Tenía un embarazo de riesgo porque padecía una cardiopatía y durante la gestación contrajo la Covid, pero a pesar de todos esos indicadores preocupantes desde Atención Primaria no optaron por hospitalizar a esta embarazada sino por hacer un seguimiento telefónico de la evolución de su cuadro clínico. El resultado fue trágico. Esta joven, de 29 años, el viernes 4 de diciembre acudió por segunda vez a unas urgencias hospitalarias de Granada con problemas respiratorios y 48 horas después murió en la Unidad de Cuidados Intensivos tras ser sometida a una cesárea para salvar a su bebé.
Esta es la sucesión de hechos que precedieron a la muerte de esta joven embarazada de Granada que una fuente de toda solvencia ha detallado a EL ESPAÑOL. El caso de esta gestante, una vez más, pone en tela de juicio el protocolo de atención que se está siguiendo en los servicios sanitarios españoles desde que en marzo comenzó la pandemia de coronavirus. La Covid está afectando a todos los niveles de la calidad asistencial: consultas presenciales sustituidas por llamadas telefónicas a los pacientes, intervenciones quirúrgicas que se retrasan, incremento de los plazos de espera para acudir a médicos especialistas...
Y la prueba de ello no lo son solo los interrogantes y las dudas que despierta el protocolo de atención seguido con esta embarazada de Granada antes de su muerte, sino otros casos: Sonia, una vecina de Burgos que murió de cáncer porque el tumor se le extendió debido a que durante tres largos meses estuvo pidiendo una analítica y una cita presencial a su médico de cabecera; o Aitor, un niño de Petrer que acudió con su madre cinco veces al hospital de Elda sin llegar a ser ingresado ni sometido a una prueba que detectase la peritonitis que le costó la vida a la tierna edad de ocho años.
Es demasiado dolorosa la lista de víctimas que se está cobrando el déficit asistencial causado por la Covid mientras los familiares de los fallecidos claman soluciones al Ministerio de Sanidad. El último deceso que pone en la diana la atención recibida es el caso de esta veinteañera de Granada, casada hace tres años, madre de una niña de dos añitos y que estaba embarazada de la segunda. Tenía trabajo, una familia que la adoraba y con 29 años toda una vida por delante hasta que contrajo el coronavirus.
La citada fuente explica que la joven se sintió indispuesta durante el mes de noviembre y se sometió a una prueba que confirmó su positivo por Covid. El médico de su centro de salud optó por hacerle un seguimiento telefónico desde Atención Primaria en vez de derivarla a un hospital. Tal decisión se adoptó a pesar de que en el historial clínico de la paciente figuraba una cardiopatía, tenía un embarazo de riesgo por presentar una patología de base y se le detectó el coronavirus cuando presentaba síntomas similares a un resfriado.
Aislamiento domiciliario
La joven embarazada acató la prescripción médica y se confinó en su domicilio, junto a su marido, que también había dado positivo por coronavirus. Esta gestante se sintió mejor durante la primera semana de su aislamiento domiciliario, pero entre finales de noviembre y principios de diciembre empezó a notarse peor. En Atención Primaria sólo la atendieron por teléfono y finalmente recurrió en dos ocasiones a los servicios de urgencias hospitalarios de Granada. La primera vez acudió unos días antes del viernes 4 de diciembre y esta joven embarazada llegó alertando de que padecía problemas respiratorios y una hiperventilación.
La mencionada fuente de toda solvencia asegura que la embarazada fue sometida a diversas pruebas y posteriormente recibió el alta hospitalaria porque le dijeron que tenía ansiedad. Unos días después, el viernes 4 de diciembre, regresó por segunda vez a urgencias hospitalarias aduciendo nuevamente problemas respiratorios y un pulso bajo. La embarazada, de 29 años, se encontraba en la semana treinta de gestación cuando fue ingresada en el Hospital San Cecilio de Granada y su pronóstico se agravó tanto en solo unas horas que terminó en la Unidad de Cuidados Intensivos (UCI).
Salud no se pronuncia
Durante la noche del sábado al domingo entró en parada cardiorrespiratoria. El personal sanitario se dejó la vida tratando de sacarla de la parada, pero al final no pudieron hacer nada y optaron por someterla a una cesárea de urgencia para salvar a la bebé que estaba esperando. La niña nació prematura tras siete meses de gestación y este diario ha podido saber que se salvará. Nunca podrá conocer a su madre fallecida tras contraer coronavirus.
Un portavoz del Hospital San Cecilio no aclara si a la embarazada inicialmente se le diagnosticó ansiedad y posteriormente regresó a urgencias para ser ingresada en la UCI. Tampoco precisa si la causa de la muerte fue una neumonía provocada por la Covid. “No podemos dar información porque la ley impide ofrecer datos de un historial clínico”, insiste el citado portavoz.
Desde la Consejería de Salud tampoco han querido pronunciarse sobre este caso al margen de trasladar sus condolencias a los familiares de la joven. El deceso de esta embarazada ha sido el más duro de toda la pandemia en Granada y se zanja con numerosos interrogantes sobre la atención sanitaria que recibió al igual que le ocurrió a Sonia en Burgos, a Aitor en Elda... La lista es terrible.