Miquel se enteró de cómo había sido concebido a los 15 años. Ese día, en un punto inconcreto de la carretera, mientras su madre conducía el coche, lanzó al aire la pregunta que desde hacía tiempo no le dejaba dormir. "¿Si todos en la familia paterna, incluido papá, han muerto por la misma enfermedad, lo haré yo también?", soltó, sin más miramientos.
Tras un breve y al mismo tiempo infinito silencio. Su madre le respondió: "No hay ninguna posibilidad de que tengas esa enfermedad degenerativa". Para Miquel era una respuesta vaga, vacía de argumentos y volvió a insistir. Sin más opciones, la madre le confesó que era hijo de un donante de esperma. Sorprendido y aliviado a la vez, entendió que lo que su padre había hecho era un desinteresado acto de amor para salvarle.
De manera paralela, siete años después, Zuriñe, con 22 años, vivía una situación idéntica. Su padre había fallecido hacía seis meses por una afección hereditaria. Su madre siempre le había dicho que nunca iba a padecer esa enfermedad porque solo afectaba a los hombres. Hasta que un día descubrió en las noticias que una mujer también la tenía. Consciente de la preocupación de su hija por la muerte, aún de luto, le reveló que su padre era estéril por su mal y había sido una de las pioneras en España que recurría a la reproducción asistida en un hospital de Bilbao, en el año 1983.
Su progenitora entendía, además, que tras la pérdida de su padre, podría ayudarle saber que en realidad también tenía un padre biológico y, tal vez, querría conocerlo. No fue así, al menos entonces. Su padre nunca había querido revelárselo, era algo sumamente complicado para él. Zuriñe entendió en ese momento muchas de las situaciones anómalas que había vivido con él y lamentó no poder agradecérselo. A su madre la tranquilizó, le dio las gracias y zanjó el asunto mientras tomaban un café.
Impotencia y miedo
Aunque estos dos nacidos por donación no se conocían, su historia se estaba escribiendo de manera semejante desde el momento de su concepción. Las dos familias habían optado por una inseminación de semen artificial para librar de la pronta muerte a sus únicos descendientes. Ninguno de los dos conocería su origen hasta la defunción de su padre y a partir de entonces, su vida cambiaría para siempre. Veinte y quince años después de aquel momento, luchan juntos por que el derecho del menor a conocer sus orígenes biológicos, prevalezca sobre el anonimato del donante.
Para Miquel (Barcelona, 1982), conocer la verdad supuso un alivio y con los años, sin esperarlo, un tormento. Nunca dejaría de andar, hablar, escribir o masticar hasta llegar a la muerte, con 40 años, como le había ocurrido a su abuelo, su padre y sus dos hermanos antes que él [padecieron una ataxia espinocerebelosa de tipo 1, ATC1]. "Entendí el sacrificio, pero fue un impacto saber que en quien yo más confiaba, se había guardado eso durante tantos años. Durante la adolescencia vino lo peor, tuve dinámicas autodestructivas por una crisis de identidad, que se vio agravada por cómo había sido concebido", relata Miquel Roura, en una entrevista con EL ESPAÑOL.
Esta catalán, de 37 años, quería saber quién era, terminar de construir su identidad y aceptarse, pero no podía. "Sentía impotencia y miedo por cómo podía afectarle a mi familia lo que estaba sintiendo. Todo el problema residía en la ley de Reproducción Asistida de 1988, que protegía el anonimato del donante y a nosotros nos dejaba al margen, prohibiéndonos conocer nuestro origen", crítica.
¿Pagaron por mí? ¿Me escogieron como si fuera una barra de pan? ¿Consumió pornografía mi padre biológico? ¿Estuve congelado? ¿Por qué pueden decidir el donante y los receptores, pero no puedo hacerlo yo? Estas son algunas de las preguntas que a menudo atormentan a Miquel. Y que, al mismo tiempo, también empezaban a surgirle a Zuriñe, solo que a 630 kilómetros de distancia, en Aranjuez (Madrid).
Esta administrativa (36 años) también sintió desahogo al saber que no padecería la enfermedad de Steinert [afección muscular caracterizada por miotonía y daño multiorgánico], pero también una inmensa curiosidad por conocer cómo era su padre biológico e incluso si podría tener hermanos repartidos por España. "Nunca tuve problemas personales por esto, pero siempre pensaba en qué rasgos podía tener o si podía padecer alguna enfermedad, al fin y al cabo, puede afectarme", cuenta a este diario.
Levantar el anonimato
No sería hasta el pasado año cuando, como ella dice, le daría un giro a su historia. "Saltó la noticia de que se estaba barajando la posibilidad de que se levantase el anonimato de los donantes y entonces mi curiosidad se convirtió en una realidad, empecé a investigar", cuenta. Ahora, la futura donación de gametos [óvulos o semen] con DNI ya es un documento de 54 páginas firmado por unanimidad por el Comité de Bioética, un órgano no vinculante, pero sí consultivo del Gobierno, adscrito al Ministerio de Sanidad y compuesto por expertos en ciencia, salud, justicia y ética.
