Asunción, cuando escucha a Yolanda Díaz, se echa a temblar. Sabe que la intención de la ministra -que ha salido en más de una ocasión con la camiseta de riders por derechos- es que todos los repartidores, próximamente, sean asalariados. Y teme, por tanto, que de ser así, Deliveroo, Glovo o Uber Eats decidan prescindir de ella. ¿Por qué? En primer lugar, por la edad: tiene 56 años. Y en segundo, porque no cree que vaya a ganar lo mismo que ahora (entre 1.800 y 2.000 euros 'limpios'), a pesar de la precariedad que muchas veces implica este tipo de trabajos.
Pero no es la única que teme perder su trabajo si los riders dejan de ser autónomos para ser asalariados. Todos los mayores de 40 años que, por unos u otros motivos, han decidido ser riders, temen ser despedidos el día que dejen de trabajar por cuenta propia. Por eso, desde la Asociación Autónoma de Riders (AAR) y la Asociación Profesional de Riders Autónomos (APRA) solicitan al Gobierno que se les tenga en cuenta y que se les mantenga esta condición “mejorando el modelo de autónomos”.
Son varios los intentos de contacto -todos en vano- que han tenido con la ministra de Empleo, Yolanda Díaz. La última vez lograron llegar a reunirse con la directora general de Trabajo, Verónica Martínez Barbero, que les comunicó las medidas tomadas por el Gobierno. "No vinieron a escucharnos, nos informaron lo que estaba decidido", explica Asunción Montoya Lugo, delegada de la Asociación Autónoma de Riders.
Se encuentran, según dice, en "una batalla para ser escuchados" y se niegan a prestarse a "intereses políticos", sean del partido que sean. "Queremos defender los derechos de los riders y para ello necesitamos llegar al diálogo", afirma.
Entre los requisitos indispensables para poder llegar al diálogo se encuentra el hecho de que les reconozcan como agentes sociales -esto significa que se constituyen como colectivos que, sin pertenecer a la administración pública, defienden los intereses de la sociedad- tal y como ocurre con los sindicatos.
Actualmente, critican, sólo se está escuchando a las asociaciones de riders (riders x derechos) que piden ser asalariados y no a ellos, los que quieren seguir trabajando por cuenta propia. "Somos la mayoría", recalcan.
La batalla por mantenerse autónomos
Asunción Montoya tiene 56 años y trabaja como rider y repartidora de Amazon desde principios de enero de 2018, debido a que el hecho de trabajar como autónoma no le suponía ningún problema en relación con su edad. A pesar de haber estudiado una carrera, Montoya había llegado a un punto en el que no conseguía acceder a ningún trabajo y vio en esta una solución a sus problemas ahora que sus hijos "son adultos" y podía tener mayor disponibilidad.
"Al principio trabajaba principalmente desde la noche hasta la madrugada" por la facilidad en la movilidad, tal y como dice, pero más adelante cambió su horario a una jornada de 12 a 01 de la mañana "en las afueras de Madrid, donde no tengo problemas para aparcar y me organizo como quiero", señala.
Montoya realiza su trabajo en coche -algo cada vez más usual entre estos repartidores a pesar de los costes- y valora principalmente la flexibilidad horaria que le ofrece y el salario que puede llegar a ganar. "Yo cobro una media de entre 1.800 y 2.000 euros netos mensuales, quitando mi cuota de autónomo, IRPF, IVA y gastos del coche", explica. Algo que, a su parecer, no podría lograr contratada por una empresa -en el caso de llegar a estarlo- "ni con una jornada de 40 horas".
Sin embargo, estos beneficios económicos se están viendo cada vez más reducidos debido la bajada de las tasas por parte de las plataformas. "Cuando yo comencé, por aceptar un pedido ya recibías 2,50€, ahora con el Covid-19 las han reducido a 1,20€ y te bonifican durante las horas de máxima demanda -llamadas altas por los riders-", indica Montoya. Estas abarcan de viernes a domingo, de 21 horas a 23 horas, y son las más solicitadas entre los trabajadores por ser los momentos claves para subir "puntos de excelencia".
Estos puntos de excelencia son otros de los aspectos claves a cambiar. Actualmente, la mayoría de las plataformas funcionan a través de estas valoraciones -Glovo, por ejemplo, parte de 50 al crear una cuenta y permite alcanzar como máximo los 100- según las cuales los repartidores pueden trabajar más o menos horas.
Al trabajar en las horas altas, que es cuando se entiende que hay un mayor volumen de pedidos, los riders van sumando estos puntos que se contabilizan pasados 28 días. Cumplido este tiempo, los trabajadores pueden alcanzar una valoración de 90, que les permite optar a más horas de trabajo y, por tanto, a más pedidos. Pero si no hay demanda -debido a que cada vez son más los riders en activo- estas calificaciones pierden el sentido y lo único que hacen es perjudicarles y dificultar el acceso al trabajo.
