Al almirante Jordi Ollé le gustaba surcar el Mediterráneo a bordo de su barco: un velero de bandera y matrícula española llamado Drakkar. Lo tenía amarrado en el muelle número 48 del puerto de Estartit, en la zona más exclusiva de la provincia de Gerona, y se daba una vuelta con él cuando le apetecía lucirlo por la Costa Brava.
El problema es que el velero en realidad no se llamaba Drakkar, ni su bandera original era española, ni el barco era suyo, ni él es almirante. Jordi Ollé es un inspector de los Mossos d’Esquadra que se paseaba con un barco confiscado a unos narcotraficantes británicos de hachís. Para pedirle explicaciones por este hecho le citó la Audiencia Provincial de Gerona. Jordi Ollé se defendió diciendo que se estaba gastando demasiado dinero en mantener el barco como para no disfrutarlo.
Estamos en julio de 2020, el mes en el que estaba previsto que se estrenase el mayor hito de la policía catalana en muchos años: la unidad marina de los Mossos d’Esquadra. Un hito de dudosa utilidad, porque no va a tener competencias en el mar. La Comisión Nacional de Coordinación de la Policía Judicial ya acordó el año pasado que la Guardia Civil asumiría todas las funciones policiales en el mar, relegando a los Mossos a tareas administrativas. Pero la Generalitat sigue adelante con su colosal (e inútil) proyecto que arrancará en 2021 (por la pandemia). Y la persona elegida para liderarlo es el "almirante" Jordi Ollé.
Un velero llamado Alfresco
Pocas páginas de periódicos hubiera acaparado el inspector Jordi Oller si no fuese por el episodio del velero. Aunque sucedió en 2014, esta historia tiene su origen siete años antes: la noche del 20 de junio de 2007. Los Mossos d’Esquadra completaron una operación contra el narcotráfico en los canales de Santa Margarida de Roses (Gerona). Decomisaron 2.880 kilos de hachís y detuvieron a los 6 tripulantes del velero que los transportaba: un Beneteau Oceanis 36 CC de 11 metros de eslora y bandera británica. Su nombre, muy español: Alfresco.
¿Qué se hace en estos casos con los barcos requisados? Lo primero es intentar localizar al dueño. Un tal Wagner en este caso, británico también. Como no apareció, el velero Alfresco se quedó fondado en el amarre donde los narcos estaban descargando la droga. La dueña del puesto pidió que lo quitasen para poner el suyo, pero el juzgado no disponía de ningún lugar donde amarrarlo.
Ahí apareció, salvador, Jordi Ollé, que en aquel entonces era jefe de la Unidad de Crimen Organizado. Ollé entregó un documento a la jueza pidiéndole que le hicieran a él depositario del barco, acreditando tener los conocimientos suficientes para poder manejarlo. A la jueza María Sacramento Cobos Grande, del Juzgado número 5 de Girona, le pareció bien y le concedió el barco en depósito el 10 de octubre de 2007.
De Alfresco a Drakkar
Fue entonces cuando Jordi Ollé se hizo con el barco y obró como su legítimo propietario. Lo llevó a amarrar al puerto de Estartit y lo usaba de modo recreativo cada vez que le apetecía. Es un barco que ya no se vende; ahora, ese mismo modelo de segunda mano cuesta unos 60.000 euros. Pero en 2007, este velero era uno de los mejores de su gama y el inspector Ollé no pagó un duro por la transacción.
Lo de ser el depositario de un barco de narcos se le quedó corto a Ollé, que quería personalizarlo a su antojo. Quería ser el almirante Nelson, el héroe inglés de la Batalla de Trafalgar. O Blas de Lezo, el héroe de Cartagena de Indias, llamado el Mediohombre, por la cantidad de taras que tenía a causa de las heridas recibidas en combate. Todo eso, pero por la Costa Brava y con un velero de 11 metros que aún olía a hachís.
Por eso empezó un proceso de remodelación de su nueva adquisición: sustituyó la Union Jack por la bandera de España y le puso matrícula nacional. También le quitó cualquier rescoldo de la antigua identidad en el nombre: el barco Alfresco pasó a ser el Drakkar. Durante siete largos años, el mosso Jordi Ollé disfrutó de la embarcación a título particular y se convirtió en una especie de okupa legal del velero. Un pirata de la Costa Brava. Hasta que llegó 2014.
El juicio
El 19 de febrero de 2014, la Audiencia Provincial de Gerona celebró el juicio contra Craig Frederick Callaghan y Mark Grelnhowi, dos de los tripulantes de la embarcación que fue interceptada con casi tres toneladas de hachís en 2007. En la vista oral, el juez hizo la pregunta del millón: ¿Dónde está el barco?
Fue entonces cuando le contaron que le había sido concedido en depósito a un Mosso d’Esquadra que lo usaba de modo recreativo. En la Audiencia no vieron clara esa concesión, considerando que se trataba de un proceso anómalo, porque la ley sólo permite el uso de instrumentos de delito embargados a las unidades de la policía encargadas de la lucha contra el narcotráfico. Y, que se supiese, Jordi Ollé no estaba en esa situación.
Por eso en la Audiencia pidieron explicaciones. Al Juzgado número 5 de Girona y al propio Jordi Ollé. El inspector esgrimió, en su defensa, que había empleado demasiado dinero en el mantenimiento del barco, que en total llevaba 30.000 euros gastados en concepto de amarres, matriculación, mantenimiento, inspecciones y certificados de navegación. Los Mossos no han contestado a la pregunta de quién posee el barco a día de hoy, pero EL ESPAÑOL ha podido saber que lo sigue disfrutando el propio Ollé.
La Honorable Marina Catalana
En el transcurso de este mes, julio de 2020, se tendría que haber estrenado la nueva y prometedora unidad de los Mossos d’Esquadra que no servirá para mucho: la Unidad Marina. Es una vieja aspiración de la Generalitat que el conseller Miquel Buch anunció el pasado mes de febrero. Lo hizo justo después de que le dijesen que esa unidad no iba a tener ningún tipo de competencias. La Comisión Nacional de Coordinación de la Policía Judicial determinó poco antes que la Guardia Civil asumiría todas las funciones de la policía en el mar, relegando a los Mossos y a la Ertzaintza a tareas meramente administrativas.
Y la Generalitat obró como lo viene haciendo desde que manda en la Generalitat: como pollo sin cabeza. Decidió seguir adelante con el proyecto y anunció que estrenaría en julio. El Covid-19 les ha trastocado todos los planes. No estamos este año para estrenar la Honorable Marina Catalana, pero el Govern sigue en sus trece y postergará el estreno un año. Será en julio de 2021.
No servirá para nada y costará mucho. La dotación económica inicial para implementar esta nueva unidad está cifrada en un millón de euros e incorporará a 17 buzos de la policía autonómica catalana. Pero la construcción de este cuerpo seguirá en los próximos años y se ha activado un proceso de selección para añadir 32 efectivos adicionales. En total, la plantilla estará compuesta por un inspector, cuatro sargentos, 9 cabos y 18 agentes.
Y, si no cambian los planes, tal y como adelanta ECD, la persona que estará al mando de esta gloriosa unidad será el almirante-inspector Jordi Ollé. No se sabe si le pondrán un barco a él pintado de policía, si tendrá que navegar con el Drakkar (el barco antes conocido como Alfresco y usado para pasar fardos de chocolate) o si esperará a que haya otra redada donde se incaute un barco y pida que se lo depositen a él. Porque esa es la manera más barata de cambiarse el barco, y porque un almirante tiene que navegar siempre en los mejores buques.