Es muy probable, decía el divulgador y economista Eduard Punset, que las mejores decisiones no sean fruto de una reflexión de nuestro cerebro sino del resultado de una emoción. Echemos la vista atrás por un instante: ¿Por qué motivo hicimos las cosas más importantes de nuestra vida? ¿Qué nos impulsó a hacerlas? Quizá las emociones influyeron en nuestro cerebro mucho más de lo que pensamos.
Y es que está demostrado que las emociones pueden ponernos la vida del revés. El director de cine, Pete Docter sabía muy bien de todo esto cuando en 2015 dirigió y estrenó la famosa película Inside Out (Del revés, como se tradujo en español). Disney nos enseñó, a través de una película familiar, uno de los hitos más importantes de la psicología moderna: las emociones guían nuestros actos. Esto, que ya se estudiaba en las facultades de ciencia y psicología, salió a la calle (o a los cines), a través de la protagonista de la película, Riley, una niña de 11 años que nos enseñaba a través de sus ojos y, por primera vez, de su cerebro, cómo las cinco emociones básicas y universales del ser humano: alegría, tristeza, ira, asco y miedo -que fueron representadas en la película cada una con un personaje de distinto color-, influyen de forma importante en nuestras vivencias, recuerdos y conductas.
Y son y serán precisamente esas emociones consideradas universales las que los políticos usarán en estos días de campaña para convencer a nuestro cerebro de ir a votar en las próximas elecciones generales del 9-N. Los asesores de los cinco líderes principales, Pedro Sánchez, Pablo Casado, Albert Rivera, Pablo Iglesias, Santiago Abascal, y sumaremos también aquí por lo inesperado en estas elecciones a Íñigo Errejón, saben que tendrán que emocionar a nuestro cerebro para ir de nuevo a las urnas, en estos tiempos de hastío y de hartazgo político.
Fue el psicólogo norteamericano Paul Ekman, pionero en el estudio de las emociones -y quién asesoró a Pete Docter en Del Revés-, el que definió en 1972 las seis emociones básicas y biológicamente universales de los humanos (aunque en la película se usaron las cinco primeras): alegría, tristeza, ira, asco, miedo y sorpresa.
Activar el cerebro con las emociones
En épocas de idas y venidas políticas, de repeticiones electorales y de los acontecimientos “históricos” de las últimas semanas, el manejo de las emociones se convierte en algo fundamental en este próximo 10 de noviembre. Pero ¿qué es lo que necesitamos los votantes para ir de nuevo a las urnas después de haberlo hecho hace tan sólo seis meses?
“Lo que necesita el cerebro para ir a votar es que lo emocionemos”, afirma a EL ESPAÑOL Maria Pocovi, CEO de Emotion Research LAB, una empresa pionera en España en la medición de las emociones. Lo que ocurre muchas veces, añade la experta, es que ese intento de emocionar se basa en lo que preguntamos a los electores; y realmente lo que nos mueve a la la acción es una emoción. “Así que, si los políticos diseñan su estrategia sólo sobre lo que la gente responde en las investigaciones de mercado y no sobre las emociones subyacentes, seguramente se estén equivocando y no activarán los mecanismos correctos para ver las verdaderas emociones de los votantes”, afirma.
¿Cómo votamos realmente: más de forma racional o emocional? “Si preguntas a la gente a tu alrededor, te dirán seguramente que su decisión de voto es racional, pero para que así fuese esperaríamos que cada persona hubiese leído y analizado concienzudamente los programas y propuestas de cada partido y a partir de ahí de forma racional establecer la decisión de voto. ¿De verdad todos hacemos este análisis? La respuesta es no. Así que el proceso de decisión se completa con elementos emocionales”, asegura Pocovi.
Lo que está claro es que en una acción, influyen ambas cosas: razón y emoción y depende de según qué cosas y momentos mandará más una que otra. “Las emociones te movilizan por dentro para que la razón te guíe para tomar las decisiones con esa información emocional. En política son esenciales mensajes emocionales porque pueden movilizar a los dudosos o indecisos (que es el nicho donde pelean todos los partidos, y más en estas elecciones, usando por lo general el miedo porque aparece un partido de un color u otro. Y el votante se dice: “No quiero perder mi seguridad ganada” o sentimientos de pertenencia a un grupo -somos seres sociales y necesitamos vincularnos a grupos-, y de ahí salen los mensajes nacionalistas, independentistas o españolistas”, añade Juan Castilla, psicólogo especialista en Inteligencia Emocional y miembro del Colegio Oficial de Psicólogos de Madrid.
