Han pasado 26 años desde que se encontraran los cuerpos de Miriam, Toñi y Desirée, las niñas de Alcàsser. Desde entonces, se han alimentado teorías de la conspiración, se han escrito libros de todo tipo y se han hecho innumerables documentales sobre el caso -el último de ellos, de Netflix-. Sin embargo, nada con tanta relevancia como el reciente hallazgo de cuatro trozos de falanges en la fosa del triple crimen que podrían pertenecer a las chicas asesinadas en 1992. Esto podría confirmar, una vez más, todo lo que falló durante la investigación. Aunque, de momento, la Unidad de Antropología Forense del Instituto de Medicina Legal de Valencia sólo ha determinado el origen de huesos hallados, pero no ha podido realizar una estimación ni de la edad ni del sexo de los restos óseos.
Vicente, un vecino de Piles, fue el que halló los huesos en una visita junto a su novia al lugar donde localizaron los cuerpos de las tres niñas. Allí, en pleno paraje de la Romana, en Tous (Valencia), descubrió una falange y tres trozos más. “El primer hueso estaba en la superficie y los demás los encontré cuando removí un poco la tierra”, comentó en declaraciones al periódico Las Provincias. Tanto él como su pareja recolectaron los pequeños trozos y los envolvieron en papel de aluminio para llevárselos a la Guardia Civil de Oliva. Posteriormente, los propios agentes los trasladaron al laboratorio de crimínalistica de la Comandancia de Valencia y al Instituto de Medicina Legal.
El forense, tras analizar los restos, concluyó que eran humanos y muy antiguos. Es decir, que podrían pertenecer a Miriam, Toñi o Desirée. Esa posibilidad existe. No obstante, la hipótesis la tendrá que corroborar el Juzgado de Primera Instancia e Instrucción número 6 de Alzira, encargado del sumario del caso Alcàsser, si decide que las falanges sean trasladadas a un laboratorio para extraer ADN y cotejarlo con el de las niñas.
Pero bien, ¿qué supondría que esos restos fueran de una de las niñas? En efecto, lo que siempre ha sido un secreto a voces: la investigación estuvo repleta de irregularidades. ¿Por qué? A eso vamos…
1. La mano deshuesada
El 27 de enero de 1993, un apicultor pasa por la fosa y ve una mano salir de la tierra. De inmediato, avisa a la Guardia Civil, que se traslada a la Romana y, por orden del juez de Alzira (Valencia), José Miguel Bort, procede al levantamiento del cadáver. Allí se encuentran a Miriam, Toñi y Desirée.
El secretario de José Miguel Bort, presente en el lugar, escribe para que quede reflejado en el sumario: “En la superficie aparece una mano saliente, deshuesada prácticamente en su totalidad, con dos huesos salientes y un reloj blanco”. Pero, más abajo, por orden del mismo juez, escribe otra cosa diferente: “Retirando la tierra aparece en primer lugar un cuerpo, se aprecia que tiene las manos atadas”.
¿Se encontró una mano suelta o dos atadas? He ahí la cuestión. Lo cierto es que, teniendo en cuenta lo primero que quedó escrito en el sumario, los cuatro trozos de falanges encontrados podrían pertenecer a esa mano deshuesada que vio el apicultor. Ese misterio podría quedar resuelto ahora.
2. No hay fotos del levantamiento
La Policía Judicial encargada de levantar el cadáver, bajo la presión y la noche, olvidó hacer las fotos de la fosa donde se encontraban las tres niñas. Eso deja abierta cualquier hipótesis. Entre ellas, las aprovechadas por el propio Ricart, que tras confesar ser el autor del crimen, dio pábulo a diferentes versiones y a teorías de la conspiración que, de uno u otro modo, han seguido alimentando el runrún en torno al caso.
La precipitación en el levantamiento dio lugar a que no se hicieran fotos y a que pudieran quedar restos de las tres niñas. Otra chapuza...
3. Los pelos encontrados
Luis Frontela, el forense del caso, defendió primero la autopsia realizada, pero después, en otra posterior –y pedida por el padre de la víctima–, aseguró encontrar sangre, semen y pelos de hasta siete personas en la moqueta donde se envolvieron los cuerpos. ¿De quiénes eran? Nunca se supo. Obviamente, podrían tratarse de otras personas que también estuvieron allí. Lo sorprendente es que ninguno de esos pelos pertenecía a las víctimas o al inculpado.
El forense tuvo hasta un mes para analizar los datos encontrados, pero nunca los mandó a ningún laboratorio y esperó a que le retiraran la alfombra de marras para quejarse sobre los forenses de la primera autopsia asegurando que habían destruido la posibilidad de encontrar a los asesinos, como deja entrever el documental sobre el caso estrenado recientemente por Netflix.
4. Sin sangre en el colchón
Las tres niñas, que desaparecieron cuando se dirigían a una discoteca en Picasent, fueron violadas, torturadas y asesinadas. Sin embargo, no se encontró sangre en los colchones donde abusaron de ells ni en la ropa. ¿Por qué? Nunca se supo. A esto se suma que nunca se vieron pelos ni semen en ninguno de los dos supuestos criminales. Eso tampoco lo esclareció la investigación del caso.
5. La misteriosa desaparición de Anglés
Antonio Anglés, coautor según la sentencia del triple crimen, sigue en paradero desconocido. El hombre emprendió la huida cuando los agentes entraban en su casa de Alcásser, donde vivía junto a su madre y sus dos hermanas. Los investigadores sospechan que el hombre se descolgó de la venta, con la ayuda de una sábana, y saltó de tejado en tejado hasta llegar a tierra firme.
Después de 25 años, parece casi imposible que Anglés se encuentre con vida. Tras desaparecer, la Policía colocó unos férreos controles en carreteras, puertos y aeropuertos. Pero no encontraron ni rastro del hombre. En 25 años, los investigadores han seguido diversas pistas. La última llegaba desde Uruguay, hasta donde se desplazó la UCO. Allí, registraron los bajos fondos de Montevideo y dieron con un hombre, con unas características muy parecidas a Anglés. Brasil fue otro de los destinos investigados al que se le dedicó mucha importancia. ¿Por qué? La familia del fugitivo había nacido en Sao Paulo. Se llegó, incluso, a monotorizar la casa de un familiar por si le estaba haciendo la cobertura. Pero no encontraron nada.
Los agentes tenían claro que la pista de Anglés se había evaporado en el City of Plymouth, donde, supuestamente, Anglés había viajado durante días desde el puerto de Lisboa. El capitán del barco confesó que llevaron a un hombre de polizón. De la misma manera que este entró, gracias a un miembro de la tripulación y un bote salvavidas, se esfumó. Su rastro se perdió sin que se le pudiera detener.