Nuria tiene la sospecha de que a su madre la mató el coronavirus, aunque nunca se infectó. Ana Romero murió el 30 de mayo a los 62 años cuando España acababa la desescalada. En su familia no hubo contagios, pero todos piensan que si la pandemia no hubiese existido Ana seguiría viva. Tenía cáncer de mama desde hace diez años, y con metástasis desde las navidades de 2018, pero esta sevillana cocinera de oficio evolucionaba bien. “Era una luchadora, tenía muchas ganas de vivir”.
Todo se precipitó al inicio del confinamiento. La metástasis ósea que sufría y la osteoporosis hicieron que se le rompiera una vértebra. Fueron 15 días con corsé. A eso se le unió una creciente dificultad para tragar, que la debilitó. La quimioterapia que recibía cada tres semanas se cortó. Sus hijos hablaban semanalmente con sus oncólogos por teléfono sin saber cuándo se reanudaría.
“Son sutilezas. Te decían eso de Ahora hay que tener más cuidado con venir al hospital o venid si queréis, pero si no venís mejor. Te daban a entender que el coronavirus había condicionado el tratamiento”, explica su hija.
La evolución de Ana fue a peor. “Pensamos que una persona con metástasis no puede estar un mes sin quimioterapia”, argumenta su hija. El cáncer se hizo fuerte a medida que ella se debilitaba. Y los médicos le dijeron a la familia que la muerte era inminente. Falleció dos días después dejando la impresión en sus seres queridos de que a su madre la había matado la Covid.
“Ahora todo es covid. Covid y más covid. Las demás enfermedades no existen”. Ángela es paciente oncológica, presidenta de una asociación de mujeres con cáncer de mama y, desde el inicio de la pandemia, el azote de la Consejería de Salud y Familias de la Junta de Andalucía. Denuncia que durante el confinamiento, incluso meses después, se han suspendido tratamientos oncológicos y se han aplazado pruebas en los hospitales. “De la asociación ya han muerto dos mujeres por falta de atención —asegura—; por eso pido que nos dejen elegir si morir de covid o de cáncer”.
Cuenta Ángela Claverol que la palabra cáncer llega a una persona como un tsunami que barre con todo. La familia, los amigos, el trabajo y, en el peor de los casos, con la propia vida. A ella se lo diagnosticaron con 49 años, hace tres. La gran ola creció pronto. Solo un mes después había arrasado con uno de sus pechos, con su trabajo en el sector de la cocina y con la paz de unos padres, los suyos, que ya habían perdido a una hija por un tumor. Su vida sigue hoy empantanada, mire a donde mire ve los lodos y el desastre de aquel maremoto.
Críticas con la gestión
Ángela encontró un salvavidas y algo más que consuelo en la Asociación de Mujeres con Cáncer de Mama (AMAMA) de Sevilla. Allí se siente útil, algo que también le robó el cáncer. Actualmente tiene concedida una incapacitad permanente total que le impide trabajar y, vitalista, ha volcado sus esfuerzos en ayudar a quienes como ella padecen un cáncer de mama.
En estos primeros días de octubre la sede de la asociación se encuentra tomada por decenas de mujeres que hacen lazos y demás manualidades para visibilizar el Día internacional de la lucha contra el cáncer de mama, que anualmente se conmemora el 19 de octubre. En las conversaciones hay minutos de recuerdo para dos mujeres de las que prefieren no dar el nombre, pero que están en la mente de todas. Ambas fallecieron por el cáncer durante el confinamiento.
“No recibieron tratamiento”, se queja la presidenta. “Tenían metástasis y no les dieron tratamiento. Y no hace falta ser oncólogo para saber cómo acaba esto”, argumenta. Y no son solo estos los casos que cada día le llegan a sus oídos. Su posición, y el alboroto mediático que se gestó tras llevar la cuestión al Parlamento Andaluz, la hacen receptora de quejas relacionadas con el cáncer de mama.
“Está habiendo unas anomalías gravísimas desde el inicio de la pandemia”, se queja Claverol. “Hay hospitales en los que el oncólogo te veía solo si era muy grave. Se han retrasado citas o se ha atendido solo por teléfono. Que ¿cómo se va a atender por teléfono? Yo puedo palparme los pechos, pero no sé. No soy oncóloga, no sé donde están los ganglios de mi cuerpo y tampoco sé si mi cáncer ha tenido progresión”, denuncia la presidenta.
