A Isaac no le fueron bien en su vida las relaciones sentimentales. Su primera mujer, madre de sus dos hijos, varió su actitud cuando él fue diagnosticado de ataxia, una enfermedad degenerativa sin cura. Eso fue en 2011, y lo que era un matrimonio feliz derivó en un infierno. Ella le denunció por malos tratos. Y aunque nunca fue condenado, aquel episodio desembocó en un divorcio en 2014, en el que ella se quedó la casa y la custodia de los niños.
Con su segunda esposa, Beatriz, se casó en 2019. Ahí ya no había amor y él lo sabía. Pero necesitaba a alguien que le cuidase. Su enfermedad había avanzado a pasos agigantados y le había postrado en una silla de ruedas. Apenas podía hablar. Sellaron verbalmente una especie de acuerdo tácito, en el que ella le cuidaría mientras viviese. Ahora, Isaac está muerto y Beatriz detenida. Le acusan de asesinato. Aunque ella se acogió a su derecho de no declarar, la investigación sigue un móvil económico.
Porque Isaac cobraba más de 3.000 euros al mes y recientemente había percibido unos 200.000 mil euros en concepto de dos seguros que había contratado tiempo antes. EL ESPAÑOL ahonda en la historia de Isaac, el expolicía municipal discapacitado que fue dado por desaparecido el 1 de diciembre y cuyo cadáver apareció enterrado en una finca de Godelleta (Valencia) que tenía alquilada en secreto Beatriz, su segunda mujer y presunta asesina.
La enfermedad de su madre
Isaac Guillén Torrijos nació en 1975 en un pueblo de Cuenca llamado Cardenete, pero pronto se mudó a Valencia a trabajar. Allí obtuvo un puesto en la Policía Local de Catarroja y el respeto de sus compañeros. Solamente el presunto acoso de unos superiores empañó aquella época profesional. Este factor, a la postre, unido a su enfermedad y a sus problemas sentimentales, resultó decisivo para que abandonase el cuerpo.
Isaac se casó con su primera esposa en 2004 y tuvo con ella una hija (que ahora tiene 14 años) y un hijo (que actualmente tiene 10). La relación iba viento en popa hasta que al policía le diagnosticaron ataxia degenerativa. Una enfermedad hereditaria que también sufrió su madre: “A ella la abandonó su marido cuando se puso mal. Se marchó con otra. Por eso Isaac se cuidó mucho de que a él no le pasase eso si le diagnosticaban la enfermedad. Por eso puso todos sus seguro y el testamento a nombre de su hijos”, le cuenta a EL ESPAÑOL uno de los mejores amigos de Isaac.
Aunque esta enfermedad la sufrían sobre todo las mujeres de su familia, a Isaac también le tocó esa desgracia allá por 2011. “A partir de ahí, su mujer empezó a comportarse peor con él, como si quisiera quitárselo de encima por ser un estorbo”, explica esta misma fuente, que asegura que los años siguientes fueron un infierno para Isaac: “Ella le denunció por malos tratos, aunque él se movía poco. Difícilmente le podría agredir”. No hubo condena para Isaac, pero sí una ruptura traumática con resultado de divorcio. La mujer se quedó la casa y los niños, que iban a ver a su padre cuando el régimen de visitas se lo permitía.
Mucho dinero y boda interesada
“¿Por qué no te vas a una residencia? Tienes dinero suficiente para pagarte una buena”, le preguntaban sus amigos, viendo su evidente deterioro físico. Isaac se negaba. Era cierto que tenía dinero suficiente para permitirse la mejor. Isaac dejó el cuerpo de policía en 2014 y le quedó una paga por invalidez superior a los 3.000 euros. Además, tenía varios productos financieros contratados que le aseguraban un cómodo colchón económico de 200.000 euros.
Pero Isaac se negaba, por activa y por pasiva. Los motivos eran dos: sus vástagos. i el hombre ingresaba en una residencia, ya le podía decir adiós para siempre a lo de ver a sus hijos. “Necesito estar en una casa con una persona que me cuide. Si no, dejarán de permitir a mis hijos que me visiten”, respondía. Eso buscaba y eso encontró, aunque no imaginaba el fatal desenlace que le esperaba.
