Aleix Puig ya no se levanta tarde –o, al menos, no tanto como antes–. Ya no quiere ser lateral derecho del Barça, ni heredar la pescadería de su familia. No, ahora, como ganador de MasterChef 7, su vida transcurre por otros derroteros. Ha hecho postres para Oreo, ha montado una startup –Vicio, un restaurante a domicilio de pizzas y hamburguesas “de calidad”– y no aspira a ser galardonado con una estrella Michelin -como, por ejemplo, el también concursante Carlos Maldonado-. Su sueño es otro: “Competir contra McDonald's, Burger King o Goiko Grill. Sentarme un día en un auditorio y contar cómo conseguí que mi negocio compitiera contra los más grandes”, asiente, con convicción, en una charla con EL ESPAÑOL.
Ambición, desde luego, no le falta. Aleix nació en Manresa, en una familia de pescaderos. Jugó al fútbol, como tantos, durante años. Pasó por el Gimnàstic de Manresa y otros clubes de su ciudad. Pero nunca pensó –al menos, seriamente– en dedicarse a la hostelería, en que lo llamaran chef por la calle o en montar una hamburguesería. “Lo que siempre he querido es dejar huella, emprender de alguna manera; tener una idea y convertirla en realidad”, explica.
Pero, hasta entrar en MasterChef, no había vislumbrado el camino. Su madre y su abuela le habían enseñado a cocinar, le habían refinado el gusto; y él, a los 15 años, empezó a tener algunas nociones de cómo preparar platos razonablemente sencillos. Lo necesitaba para que los clientes, en la pescadería de su familia, donde empezó a trabajar a los 21 años, salieran satisfechos. “Ellos preguntaban cómo se hacía una merluza, un rodaballo… y yo tenía que saberlo”, cuenta.
— ¿Pensó que sería pescadero toda su vida?
— La verdad es que sí. La empresa familiar iba creciendo –de hecho, ahora mismo les va genial– y posiblemente yo hubiera seguido con eso a pesar de entrar en MasterChef. Hasta que gané.
— ¿Es más complicado ser pescadero o ganar MasterChef?
— Ser pescadero no es sencillo. Es un oficio que se aprende con los años y es muy difícil ganarte la confianza de la gente. MasterChef, en cambio, es muy rápido. En tres meses, te sitúa en una posición que hace que tu vida cambie. De repente, en la calle, te paran y te llaman “chef”. Lo digo siempre: ser chef es otra cosa. Es alguien que lleva muchos años en la cocina. Yo, al salir, no estaba preparado para llevar un restaurante. Pero, bueno, tienes que saber jugar esa carta. Hay determinada gente que espera mucho de ti a nivel culinario y tú tienes que saber apoyarte en jefes de cocina o gente que esté preparada y con la que puedas llevar un negocio.
MasterChef
Aleix, en realidad, se apuntó a MasterChef sin demasiada convicción. Un día, tirado en la cama –literalmente–, mirando Instagram –tenía, dice, esa mala costumbre–, vio un anuncio para apuntarse al casting del programa. “Fíjate. Rellené el formulario una primera vez y dio error cuando le di a enviar”, recuerda. Pensó en dejarlo. Pero, 10 segundos después, lo volvió a intentar. “Posiblemente no lo hubiera hecho una tercera vez. Pasado el tiempo, ni me hubiese acordado”, cuenta.
Hizo los casting –bastante bien– y pasó. Lo llamaron el día 2 de diciembre para anunciarle que llegaba a la fase final. “El día 31 habíamos salido de fiesta, el 1 tenemos la costumbre de hacer un brunch… Imagínate. Tenía una resaca. Me lo dijeron y… la chica no me vio demasiado entusiasmado, pero es que...”, bromea.
El resto lo vio media España. Aleix, al que Jordi Cruz le ofreció trabajar en su restaurante, llegó a la final del programa y compitió contra Teresa. Ganó con un pan tumaca con ajo negro y sardina ahumada de entrante; una recreación de productos del mar alineada con jugo de rodaballo como plato principal; y un postre rocas con helado de violetas y crema catalana.
— Acostumbra a decir Pepe Rodríguez que MasterChef te cambia la vida. ¿Cómo lo ha hecho en su caso?
— En MasterChef estás en una burbuja, sin contacto con nadie, los días pasan lentos… Yo, al salir, de repente, veo que me está mirando una mujer. Pensé: “¿Por qué me mira a mí esta?”. Se acercó y me reconoció. Fue la primera vez que me ocurrió. Es muy fuerte, pero es real. Es un programa que ve mucha gente… Pero más allá de eso, la vida te cambia mucho más. Ganarlo te abre puertas y te da oportunidades. Además, te da la oportunidad de poner en marcha tu propio proyecto culinario.