Otro de los interesados en mantener su situación como autónomo es Cristian López Andújar, el vicepresidente de la AAR. Tiene 40 años y hace cuatro comenzó a trabajar como repartidor autónomo para distintas plataformas del sector.
Tras el nacimiento de su hija, como niña prematura extrema, Cristian y su mujer tuvieron que dedicar mucho tiempo al cuidado de la pequeña -lo que incluía viajes a la consulta del médico cada dos por tres-. "No me duraba más de dos meses un trabajo", explica Cristian, que afirma que tomó esta decisión con "miedo" a causa de la incertidumbre que produce el universo autónomo- pero que terminó resultando la mejor para él.
Ahora mismo, a causa del COVID-19, ha tenido que dejar su trabajo temporalmente para cuidar de su hija, mientras su mujer trabaja como enfermera. Sin embargo, reconoce que desde que comenzó como rider ha "trabajado muchísimo" pero también le ha "ido muy bien".
Las jornadas son duras, eso no lo niega nadie, pero a lo largo del tiempo las plataformas han ido reduciendo algunos de los problemas que les dificultaba trabajar libremente. "Es cierto que antes te penalizaban por no coger un trabajo, pero ya no es así. Yo trabajaba solo tres horas por las noches los fines de semana para estar con mi familia", comenta López.
Sin embargo, coincide en que el problema ahora radica en que no hay trabajo -ni para aceptar ni para rechazar-. "No puede ser que salgamos a trabajar 5 o 6 horas y volvamos con 40 euros", protesta. Y es que entre la bajada de las tarifas, el aumento de los repartidores y el peso de los puntos de excelencia, la situación se les dificulta mucho.
Qué reclaman
El trabajo del autónomo tampoco es el ideal y desde la AAR tienen claro que la prioridad se encuentra en conseguir una "seguridad jurídica" y en realizar serios cambios relevantes para el sector.
"Una cosa que no puede ocurrir es que no tengamos unas tarifas fijas", explica el vicepresidente de la asociación. Dependiendo de las plataformas, las bases suben o bajan -sin seguir un modelo fijo- y, como ya se ha mencionado, algunas optan por bonificar el trabajo durante las horas más altas a cambio de reducir el precio base.
"Deberíamos estar como los taxistas", comenta López, "de manera que yo pueda trabajar mis horas, pero saber que va a merecer la pena", añade. La situación empeora con el descontrol que existe en cuanto al aumento de los riders en activo, que se encuentra, a su vez, muy relacionado con el alquiler de las cuentas.
Un repartidor puede tener hasta cinco cuentas -una por plataforma- y trabajar para todas gestionando su propio tiempo. Pero, según aclara, se ha vuelto una dinámica muy común la de alquilar estos perfiles con el fin de beneficiarse económicamente, con la excusa de evitar que otros compañeros tengan que darse de alta como autónomos.
"Algunos lo hacen de verdad para ayudar a personas que no pueden trabajar en el país", explica López, "pero la mayoría lo que busca es ganar dinero y les cobran hasta un 50% de comisión por pedido", añade.
El vacío legal que respalda este alquiler de cuentas provoca que en horas bajas, como ocurre durante los meses de verano, el trabajo a repartir sea mínimo y ninguno salga beneficiado. "Desde los sindicatos animan a los alquilados a que denuncien a las plataformas, pero el problema son los arrendadores", opina el vicepresidente de la AAR, que apoya que, para ello, es necesario que se "sancione este tipo de actividad".
Todo esto se ve perjudicado por los puntos de excelencia -mencionados anteriormente- y a su vez, por la competencia que existe entre las plataformas para ofrecer los servicios más baratos.
"Hay algunas que prácticamente regalan los pedidos", indica Asunción Montoya, que opina que esto lo que provoca es que las otras quieran "ofrecer lo mismo" y terminen reduciendo sus salarios "para ofrecer un servicio más barato".
Otro de los beneficios que tienen estas plataformas y el hecho de trabajar como autónomos es que cada trabajador sea capaz de utilizar al máximo el tiempo de trabajo que tiene, ya sea unificando los pedidos de un mismo establecimiento, como agrupándolos por zonas. Sin embargo, todos estos factores les lleva a una situación de descontrol que les mantiene desamparados. "No puede ser que el privilegio de unos termine siendo un castigo para nosotros", indica Montoya haciendo referencia al privilegio que supone poder pedir lo que cada uno desee sin moverse de casa. "Es por ello que es imprescindible recibir una tarifa base e imponer un control horario que nos asegure el trabajo", concluye.
Los riders son conscientes de que, ante todo, necesitan poder llegar al diálogo con el gobierno para salir de este "limbo" en el que se encuentran y proponen poder desarrollar un nuevo modelo de autónomo adaptado a los tiempos actuales -como ya han hecho en países como Francia con el sistema del autónomo digital-.
Sin embargo, ahora solo les queda esperar a recibir la cita en la que puedan discutir sus intereses y mientras tanto, continúan preparándose para plantear sus peticiones y poder llegar a un acuerdo "de forma transparente".