, una camioneta. En su interior, dos personas: delante, un varón adulto, ahorcado con el cinturón de seguridad. En el asiento de atrás, una niña de casi dos años, llorando.
Es la historia de Esmeralda, la última pequeña víctima de la violencia machista. Sus padres eran Adrián y Antonella, una pareja de argentinos que llevaban juntos 11 años. Eran originarios de Buenos Aires, pero residían en Barcelona y estaban en trámites de divorcio. Ella ya había interpuesto una denuncia por violencia machista y se quería separar cuanto antes. Él la acosó para que no le dejase. La acabó matando, con la niña de testigo.
Tras asesinar a su mujer, Adrián montó el cadáver y a su hija en el coche. Arrancó y empezó a hacer maniobras temerarias, con la intención de volcar y que el crimen pareciese un accidente de tráfico. Como aquello no sucedió, finalmente detuvo el coche en un descampado, sacó el cadáver de Antonella del vehículo y le pegó fuego. Después él entró de nuevo en el coche y se ahorcó con el cinturón de seguridad.
Tras el crimen, el otro drama. El de Esmeralda. La pequeña, de 1 año y 10 meses, se encuentra ahora sola en Barcelona, al auspicio de los Servicios Sociales. No tiene a nadie en España que pueda hacerse cargo de ella. Pero Esmeralda tiene una familia. Está en la provincia de Buenos Aires. Por medio de Ezequiel, el hermano de la asesinada, relata a EL ESPAÑOL la odisea que está suponiendo recuperar a la niña.
El inquietante mensaje
“Mi hermana dejó de responder mensajes el jueves a las 11 de la mañana”. Lo cuenta Ezequiel Orihuela, un argentino de Almirante Brown, refiriéndose a su hermana Antonella, la víctima de violencia machista asesinada en Sant Vicenç de Castellet (Barcelona) por su marido Adrián el pasado 30 de julio.
“Después de que mi hermano y yo escribiésemos en un grupo familiar de Whatsapp para saludar esa mañana, ella contestó con una pregunta inquietante: “¿Ustedes hablan con Adrián?”, nos preguntó. Ese mismo día le escribí a su esposo para ver lo que pasaba. Él me contestó normal y me mandó una foto de la niña durmiendo”. Cuenta Ezequiel que recibió ese mensaje sobre las 6 y media de la tarde, hora argentina. Para entonces, Adrián ya había matado a Antonella.
"Creemos que la niña fue testigo de todo. Hasta del asesinato de mi hermana. Estaban todos en la casa porque tenían covid y porque, a pesar de las reiteradas denuncias por violencia doméstica que hizo mi hermana, la obligaban a vivir bajo el mismo techo que su marido", denuncia el hermano, recordando que fue una decisión judicial española la que, no sólo no ordenó una orden de alejamiento, sino que les mandó a vivir bajo el mismo techo.
“No sabíamos que mi hermana lo estaba pasando mal, porque era muy reservada. Y él no era una persona violenta físicamente. A nosotros nos dijo, en los últimos 3 meses, que había detectado algunos comportamientos de violencia verbal, pero no física. Pero no, no había ninguna alarma, nada que nos hiciera pensar que iba a acabar matándola”, explica Ezequiel.
Empieza la odisea
La familia de Antonella recibió la trágica noticia y supieron también que la niña había sobrevivido al suceso. De inmediato, todos unieron fuerzas paa saber cómo llevarse a la niña a Argentina. Así empezaron los trámites. “Presentamos los papeles correspondientes en Argentina, nuestras partidas de nacimiento y DNI, que nos vincula como hermanos de Antonella. Nos pidieron estos datos para cuando se confirmase que el cadáver es de mi hermana. Una vez se confirmó, ya podíamos iniciar los trámites como tíos de Esmeralda, que está en una casa de acogida en Barcelona”.
“El siguiente paso es un proceso de judicialización. Un juez nos da un aval, un escrito detallado, en el que explica que queremos la tutela de la niña, que es huérfano y está en España. Ahí empieza el proceso de repatriación. El juez es el que nos da el aval para poder entrar en España y salir con la menor. Sin ese aval no podemos sacar a Esmeralda de España. Y si la sacásemos, no podríamos entrar con ella en Argentina y quedaría varada en el aeropuerto. Así que, mientras no tengamos ese aval judicial, no podemos hacer nada. Ahora estamos parados.”, relata Ezequiel por teléfono.
“El segundo problema: desde Argentina nos dicen que España se tiene que hacer cargo de todo. Los pasajes, la estadía, la manutención y todo lo que necesitemos allí. Pero desde España no se ha comunicado nadie con nosotros. Ni canciller, ni embajador, ni nadie. Argentina no se hace cargo de nada de eso y España, por lo visto, tampoco”.
“Por esta espera, y en vistas de la situación de que ninguno de los dos países se hace cargo de esto, hemos decidido empezar una colecta de dinero para poder costearnos los billetes de avión, la estadía, etc. También necesitamos el dinero para traer el cuerpo de mi hermana, porque tampoco nadie nos ha dicho que se vayan a hacer cargo de la repatriación. Lo precios que nos han dado a nosotros oscilan entre los 700.000 pesos y el millón de pesos (entre 6.000 y 9.000 euros al cambio)”.
En pesos argentinos
“Nosotros no contamos con todo ese dinero, siendo sinceros. Si a nosotros nos dan los pasajes para viajar, nosotros necesitamos igualmente traer el cuerpo de mi hermana a Argentina. Por eso empezamos una colecta internacional en la página de Gofundme, además de abrir una cuenta en el Banco Santander. Ahí, con la campaña de donación, nos hemos encontrado otro problema”, cuenta Ezequiel.
“cualquier donación que se haga a la causa tiene que estar hecha en pesos argentinos. En caso de que se haga en euros o en libras esterlinas, aquí en Argentina hay un impuesto por todo. Uno por usar una moneda foránea, otra por usar la tarjeta de crédito, un impuesto al país que efectúa la operación internacional… Así, una persona que esté donando 15 libras, se va a encontrar que a la ayuda solamente le llegan dos o tres libras. Todo lo demás se lo comen los impuestos del país”, resume Ezequiel.
“Aún estamos esperando una resolución correspondiente. Que nos digan algo, que podamos ya ir a España a buscar a mi sobrina. Lo último que heos sabido es lo que nos han dicho desde la cancillería argentina. Es una locura, nos dicen que no cuentan con los medios suficientes para pagarnos el pasaje ni la estadía. Seguimos juntando por nuestros propios medios, pero sólo hemos recaudado la mitad del precio de uno de los pasajes”.
“Nos encontramos solos y el tema sigue parado. Con respecto a mi sobrina, todo va avanzando, Por nuestra parte ya hemos realizado varias gestiones donde ya se va encaminando el tema para poder disponer de esa autorización del juez. Desde la casa donde tienen a mi sobrina también están agilizando los papeles para que podamos hacerlo cuanto antes. Al final, lo que se nos complica es que no tenemos los medios suficientes para viajar a España”.
Así, los trámites judiciales van avanzando lentamente, pero al final, el problema es el dinero y la falta de voluntad para facilitarle a la familia de Antonella los medios necesarios para viajar a España. Mientras, Esmeralda sigue sola en Barcelona, ajena a todo, pero lejos de su familia.