Sin embargo, en esta ocasión, el que los partidos políticos movilicen para ir a votar no va a ser nada fácil. Y es que en estos momentos, “el cerebro necesita un cambio de actitudes, que permita abrir un horizonte de esperanza y de confianza en algún partido político”, apunta el doctor Rafael Bisquerra, director del Postgrado en Educación Emocional y Bienestar, de la Universidad de Barcelona y autor del libro Política y emoción (Pirámide). Y dada la situación política actual, dice este experto, “esto no va a ser fácil, ya que se capta un desencanto generalizado donde la gente tiene más claro a qué partido no votar que a qué partido votar, porque en esta situación, ningún partido convence”.
¿Qué ocurrirá en esta campaña: emoción o razón?
El voto suele ser casi siempre una decisión muy emocional. Sin embargo, en estas elecciones repetidas se mezclarán probablemente ambas cosas. O al menos así lo piensa Pedro Bermejo, neurólogo y experto en neuroeconomía; y autor de publicaciones como Quiero tu voto (LID Editorial) o El cerebro del inversor (Pirámide).
“La racionalidad va a seguir existiendo porque la gente lo que quiere es que ya se forme gobierno de una vez. Ya estamos un poco cansados del panorama político actual, y la fatiga afecta sobre todo al cerebro. Por ello, creo que esta vez nos llevará a tomar decisiones más racionales”. También por el factor tiempo. Según Bermejo, el tiempo es uno de los motivos que hace que tomemos decisiones más racionales o emocionales: cuanto más tiempo, más racionalidad.
Según apunta este experto en neuroeconomía, en las pasadas elecciones del 28 de abril, en el bloque de derechas hubo una serie de votantes que decidieron no votar al partido clásico (Partido Popular) y se cambiaron con una “exacerbación de la emocionalidad” hacia las otras dos alternativas: Ciudadanos y Vox. Quizá más a Vox, afirma, ya que este partido es más emocional que la formación de Albert Rivera. Ahora puede que vuelvan al “partido original”.
Y la razón de este nueva vuelta a lo original, según Bermejo, es la siguiente: “Normalmente, los partidos que están en los extremos (Unidas Podemos a la izquierda y Vox a la derecha) siempre son más emocionales, pero esa emocionalidad se puede frenar en estas nuevas elecciones. Simplemente porque la gente ha tenido más tiempo para pensar. Por ello, creo que estos dos partidos se van a ver perjudicados y habrá una vuelta, muy probablemente, a los partidos clásicos. Si a esto, además, le unimos una serie de aspectos lógicos como que el fin del bipartidismo nos está llevando a una situación ingobernable en el país, la gente tenderá a volver a votar a los partidos mayoritarios. No llegar, lógicamente, al mismo bipartidismo de antes, pero creo que PP y PSOE se van a ver beneficiados”.
Por otro lado, no debemos olvidar que hay muchos otros aspectos y efectos que nos influyen a la hora de votar y que también tienen en cuenta los partidos políticos. Muchas veces tendemos a votar sólo por algunos efectos que tienen que ver con las emociones, como por ejemplo el efecto manada, es decir, la tendencia que tenemos a copiar a los demás. O el efecto halo, el hecho de basarnos sólo en una característica puntual del candidato y sobre ella, extrapolar al partido entero.
Un ejemplo de esto último que suele ser además, muy habitual es el atractivo físico de los candidatos, algo que, según explica el experto, ha influido, influye e influirá. siempre. “De hecho, cada vez más, tenemos candidatos que se cuidan, se preocupan y dedican más tiempo a su imagen. Tienen estilistas y un equipo de asesores que se encargan de ello y hacen que los líderes trasmitan una belleza y una salud rebosante. Y eso, queramos o no, influye en nuestro”, asegura Bermejo.
PP y PSOE el miedo, Podemos y Vox la frustración
¿Con qué emociones de las seis que se consideran universales, van a “jugar” cada uno de los partidos políticos para conseguir nuestro voto? Dejando a un lado las simpatías de cada uno por un determinado color o ideología, ¿quién puede utilizar el miedo en su campaña? ¿Utilizará alguno la alegría? O bien, ¿todos usarán todas?
