"Se constata una falta creciente y un envejecimiento progresivo de curas y religiosos. Cada vez hay más parroquias sin sacerdotes residentes y más sacerdotes que llevan más de una parroquia, también en zonas urbanas. Las comunidades están más debilitadas en número y edad. Hay una caída creciente de la práctica religiosa y sacramental. Muy escasa juventud en las parroquias donde, en general, no encuentran un camino de celebración y de maduración cristiana adecuado. Hay una disminución sociológica de la pertenencia eclesial..."
Es un extracto del diagnóstico de situación que se hace el arzobispado de Barcelona. El análisis es demoledor. Y es que la iglesia católica se halla en un momento crítico. A la ya conocida disminución de fieles, especialmente jóvenes, se le ha sumado la crisis de la Covid-19.
Una situación que se recrudece en Cataluña, la región española con menos católicos y menos X en la casilla de la renta para la iglesia. Mientras en Castilla la Mancha la marca el 45,18% de los declarantes, en Cataluña sólo lo hace el 16,9%. Un panorama agravado en los últimos años por la politización de algunos templos en favor del independentismo. Esa realidad ha dejado, especialmente en Barcelona, a la iglesia católica seriamente tocada.
El párrafo de encabezamiento de este reportaje es parte de un documento que han mandado elaborar desde la archidiócesis del Cardenal Juan José Omella. Un polémico texto que viene a poner patas arriba el mapa eclesiástico de Barcelona. Se ha enviado a todas las parroquias, para que cada una haga su aportación antes de que se ejecute. Para algunas será el último servicio a la comunidad. Lo próximo será el cierre.
En este borrador se avanza la supresión de, al menos, 160 de las parroquias de Barcelona, avanzó El Mundo. Algunas cerrarán. Otras quedarán como entidades menores de culto, dependientes de iglesias grandes. Y otras serán cedidas para otros usos, como la de San Isidoro, que ya ha pasado de iglesia a centro de vacunación. Un texto secreto, que desde el Arzobispado no han querido enviar a la prensa y que lamentan que se filtre. Un texto firmado el 21 de febrero y al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL para analizar las claves de esta agonía.
La agonía de la iglesia
"Pero quién va a ir a misa ahora", contestan casi a coro dos veinteañeros que beben cerveza en un bar de la calle Provenza, justo enfrente de la antigua iglesia de San Isidoro. Antigua, porque ha dejado de celebrar culto. Ha sido cedida al Hospital Clínic de Barcelona para los próximos 75 años. De momento es un centro de vacunación. Cuando acabe la pandemia (que acabará), permanecerá como espacio de investigación. "Lo preferimos así mil veces, para la ciencia", sentencian los chavales.
En Barcelona hay 208 parroquias. Demasiadas. La reorganización era vital. Especialmlente después de la pandemia. El mismo Arzobispado de Barcelona reconoce que trastocó la situación económica sobremanera. "Hasta entonces, las cuentas siempre han estado equilibradas", aseguran en conversación con EL ESPAÑOL.
Encargaron un estudio a dos religiosos, Móssen Antoni Matabosch y Móssen Josep Maria Romaguera, y a un laico, Salvador Busquets, que es el director de Cáritas en Barcelona. El informe fue entregado el pasado mes de febrero. Es un borrador, pero en vocabulario eclesiástico se llama documento mártir. Propone, entre otras cosas, reducir este número a 48. Es decir, la tijera va a llevarse por delante 160, casi dos tercios.
Aclaran a este periódico desde el Arzobispado que "no es verdad que se vayan a cerrar como tal. No hay ninguna intención de vender iglesias, no se está haciendo. ¿San Isidoro? La única por el momento, cedida al Clínic para vacunar y para investigación". Y prosiguen aclarando que "lo que se busca es una organización más eficiente, más adecuada a estos tiempos. Optimizar recursos, unificar ceremonias... y siempre de manera sinodal. Es decir, todos juntos. El documento está en manos de todos los rectores y ellos harán las aportaciones convenientes en función de lo que les hayan dicho sus feligreses". Pero lo cierto es que dicho documento, que se aventura bastante inamovible en su columna vertebral, sí que prevé más cierres.
Las que cierran
Ya se ha dado alguno: la mencionada de Sant Isidor (c/ Comte d'Urgell, 76). La de Santa María de Cervelló, que prácticamente ya no tenía actividad. O la de Sant Jaume (c/ Ferran, 28), cedida a las Hermanitas del Cordero. Pero el texto adelanta que esa misma suerte la correrán las parroquias de Sant Ferran (Gran Via de Les Corts Catalanes, 402) y Santo Tomás de Aquino (c/ Roger de Flor, 245).
Apunta el digital católico Germinans Germinabit que se trata de dos parroquias agonizantes, con una actividad en caída libre desde hace años. De la primera se anuncia su extinción y que el nombre pasará a una parroquia de nueva creación que se erigirá en el barrio residencial de La Marina del Prat Vermell, actualmente en proyecto. Dos parcelas que, además, son interesantes en términos económicos. Por superficie y ubicación.
"La de Sant Ferran se ubica al lado de Plaza España, contigua al edificio de la Once y frente al centro comercial de la antigua plaza de toros de Las Arenas. Una parcela de 1.029 metros cuadrados, con un volumen edificable superior a la media, dada la amplitud de la avenida donde se ubica. La de Santo Tomás de Aquino no es tan grande, un solar de 470 metros cuadrados, pero sito en la parte del Ensanche cercana a Sagrada Familia, con una repercusión por metro cuadrado también golosa", cuentan.