“Esto nos ha generado una inquietud y una ansiedad gravísima. Esa frustración, ese estado de ánimo, no nos conviene a los pacientes oncológicos, porque hay bajada de defensas. No hay citas —asegura Claverol—, no nos hacen las pruebas, si te tocaba una mamografía te la retrasaban. No es que haya habido infradiagnosis, aseguro que no ha habido ni una sola diagnosis de cáncer de mama. ¡Si no ha habido pruebas! Si los médicos no han visto a las mujeres, ¿cómo van a diagnosticar?”.
O Covid o cáncer
La presidenta Claverol está en vías de crear la Federación Andaluza de Asociaciones de cáncer de mama, que sumará hasta 11 asociaciones y más de tres mil mujeres. Antes ha dirigido una carta al consejero de Salud y Familias de la Junta de Andalucía en nombre de otras tantas organizaciones. En ella denuncia que los pacientes oncológicos del hospital Virgen Macarena de Sevilla no recibían las sesiones de quimioterapia prescritas.
“Hay enfermos que se están, literalmente, viéndose desfallecer por carecer del tratamiento adecuado”, asegura Claverol en su escrito, en el que el colectivo se reserva la opción de emprender acciones civiles o penales para “defender la dignidad y la vida de los pacientes”. “Para nosotros es una cuestión de vida o muerte. Es decir, o morimos por un virus del que nos podemos contagiar, o no; o morimos de cáncer por no tratarlo. La trágica diferencia es que el cáncer ya lo tenemos”, razona.
Las quejas de AMAMA han llegado hasta el Parlamento de Andalucía en boca de la actual secretaria general del PSOE de Sevilla, Verónica Pérez. “Que tantas mujeres enfermas de cáncer de mama se hayan puesto de acuerdo en un momento tan difícil de sus vidas para mandarle un escrito con una serie de reivindicaciones es que tienen que estar muy desesperadas”, decía la parlamentaria socialista.
Por su parte, fuentes de la Consejería de Salud y Familias ha confirmado a EL ESPAÑOL que estos meses “la actividad de oncología se ha priorizado” y se ha estado atendiendo el tratamiento y las consultas “con normalidad”. Y esgrime que se han diagnosticados casos más avanzados porque “los pacientes han acudido más tarde a la cita por miedo a lo que se vivía en los hospitales”.
Este medio también ha podido saber que según la Consejería, en las consultas externas los oncólogos han valorado cada caso de manera individualizada para decidir su la atención debía realizarse de forma presencial o telefónica, método por el que se ha atendido al 70% de los pacientes.
Abandonadas por el sistema
Josefa González es una de ellas. Tiene 63 años y hace un año se detectó un bulto en el pecho derecho. La operaron el 17 de enero. Una mastectomía. Sus oncólogos le plantearon un tratamiento experimental, pero llegó el confinamiento del 14 de marzo.
“Tenía cita para el 25 de marzo, pero me llamaron diciéndome que ni se me ocurriese ir al hospital”, recuerda Josefa, que prefiere que le llamen Pepi. Los oncólogos le dijeron por teléfono el tratamiento. De ellos solo tenía una foto con seis ejercicios para eliminar líquido del brazo y una pastilla. “El sistema desconectó conmigo”, lamenta la sexagenaria.
Pepi es soltera y vive con su madre, a la que le ocultó su cáncer. Vivió el confinamiento con una mentira que ocultar. “Le dije que tenía un quiste de grasa, porque mi madre también tiene cáncer, también del pecho derecho y no quería asustarla a sus 93 años”, reconoce.
“El confinamiento ha sido horroroso porque necesitaba hablar con alguien, resolver las dudas. Jamás había estado en una situación así. No podía dormir, ni de noche ni de día. Se me pasaban por la cabeza las barbaridades más grandes que pudieras pensar. Necesitaba salir corriendo. Necesitaba correr. Correr y correr. Respirar. Necesitaba dejar detrás la ansiedad. Solo pedía que alguien me dijese Tranquila, lo que te pasa es normal. Pero llamaba a mi médica de cabecera y me decía que no podía hablar conmigo. Me he sentido abandonada”, asegura Pepi. Su primera cita presencial después del confinamiento fue el pasado 12 de agosto.
La Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM) establece dos tipos de víctimas colaterales de la Covid-19: aquellos pacientes que ya se encontraban dentro del sistema y que ya estaban en tratamiento, a los que se le han adaptado para amoldarse a la nueva realidad en los hospitales; y quienes habrían sido potencialmente diagnosticados pero que han podido tener dificultad para acceder al sistema.
25% de casos sin diagnosticar
Su presidente, Álvaro Rodríguez-Lescure, asegura a EL ESPAÑOL que desde que se inició la pandemia se han dejado sin diagnóstico entre un 15% y un 25% de casos de cáncer en comparación a años anteriores. “Esos pacientes están ahí, no se puede pensar que la incidencia de cáncer haya podido descender por magia”, aclara.
A su juicio, el acceso a los médicos de familia, a los especialistas o a las Urgencias hospitalarias ha sido más limitado, lo que alimenta “la hipótesis fundamentada de que haya un grupo de personas que no se han diagnosticado, y eso genera preocupación”. Esta infradiagnosis trae consigo consecuencias en una enfermedad en la que el tiempo es un factor clave.
“Que se diagnostiquen tarde tiene un impacto en las posibilidades de curación y un peor pronóstico”, razona. La SEOM ya trabaja con otras organizaciones para definir bien el grado de afectación de los pacientes no covid durante la pandemia para reclamar a las autoridades sanitarias que corrijan esa desigualdad que puede acarrear consecuencias en la salud de las personas.
Según la SEOM, en el caso del cáncer de mama, los programas de cribado —las mamografías— se han limitado, aunque quizás no lo suficiente como para tener impacto. “Estamos hablando de mujeres que se ven un bulto, que va creciendo, porque el cáncer de mama es muy agresivo. Y hay un daño moral de gran impacto. Ves crecer el bulto y que no llega la mamografía”, argumenta Rodríguez-Lescure.
EL ESPAÑOL también se ha puesto en contacto con el Colegio de Médicos de Sevilla, que coincide con la tesis de la SEOM. Sus conclusiones son que “se han demorado las pruebas diagnósticas por radiología de cribado, pero si tenían código de sospecha o signos de alarma se ha hecho todo a tiempo”, explica la doctora María Socas, vocal de hospitales del colegio. Y también coinciden con la teoría de que el miedo al coronavirus ha frenado a muchos pacientes a acudir a los centros de salud.
En hospitales como el Virgen del Rocío de Sevilla solo se han suspendido la cirugía de reconstrucción de mama, pero no se han cancelado los tratamientos oncológicos, según explica el Colegio.
En el caso de María José, Cuchi para la familia, el coronavirus ha tenido otras implicaciones en su día a día. Tiene 41 años, está casada y tiene tres hijos. En septiembre de 2014, cuando su hija menor tenía ocho años, apareció un bulto en el pecho. “Al verle la cara a mi ginecóloga supe que tenía cáncer”. El suyo, con metástasis.
María José trata desde entonces de adaptarse a su nueva vida. Es farmacéutica, aunque no ejerce. Se dedica a gestionar los bienes inmuebles de su familia y sueña con volver al mundo laboral, bien sea como docente o en la empresa privada. Para tenerlo más fácil solicitó hace un año la valoración de su discapacidad.
Otros efectos del coronavirus
“Otras mujeres que conocía y que estaban en mi misma situación me animaron a hacerlo. Me dijeron que a ellas les dieron más del 33%, con el que se puede acceder a bolsas especiales o es beneficioso fiscalmente para que te contraten los empresarios. Me animé, porque no es fácil reconocerse una persona con discapacidad, pero llegó la pandemia”, recuerda Cuchi.
Según sus estimaciones, debían convocarla para la valoración ante el tribunal médico en torno al mes de mayo, pero en vez de una citación le mandaron una carta en la que solo le reconocían un 5% de discapacidad por su cáncer de mama. “Ni siquiera me llamaron para verme, o para que aportase información”, lamenta.
“En otra situación, sin el coronavirus de por medio, estoy totalmente seguro de que tenía al menos el 33%. Seguro. Así ha sido hasta ahora. Con o sin metástasis les han reconocido el 33%. Y a mí no. Solo un 5%”, argumenta.
“Si a lo mejor me hubiesen valorado en una entrevista y el especialista me hubiese dado a entender que estoy bien para lo que tengo yo lo habría aceptado. Pero de esta forma y con una valoración tan baja. Es como si no le importase a nadie”, se queja. “Ahora solo importa la Covid. Solo la Covid. Las pacientes con cáncer de mama ya no importamos”.