El periódico The Times describió al colegio UWC Atlantic College de Gales como “el Hogwarts para jipis”. El paralelismo viene porque, igual que la ficticia escuela de Harry Potter, el Atlantic es un impresionante castillo. Lo de “los jipis” debe venir por la vocación internacional y globalista de esta prestigiosa escuela galesa, que ha llegado a la actualidad española por ser donde la princesa Leonor cursará su bachillerato.
Mucho antes de que la heredera al trono naciera ya había españoles que habían pasado por este colegio galés. En 1970, cuando el rey Felipe contaba solo dos años y Franco aún gobernaba en España, el madrileño Juan Laorden aterrizó en el Atlantic para cursar su bachillerato allí. Ahora, medio siglo después, Juan rememora en conversación con EL ESPAÑOL esos dos años en los que aprendió a jugar al bridge y jugó por primera vez al fútbol en un césped. “Era otra cosa, otro mundo”, recuerda este ingeniero ahora jubilado.
Antes de llegar al colegio galés, Juan estudiaba en el colegio Santa María del Pilar de Madrid. Entre sus compañeros estaba, por ejemplo, Francis Franco, el nieto del dictador. “Me surgió la oportunidad de ir al Atlantic College porque surgieron unas becas que daba el estado”, explica Juan. “Daban dos al año. Dio la casualidad de que un familiar mío había estado de profesor en este colegio. Habló con mis padres y les dijo que había esta posibilidad”.
De los nueve hijos de la familia Laorden, Juan era el único que tenía la edad y la formación idóneas para ir al Atlantic a estudiar dos años. “Hubo una convocatoria, me presenté y salí elegido”. Juan tenía entonces 16 años y nunca había abandonado la casa de sus padres una larga temporada. “Mucha vida no tenía”, bromea. “Había salido a Francia y a Irlanda algunos veranos. Algo de experiencia fuera tenía, pero mínima. Para mí aquello fue una aventura”.
Esa aventura fue posible gracias a una beca del Gobierno de Franco. La otra beca fue a parar, curiosamente, a Luis Chicharro, hermano de Juan Chicharro, actual director de la Fundación Nacional Francisco Franco.
Un colegio multicultural
Lo que ambos se encontraron en aquel castillo poco tenía que ver con la educación que ellos habían recibido en España. Para empezar, era un colegio mixto y sin uniformes. Pero eso resultaba hasta anecdótico comparado con la mezcla de nacionalidades que ahí se daba lugar. “Era original en cuanto a que lo que hacía era juntar a chavales de un montón de países”. El Atlantic nació precisamente con esa vocación de colegio multinacional.
A día de hoy, esa filosofía se mantiene: la princesa de Asturias compartirá escuela con chavales de hasta 90 nacionalidades diferentes. Ahora, imagine eso mismo, pero a principios de los años 70, en un mundo mucho menos globalizado que el actual. “Yo noté un contraste muy grande de la educación de unos países respecto a otros, de cómo venían de preparados para la vida, en general”, recuerda Juan.
“Por ejemplo, para los chicos de los países nórdicos, los suecos y los noruegos, la confraternización con las chicas para ellos era una cosa normal. También había gente de la India o de Pakistán, personajes que tenían otra cultura muy diferente”.
La filosofía del Atlantic, tanto antaño como ahora, es crear una comunidad de iguales dentro de la multiculturalidad. Juan compartía habitación con “cuatro o cinco” chavales de su edad. Todos recibían el mismo espacio y el mismo trato. La princesa no será una excepción: compartirá cuarto con tres chicas de su misma edad, aunque provenientes de otras realidades, probablemente, muy lejanas al Palacio de la Zarzuela.
Un baño de madrugada
La educación del Atlantic, dentro de su cosmopolitismo, no era menos dura que otros colegios. Juan recuerda una rutina de su horario que hoy sería impensable: “A las 7 de la mañana teníamos que bajar a la piscina y hacer dos largos antes del desayuno. Eso en Gales, que hace frío, ¿eh? Y ya después desayunábamos y empezaban las clases. Eso cada mañana”.
Esa piscina en cuestión no está climatizada ni cubierta. Se pueden imaginar el frío que hacía de madrugada junto a las aguas del Atlántico. El colegio, como su nombre bien indica, está muy cerca del mar, en la costa oeste de la isla de Gran Bretaña, muy cerca de Cardiff. ¿Qué mejor manera de espabilarse que un chapuzón en agua gélida con las legañas aún pegadas? “Era una educación muy inglesa, muy dura”, asegura Juan.