La actividad en ambas es muy reducida. La primera está cerrada toda la semana y sólo celebra una misa dominical. La segunda ilustra bien la falta de vocación sacerdotal en la Barcelona de hoy día, donde muchos de los párrocos son importados. Este es uno de estos casos: el rector es el claretiano P. Shinto Thomas, de la India. El vicario el padre Johanes Benitju, de Indonesia.
Daños colaterales
Difícil mantener iglesias vacías y más con la caída del turismo. Se había convertido en la principal fuente de financiación de los templos catalanes, pero la pandemia se lo llevó todo por delante. Sin embargo, existen parroquias otras donde la actividad sí que sigue siendo importante, pero también van a sufrir las consecuencias esta remodelación el mapa pastoral. Pequeños oasis donde, a contracorriente, sigue funcionando la comunidad religiosa. Pero que también perderán su categoría de parroquia para pasar a ser 'centros de culto' dependientes de otra iglesia grande.
Hay dos templos en esa situación: la parroquia de Santa Agnés (Sant Elies, 23) y la de las Santa Teresa del Niño Jesús (Via Augusta, 68), conocida como las Teresitas. Ninguno de los párrocos quiso atender las preguntas de EL ESPAÑOL. Nos recibió el de Santa Agnés, que amablemente declinó contestar: "Nosotros diremos lo que tengamos que decir por los cauces pertinentes, no por la prensa". El de las Teresitas no nos recibió ni devolvió la llamada.
Sí que hablaron los feligreses, que no comprenden que la tijera vaya a pasar por parroquias que funcionan, cuando eso viene siendo casi una rareza. Porque el criterio, en muchos casos, esta siendo puramente geográfico. Y perder la categoría de parroquia y depender de una más grande supondría reducir drásticamente la actividad.
"Nosotros aquí celebramos 3 misas diarias. Hay actividad juvenil de 'esplai' y hacemos recogida de alimentos de Cáritas. No todas las iglesias de Barcelona pueden decir lo mismo. Si ahora nos quitan la categoría de parroquia, entre otras cosas, pasaremos a celebrar solamente una misa semanal. Y las actividades juveniles y las de Cáritas dejarán de poder hacerse", lamentan en la puerta de las Teresitas.
Extranjeros y política
Los fieles de estas dos parroquias no entienden que vayan a tocar algo que funciona. Mucho menos en un contexto donde lo que cada vez funciona peor es el global. Uno de los principales problemas es la pérdida de la fe de la población autóctona. El número de población católica es el más bajo de España (56,6%) y el del ateísmo confesado, muy alto (un 26,6% según el último CIS). La iglesia católica, especialmente en Barcelona, ha quedado para los extranjeros.
Los principales usuarios son los latinoamericanos, seguidos de los filipinos, que hacen en comunidad en torno a parroquias muy concretas, como la de Sant Agustí Nou (Plaza St Agustí, 2). Creen algunos fieles que la evolución de la iglesia en la ciudad condal pasa por integrar eso también. Que este planteamiento desemboca en una especie de 'iglesia gueto', de la que la comunidad no se separa. Que hay que dar más peso a sus santos y tradiciones de origen Y que se tienen que generalizar las misas en sus idiomas, como el tagalog en el caso de los filipinos... o el español.
Y es que este es otro hándicap que se encuentra a menudo el creyente no catalanoparlante en algunos de estos templos. La politización de la iglesia catalana en favor del independentismo ha sido un hecho en determinadas parroquias en los últimos 5 años. Párrocos que ofician exclusivamente en catalán, banderas esteladas en algunas ceremonias, misas a los presos o firmas de los párrocos por su liberación, lo demuestran.
Hay casos concretos, como el de la comunidad pastoral de Poble Sec, que está a cargo del párroco Joan Cabot. En iglesias de esa comunidad, como la Santa Madrona, se han celebrado diversos actos independentistas, con esteladas colgadas de las pareedes del templo. Esto se debe a que la actividad litúrgica es escasa y se abrió al barrio para la celebración de otros actos. Pero es que tanto Cabot como varios de sus colaboradores son firmantes del manifiesto a favor del referéndum ilegal de 2017.
Curiosamente, esta situación se da en un contexto de barrio donde abundan los inmigrantes, especialmente latinoamericanos. Practicantes católicos muchos de ellos en sus países de origen, pero que no ven demasiado aliciente en asistir a misas en catalán ni en formar parte de comunidades pastorales politizadas.
En otras zonas de Barcelona, como la más próxima a la costa (Comunidad Pastoral de Santa María del Mar), la actividad pastoral está bajo mínimos porque los inmigrantes que allí habitan no son católicos. Y los templos estrella, como el de Santa María del Mar (Plaza Santa María, 1), registra muy poca actividad religiosa, y sí muchas bodas y conciertos, por su espectacularidad.
Es, principalmente, para lo que viene quedando la iglesia en Barcelona. Reclamo turístico que, en tiempos de Covid, vale aún menos. Llegó el momento de sacar la tijera. Aún no hay fechas para empezar a poner en marcha dicho mapa. Sí que la hay para acabar de recoger las valoraciones de los feligreses a ese documento mártir que tiene que darle la nueva forma a la iglesia barcelonesa. Desde el arzobispado dicen que hay casos previos de éxito, como el de Milán (Italia), donde solamente las parroquias matrices conservan esas categorías. Hay otros, como el de Colonia (Alemania) que en 10 años pasará de 500 a 50. O Utrecht (Países Bajos). Porque no es una cuestión local: la iglesia católica en occidente tiene un problema a sólo un par de décadas vista. Cada vez interesa menos a las nuevas generaciones. La pandemia ha acelerado el proceso.