Se llama Sergio G. Es de Marbella (Málaga). Y hasta hace poco, todos le conocían allí por su trabajo de conserje en el Colegio Público Hermanos Gil Muñiz. Además de por su gran afición por El Real Madrid, que le llevó a fundar y presidir la primera peña madridista en la localidad malagueña, de nombre La Bella. En la que llegó a contar con personajes célebres del equipo como periodistas deportivos y jugadores de fútbol.
No obstante, lo que tal vez nadie imaginaba es que este andaluz y ferviente madridista, que trabajaba a diario entre niños y adolescentes en un centro educativo, era en realidad el principal cabecilla de una supuesta organización criminal dedicada al tráfico de cocaína en la Costa del Sol.
La investigación, llevada a cabo por la Policía Nacional y la Guardia Civil, se inició a mediados del pasado año cuando los agentes tuvieron conocimiento de la existencia de un entramado que se dedicaba a realizar envíos continuos de droga [en cantidades cercanas al kilo] a diferentes puntos de Andalucía. La cocaína se distribuía desde Málaga hasta Almería y Granada.
Conforme fueron avanzando las pesquisas, los agentes identificaron a seis individuos, algunos de ellos con antecedentes por tráfico de droga, que se dedicaban a distribuir la cocaína por las provincias mencionadas utilizando vehículos caleteados, con compartimentos secretos.
Cada miembro tenía su papel en la organización, pero lo que delató y permitió averiguar a los agentes quién era el principal responsable fue el alto nivel de vida que tenía el supuesto criminal, y que no se preocupaba en esconder pese a que, a ojos de todos, era un modesto conserje, según explican fuentes de la investigación a EL ESPAÑOL.
Su Porsche
Los agentes pudieron ser testigos de cómo Sergio G., de 41 años, llegaba en su Porsche a su puesto de trabajo en el colegio público marbellí, o de cómo hacía alarde de sus embarcaciones recreativas, entre ellas un yate, que tenía atracadas en el puerto deportivo de la ciudad malagueña.
Y no solo eso, tenía otros vehículos de alta gama, dos motos de agua, dos inmuebles, siempre a nombre de su mujer o sus dos hijos, y un patrimonio superior al millón de euros. Una fortuna poco común para ganarse la vida como conserje y que, según confirman fuentes policiales, comenzó a incrementarse en 2019. Año en el que el presunto traficante habría empezado a dedicarse a las referidas actividades ilícitas.
Finalmente, la Policía Nacional y la Guardia Civil han desarticulado de manera conjunta esta red de tráfico de cocaína con la detención de los siete implicados, y la intervención en las propiedades del presunto cabecilla de más de dos kilos de cocaína, varios vehículos de lujo, embarcaciones y más de 10.000 euros en efectivo.
Modus operandi
Todos los implicados estaban bajo el mando de Sergio G. que, según apuntan fuentes de la investigación, supervisaba cada punto de carga y daba directrices a los conductores, antes de que saliesen a repartir la droga por distintas provincias de la comunidad autónoma.
Para los transportes utilizaban vehículos que figuraban a nombre de terceras personas, los encargados de la logística de la organización. Para que, de este modo, no se pudiera relacionar a los autores materiales de los transportes con los que realizaban otras labores como la contravigilancia. En la operación policial, también se identificó a los destinatarios de las mercancias, quienes presuntamente se encargaban de cortar la cocaína para posteriomente distribuirla en cantidades más pequeñas.
La primera detención se produjo el mes de marzo, cuando los agentes detuvieron a un individuo mientras trasladaba un kilo de cocaína de Marbella a Roquetas de Mar, en Almería. Un primer aviso que hizo que la organización tomase medidas de seguridad más drásticas en relación al envío de las mercanias, pero sin cesar la actividad.
Días después, prepararon un nuevo envío que culminó, de nuevo, con la detención de otro de los conductores de la organización y la intervención de más de un kilo de cocaína. Y que sirvió para que tanto Policía como Guardia Civil culminasen la operación con la detención de todos los implicados y el cabecilla, y los registros pertinentes.
Sergio G. era conocido, añaden fuentes policiales, por todo el pueblo puesto su familia vive en la localidad malagueña desde hace varias generaciones. En plena investigación, los agentes pudieron comprobar via telefónica cómo el detenido, lejos de asustarse, aseguraba "ser un intocable" por el negocio al que se dedicaba e incluso llegaba a plantearse organizar un ataque contra los cuerpos policiales que le seguían la pista.