“Subimos a Alpha a nuestra furgoneta para dirigirnos al centro de adopción y, al arrancar, se encaramó al asiento trasero para rascar con su pata en la ventana, mientras veía cómo se alejaba del que siempre fue su hogar. Se me hizo un nudo en la garganta que me está costando mucho deshacer. Al comienzo de esta pandemia, sospechábamos que no iba a ser un trance breve, y que iba a causar situación de desamparo a multitud de perros y gatos. Cada uno de los rescates que hemos podido realizar nos ha dejado mella en el corazón. Acudir al domicilio de una persona que acaba de fallecer, de por sí, ya te encoge el corazón. Si tras su puerta te reciben pequeños totalmente desconsolados y desconcertados, se te encoge aún más. Ellos no saben lo que está ocurriendo, pero nosotros sí”.
Así describe Nacho Paunero (Madrid, 1963), presidente El Refugio, el rescate de Alpha, una perra de seis años cuyo dueño acaba de morir por Covid. Paunero, un piloto de avión con más de 30 años de experiencia, lleva 25 al frente de la protectora de animales y Alpha es la primera mascota a la que rescata en la tercera ola de la pandemia.
Alpha se suma a otras decenas de casos que se han producido desde marzo de 2020, cuando Paunero puso en marcha su Unidad de Intervención. Los huérfanos de las víctimas del Covid-19 también son animales y, gracias a tipos como Paunero, encontrarán un lugar donde la ausencia permanente de sus dueños sea más llevadera. En la mejor de las circunstancias, los acogerá una nueva familia.
La labor de esta Unidad de Intervención sigue recordando una de las grandes tragedias de la pandemia: las personas mayores que viven solas y que se van en silencio, cuya única compañía al final de sus vidas ha sido la de sus fieles mascotas. Solo en Madrid, en los dos primeros meses de la brutal irrupción del virus, los bomberos encontraron 62 cadáveres de ancianos en sus casas, un 163% más que el año anterior.
Alpha podría ser perfectamente la compañera de uno de ellos. En medio de la borrasca Filomena, su dueño, Luis G.T., de 80 años, llamó a un amigo para decirle que se encontraba mal. El hombre vivía solo con su perra. Con los elementos climatológicos en contra, el amigo se acercó como pudo a casa de Luis, en Mejorada del Campo (Madrid), y se lo encontró tendido en el sofá. Luis tenía Covid-19 con síntomas graves e inmediatamente fue trasladado al hospital de Torrejón de Ardoz, con la región colapsada por la nieve.
Mientras Luis estaba en el hospital, su amigo acudió todos los días a cuidar de Alpha. Le daba de comer y la sacaba a pasear. Pero solo fueron seis días: ese fue el tiempo que tardó la enfermedad en llevarse a Luis. Fue entonces cuando Paunero entró en acción. El amigo llamó a la protectora y esta organizó el operativo para llevarse a Alpha.
Paunero y otros dos voluntarios se enfundaron los trajes y se pusieron las mascarillas, las gafas y los guantes, y acudieron a casa de Luis. El amigo que había estado cuidando de Alpha, exponiéndose al virus, les dejó las llaves. “En estos casos no se debería entrar en los domicilios sin la protección adecuada porque la carga vírica puede ser todavía muy alta”, relata Paunero en conversación con EL ESPAÑOL. “Son situaciones muy delicadas”, añade, al tiempo que no desmerece el gesto del amigo del fallecido.
Nuevas familias
Alpha forma parte ahora de los 120 animales, entre perros y gatos, que El Refugio tiene en su centro de acogida en El Espinar (Segovia). De estas 120 mascotas, un 20% fueron rescatadas desde el inicio de la pandemia por efectos colaterales de la Covid. Un 8% ya ha encontrado un nuevo hogar, según los datos que maneja el propio Paunero y su equipo.
Los podencos Kika y Yeste, dos hermanos macho y hembra de tres años, son dos de ellos. La historia de su dueño es igualmente dura. Francisco L. F., de 75 años y vecino del barrio de San Blas de Madrid, también vivía solo y su única compañía eran los dos animales. Fue hospitalizado por Covid-19 a mediados de septiembre pasado. Los perros se quedaron solos en casa por unos días, donde solo recibieron agua y comida.
