“Puede ahorrarse el plazo que me ha dado y fusilar a mi hijo. El Alcázar no se rendirá jamás”, espetó el coronel Moscardó. La anécdota, aupada por la maquinaria de la propaganda, acabó en premonición. Unos meses después, el 28 de septiembre de 1936, Francisco Franco pisaba el Alcázar de Toledo. Sobre sus hombros, la simbología de Toledo como cuna de España, la del Alcázar como lugar de reyes castellanos. Y atrás quedaba la encarnizada batalla, el asedio y el hambre de sus soldados que aguantaron y aguantaron. Toda esa épica de tiempo ha, ahora con la tranquilidad de un sábado por la mañana en democracia, la puede revivir Javier Ortega Smith (Madrid, 1968) mientras se toma un café en la terraza de su cigarral con vistas al Alcázar.
En la Declaración de Bienes y Rentas que el secretario general de Vox presentó al Congreso de los Diputados aparece un modesto apartado bajo el título de “Finca”, sita en Toledo. Él es propietario de una octava parte pero, el nombre, casi que no le hace justicia. Según ha podido descubrir EL ESPAÑOL, bajo esa nimia clasificación se esconde el cigarral de Santa Elena, un cigarral de nada menos que 23.000 metros cuadrados. Se trata de una propiedad que adquirió su bisabuelo Dámaso Fernández-Arias en 1931 y que ha ido pasando de generación en generación hasta que ha caído en manos del número dos de Santiago Abascal. Según la nota simple a la que ha accedido este diario, la mitad pertenece a su padre, ya fallecido, y la otra mitad está repartida entre Javier y sus otros tres hermanos.
“Canta tu estrofa, cálida cigarra”, que escribía el poeta malagueño Salvador Rueda. Los cigarrales, que toman su nombre del insecto, son una de las construcciones emblemáticas de Toledo, un concepto similar al de cortijo andaluz. Ubicado en la orilla sur del río Tajo, el de Ortega Smith nació como finca de recreo de la burguesía madrileña y ha ido perdurando ahí durante más de un siglo. Cuando cayó en manos de la familia de Ortega tenía como vecinos a nada menos que el cigarral de Menores, de Gregorio Marañón, y el cigarral del diplomático Salvador de Madariaga, entre otros.
Sin embargo, a pesar de la apariencia inmaculada, el cigarral de Ortega Smith podría albergar algunas irregularidades. A pesar de que tiene cinco edificios construidos, este diario ha podido comprobar que en el Catastro sólo figuran dos de ellos. Además, no constan ninguna de las reformas que se han hecho en los últimos años en la totalidad de las construcciones. El fin de semana pasado, este diario ya publicaba otras irregularidades en otra propiedad de Ortega Smith en Asturias. Si bien declaraba ser propietario al 14% de una vivienda, en realidad lo era al 100% y, aunque le daba uso residencial, en el Catastro figuraba como almacén de uso industrial.
Hasta ahora, el vínculo de Javier Ortega Smith con Toledo no estaba del todo claro. Más allá de todo lo que simboliza la ciudad vieja para la historia española y que el secretario general de Vox es muy dado a glorificar el pasado imperial de España, no había ningún vínculo establecido. Sin embargo, este diario ha descubierto que no sólo esconde en la ciudad una digna mansión, sino que además fue al antiguo colegio Sadel cuando era pequeño. Más tarde, de mayor, volvió para estudiar Derecho en un centro adscrito a la Universidad Complutense de Madrid ubicado en la capital de Castilla-La Mancha.
El secretario general de Vox es uno de los personajes de esta semana. Aunque su figura se ha ido diluyendo notablemente desde que contrajo el coronavirus, el pasado miércoles le dieron el alta del Hospital La Milagrosa, en Madrid. Tras superar la enfermedad, que pasó en su residencia de Madrid, le aparecieron una serie de trombos en la pierna izquierda y en los pulmones que obligaron a su ingreso de urgencia el pasado sábado día 9 de mayo.