Hasta el momento, nadie se había cuestionado el anonimato de la donación de óvulos o de esperma —protegido por la ley—, una de las razones, además de la calidad del servicio, que ha permitido a España ser líder europeo en reproducción asistida. Sin embargo, una nueva cultura de la verdad, motivada por el hecho de que cada año nacen más niños por este sistema y los cambios legislativos en seis países, entre ellos Reino Unido, ha desordenado lo establecido y reclaman el derecho del nacido por donación a saber no sólo el cómo sino quién.
"No hay argumentos para privar a las personas del derecho a su identidad. Tras la convención de los Derechos del Niño en Naciones Unidas, escuchar a diferentes actores implicados y debatir durante un año, concluimos que la intimidad del donante no debe primar frente al derecho del nacido. No se trata de algo imprudente, ni invadir a nadie mandándole una notificación, sino de crear un sistema de acompañamiento y asesoramiento similar al de la adopción que permita estudiar cada caso. Habrá quien quiera, quien no y en algunos casos podrá tener un efecto negativo, en cualquier caso, no podemos privarles de ese derecho".
Quien habla es el doctor en Derecho Médico y Bioderecho, Federico de Montalvo, presidente del Comité de Bioética. El objetivo no es establecer una normativa inmediata, sino crear una nueva cultura que haga reflexionar. El informe ya se ha enviado al Gobierno y según apunta este experto, su primera sensación es que tienen interés en verlo.
El foco siempre había estado en los donantes y en los receptores, es decir, los adultos- ¿Habrá llegado el momento para los miles de niños que nacen al año en España por inseminación artificial y que no pueden decidir? Lo que no contempla este informe, según apunta de Montalvo, es que la medida tenga efecto retroactivo, de modo que los Miquels y Zuriñes que nacieron desde 1978 hasta la actualidad no podrían tener acceso legal a su orígenes.
Cuando Zuriñe leyó sobre el papel del periódico esta realidad, no pudo contenerse y empezó a buscar respuestas. "Buceé en Google y di con el blog madre de luna en internet donde había escrito Miquel toda su historia hacía un tiempo. Me pareció tan fuerte que nuestra vida fuese tan similar, que contacté con él y hablamos durante horas de nuestra historia". Esta vasca incluso llegó a fantasear con que pudiese ser su hermano y aunque científicamente no lo es, en realidad es como si lo fuera, pues por fin encontraba a alguien que había vivido y sufrido tanto o más que ella solo por cómo había sido concebida.
Foto e historial médico
Aunque saben que la ley no contempla sus casos, Zuriñe y Miquel tienen la voz más alta que nunca y luchan por los derechos de quienes procedan de un banco de gametos. No obstante, también contemplan matices. Entienden que no se levante el anonimato en los casos pasados, pues al final firmaron por ello. Tampoco defienden que los hijos tengan derecho a un contacto directo con su padre biológico, pero sí tener acceso a un mínimo de información. Y si este sistema no sale adelante, que se plantee uno mixto.
"Entiendo que una persona ha firmado por unas condiciones, pero los niños deben tener derecho a tener algo de información sobre su origen. Con esto me refiero a una foto del padre biológico y un historial médico. No defendemos un contacto directo, eso puede ser negativo y depende de cada uno. Donar un óvulo no significa ser madre. La idea que se tiene es equivocada; una cosa es saber de dónde vienes y otra es la relación que puedes llegar a tener con un padre que te ha abandonado, como puede ser una adopción", detalla Zuriñe.
— ¿Creen que esto puede llegar a integrarse en una ley?
— (Zuriñe) Tengo mis dudas, al final todos sabemos que esto es un negocio y mueve mucho dinero. Estamos aquí gracias a ello, en mi caso fue altruista, seguramente algún médico o estudiante como sucedía en aquella época, pero debemos luchar porque el perfil del donante cambie. Si no se consigue un sistema sin anonimato, que al menos se impulse un sistema mixto donde el donante y los receptores puedan elegir si prefieren que sea anónimo o no.
— (Miquel) De esa manera, nadie te obliga a donar si no quieres, pero piensas en lo que estás haciendo, sin hacerlo solo por dinero como hacen muchos. La ley es completamente justa, el menor no puede escoger como viene y por ser concebido así se le quita un derecho inalienable, conocer su origen. Nosotros no podemos renunciar nunca, ahora, al menos, estamos abiertos a más posibilidades.
¿Cómo afecta a la natalidad?
El documento sobre la eliminación del anonimato es fruto de reuniones mantenidas por el Comité desde junio hasta septiembre con expertos en psicología, derecho, medicina, genética y filosofía bioética. También con la Sociedad Española de Fertilidad (SEF), el otro gran grupo de esta controversia porque mantiene la posición opuesta: sí al anonimato.
Su presidente, el ginecólogo especializado en Reproducción Luis Martínez, se niega en rotundo, principalmente, porque supondría un perjuicio en la atención a las mujeres que se atienden actualmente. "La medida supondría menos donantes y, por tanto, menos material. Habría que comprar semen en el extranjero donde fuese anónimo, eso encarecería los tratamientos y generaría desigualdad", argumenta. En España, el 9% de las nacimientos se producen por reproducción asistida. Además, del total que se somete a este tratamiento, un 30% son extranjeros que buscan el anonimato y la calidad del servicio que, tal vez, no hay en su país.