— En tu caso, una de las primeras cosas que dicen de ti es que eres “sexy”. Sin entrar en banalidades, da la sensación de que antes cualquiera podía ser chef y que, ahora, para serlo, es necesario cultivar una imagen, ponerte tatuajes y parecer una estrella del pop. ¿No es así?
— Puede ser que haya cambiado el concepto. Antes, cuando no sabías que hacer, te metías a ser cocinero. Ahora, el cocinero es un artista del mundo culinario, está a otra dimensión. En cuanto a las redes. Yo estoy intentando ‘desengacharme’. Intento no dedicarle mucho tiempo ahora. Al final, los momentos de felicidad son los que tienes fuera de ellas.
Postres Oreo
Aleix, tras MasterChef, entró en el Basque Culinary Center y fue seleccionado para ser el director de la academia de postres de Oreo. “Fue una campaña que hicimos. Había muchas recetas de Oreo por ahí y era una forma de compilarlas”, explica. Fue el comienzo de una carrera que se topó con un problema absolutamente inesperado: el confinamiento por el coronavirus. Entonces, tuvo que cambiar sus planes.
Aleix aparcó su ‘sueño’ de montar un restaurante físico y optó por uno totalmente online para enviar comida a domicilio. Pero no de comida de vanguardia, con aspiraciones a ganar estrellas Michelin. No. Él optó por enviar hamburguesas y pizzas –de calidad, eso sí– a las casas.
— Estamos acostumbrados a que los concursantes de MasterChef monten restaurantes de vanguardia y, de repente, tú apuestas por la fast food. ¿Le ha roto los esquemas a muchos?
— Sí. Cuando sales de MasterChef la gente espera que montes un restaurante, pero yo, realmente, lo que quería era emprender. Aunque uno de mis temores era ese: que chocara por ser concursante de MasterChef. Pero no. Todo el mundo está encantado. Hemos montado una startup, Vicio. Lo estamos disfrutando mucho. Llevo la parte de la cocina, pero también la de gestión. Al final, yo lo que siempre he querido ha sido coger una marca y llevarla a la luna.
— ¿Está infravalorada la fast food?
— Es comida rápida. Pero eso no quiere decir que se usen malos alimentos. Tenemos la mejor harina, el mejor pan, las lechugas son frescas… La preparación no es rápida. Pero sí lo es la forma de vender y el tiempo que vas a tardar en hacer una hamburguesa. Nosotros damos un producto rápido y de calidad.
Vicio
Aleix perfiló Vicio durante el confinamiento y lo abrió en octubre, cuando la Generalitat cerraba todos los bares por la alta incidencia de coronavirus. Empezó con 12 trabajadores; ahora, son 18. Sirven comida en Barcelona y próximamente lo harán en Tarragona y en Madrid, a donde llegarán a finales de año. Con números de ‘vicio’: el 1 de enero dieron de comer a 1.200 personas. “Me da mucha pena por los hosteleros. Aquí –en la Ciudad condal–, han sido muy radicales. Los ingresos de mucha gente dependen de eso. Y lo peor no ha pasado. Estamos ante los coletazos de lo que parece que va a ser una crisis más profunda”.
— Hablaba con Pepe Rodríguez en verano y con Carlos Maldonado hace un par de semanas, y ambos estaban muy enfadados con la gestión que los políticos con respecto a los hosteleros. ¿Usted, supongo, también?
— Yo he tenido la suerte de que no nos afecta. Al contrario. Vendemos más cuando piden que se cierren los bares. Pero no queremos eso. Lo ideal sería volver a una situación normal, en la que yo tenga que competir contra un restaurante, con los del menú del día… Ahora mismo nosotros, con lo bien que nos va, estamos en una nube. No es normal.
— ¿Te aleja la fast food de una estrella Michelin?
— No es mi sueño tener una estrella. A mí lo que me gustaría es sentarme un día ante un auditorio y contar como Vicio ha llegado a ser una de las primeras empresas en vender hamburguesas. Quiero el reconocimiento del sector para un proyecto que pueda competir con Burger King, McDonald's y Goiko. Y, de momento, lo estamos haciendo. Sin que nuestra aspiración sea tener los mismos locales que Mcdonald's. No, lo que queremos es vender de forma digital más que ellos en ese mismo soporte.
— Ha abierto primero en Barcelona, después lo hará en Madrid… ¿Ha agudizado el coronavirus la desunión entre Cataluña y el resto de España?
— Ya estábamos en una sociedad donde la gente se aísla, donde somos más fríos, donde vemos más Netflix y menos a la gente… Pero no es que estemos más separados de España en Cataluña. No me voy a meter en el tema de la independencia. Estamos más desunidos del pueblo de al lado.
— Ya para terminar. A usted, particularmente, ¿cómo le ha cambiado el confinamiento? Ahora tiene un restaurante…
— Aunque suene raro, el Covid, sin que se entienda mal, me ha dado alas. He podido estar en mi casa pensando qué quería hacer. Quería montar una marca y lo he hecho.