Las horas avanzan, la búsqueda no cesa, pero los hallazgos no llegan. Queda un día para que el Ángeles Alvariño abandone la zona y el miedo a que la batida se cierre sin localizar a Anna cada vez es más fuerte. Se impone la realidad y la búsqueda es titánica. También se disparan las dudas sobre la posibilidad de que Tomás Gimeno no terminara con su vida. Está sobre la mesa. La Guardia Civil sigue manteniendo como fuerte la hipótesis de que Tomás se suicidó el mismo 27 de abril. Pero no hay cuerpo. Tanto ellos, como Beatriz Zimermman, su entorno, y España, rechazan reescribir un nuevo caso Anglés.
Pero no hay pruebas. Para ello, se necesitan evidencias. A ello dedican las últimas horas de la batida a bordo del buque del Instituto Oceanográfico, a buscar hallazgos. A localizar a Anna, a Tomás. A encontrar, al menos, un rastro. Indicios fuertes que rompan la incertidumbre. No es fácil. A nivel náutico hay incongruencias y en el plano psicológico su perfil también arroja serias dudas.
Desde el buque se busca su cuerpo; en tierra firme, se activa la orden de busca y captura. La razón, la comisión de dos delitos agravados de homicidio y uno contra la integridad moral en el ámbito de la violencia de género. Sus movimientos con el barco antes de desaparecer, su actitud tras dar muerte y arrojar los cuerpos sin vida de sus hijas, su personalidad, no encajan con el perfil de una persona suicida. Sorprende y despista a los expertos. Algo chirría.
¿Dónde está?
“Se ha podido suicidar, estamos de acuerdo, pero existe la posibilidad no descartable de que no se haya quitado la vida. Y si no se ha suicidado hay que buscarlo. Vamos a hacer un análisis rápido con algunos puntos importantes que no admiten discusión”. Para hablar del mar nos apoyamos una vez más en Fernando Echegoyen, marino, perito náutico y una de las máximas autoridades de la materia en nuestro país. Experto como pocos en naufragios y siniestros náuticos, también en hallazgos. Con el auto en la mano, miramos al puerto, únicamente.
“A Tomás le ven cargar seis bultos. Dos bultos, lamentablemente, se ha sabido que son las niñas. Otro bulto es la sillita, que aparece en el mar. Otro es la botella, que también aparece. Me siguen faltando dos. ¿No puede ser un traje de buceo y los plomos?”, la pregunta la lanza al aire. El cinturón de buceo, precisamente, es uno de los objetos que se buscan desde que el barco de Tomás apareciera a la deriva. “¿No puede ser que Tomás cuando llegó al puertito de Güímar se lo pusiera y llegara buceando hasta la costa, por ejemplo?”. La respuesta solo la tiene él. “No es una barbaridad. El barco aparece a una milla del puertito, no llega a dos kilómetros. Él es un chico fuerte, equipado, puede llegar perfectamente”.
Echegoyen, dibuja más opciones. “Lo puede recoger otro barco. El barco no tiene porqué tener un identificador. Los identificadores se pueden desactivar, se puede apagar la señal GPS. Es como un móvil. Un bote de remos, un bote con motor fuera borda… A ver quién detecta eso”, explica el experto. A nivel náutico, las opciones se admiten a trámite. Todas son viables.
“Vamos a hacer un análisis rápido con dos puntos importantes que no admiten discusión”. Vuelve a apoyarse en el auto judicial. “Tomás sale por la tarde a probar el barco, se va, regresa al barco con una serie de bultos y sale navegando. Según la jueza, en ese momento arroja a las niñas al mar, vuelve a puerto, pide que le presten un cargador de móvil, compra tabaco, es denunciado, y vuelve a salir al mar”, analiza junto a EL ESPAÑOL. “El último mensaje del que tenemos constancia es de las 02:28 horas, que parece que se conecta a través de los repetidores que se ubican en la zona metropolitana de La Laguna”, continúa. Responde fielmente a lo que dice el auto, no hay debate posible.
“El segundo hecho objetivo que no admite discusión: a las 17:37 horas del día siguiente, el barco de Tomás es hallado frente al puertito de Güímar, más al sur. He escuchado voces que dicen que el barco podía haber llegado hasta ahí a la deriva”, indica, pero discrepa.
“Lo mejor es hacer unos cálculos náuticos para explicarlo: desde el punto en el que arroja a las pequeñas al mar, que no debe de estar muy alejado del que tiene cuando está escribiendo sus mensajes, hay 12,6 millas náuticas. Son 23,3 kilómetros exactos. El barco llega desde donde arroja a las pequeñas, hasta donde es encontrado por la Guardia Civil a esa distancia. El cálculo me da una velocidad aproximada de 1,5 km/h. Eso es imposible. Desde un punto vista náutico, no hay esas corrientes tan fuertes que puedan llevar el barco hasta ahí, a esa velocidad. Es mucho más probable que pueda llegar navegando siendo tripulado por el mismo propietario del barco. Además, hay otra cosa. ¿En qué punto se encuentra en el mar la sillita del bebe?”. El experto añade: “Tomás va a ese punto exacto por algo. No creo que el barco llegue solo, él fue hasta allí”. Su opinión no es trivial, Echegoyen ha estudiado y repasado, más de una vez y de dos, todo con máximo detalle.
