Generoso García, en 1981, dejó Guijuelo, donde trabajaba junto a su padre, y se trasladó a Villares de la Reina (Salamanca). Allí, en mitad de la nada, se instaló: montó su propia empresa de jamones y, con tres personas a su cargo, empezó a distribuir sus productos por toda la Península. Entonces, le bastaba una camioneta para llevarlo todo (embutidos, patas, paletas...) a cualquier parte. Nada más. “Todo era más sencillo”, espeta. Ahora, Torreón Ibéricos ya no lo dirige él, sino sus hijas: María Jesús (Salamanca, 1964) y Laura (Salamanca, 1976). Han pasado 38 años y todo ha cambiado. Su jamón ha llegado incluso a… ¡China! Xiaomi, compañía conocida en España por vender móviles, lo ofrece a través de su página web –el suyo, y también el de Cinco Jotas–.
— ¿Qué cara ponían los chinos al probarlo?
— Buena, les gustaba mucho.
— ¿Y sabían comerlo?
— La verdad es que no –explica Laura, responsable de exportar el producto.– Cuando llegué la primera vez, fui a un restaurante y acudí con mis sobrecitos de jamón. Me tuve que meter en la cocina para enseñarles cómo se servía. No sabían si tenían que meterlo en el microondas, si se comía con cuchillo y tenedor, si le podían echar soja o ketchup… No tenían ni idea. Siempre digo lo mismo: es como cuando se empezó a comer aquí el sushi.
Las hermanas García, en realidad, no son nuevas en esto: llevan comercializando su producto en China –aunque no vendiéndolo con Xiaomi– desde 2008. “Al principio, recuerdo, cuando lo empezamos a exportar, había preocupación. Nos decían: '¡Nos van a dejar sin jamón (por todos los que son)!' Y es verdad: ellos venían a lo grande. Llegaban y te decían: ‘Nos llevamos cinco contendedores de jamón’. Tenías que pararles los pies. ¡Cómo iban a transportar esa cantidad! No sabían el producto que tenían entre manos ni el precio, pero ya querían llevarse mucha cantidad”, explican.
Pasado el tiempo, esas peticiones desorbitadas han ido menguando. En buena medida, por los enormes costes que conlleva exportarlo, pero también porque el jamón, en el extranjero –y, concretamente, en China–, es un producto de lujo que se vende a precio de oro (500 euros/kilo el de bellota 50% ibérico de Torreón). De hecho, hasta ahora, se ha comercializado, mayormente, en supermercados especializados, restaurantes y hoteles. Pero, con la apuesta de Xiaomi -marca con la que ellas llegan a vender gracias a un importador-, el jamón (de cebo de campo) loncheado y envasado al vacío se podrá adquirir también en paquetes de 50 y 80 gramos a 13 y 20 euros respectivamente.
“Lo han incluido en sus catálogos hace un mes. De momento, no sabemos ni cuánto se ha comprado ni cuánto tendremos que exportar. Estamos a la expectativa”, especifican las hermanas. Lo que sí saben es que no lo harán en las mismas tiendas donde comercializan los móviles, al lado de cargadores o tabletas. Xiaomi, en China, no es tan solo una compañía de smartphones. Allí, también tiene una página web –tipo Amazon, para entendernos– donde vende productos de todo tipo: jamón, cepillos de dientes, lavavajillas, pijamas…
Laura, la ‘china’ de jamones Torreón
Laura García, la más pequeña de las dos hermanas, la niña que apenas contaba cuatro años cuando su padre se instaló en Villares de la Reina, es la responsable de las exportaciones de la empresa. Es la que habla con los clientes, la que viaja para ver dónde se vende el producto y la que busca los lugares idóneos donde importar. Licenciada en marketing, como buena hija de empresario, no quiso vincular su futuro a la empresa de su padre. “Me resistía, pero...”. Llegó el año 2000, acabó la carrera y, coincidiendo con la expansión de Torreón Ibéricos al mercado asiático, se quedó.