En 2017, Isaac encontró a Beatriz. Una mujer 4 años menor que él (en la actualidad tiene 41) de Valencia capital. Como su padre, Bea trabajaba de conserje en un edificio del centro de la capital levantina. Isaac y Bea se conocieron en un viaje de fin de semana. Con él iban sus dos hijos; Beatriz iba acompañada de su único hijo, que en la actualidad tiene 17 años y que acaba de ser detenido en relación con la muerte de Isaac. El chico, al contrario de lo que ha hecho su madre, sí que ha confesado en sede judicial.
“Isaac no dio el paso enseguida. Se lo pensó mucho. Tras el viaje intimaron. Empezaron a hablar mucho por teléfono. Ella le propuso matrimonio. Él, cuenta su entorno, no lo veía claro: “Me decía que sabía que no era por amor, pero que él necesitaba eso: una mujer que le cuidase y que le mantuviese lejos de una residencia, porque eso le condenaba a él a no ver a sus propios hijos”. Fue ella la que se lo propuso. Tras mucho pensárselo, Isaac dio el sí quiero. Para evitar que le sucediese como a su madre, abandonada por su marido cuando se le declaró la enfermedad degenerativa, Isaac puso a buen recaudo sus ahorros. Hizo testamento con sus hijos como únicos beneficiarios. “A Bea la puso como titular solidaria de una de las cuentas, la de las compras cotidianas”, asegura esta misma fuente a EL ESPAÑOL. Del seguro de 200.000 euros, nada se sabe.
Gritos y malas palabras
La boda se celebró por lo civil en Valencia, en mayo de 2017. Isaac se fue a vivir con Bea a un piso de la avenida Ausiàs March (Valencia) propiedad de Bea. A partir de ahí, el estado del expolicía empezó a empeorar. Cuentan sus vecinos de bloque que ella le maltrataba psicológicamente. Que le hablaba mal, que le humillaba en público y que a menudo se reía de él: “Cuando dijeron que había desaparecido, yo ya sospeché de ella”, reconoce una de las propietarias del restaurante chino que hay justo al lado de su portal. Una teoría que comparte el 90% de los vecinos con los que hemos hablado.
Los amigos de Isaac, en cambio, no percibían que lo estuviese maltratando. Pero es que tampoco tuvieron muchas oportunidades de comunicarse con él. Sabían que algo había. Que Bea tenía un carácter muy hosco, especialmente con la hija mayor de Isaac cada vez que los niños venían al piso a visitar a su padre. Pero no tenían ninguna certeza, porque Bea cortó todas las comunicaciones de Isaac con sus amigos: “Teníamos un grupo de Whatsapp con un montón de amigos y compañeros de la policía en el que estaba él. Un día recibimos todos un mensaje de su número: era Bea diciendo que Isaac ya no se iba a comunicar más con nosotros porque su enfermedad había avanzado tanto que ya no podía ni escribir. Que, a partir de ahora, sería ella la interlocutora”, nos cuenta su amigo.
A veces se seguían reuniendo estos amigos a almorzar. Pero Bea quiso, en todo momento, formar parte de esas reuniones. No dejaba que Isaac se fuese solo, con el pretexto de cuidarlo. En esos encuentros, ella hablaba por él, que apenas podía ya comunicarse. Y fue en una de esas quedadas cuando ella explicó al resto del grupo que Isaac le había pedido la eutanasia. Que estaba mirándose un viaje para irse a Suiza y que se la practicasen allí sin problemas. Que algún día se iría sin decir nada, porque esa era su voluntad. “Nos quedamos tan sorprendidos cuando nos dijo eso, que solamente la miramos a ella. Fallo mío. Tendría que haberme percatado de la cara que él ponía cuando Bea decía eso. Él ya no podía hablar, pero igual sí que gesticuló y no nos dimos cuenta”, explica uno de los presentes en dicho almuerzo.