El perfil de Tomás
Su planificación, su frialdad, su comportamiento previo, también el que tuvo durante los hechos. Todo puede arrojar pistas. Todo ayuda a encontrar respuestas. Ha matado a sus hijas, las ha envuelto en una toalla, guardado en petates y, antes de arrojarlas al agua, ha hecho parada para poner a su perro, Oto, a buen recaudo. Llevaba a las niñas, ya sin vida, en el coche.
Su desaparición se da entre cinco o seis horas después de que las pequeñas murieran. Cinco o seis horas en las que mostró sorprendente calma. Tomás Gimeno ha demostrado, con absoluta frialdad, ser capaz de todo. Ana Isabel Gutiérrez Salegui es psicóloga forense y voz más que experta en la materia. Conoce de cerca los filicidios por venganza. Junto a ella repasamos, aunque sea de puntillas, el perfil de Tomás Gimeno. Ese que conocen de lleno en el Servicio de Análisis del Comportamiento Delictivo (SACD) de la Guardia Civil. Y que, como en otras desapariciones, habrá sido, y es, clave para avanzar en el caso.
“Tomás Gimeno no parece encajar en el perfil de suicida”, inicia. “En él nos encontramos rasgos narcisistas muy acusados, algunos rasgos de personalidad psicopática -no un trastorno de personalidad psicopática, si no que hay algunos rasgos, matiza-, de personalidad histriónica y personalidad narcisista”. La psicóloga forense está trazando un perfil indirecto, con los datos que se conocen hasta la fecha. Tras el hallazgo del cuerpo de Olivia el pasado 10 de junio, y una vez anulado el secreto de las actuaciones, la investigación, ha sido hecha pública, aunque en parte, pues las diligencias continúan abiertas.
"Tomando en cuenta datos de su psicobiografía y aspectos concretos relacionados con la comisión del crimen podemos inferir esos rasgos de personalidad claros. ¿Qué ocurre con estos rasgos? Por un lado nos indican que es una persona con afán de intentar resarcir su ego dañado. Además, que no tiene empatía, compasión, solo se importa a sí mismo. Ese tipo de rasgos no suelen llevar aparejadas conductas suicidas. Si no tienes empatía, no tienes dolor. No tienes el sentimiento que te suele llevar al suicidio. Además, otro de los rasgos es que solo se importan a sí mismos, por lo cual, nada es tan importante como para que se mate”.
Sabe de lo que habla. La psicóloga forense, miembro de la Asociación Clara Campoamor, conoce hasta los más mínimos detalles de casos como el de José Bretón, que mató a sus dos hijos, de 2 y 6 años, en 2011; o el de David Oubel, el llamado parricida de Moraña, que asesinó a sus dos hijas, de 4 y 9 años, en 2015. “En algunas cosas tiene cierto parecido, cierto, no es totalmente clonable con el caso Bretón”, indica la psicóloga forense experta.
Hace memoria y continúa. Con Tomás Gimeno se generan muchas dudas, todo puede estar orquestado, guionizado. Si algo se ha destacado de él, además de su carácter bronco, es que es tremendamente inteligente. “Podemos estar ante una escena simulada o stage, para hacernos creer que se ha suicidado con el fin de garantizar que no se le persiga”. La experta mira, para construir su opinión, a los aspectos secundarios al crimen. “Nos encontramos esa transacción de dinero, que estamos hablando de una cantidad importante, aunque es verdad y consta que la familia tiene mucho más dinero. Pero es que a lo mejor ese dinero, para el quizá nimio, tenía que ver con algún tipo de pago relacionado con una vía de escape”.
Nervios por su teléfono
Si hay una conducta que incline más la balanza de Gutiérrez Salegui es la actuación de Tomás tras arrojar el cuerpo de las pequeñas. “La conducta más extraña dentro del orden de los hechos, es la de que, tras deshacerse de los cuerpos de las niñas, él regresa a puerto. Regresa con un solo objetivo: hablar con la madre. ¿Con qué fin si ya ha hablado con ella? La persona que le ve en el pantalán dice que está nervioso por la posibilidad de que se le descargue el móvil. ¿Con quién tiene que hablar?”.
También choca contra todo, y rompe esquemas, su aparentemente calma. “¿Por qué es capaz de mantener perfecta tranquilidad después de haber matado a sus hijas, incluso ante la Guardia Civil cuando le para por haberse saltado el toque del estado de alarma? Él aparece sin ansiedad tras haber matado a sus hijas e incluso les dice, ‘no se preocupen, me quedo a dormir en el pantalán’. Esa calma también es incompatible con la conducta suicida. Una conducta suicida normalmente trae consigo desesperación. No es lógica esa secuencia”.
Dio muerte a sus hijas y, en el caso de poner fin a su vida, no fue inminente. “Lo lógico es que en una escena de este tipo mates e inmediatamente te mates. Si hay alguna dilación en el tiempo entre matar y matarte, su estado de ánimo debería ser otro”. Tomás mostró calma en todo momento. Se despidió de su entorno y su última conexión con el móvil fue pasadas las 2:28 horas. Entre cinco o seis horas después de haber apagado la luz de las pequeñas. La luz de Beatriz. La de todos. Su familia, sin duda, también las tiene apagadas. Todos están rotos.