Entre diciembre de 2008 y enero de 2009, Joaquín Amills cavó con sus propias manos el suelo en busca de su hijo Júnior, como él le llamaba. Pasó así el día de Navidad, Nochevieja y Reyes, junto a la madre del chico. Les habían dicho que su cuerpo podía estar enterrado en diferentes zonas y la desesperación por dar con él dio lugar a esa imagen cruel. Nunca lo encontró. Han pasado casi 13 años de aquello. Hoy, las cosas son muy diferentes. Pero entonces, Joaquín tuvo que enfrentarse a la desaparición de un hijo completamente solo, sin protocolos y sin ningún tipo de medios.
Aquello le llevó a viajar desde Almería a Caravaca (Murcia), donde vivía Fran Jiménez, y una tarde, junto al hermano de este, Dani, pusieron en marcha SOS Desaparecidos. No tenían ni idea de en qué se convertirían. En la actualidad, es la organización de desaparecidos más importante de España y la que, en las últimas semanas, desde el 27 de abril, se ha puesto al frente del caso de las niñas de Tenerife, Anna y Olivia.
Joaquín ha sido, sin quererlo, uno de los personajes principales del caso, con apariciones constantes en televisión -hasta ocho ha llegado a tener en un día- y con un contacto permanente con Beatriz Zimmermann, la madre de las dos pequeñas. La razón no es otra que que ella le pidió personalmente que fuera su portavoz.
“Es la primera vez que me pedían algo así”, dice al teléfono en conversación con EL ESPAÑOL. Para Amills, el caso de las niñas Anna y Olivia ha sido especialmente duro. “Me sigue afectando mucho. Cuando te piden que seas el portavoz, es una gran responsabilidad y, si te metes, te metes al 100%, con todas las consecuencias”, relata. 51 días después de la desaparición de las niñas reconoce que aún no puede ver los vídeos de las pequeñas que Beatriz le enviaba.
Estrategia impecable
El de Anna y Olivia no ha sido un caso cualquiera para Amills. Se trataba de una situación peculiar. Su estrategia ha sido la de coordinar a Beatriz y a un grupo de amigos de ella que se implicaron en la búsqueda desde el primer momento. Aportaron detalles, pistas e información sobre Tomás Gimeno, el presunto asesino. “El trabajo requería total transparencia y lealtad, que no hubiera peleas, discrepancia de pareceres o formas de proceder y que todos tuviéramos claro adónde íbamos, que era encontrar a las niñas”, dice Amills.
Luego, actuando al unísono con abogados, psicólogos y otros colaboradores de SOS Desaparecidos, se coordinaban con la policía. Al inicio, la psicóloga de la organización y experta en casos de personas desaparecidas, Patricia Cabrera, elaboró un perfil de Tomás Gimeno que luego coincidiría al 99% con los hechos que se han conocido.
A través de ese perfil. y cuando aún mantenían la esperanza de que las niñas siguieran vivas, se dirigieron a él con mensajes pensados al milímetro, palabra por palabra, buscando una reacción que le hiciera dar un paso atrás. Amills transmitió públicamente que era “un buen hombre”, “un buen padre”, con el objetivo de hacer recapacitar al secuestrador. Tenían también un argumentario elaborado en caso de que se pusiera en contacto con Beatriz.
Todos los días por la mañana, Beatriz y Joaquín se saludaban por WhatsApp con un “hoy las encontraremos”. El jueves 10 de junio llegó la noticia de que se había hallado el cuerpo de Olivia a 1.000 metros de profundidad. La devastación fue total. Pero cinco días después, el mensaje de Beatriz para Joaquín fue: “Las encontramos”.
Para la madre, el hecho de que hubiese aparecido el cuerpo de la mayor de sus hijas, a pesar de dejarla hundida por conocer su muerte, le alivió en cierto modo. “Cuando recibí el mensaje tuve que contenerme las lágrimas pero, sí, las encontramos, como me dijo ella. No las encontramos con su abrazo, pero sí que las encontramos para que se sepa hasta dónde ha llegado la crueldad”, explica Amills.
A pesar de que el plan macabro de Tomás se llevó a cabo el mismo día de la desaparición de las niñas, el trabajo de Amills y el dolor de Beatriz no han sido en vano. Han llegado a más de 50 millones de personas de forma directa en todo el mundo solo con este caso. El año pasado, SOS Desaparecidos llegó a 99 millones de personas. El caso ha despertado una solidaridad sin precedentes y, según Amills, han exportado “una rabia, un basta ya”, en referencia a los casos de violencia contra la infancia.
“Beatriz tiene claro que las niñas van a ser un presente. No están físicamente pero sí que viven en su corazón y en el de millones de personas”, explica Amills. El presidente de SOS Desaparecidos no duda de que, después de este caso, Beatriz se convertirá en una abanderada de la lucha por las personas desaparecidas, como le sucedió a él hace 13 años con el caso de Júnior.
El caso de Júnior
El 11 de septiembre de 2008, Júnior salió a navegar en una embarcación con un amigo en la costa de Almería. Nunca regresó. Tenía 23 años. La persona que estaba con él declaró que iban a por un alijo de hachís y que saltaron al agua al quedarse sin combustible. El amigo fue rescatado sin ningún síntoma que indicase que había estado en el agua por horas. De Júnior nunca se supo nada.
Joaquín Amills conoció a Júnior, de nombre también Joaquín, cuando este tenía dos años. No era su padre biológico, pero lo crió los siguientes 20 años. Amills se había trasladado a Carboneras, Almería, en 1985 desde Badalona (Barcelona), de donde era natural, por razones de trabajo. Se dedicaba a la reparación de material de canteras y tenía un negocio de náutica. “Con 23 años lo perdí”, afirma. Desde entonces, mantiene que lo asesinaron. Pero la instrucción judicial fue un desastre.
El superviviente que había salido a navegar con su hijo dio tres versiones distintas sobre el tipo de barco en el que iban y sobre cómo habían acabado en el agua. Tampoco aclaró ninguna circunstancia sobre la muerte de Júnior. A partir de ahí comenzó un calvario al que Amills nunca pondría fin. Por ejemplo, la policía judicial requirió la información de los repetidores de la zona nada más iniciarse la investigación. La aprobación por parte del juzgado no llegó hasta octubre del año siguiente. “Si en aquel momento hubiese contado con la conciencia y los medios que existen ahora sobre estos casos, a los 30 días se hubiese determinado que mi hijo fue asesinado”, asegura Amills.
Después de aquello, Amills se separaría de la madre de Júnior, no por la desaparición de este, sino por otros motivos. Se fue a vivir a Estados Unidos porque no soportaba más vivir en el lugar donde habían acontecido los hechos. La rabia, el odio y la venganza eran las únicas emociones presentes en su vida, hasta que conoció a Patricia Cabrera, la psicóloga que hoy forma perte de SOS Desaparecidos.
“Ella me enseñó que la rabia, el odio y la venganza son emociones incompatibles con preservar la memoria de un ser querido. Son como el agua y el aceite. Me enseñó que no tenía que luchar contra mi dolor sino por la memoria de mi hijo, que es lo que a él le hubiese gustado”, dice. SOS Desaparecidos ya llevaba algunos años de andadura, pero no fue hasta ese encuentro con Cabrera que cambiaría completamente su enfoque.
Desaparecidos
SOS Desaparecidos se encarga hoy de más de 500 casos de personas desaparecidas en España, de los 4.685 que hay. 45 voluntarios, incluido el propio Amills, que no cobra nada por su trabajo, orientan a familiares a pasar un “duelo congelado”, es decir, que nunca se llega a cerrar. Gracias al trabajo de los últimos años han conseguido que existan bases de datos y protocolos para que en casos como el de las niñas Anna y Olivia se empleen todos los medios al alcance para tratar de resolverlos. Pero, sobre todo, han conseguido crear una conciencia social.
“No se trata de conseguir leyes más duras… ¿De qué sirve eso si el asesino se quita la vida? Lo importante es educar, y lo estamos consiguiendo. En los últimos años, la tendencia de personas desaparecidas en España va a la baja y somos, en la actualidad, uno de los países más avanzados al momento de abordar estos casos. Hace apenas 10 años el tema de los desaparecidos sonaba, lamentablemente, a una cosa de la Guerra Civil”, dice Amills.
De vuelta a Tenerife, Amills es honesto en cuanto a las expectativas que tienen. La súplica de Beatriz para que las labores de búsqueda del buque Ángeles Alvariño prosiga, al menos unos días, ha logrado en solo 24 horas más de 175.000 firmas. Sin embargo, dar con los restos de la pequeña Anna, por las dificultades técnicas es casi imposible. Lo que sí es determinante es dar con el cuerpo de Gimeno.
“Creemos en un 95% que se quitó la vida. Pero siempre queda ese 5%. Si no se encuentra el cuerpo vamos a tener a otro Anglés, vamos a ampliar la leyenda y, en este caso, será aún peor, porque tenemos la confirmación de lo que hizo”, concluye Amills. Beatriz, de quien Amills destaca un carácter magnánimo y generoso, quiere que se encuentre el cuerpo de su expareja porque, si está vivo, “¿qué podría hacerle a los hijos de otra mujer?”.