Antes de hablar con EL ESPAÑOL, despide a unos clientes franceses interesados en conocer el producto. “Es más fácil mantener el contacto con otros países que antes. Cuando empecé era muy complicado: no había ni correo electrónico”, recuerda. Ahora, se pasa los días hablando con el extranjero. Por la mañana, con Asia; y por la tarde, con América. Ella es la cara visible de la empresa a nivel internacional y, obviamente, está encantada: su vida transcurre entre ferias gastronómicas, viajes y ventas.
Su hermana Chus -como le gusta que la llamen-, en cambio, se dedica a otras labores. Como directora general de la empresa, está más en el día a día: vigila que se cumplan todos los protocolos de sanidad, que los 40 trabajadores de la empresa estén a gusto… Y, también, de hablar con el resto de empresas del sector. Vivió en Guijuelo, donde ‘mamó’ todo lo relacionado con el jamón y, después de estudiar derecho y cursar algunos Masters en dirección de empresas, pasó a ser copropietaria de Ibéricos Torreón junto a su hermana.
— Sois dos mujeres en un sector tradicionalmente dominado por hombres. ¿Les ha costado hacerse hueco?
— Chus: Cuando yo entré era más complicado todavía que cuando llegó mi hermana. Todo eran hombres. Y ellos, además, eran los que tradicionalmente llevaban todo lo relativo a la producción y el mundo comercial. Por lo demás, con los hombres no he tenido ningún problema. Eso sí, las chicas ya podemos salir a vender y a mirar cochinos y no pasa nada.
— Laura: Reconozco que no ha sido fácil. Ya no sólo porque esto sea un mundo de hombres, sino porque sales al extranjero y, en determinados países, es raro que la que te está vendiendo el producto sea mujer. Sobre todo, cuando la cultura es machista. Pero, poco a poco, nos hemos ido haciendo un huequito.
Ellas son las responsables de que el negocio siga siendo un éxito. Su padre ya no interviene en nada. A menudo, pasa por la empresa. “Es su vida”, alegan sus hijas. Pero las deja hacer. De hecho, durante el encuentro con este diario, no busca ni un mínimo el protagonismo. “¿Necesitáis algo?”, se ofrece, en el recorrido de EL ESPAÑOL por la fábrica de Villares de la Reina. Pero nada más. Dicho esto, desaparece. Al fin y al cabo, ha visto cómo los jamones, principalmente, se vendían en Cataluña, País Vasco y Málaga y ahora lo hacen en medio mundo, cómo su negocio ha ido incrementando de cuatro a 40 el número de trabajadores y cómo, sobre todo, el producto no ha perdido ni su esencia ni su calidad.
Las exportaciones, fundamentales en la ‘crisis’
En este recorrido, eso sí, también han tenido algún que otro bache. “Notamos la crisis, como todos. Imagínate. Antes de 2008, todas las empresas daban jamón en las cestas de Navidad; ahora, ya no se dan”, explica Chus. Pero gracias a sus exportaciones –hoy en día son el 40% de las ventas totales–, todo siguió su curso. “Primero, empezamos llevando jamones a Europa y, a partir del 2000, ampliamos el negocio a Asia”, puntualiza Laura. Hoy en día, venden sus productos en 27 países y con la intención de seguir expandiéndose, llevando su jamón a lugares tan recónditos como Corea, Singapur, Hong Kong, Tailanda, Myanmar, Filipinas y, próximamente, Vietnam.
La ‘conquista’ mundial, sin embargo, no fue (ni ha sido) sencilla. A Japón, por ejemplo, llegaron alrededor del 2000. En una feria, lo dieron a probar y la acogida no pudo ser mejor. “Era muy similar a su gastronomía al ser crudo curado y ser un producto natural, que viene de un animal que está en el campo. Incluso nosotros, como empresa, al venir de una tradición de años… Todo eso gustó”, explica Laura. Pero, claro, una vez confirmada la apuesta, a Ibéricos Torreón le quedaba todavía mucho por hacer.
De primeras, tuvieron que cambiar la forma de venderlo. “En Japón, obviamente, no iban a comprar una pata de jamón y la iban a tener colgada en sus casas, así que tuvimos que hacer paquetes pequeñitos para comercializarlo”. Y, obviamente, el gran hándicap fue el idioma: “Imagínate. Cambiabas un punto o una coma y aquello pasaba de significar que llevabas 10 kilos a 100.000”, explica Laura. Con todo eso, tuvieron que luchar. