Todo fue regocijo hasta la medianoche. La fiesta por la pedida de mano de Ismael y Soraya había empezado horas antes. Hacia las siete de la tarde, un centenar de personas se acercó hasta el bar Layso para celebrar el acontecimiento. Era el preludio a una boda de unos 1.000 asistentes. Todo normal. Nada hacía augurar que la velada se saldaría con las muertes de Antonio Peke Hag y Jessica Márquez, así como una herida grave y un clan gitano huyendo a un lugar secreto por miedo a las represalias. Esta es la historia de una simple discusión que se fue muy de manos. Ocurrió el domingo en la localidad madrileña de El Álamo.
El Layso es un local decorado con la estética del far west y ubicado en una zona industrial al este del pueblo. En sus paredes se pueden ver retratos de Wild Bill Hickok, el jefe comanche Diez Osos y —como para darle un toque patrio— el boxeador Alfonso Redondo. Hacía días que el patriarca de los feriantes búlgaros, conocido como El Albino, tenía el local reservado para celebrar esta fiesta, tal como relata el dueño del local, Adolfo Juan a EL ESPAÑOL.
Adolfo no suele abrir los domingos, pero hizo una excepción, porque el clan forma parte de su habitual clientela. El patriarca pagó a tocateja en el momento de la contratación. El poblado de los feriantes quedaba a apenas 3 kilómetros del bar. El trato era que los clientes traían bebida, comida, barbacoas y equipo de música. Así se hizo. Este martes los restos de la fiesta siguen en el bar Layso. Desde los chorizos carbonizados que nunca se comieron, hasta el instrumento musical de la disputa.
La trifulca comenzó por un órgano. Un miembro de la otra familia, perteneciente a un clan de Vallecas, le pidió al dueño del instrumento tocar una canción. Este se lo negó. Podría haberse quedado ahí, pero el orgullo pudo con ambos. El desencuentro fue creciendo y los dos se citaron fuera para arreglar sus diferencias a golpes.
“Uno debía tener 20 años y el otro, 40”, narra Adolfo. Los contrincantes tuvieron a bien salirse del local para zurrarse. “No al patio, eh. A la calle”. Eso hizo que el bar Layso saliera ileso de este suceso. “Si me volvieran a querer contratar, les diría que sí”.
Fuera, la cosa fue a más. A los dos púgiles iniciales se les fueron uniendo hermanos, primos y amigos de ambos clanes. Volaron las vallas, piedras y palos. Se oyeron hasta disparos. “Quizás fueran petardos, no sé”. Lo cierto es que no consta ningún herido de bala. Lo que sí constan son atropellos mortales en medio del caos.
Las primeras informaciones de este suceso apuntaban a que las víctimas mortales eran Ismael y Soraya, la pareja recién prometida. Sin embargo, estos se refugiaron en el local de al lado cuando todo se desmadró. Los fallecidos fueron Antonio Hag, más conocido como Peke, y su mujer, Jessica Márquez. Lucía, cuñada de Peke, resultó herida grave y se recupera favorablemente en el Hospital 12 de Octubre de Madrid. Jessi y Peke tenían 27 y 28 años, respectivamente. Eran padres de cuatro niños.
"Nos los han matado"
Las circunstancias del suceso son muy difusas. Bastaron 20 minutos para que se armara la de San Quintín. A mitad de la pelea llegó la Policía Local, pero poco pudo hacer el cuerpo armado contra la furia de un centenar de gitanos. Hizo falta la Guardia Civil, que llegó poco después, para poner fin a la batalla. Se desconoce el número de detenidos.
“Los nuestros eran ocho, cuatro matrimonios”, relató entre lágrimas Rocío Hijano, madre de Peke, al canal Telemadrid. “Se metieron todos en una furgoneta, intentaron huir e iban todos hacia la furgoneta para pegarles". Esto explica los restos de una luna rota que todavía hay a las puertas del bar. "Salieron como pudieron de ahí y echaron los ocho a correr. Cinco pudieron escapar. De repente dejan de ver a Peke, a Jessi y a Luci”.
Al poco, los cinco huidos llamaron a Rocío desde el chalé de un vecino que les dio refugio. Ni rastro de los otros tres. “Se lo dijimos a la Guardia Civil: por favor, si no los tenéis detenidos, nos los han matado. Por favor...”. Las sospechas de esta madre y abuela se confirmaron. La policía encontró los cuerpos de Jessi y Luci (esta, con vida) a las 8 de la mañana del lunes. El cadáver de Peke apareció horas más tarde entre los matorrales que flanquean la carretera. El conductor responsable de los atropellos aún no ha sido identificado.
El coche homicida, localizado
Pese a ello, la Guardia Civil ha localizado este jueves el vehículo implicado en el presunto atropello de Peke y Jessi, hallados en una cuneta de la M-404. El coche es un BMW y, según ha explicado la Benemérita a Europa Press, estaba oculto en el interior de un camión en el kilómetro 15 de la citada carretera. Tan sólo a nueve kilómetros del lugar donde encontraron los cadáveres de la pareja.
“Esto no es ningún ajuste de cuentas, es una pelea”, explicó Rocío, intentando huir del tópico que siempre acompaña a los sucesos donde hay romaníes implicados. “Sé que cuando se trata de familias gitanas en seguida se buscan los ajustes de cuentas y todas esas cosas. Aquí no ha habido nada de eso”.
La madre de Peke reclama justicia, pero no venganza, aunque ahora esa idea planee peligrosamente sobre los implicados en estas muertes. “Esto no ha acabado”, augura pesimista Adolfo, dueño del Layso, que ya no organizará la boda de Ismael y Soraya, como tenía previsto.
Huida de la venganza
Los feriantes búlgaros, la familia del novio, llevaban dos décadas en El Álamo y “nunca habían dado ningún problema”, asegura Adolfo. Tenían un terreno rústico donde se asentaron con caravanas y casas prefabricadas. Solo se les conoce dos disputas, tal como relata Juan Diego Quesada en El País. Una, cuando el Ayuntamiento sugirió que hubiera más feriantes aparte de ellos en las fiestas. La otra, fue con la compañía eléctrica por el uso de la luz.
El primer conflicto lo zanjó el patriarca apelando a una ley no escrita, que es casi un chantaje: o nosotros o nadie. El segundo terminó con una orden judicial que les obligaba a abandonar el lugar, aunque finalmente ha sido una pelea mucho más mortífera lo que ha propiciado el éxodo de este clan hacía otra parte de España, o quizás de Europa, quién sabe. Este mismo martes, los feriantes han huido de la venganza.
La otra parte afectada, los de Vallecas, ahora llora a sus muertos. El velatorio de Jessi y Peke se celebró este martes en la sala 41 del Tanatorio Sur de Madrid. Fue un evento numeroso, lleno de pieles color coñac. El tenso silencio encerraba algo más que luto. Había rabia, impotencia y miradas de reojo hacia cualquier desconocido.
Un amigo de la familia se queja del calor mientras identifica a los fallecidos en el móvil de este periodista. No asistió a la fiesta, asegura, pero sabe perfectamente lo que pasó. Seguramente, sepa hasta quién originó la pelea. Pero calla.
—¿Cómo están los niños?
—Pues… a ver…
No dice nada y lo dice todo. Esas tres palabras —y su correspondiente encogimiento de hombros— encierran la tragedia de cuatro niños (de dos, cinco, siete y 11 años) que ya nunca tendrán una infancia normal por culpa de una pelea por el órgano.
La tarde cae en el Tanatorio Sur mientras un furgón policial da vueltas al recinto.