“Probablemente, lo estaban buscando en su zona para represaliarlo o para reclutarlo”, explica José Ramón Barroso, técnico del archivo histórico provincial de Cádiz. “Por eso huía”. El hombre se refiere a Francisco Puigdemont, el abuelo paterno del expresident catalán y prófugo de la justicia española, Carles Puigdemont.
En el verano de 2017, Barroso fue quien halló un documento hasta ese momento desconocido sobre el pasado de una rama de la familia del hombre que se fugó a Bélgica para no rendir cuentas con la justicia española tras el referendo ilegal del 1-O y la posterior proclamación unilateral de la república catalana, la cual dejó en suspenso en ese mismo momento .
Este archivero gaditano de 56 años encontró un documento sobre el paso del abuelo de Puigdemont por un pueblo de la sierra de Cádiz mientras rebuscaba en el fondo del Auxilio Social, un organismo de beneficiencia creado por el bando nacional en octubre de 1936, cuatro meses después del inicio de la Guerra Civil. Entre los beneficiarios había viudas, niños desamparados, “refugiados indigentes”...
José Ramón Barroso dio un brinco en la silla de su oficina cuando vio que los dos únicos “refugiados” que había en Benaocaz eran Francisco Puigdemont Padrosa, abuelo de Carles Puigdemont, y Juan Oliveras Galcerán, tío abuelo del fugado, quien por ese tiempo era cura del pueblo y, a su vez, cuñado de Francisco.
"Una sorpresa"
“En aquel verano yo andaba trabajando en los archivos del Auxilio Social. Fue una sorpresa para mí encontrar ese apellido del que tanto se hablaba en España”, cuenta por teléfono el archivero. Fruto de su investigación, en abril de 2018 Barroso publicó el estudio Los inicios de la asistencia social.
Barroso no sólo halló ese documento. También encontró la petición que el 9 de noviembre de 1938 hizo el gobernador civil en Cádiz -a su vez impelido por el Ministerio del Interior- a los ayuntamientos gaditanos. Solicitaba una “detallada cantidad de refugiados que se atiendan en cada alcaldía y del gasto que originan en cada una de ellas”.
Cinco días después, el por entonces alcalde de Benaocaz, José María Aragón, uno de los receptores de aquella petición, remitió el listado a la sede provincial del citado organismo benefactor.
“Tengo el honor de remitir a su respetable autoridad relación nominal y detallada de las personas refugiadas en esta localidad procedentes de la zona roja”, decía la respuesta del regidor.
Junto a la misiva adjuntaba una lista con dos nombres: Francisco Puigdemont y Juan Oliveras, procedentes de Amer (Gerona). Tiene fecha de 14 de noviembre de 1938, cuando la mayor parte de la provincia de Cádiz ya era parte del bando nacional.
Benaocaz cayó en manos del ejército republicano tan sólo un día: el 31 de julio de 1936. El 1 de agosto, la Columna de López, comandada por el alcalde republicano de Montejaque, fue vencida en Benaocaz por las tropas nacionales de Queipo de Llano.
En el apartado de observaciones de la respuesta remitida por parte del alcalde de Benaocaz al gobernador civil se añadía: “Los gastos de manutención y demás necesidades [de Francisco Puigdemont] los viene sufragando su hermano [político, se entiende], el cura párroco de esta villa”.
Ese documento da a entender que, al menos durante un período de tiempo, el Ayuntamiento de Benaocaz dio refugio y comida al abuelo paterno de Puigdemont. Durante los meses que pasó allí vivió rodeado de montañas en una de las cunas del queso payoyo.
Iglesias en 'La Sexta'
Precisamente, este domingo, Pablo Iglesias, vicepresidente segundo del Gobierno, equiparaba en La Sexta la fuga del expresidente catalán con el exilio al que se vieron obligados cientos de miles de republicanos que huyeron de la dictadura de Franco.
En el caso del abuelo de Puigdemont se confirma que su historia fue la contraria. Francisco Puigdemont huyó del bando republicano. Tras dejar sola a su mujer, que se hizo cargo de los tres hijos del matrimonio, abandonó su pastelería en Amer y marchó a Francia. Allí, la policía gala lo detuvo.
Puigdemont volvió a entrar a España por Irún, que ya había caído en favor del bando nacional. De ahí fue a Pamplona, desde donde contactó con su cuñado cura, hermano de su mujer, cuyas raíces están en Andalucía, como contó EL ESPAÑOL en este reportaje. Francisco tenía ya 36 años. Juan Oliveras Galcerán, que había pasado antes por Ubrique, un pueblo vecino de la sierra de Cádiz, recibió al abuelo del expresidente catalán en Benaocaz, que por aquel entonces tenía alrededor de 1.100 vecinos.
El cura Juan, párroco de la iglesia de San Pedro, fue el primer sacerdote del pueblo tras la toma del pueblo por el bando nacional. Allí, en la Casa del Cura, situada en la antigua calle Sagasta de Benaocaz, Francisco Puigdemont se instaló junto a su cuñado. Se piensa que llegó aquel verano de 1938 y que a finales de ese año ambos ya habían dejado la localidad.
Las actas capitulares del archivo municipal de Benaocaz demuestran que las arcas del pueblo sufragaron la huida del cura. El historiador Fernando Sígler indica que el 29 de diciembre de 1938 el tío abuelo de Puigdemont ya no estaba en el pueblo. Lo hizo sin pagar el coche de alquiler que lo llevó a Ronda, en Málaga, para luchar en el bando nacional.
Al Ayuntamiento le costó siete pesetas y media, que se las pagó a la empresa que hacía el trayecto en concepto “de un asiento desde esta villa para el señor cura párroco, que marchó para ser movilizado”.
Cuando finalizó la Guerra Civil, en abril de 1939, el abuelo de Puigdemont también había marchado de Benaocaz. Trabajaba dando comida a los republicanos presos en la cárcel de Burgos, un puesto que consiguió en Ubrique gracias a un antiguo compañero de la mili en Gerona, según contó su hijo Josep a EL MUNDO en enero de 2016. Francisco Puigdemont salía de la cárcel, compraba los alimentos y los llevaba a la cocina. Pero en 1940 el abuelo del expresident catalán volvió a Amer. La guerra había terminado. Y su periplo por España, también.