Hay que tener presente, aclara por su parte el doctor Bisquerra, que “las emociones no son solamente fenómenos individuales subjetivos sino que se producen emociones colectivas, que provocan contagios emocionales de donde, precisamente, derivan, esos climas emocionales proclives a los movimientos de masas. Estos movimientos han sido un aspecto fundamental en los cambios políticos importantes que ha habido a lo largo de la historia”.
Normalmente, la mayoría de los partidos utiliza el miedo en sus campañas, opina Juan Castilla y trabajan mucho la comunicación no verbal y gestual para sus mítines o debates, desde la vestimenta hasta la puesta en escena. Sin embargo, “a pesar que se suelen usar casi siempre emociones asociadas a las emociones negativas (miedo, tristeza, enfado o asco), “la mayoría de los partidos que han crecido en votantes en los últimos años eran y son aquellos que han logrado transmitir esperanza e ilusión a los votantes y, emocionalmente, con mensajes positivos y alegres”, añade el psicólogo.
Asimismo, Bermejo cree que en esta ocasión, los partidos clásicos, PP y PSOE, van a usar y a jugar con la misma emoción: con el miedo: “El miedo como aversión a la pérdida o aversión al riesgo. Van a intentar con esta emoción atraer los votos de todo su bloque. El decir eso de “si no me votas a mí, ganarán los otros”. Emplearan esta vez y una vez más, el llamado voto útil. Esto tiene su lógica dentro de la racionalidad, y dentro de las emociones también tiene su terminología: se llama aversión a la pérdida o simplemente, intentar generar el miedo a los votantes”.
Los partidos que están en el extremo de la línea también utilizarán ambos la misma emoción: en este caso, tanto Unidas Podemos como Vox, añade Bermejo, usarán las emociones más primarias del ser humano como son la frustración, inseguridad o el odio a los demás: “Cada partido juega de forma distinta, cada uno elegirá su tema y a partir de ahí, elegirá aglutinar un grupo de gente para situarlos en contra de quienes ellos consideran que tienen la culpa de la situación actual”, explica.
En el caso de Ciudadanos en la campaña pasada, usó el llamado efecto bandwagon, (“efecto de la moda” o de “subirse al carro”, es decir, tendencia que tenemos los seres humanos a apoyar a los ganadores). Así, reflexiona Bermejo, “si aunque fuese por un solo escaño, hubiera conseguido superar al PP, ahora se podría posicionar como líder de la derecha, y utilizar ese efecto bandwagon para atraer a más votantes. Pero no lo ha conseguido. Y además Pablo Casado se está identificando como el líder de la oposición y la gente está volviendo al bipartidismo tradicional. Con lo cual, aunque Ciudadanos esté intentando luchar con ese efecto bandwagon para ser el líder de la derecha, creo que lo tiene perdido. Va a resultarle bastante complicado seguir posicionándose ahí, y en mi opinión, lo normal es que también ceda votos y volvamos a lo tradicional, como están apuntando las últimas encuestas y sondeos”.
Una incógnita será lo que haga Mas País. Puede jugar con la sorpresa, ya que precisamente, se ha presentado por sorpresa a estas elecciones. No sabemos muy bien cómo la va a utilizar, va a depender de cómo sorprenda, afirma Bermejo: “El partido de Íñigo Errejón está ahora mismo entre ser un partido minoritario o bien que sea algo así como una pequeña parte de Podemos que puede acaparar gran parte de sus votos. Es la formación que más se juega: o muchos ninguno”.
Veremos qué es lo que ocurre el 10 de noviembre. Quién será el ganador y si, pase lo que pase, se pondrán o no de acuerdo esta vez. Por lo pronto, veamos cómo las emociones en esta campaña serán, de nuevo, fundamentales.
Por regla general, la tendencia del voto suele ser estable, comenta Juan Castilla, pero en esta situación de tener que volver a ir a votar en seis meses, puede ser diferente. Por ello, este psicólogo cree que el que “juegue” con la alegría -y el optimismo- puede conseguir arrastrar más votos: “El partido que consiga movilizar a sus votantes de la tristeza y de la desilusión (sus fieles votantes y afiliados son votos “presos” que se presupone que no cambian su voto) y cree mensajes de alegría y esperanza de que con ellos las cosas no serán iguales y que se puede actuar diferente a lo que se ha hecho anteriormente, es muy probable que se lleve el gato al agua de estas elecciones”, concluye Castilla.