Ahora, con todo ello superado y con Madrid avanzando a la fase uno de desconfinamiento, quizás pueda valorar ir a pasar unos días lejos del trasiego, en su cigarral de Santa Elena. Pero este sábado ha preferido estar en la manifestación automovilística que Vox ha convocado contra el Ejecutivo de Pedro Sánchez. Se ha hecho trending topic en Twitter por asegurar que el coronavirus ha sido creado en un “laboratorio por el régimen comunista chino como arma biológica”, algo que en ningún momento se ha demostrado. Sigue resonando aquello que dijo de que sus anticuerpos españoles vencerían al “maldito virus chino”.
De marqueses a los Smith
El cigarral de Santa Elena de Ortega Smith está localizado en una ladera al sur del río Tajo. La orografía, desgraciadamente, hace que parte de sus miles de metros cuadrados no sean aprovechables para otra cosa que no sea el cultivo. Sin embargo, tiene una vivienda de dos plantas, cada una de 265 metros cuadrados y otra vivienda de una planta y de 216 metros cuadrados. La entrada de la principal, amplia y con portón, como la de una mansión, da a un patio que mira directamente al Alcázar. Además, tiene un jardín, con bancos y extensión que casi lo convierten en parque. Todo ello fue construido en 1890 y ha sido reformado recientemente, aunque en el Catastro no figure ninguna de estas reformas. El aspecto exterior es de absolutamente nuevo.
Los primeros cigarrales aparecieron en Toledo en el siglo XVI y se han ido convirtiendo en una realidad cultural específica de la zona. En sus inicios, arrancaron siendo poco más que un terreno para uso agrícola, pero en la segunda década del siglo XX cambiaron su significado. Pasaron a ser fincas deseadas por la élite madrileña, por su ubicación desde la que se puede contemplar Toledo y por su contacto con la naturaleza. Sufrieron lo que hoy se llamaría gentrificación.
Este diario ha revisado la documentación disponible sobre el cigarral de Ortega Smith. Por un lado, para contar la historia de la finca y, por otro, para contar la historia de la familia del ahora político. Ya se sabe, quiénes somos y de dónde venimos -como cantaban los chicos Siniestro Total- son dos preguntas que siempre van ligadas.
En la documentación catastral de la época, aparece el cigarral por primera vez en 1906. Entonces, pertenecía a un desconocido Félix Soria García, se llamaba el cigarral de Santa Agustina y tenía sólo 15.000 metros cuadrados. De aquella, todavía de uso agrícola, contaba con 200 plantas frutales y 200 olivos. El cigarral vuelve a aparecer de nuevo entre los documentos en 1929, pero su propietario ya es un aristócrata: Manuel Gómez-Acebo, marqués de Cortina. El linaje de los Cortina es parte de la flor y nata social desde que el rey Amadeo I les otorgó el título en 1872. Y a él se lo compraría, en 1931, otro gran personaje de la sociedad toledana, el doctor Dámaso Fernández-Arias, bisabuelo de Javier Ortega Smith.
Dámaso, reputado doctor de profesión, era miembro de una familia distinguida de Madrid, con relación con las altas esferas desde el siglo XIX. No sería el único de los familiares de Ortega Smith con esas características; el abuelo del diputado de Vox y yerno de Dámaso, Víctor Manuel Ortega Pérez, fue años después un abogado muy cercano al régimen franquista.
Cuando el cigarral llegó a esta familia a través de Dámaso, compartían vecindad con otros miembros de la alta sociedad española. Cerca estaba el cigarral del doctor Gregorio Marañón, que sigue perteneciendo a la familia. También estaban los cigarrales de Salvador de Madariaga, diplomático, ministro durante la Segunda República y escritor; y el cigarral del que fue alcalde de Toledo, Alfredo Van Den-Brule, conocido como el alcalde de la concordia.
Ya cuando Dámaso lo adquirió, tan sólo un par de años después, en 1933, le cambió el nombre a la finca, de Santa Agustina pasó a denominarse cigarral de Santa Elena, nombre que sigue teniendo hoy en día. Lo hizo en honor a su mujer, Elena Sánchez. Que esta rama de la familia del diputado de Vox seguía siendo de alcurnia es relativamente fácil de demostrar, su recorrido queda trazado en las páginas de sociedad de la época. Por ejemplo, el 21 de diciembre de 1931 Dámaso y su mujer Elena presentaron en sociedad a su hija Sara Fernández-Arias, abuela de Javier Ortega Smith, y apareció en el diario ABC.
Guerra Civil y pobreza de Elena
Dámaso, el bisabuelo del secretario general de Vox, sin embargo pudo disfrutar poco del cigarral que tenía. Falleció el 22 de junio de 1934, muy joven, cuando sólo gastaba 49 años. El cigarral de Santa Elena pasó a manos de su mujer, Elena, que ya aparece en 1936 como propietaria en el Catastro y que había ampliado la finca a los 22.499 metros cuadrados, similar a la extensión de hoy día.
Y, entonces, la guerra. Cuando estalló la contienda fratricida de la Guerra Civil, el cigarral estaba en manos de la bisabuela de Javier Ortega Smith y ese terreno se convirtió pronto en un auténtico campo de batalla. Toledo era un enclave sublevado en medio de territorio republicano y el sitio que sufrió el Alcázar ha pasado a la historia como una de las grandes hazañas bélicas. Sin ningún valor militar pero sí simbólico, que las tropas franquistas aguantaran se convirtió en carne de propaganda una vez ganaron la batalla, en septiembre de 1936.
Las imágenes de Franco visitando el Alcázar dieron la vuelta al mundo y le auparon al puesto de jefe de Estado que desarrolló, sanguinariamente, durante casi medio siglo más. A ello hay que sumar el significado que ya tenía antes, como fortaleza de Toledo, capital de España y cuna del país conocido hoy, y como residencia de Carlos I de España y V de Alemania. El Alcázar, y Toledo en su extensión, evocaban aquella época en la que en el Imperio español no se ponía el sol y que tanto le gusta recordar hoy día a Javier Ortega Smith.
El cigarral de Santa elena estaba ubicado durante la Guerra Civil en un territorio que sufrió cruentas batallas y bombardeos. La mayoría de las fincas fueron completamente destruidas, como la de Gregorio Marañón, que tuvo que ser reconstruida después. Se desconoce si la bisabuela de Ortega Smith tuvo que reconstruir el suyo, aunque seguramente no estuvo ahí durante la contienda ya que era el puro frente y un lugar poco recomendable para habitar. Es extraño que después de la guerra ella siguiera siendo la propietaria; muchos se destruyeron y acabaron cambiando de dueños.
Sin embargo, el siguiente documento en el que aparece este cigarral está fechado el 27 de julio de 1959. Se trata de un escrito a Hacienda que hace Elena para rebajar el valor de la finca. En él, Elena explica que hay cinco edificaciones -las cinco que sigue teniendo- pero que sólo utiliza dos, “el resto se trata de elementales y sencillas construcciones, sin aprovechamiento y menos beneficio económico”, se puede leer. “Los conservo por haberlos adquirido por herencia”, añade. Este ejercicio podría explicar que ya no se hallen en el Catastro esas construcciones.
En esa manifestación firmada, Elena deja entrever que en lo económico no le va muy bien. Lo refleja al hablar de uno de los edificios, que usaba para cobijar el automóvil “cuando lo poseía antes del año 1936”, explica. “Desde entonces y por carencia de medios económicos, he tenido que prescindir de este modo de locomoción, hoy en día al alcance de las clases más modestas”, añade. Curiosamente, hoy es su biznieto el que, de la mano de Vox, ha organizado una manifestación de automóviles para protestar contra el Ejecutivo de Pedro Sánchez.