Los deportes son una de las señas de identidad del Atlantic. Juan destacó, como cabía esperar, en fútbol. "Los españoles teníamos fama de ser buenos futbolistas. Y yo lo era. Jugamos allí en la liga juvenil de Gales. La primera vez que jugaba en un campo de hierba, como los profesionales".
Pero la actividad física no era lo único que se implementaba en el colegio. Todos los alumnos tienen que hacer labores sociales de manera obligatoria, además de sus estudios ordinarios. ”Visitábamos residencias de ancianos y a gente con problemas. Eran trabajos obligatorios, además. Normal, porque había que ocupar mucho tiempo”.
Otros nobles
La filosofía del trabajo social sigue presente en el colegio, si bien la crisis de la Covid ha trastocado algunas actividades. Ahora sería impensable que un grupo de chavales visite una residencia de ancianos. Pero, si el Atlantic mantiene su filosofía, la princesa de Asturias hará cosas que nunca ha hecho antes.
No es la primera. Antes que Leonor, otros miembros de la alta nobleza ya han pasado por este colegio. Precisamente, Felipe y Letizia pidieron referencias a los reyes de Bélgica sobre el Atlantic. La princesa Isabel de Bélgica se graduó el año pasado en este colegio galés. Allí, la joven princesa compartió habitación con una refugiada siria, según ha relatado el director del centro, Peter Howe, a El Mundo.
Howe ha asegurado que la princesa de Asturias no ha recibido ningún trato de favor en ser seleccionada. “Las pruebas son anónimas, y, hasta la entrevista final por videollamada no supimos quién era. Tiene mucho mérito porque de las más de 500 solicitudes que habíamos recibido en España, que de por sí tiene uno de los comités más exigentes, solo hemos aceptado a 14 alumnos”, ha declarado el director al citado periódico.
Hace 50 años, Juan no llegó a coincidir con ningún aristócrata de tan alta alcurnia, pero sí que estuvo, por ejemplo, con un nieto de Juan March y un miembro de los Agnelli, una de las familias más ricas de Italia.
Y antes de que fuera un colegio, este castillo recibió a los personajes más variopintos. El complejo, construido en el siglo XII, fue propiedad del magnate de los medios de comunicación William Randolph Hearst (el extravagante personaje que inspiró Ciudadano Kane). En el castillo se celebraron fiestas a las que acudieron John F. Kennedy, Frank Sinatra, Clark Gable y Charlie Chaplin, entre otros.
Curar heridas
Este castillo se transformó en colegio en el año 1962. Eran tiempos en que Europa se recuperaba de las heridas de las guerras mundiales y buscaba a toda costa no repetir su trágica historia. Para ello, la cooperación y el entendimiento entre países era esencial. El precedente de la Unión Europea ya echaba a andar, instigado por dos países que unas décadas atrás se tiraban obuses: Francia y Alemania.
Este es el contexto en el que nació el Atlantic College, como una forma de unir a chavales de diferentes países, culturas, religiones y realidades sociales. A día de hoy, cerca del 80% de los alumnos están becados, igual que lo estuvo Juan cincuenta años atrás.
La princesa, en cambio, estará patrocinada por la asignación estatal a la Corona, que destinará 76.500 euros a que la princesa de Asturias estudie allí su bachillerato. Resulta paradójico que hace apenas unos años no dejaran a su abuelo, Juan Carlos, operarse la cadera en los Estados Unidos. Había que implementar la Marca España.
—¿Usted cree que el Atlantic va a aportar mucho a la educación de la princesa?
Juan suelta un par de carcajadas.
—Yo te doy mi opinión, pero con una perspectiva de hace mucho tiempo. Claro que le va a aportar, por supuesto. Más todavía en este mundo en el que estamos todos mucho más conectados. Antes no era tan evidente. Ahora las personas viajan y están en cualquier parte del mundo en cualquier momento. Eso hace 50 años no era tan fácil.
Juan recuerda con cariño aquellos días en que solo podía hablar con su familia por cartas, los tiempos en que fumaba Ducados y jugaba a las cartas en un castillo con chavales de todos los continentes. Actualmente, mantiene correspondencia —pero electrónica— con sus antiguos compañeros. Seguramente, nunca olvide aquellos dos años que pasó en Gales. “Fue una experiencia muy bonita”.