Falsa eutanasia, falso SMS
La desaparición de Isaac se produjo oficialmente el domingo 1 de diciembre de 2019. Un día antes, Bea e Isaac estuvieron en uno de esos almuerzos. El expolicía ya no se comunicaba de ninguna de las maneras, y ella volvió a hacer referencia a la muerte digna y al deseo de Isaac de que le practicasen la eutanasia. Su amigo sigue sin verlo claro: “Yo creo que es mentira, porque si hubiera sido así, lo hubiera llevado a Suiza y no lo hubiera enterrado en una finca de Godelleta. No hubiera pasado nada”. Al día siguiente se perdió toda pista sobre Isaac, que unos días antes había cobrado 200.000 euros por sus seguros.
“A mí me dio el aviso de la desaparición su exmujer, la madre de sus hijos. Me llamó para decirme que no podía localizar a Isaac, que no sabía dónde estaba. Yo no me hablaba con esa mujer desde que lo denunció por malos tratos, pero ese día la escuché porque me extrañó mucho y me preocupé por mi amigo”, confiesa su amigo. De ahí, todo el entorno de Isaac se puso en contacto con Bea, que en todo momento contestó con evasivas: ella dijo que el hombre se había marchado por su cuenta. Que lo había dejado en un bar con amigos y que nunca volvió. Y que le había mandado un mensaje ordenándole que no le buscase, que era una decisión que él había tomado.
Un mensaje que también recibieron sus amigos más íntimos. Un SMS que levantó la liebre: un texto lleno de faltas de ortografía y números sustituyendo a letras. Una ininteligible forma de escribir con la que Bea habría intentado simular la forma de escribir de Isaac, ya muy diezmado por la enfermedad. En él, el supuesto Isaac hablaba bien de Bea (la única que me ha cuidado) y les pedía que no le buscasen.
Rompiendo los carteles
El entorno de Isaac denunció la desaparición y empapeló toda su barrio de Valencia con carteles con su cara. Carteles que la propia Bea arrancaba, enfrentándose con los que los colgaban. Decía que Isaac se había ido por su propia voluntad y que no quería que le buscasen. Insistía en eso: que dejasen de buscar. Ella no lo hacía, se mostraba tranquila y no manifestaba la más mínima preocupación.
Paralelamente, Bea había alquilado una finca en el pueblo valenciano de Godelleta. No se lo dijo a nadie. La única persona que lo sabía era el propietario, que un día se puso en contacto con ella para decirle que tenía que entrar a podar los árboles y arrancar las malas hierbas. Ella no respondió bien a la propuesta: se negó a que el propietario entrase en la parcela y se comprometió ella misma a hacer ese trabajo. No quería ver a nadie husmeando.
Para entonces, la policía ya tenía a Bea como única sospechosa del caso. La siguieron la semana pasada, sin que ella lo supiera. Llegaron a la finca de Godelleta y allí se encontraron de bruces con la silla de ruedas de Isaac. De ahí al registro policial autorizado por un juez, que llevó al hallazgo del cadáver enterrado de Isaac. Bea fue la primera detenida. El siguiente fue su hijo de 17 años, que confesó que su madre había matado a Isaac y que él había participado en la ocultación del cadáver. Que lo hizo por miedo, porque su madre le amenazaba e intimidaba para que le ayudase. Ella pasó a disposición judicial la mañana del 19 de junio y se acogió a su derecho de no declarar. Tras ello fue trasladada a la prisión de Picassent. El juez decretó para ella prisión provisional comunicada y sin fianza. Está acusada de asesinato.
La familia del finado no quiere hablar, al menos de momento. Todos sabían, de uno u otro modo, que Isaac no se había marchado por su cuenta. “Quería demasiado a sus hijos como para irse a matar a Suiza sin decírselo a nadie. O a nosotros, que Isaac tenía buenos amigos”, concluyen desde su entorno más próximo. Todos sabían que no se había ido y todos sospechaban de Bea y sus extrañas respuestas tras la desaparición. Pero nadie se imaginaba que aquella mujer amable con la que se casó a cambio de cuidados, acabaría cometiendo el terrible crimen y enterrándolo en una finca, sin deshacerse si quiera de la silla de ruedas. Lo hizo por dinero; ahora puede pasar el resto de sus días en la cárcel, además de haber complicado para siempre la vida de su hijo, aún menor de edad.