¿Esta ley mejoraría el perfil del donante, tal y como persiguen Miquel, Zuriñe y el Comité de Bioética? La respuesta es negativa, según el SEF. "En Inglaterra, el perfil del donante ha cambiado, pero no ha servido para conseguir la cantidad de semen que necesitan. El semen o lo óvulos de mejor calidad son los de la gente joven. ¿Qué vamos a ir buscando? ¿Mejorar el perfil con una persona de 40 años, casado, que no lo haga por el dinero? Eso no mejoraría nada la calidad de su donación", detalle Martínez, en conversación con EL ESPAÑOL.
¿Y la natalidad? "El hecho de que haya menos tratamientos con gametos donados, producirá que nazcan menos niños. De hecho, se estima que se puede reducir en un 4% la tasa de natalidad, en un país que no tiene garantizado el relevo generacional", sostiene Manuel Muñoz, ginecólogo especializado en Reproducción Asistida.
— ¿La solución más adecuada, entonces, sería un sistema mixto?
— Ese sistema se da en seis países de la Unión Europa, donde el donante y la pareja receptora puede elegir si es anónimo o no. En estos casos, el 95% eligen el anonimato. Lo que deben investigar es si esto es realmente una demanda social, porque como dicen los datos en otros países no lo es.
Otras de las opciones que plantean estos dos médicos es informar con más tiempo de cómo han sido concebidos a los hijos de donantes. Miquel lo supo con 15 y Zuriñe con 22. Una decisión que reside en los padres y que, a pesar de vivir en el siglo XXI, se sigue manteniendo en secreto en la gran mayoría de las familias. "Hay que partir que trabajar en la psicología de la Reproducción Asistida, que alguien hable con los padres para que desde que sus hijos sean pequeños, les digan que nacieron de gametos donados. Si esto sigue asi, la ley dará igual", sostienen.
Rocío, la ingeniero donante
El otro gran protagonista en esta disputa, indudablemente, es el donante. ¿Qué piensa sobre el posible anonimato?
Roció tiene 23 años, es estudiante de Ingeniería Software, trabaja en hostelería y hace tres semanas hizo su primera donación de óvulos en una clínica privada de Madrid. Cobró por ellos una compensación de 800 euros, en el caso de los hombres suele ser de 50. "Para mí una donación de óvulos no es lo mismo que una adopción y, por tanto, el anonimato debe permanecer", lanza esta donante, cuando este periódico habla con ella por vía telefónica.
Pero no cierra la puerta, en cambio, a que sus futuros hijos puedan tener algo de información sobre ella, precisamente en lo que han incidido en párrafos anteriores Miquel y Zuriñe. "Si los padres quieren ver una foto mía por ver mis perfiles, o lo que fuera no me importaría, siempre y cuando esas personas no me conozcan. Yo considero que el anonimato es importante, yo hago esto porque quiero ayudar", cuenta esa joven.
Para Rocío —nombre ficticio, para preservar su identidad—, donar un óvulo es un acto altruista. Su cuerpo lo fabrica y cada mes lo pierde. Si no lo utiliza, ¿por qué no iba a donarlo? "Para mí es como donar sangre u órganos, pero lo que no veo bien es que dentro de 10 o 15 años, alguien se presente en mi casa y me diga que es mi hijo; tu hijo es la persona a quien crías", prosigue.
"¿Y si el gameto tiene un problema congénito en el futuro, usted respondería?", le pregunta este periodista. "Si se diera la casualidad, no me importaría que la clínica se pusiese en contacto conmigo, me lo replantearía, la verdad", contesta. No obstante, las pruebas por las que pasan los donantes son exhaustivas: inyecciones durante más de dos semanas, una intervención, tratamiento médico, revisiones continuas... "Muchas amigas me han preguntado porque estaban interesadas por el dinero, pero cuando han sabido del proceso, se han echado para atrás", detalla Rocío.
Esta donante encuentra la solución a la demanda de los hijos por inseminación, sobre todo, en la información. "Los hijos deben saber cómo han sido concebidos, pero no es un problema mío, sino de cada familia que se somete a este tratamiento. Al final, es como hablar de sexo, si se informa a los hijos antes, en un futuro es más posible que sea responsable".
— Y usted, ¿le dirá a sus futuros hijos que donó óvulos?
— Sí, lo compartiría. Yo voy a criar a personas íntegras. Si yo tengo una hija o un hijo, me gustaría que ellos, su familia o amigos hiciesen lo mismo que yo, ayudar. Hay que predicar con el ejemplo.
Al igual que ella, Miquel y Zuriñe también le contarán a sus hijos que, en realidad tienen o tuvieron dos abuelos. Aunque para los pequeños nada cambie, es algo que a ellos les hubiese gustado saber cuando eran niños y, al final, también será parte de su historia y su origen.