Se puede decir, sin temor a que nadie nos rebata, que el rey Felipe VI es el menos "royal" de todos los reyes europeos. Para certificar esto basta con irse unas semanas atrás, cuando Isabel II le investía con la Orden de la Jarretera en una ceremonia que tuvo lugar en Londres el pasado 17 de junio. Mientras que Guillermo de Holanda, que recibía el mismo honor por parte de la soberana británica, caminaba feliz con su sombrero de plumas y su capa de armiño, Felipe quería que el espectáculo terminara lo antes posible. No es que nuestro rey no supiera el honor que supone recibir esta distinción por parte de la reina inglesa, es que a Felipe VI no le gustan este tipo de cosas con pompa y boato.
Otro claro ejemplo de esto que contamos fue su ceremonia de proclamación. El 19 de junio de 2014 no hubo ni trono, ni corona, ni manto… Nada que recuerde a la imagen tradicional de la monarquía que sí gusta destacar a las demás casas reales europeas. La nuestra es, como el propio rey describió, "una monarquía nueva para tiempos modernos".
Esta distancia que nos separa del resto de las familias reales europeas se acentúa más aún cuando se trata de la reina Letizia. Ella está completamente fuera del club de las llamadas "royals". Ni quiere estar ni le interesa. Aunque al principio, cuando comenzó su relación con el príncipe de Asturias, su deseo realmente era otro.
En 2004, Letizia Ortiz Rocasolano tenía 31 años. El 14 de mayo de ese año, una semana antes de que se celebrara su boda con el entonces príncipe de Asturias, la periodista ascendida a princesa acudía con Felipe a Dinamarca para asistir, ya como pareja oficial, a la boda de Federico, el heredero danés, con una joven abogada australiana, Mary Donaldson. Son muchos los que aseguran que aquel día, en Copenhague, ha sido el momento más impactante protagonizado por nuestra reina. Letizia estaba espectacular con vestido rojo de mangas transparentes, firmado por Lorenzo Caprile, con el que dejó su carta de presentación para que el mundo se enterara de su advenimiento. Nunca ha vuelto a brillar tanto. Era un día importante para la futura princesa de Asturias. Era su debut ante toda la realeza europea. Escoltándola su novio, Felipe, y sus cuñadoas, las infantas Elena y Cristina con sus respectivos esposos, Jaime de Marichalar e Iñaki Urdangarín. ¡Qué momentos aquéllos en los que la familia de Juan Carlos y Doña Sofía parecían una piña!
El caso es que Letizia pisó fuerte en Dinamarca y en aquel banquete de boda conocería a cuatro de sus nuevas colegas: la actual princesa heredera danesa, Mary, a la que ahora es la reina de los holandeses, Máxima, a la soberana de los belgas, Matilde y a la princesa de los noruegos, Matte-Marit. Las cinco jóvenes, entonces todas princesas, coincidían en algo común: por sus venas no corre 'sangre azul'. Eran todas plebeyas. Pronto hicieron buenas migas, llegaron hasta a fundar un grupo de amigas llamado, entre bromas, el ‘Club M’ (anécdota que contó la Reina Máxima en una entrevista que le hicieron hace unos años en un medio holandés). En ese grupo había una L, la de Letizia, que nunca terminó de encajar.
La pelea de reyes
Un ejemplo de que la relación entre el ‘Club M’ y nuestra reina nunca terminó de ser fluida tuvo lugar el 18 de junio de 2010, día en el que Victoria de Suecia dio el "sí, quiero" al empresario Daniel Westling en la Catedral de San Nicolás de Estocolmo. A la cena previa al enlace real acudieron todos los invitados y, entre ellos, una princesa Letizia vestida con un diseño de Felipe Varela impresionante. La velada transcurría con normalidad hasta que la mujer del entonces príncipe Felipe protagonizó un tenso momento con otra tres "royals". La asturiana se enfrentó a Mary de Dinamarca, a Marta Luisa de Noruega y a la cuñada de esta Mette Marit. "En realidad, fue una tontería, a la hora de seguir el protocolo de pasar primero entre la hermana de Haakon de Noruega y ella. Fue un error del departamento de protocolo que enfadó mucho a la princesa nórdica, a pesar de que Letizia tenía razón. La princesa de Asturias defendió la postura de su personal de protocolo, Marta Luisa se puso como una hidra y todas las demás la defendieron. Al final medió Máxima, para solucionar las cosas. Pero a partir de ahí borrón y cuenta nueva", cuenta un empleado destacado de Zarzuela que se encontraba presente.
Desde entonces, la única relación que se podría calificar de amistad es la que Letizia mantiene con Máxima de Holanda. No solo porque es la única reina europea que habla español (la nuestra domina perfectamente el inglés), sino porque tienen muchas cosas en común. Los reyes holandeses son amantes declarados de España, viajan mucho a nuestro país y cuando vienen a Madrid se instalan en Zarzuela, en la residencia de los Reyes, con sus tres hijas. El amor de los holandeses por España viene de lejos. De hecho, se conocieron en una caseta de la Feria de Sevilla. Algo curioso es que mientras que a nuestra reina nunca la hemos visto vestida de flamenca, a la holandesa la pudimos ver acompañada de sus hijas, ataviada con el traje tradicional andaluz el pasado mes de mayo. Entre las dos parejas de reyes hay mucha confianza. Tanto es así, que nuestra reina se ha referido a los soberanos de los Países Bajos como ‘Max y Willy’ en alguna conversación con periodistas.