El 21 de septiembre, el equipo de se hizo cargo de la situación. Un mes después, Francisco continuaba en el hospital. Los médicos le habían dicho que, si salía adelante, su capacidad física quedaría “mermada” para siempre. Entonces, llamó a la protectora para que diese una salida a sus canes, porque no tenía ni familia, ni amigos, ni conocidos que pudieran encargarse de ellos. Finalmente, Francisco venció al virus, pero el pronóstico de los médicos se cumplió: quedó tocado. Poco después, Raquel y Paco, una pareja, se enteraron del caso, y adoptaron.
Una de las estrategias de para conseguir adopciones como la de Kika y Yeste es ofrecer vacunaciones, revisiones veterinarias o desparasitaciones gratis como incentivo. “A veces son dos animales, otras tres, y no es fácil conseguir una nueva familia para ellos”, explica.
Cientos de llamadas
El primer rescate se produjo el 20 de marzo pasado, apenas seis días después de la declaración del estado de alarma. En aquella ocasión, los voluntarios de El Refugio acudieron en ayuda de un matrimonio, también del barrio de San Blas, que había sido ingresado simultáneamente por el virus. A la gravedad de la situación, se unía la angustia de no saber qué hacer con sus perros Toy y Pino. Ambos permanecieron en el centro de acogida hasta que los dueños -en este caso sí- fueron dados de alta y regresaron a casa recuperados.
Desde aquel día de marzo, ha recibido cientos de llamadas y los casos que ha atendido han sido de lo más diversos: fallecidos por el virus cuyas mascotas quedaban en desamparo, personas que eran hospitalizadas y no tenían a nadie con quien dejar a los animales, personas confinadas a quienes no dejaron ir a buscar a sus animales, mascotas que quedaron aisladas en comercios cerrados, familiares y amigos de ingresados que se hacían cargo de perros y gatos que requerían de desinfecciones...
Uno de los casos más graves que recuerda sucedió cuando acudieron al rescate de un animal cuyo dueño, también una persona anciana que vivía sola, yacía muerto en el interior de su casa. “Finalmente, sacaron antes el cadáver y, luego, nosotros nos encargamos del animal”, explica .
La estrategia de El Refugio es diferente para cada caso. Normalmente cuenta con la colaboración de los propios dueños y de sus entornos más cercanos. “A veces uno te deja las llaves, otro te avisa de que el animal se ha quedado solo… son situaciones muy complejas. Intentamos resolverlas de la mejor forma, y no solo encargándonos de los animales, sino hablando con los enfermos y con sus familias”, cuenta .
El presidente de la protectora reconoce que ha recibido llamadas desde otras Comunidades Autónomas, pero su rango de acción se limita a la Comunidad de Madrid: “Hay muchas situaciones ahí fuera, pero tengo que ser honesto con los recursos que tenemos y, de momento, solo podemos abarcar la región”.
Cambiar el mundo
se formó como piloto de avión, profesión ha desempeñado en las últimas tres décadas en Iberia. Ahora es instructor de vuelo. Además de volar, viajar por todo el mundo y practicar una de sus pasiones, el submarinismo, ha dedicado gran parte de su vida a los animales. Ya de pequeño era amante de los perros y de los gatos, aunque sus padres nunca le dejaron tenerlos. Pero una vocación no es fácil de acallar.
la canalizó a través de El Refugio. La protectora nació en 1996 por su preocupación y la de otros vecinos de El Espinar -donde se encuentra el centro de acogida- por la cruda realidad del sacrificio de animales. “Me parecía demencial que la ley amparase que las administraciones pudiesen deshacerse de los animales abandonados. Había que hacer algo”, confiesa.
El camino recorrido hasta ahora no ha sido fácil. Las acciones de la protectora comenzaron con rescates a animales abandonados, siguieron con denuncias y terminaron en las mesas de los partidos políticos. Para siempre ha sido importante “dar ejemplo”. “Es esencial actuar de la forma como quieres exigir a las administraciones que actúen”, comenta.
Uno de sus primeros hitos fue convencer en 2010 a los partidos de que modificasen el Código Penal para que el ensañamiento no fuese requisito en los delitos de maltrato animal. Pero, sin duda, su logro más grande fue la Iniciativa Legislativa Popular aprobada de forma unánime por todos los grupos políticos de la Comunidad de Madrid en 2015 para prohibir el sacrificio de animales abandonados y la exposición en escaparates. “Después de 20 años, lo conseguimos”, dice satisfecho.
Todavía dentro la larga incertidumbre que arrastra la pandemia, a le gustaría que su Unidad de Intervención no existiese. “Nos gustaría no tener que ir”, asegura. Con la tercera ola del virus golpeando con fuerza, su deseo está lejos de cumplirse.
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