Otras irregularidades de Smith
El siguiente documento que aparece respecto al cigarral es de 1968. Ahí sigue siendo de Elena y su pista desaparece hasta que en la nota simple a la que ha accedido este diario pone que Víctor Manuel Ortega Fernández-Arias, el padre de Smith, lo heredó en 1978. Seguramente, durante esos 10 años Elena falleció y pasó a pertenecer a su hija Sara, la abuela del secretario general de Vox. Según la nota simple, actualmente pertenece la mitad al padre -que falleció el pasado mes de diciembre y ahora será de la madre- y la otra mitad está repartido entre sus cuatro hijos, uno de ellos es Javier Ortega Smith, que posee el 12,5%, la octava parte.
Hoy en día Javier Ortega Smith sigue usando el cigarral. Lo habitó ya de pequeño cuando fue al colegio Sadel y más mayor cuando estudió Derecho. Desde la irrupción de Vox, sigue guardando mucho vínculo con la localidad. Más allá de su simbolismo, de Toledo es Enrique Cabanas, del núcleo duro de Vox, y ahí se localiza la auditoría Ábaco que le lleva las cuentas a la formación. Cuando va, Ortega Smith hace vida con los simpatizantes y miembros de la formación en Toledo y de vez en cuando celebra reuniones sociales en el inmenso cigarral.
Las irregularidades catastrales que se detectan, que indican que tiene tres edificios sin declarar, se pueden explicar a través del escrito de su bisabuela a Hacienda para restarle valor. Sin embargo, basta pasear por los aledaños del cigarral para ver que las construcciones han sido reformadas. Estas reformas, que lo han dotado todo de un aspecto absolutamente nuevo, deberían haber sido notificadas a Catastro por parte de los titulares. Si no se ha hecho así, incurrirían en una irregularidad que podría ser sancionada. Si, además, para las obras no se ha pedido licencia, la falta ascendería de categoría.
Pero esta no es la única cuestión extraña en el patrimonio de Javier Ortega Smith. El pasado fin de semana EL ESPAÑOL ya publicaba algo similar con una vivienda que tiene en el municipio asturiano de Figueras. Según su Declaración de Bienes y Rentas presentada en el Congreso de los Diputados, él asegura ser propietario sólo del 14% de la vivienda. Pero según ha podido comprobar este diario, la nota simple especifica que sigue siendo titular al 100%. Además, en el Catastro la vivienda figura como almacén de uso industrial, ya que es una antigua fábrica, pero en la actualidad se utiliza como residencia. Otra irregularidad.
En este contexto, a todo ello hay que sumar que Ortega Smith declara haber cobrado sólo 23.087 euros brutos anuales en el anterior ejercicio, una cifra minúscula. Como concejal en el Ayuntamiento de Madrid que también es, le corresponde un salario de 65.972 euros brutos anuales y como diputado en el Congreso le corresponde una retribución de 41.746 euros brutos anuales. Ambos salarios no son compatibles, pero sí más elevados de lo que declara, y a uno de ellos habría que sumarle el salario que cobra de Vox, que es desconocido porque las cuentas de la formación no son del todo transparentes.
En su última declaración, a Javier Ortega Smith también le han desaparecido 38.011 euros que había declarado en la anterior y que tenía bajo el concepto “Mutualidad de la abogacía”. La Mutualidad de la abogacía es una especie de aseguradora para abogados alternativa al régimen de autónomos. Así, esos miles de euros podrían deberse a un plan de ahorros que tenga contratado o a un plan de pensiones, por ejemplo. Por eso, tampoco se explica que ese dinero, que era un bien suyo, haya desaparecido.
Al margen de todo esto, Ortega Smith no es una persona pobre, o no lo aparenta. Con esta nueva revelación del cigarral se puede ver que viene de una familia que durante años ha ido adquiriendo propiedades. Ahora, como heredero, tiene un refugio dorado, y hasta este momento desconocido, al que ir a descansar si así lo quiere. Y no es cualquier cosa; justo enfrente tiene el Alcázar que para muchos, también para él, significa todo lo que España fue.