Letizia tampoco mantiene relación estrecha con la familia real más antigua del mundo, la británica. A pesar de que podría tener muchas cosas en común con la actual duquesa de Cambridge, el hecho es que no se tratan. En su primera visita de Estado a Inglaterra como reina, en julio de 2017, está poca sintonía quedó patente. Se confirmó en la visita de mediados de junio de los Reyes españoles a Londres. De hecho, la prensa británica no dudó en destacarlo. Todo comenzó en Twitter, cuando muchos usuarios comentaron lo mucho que les había llamado la atención que Kate, la esposa de Guillermo de Inglaterra, tras bajar de su coche para unirse al grupo de invitados que esperaba la llegada de los miembros de la orden a la capilla de San Jorge, no saludara a nuestra reina ni le hiciera una reverencia.
Durante el desfile, intercambiaron algunas palabras, pero Letizia prefirió la compañía de la condesa de Wessex –la esposa del príncipe Eduardo–, con quien se la vio charlar animadamente mientras Máxima de Holanda y Kate participaban en un corrillo con la duquesa de Cornualles.
Cabe recordar que durante la visita de Estado de los reyes a Reino Unido de 2017 sorprendió a muchos el mal gesto de Kate Middleton en el banquete de gala, algo que algunos usuarios de Twitter recordaban al ver que ni siquiera al compartir carruaje se esforzaba en aparentar cierta sintonía con Letizia. “¿Qué le ha hecho Letizia a Kate?”, comentaba un usuario. “La última vez que se vieron hizo lo mismo, ignorándola durante el banquete de Estado y poniendo cara de enfadada toda la noche. Fue de mala educación no hacerle una reverencia”. "¿Dónde está la policía del protocolo?", bromeaba otro.
No es más fluida su relación con la heredera al trono sueco. La poca sintonía de Letizia con Victoria de Suecia viene desde hace muchos años, tras un incidente que protagonizaron en una comida privada en la Ciudad Condal. Era finales de junio de 2009. La entonces princesa de Asturias acudió a Barcelona para hacer entrega de la primera beca de la Fundación Fero de Investigación Oncológica. La princesa sueca estaba en la capital catalana para conocer en LaCaixa el funcionamiento del llamado Microbank y allí coincidió con la infanta Cristina. Tras terminar con sus compromisos, las tres mujeres se reunieron en un conocido restaurante de comida mediterránea en el centro de la ciudad. "No sabemos muy bien cuál fue la conversación que molestó tanto a la reina; fue algo referente a la profesión de su abuelo (Francisco Rocasolano era taxista), lo que hizo que se levantara y se marchara. Ya por entonces la relación con su cuñada no era buena, pero desde entonces tampoco le es simpática la sueca", confiesa una amiga de la esposa de Felipe VI.
Tampoco veremos a Letizia de vacaciones en la Costa azul. Por lo menos no en Mónaco. Su relación con la familia Grimaldi no es precisamente amistosa. Los Borbón y los dueños de Montecarlo mantienen una conexión más bien fría. Y eso que la reina Victoria Eugenia, bisabuela de Felipe VI, se llevaba a las mil maravillas con Grace Kelly. El síntoma principal de lo distanciados que están es que ningún miembro de la familia real española acudió a la boda de Alberto con Charlene Wittstock celebrado hace justo ocho años.
La mala relación de nuestro rey con el príncipe monegasco data de 2005. Por aquel entonces, el Comité Olímpico Internacional, del que Alberto es miembro, estaba seleccionando la sede en la que se celebrarían los Juegos Olímpicos de 2012 y Madrid presentaba su candidatura. La presentación fue perfecta, pero en el turno de preguntas Alberto cuestionó la seguridad española después del estallido de un artefacto de ETA junto al estadio olímpico de La Peineta unas semanas antes. Las críticas hacia el príncipe no tardaron, causando una gran polémica. Felipe se lo recriminó en privado, a lo que el monegasco respondió diciendo que era su labor. Unos años después, la disputa fue con Letizia. Tuvo lugar en Buenos Aires (Argentina) en septiembre de 2013. Los entonces príncipes de Asturias encabezaron la delegación que defendía un Madrid 2020 ante el Comité Olímpico Internacional. En un momento de la recepción, después de la presentación de la candidatura de la capital española, Letizia volvió a recriminar su actuación de 2005 a Alberto de Mónaco, lo que terminó en una fuerte discusión entre ambos.
En la última aparición de la reina esta semana, lucía unos pendientes con forma de estrella realizados en oro blanco y diamantes valorados en más de 6.000 euros de la casa Chanel. Son una de las piezas favoritas de su joyero. A la esposa de Felipe VI le encantan, diríamos que incluso se los pone demasiado. Esos pendientes, ideales, son un regalo de otra reina, una con la que se lleva muy bien desde que la conoció en su luna de miel en 2004. Fueron un presente de Rania de Jordania. Letizia y la soberana de origen palestino mantienen una relación muy fluida y en constante comunicación. Aunque muchos medios de comunicación se empeñan en decir que lo que les une es un mismo estilo a la hora de vestir y compartir su pasión por los retoques estéticos, lo cierto es que son amigas.
Nuestra reina sólo tiene dos amigas (y sólo una europea) entre sus compañeras de trabajo, Máxima de Holanda y Rania de Jordania. Con las demás la relación es fría y distante. A Letizia no le falta su corte de amigos. Su círculo de amistades está cerrado desde antes de llegar a Zarzuela. Sus amigos de toda la vida siguen siendo los mismos que antes. Entre ellos no hay sitio para más coronas que la suya.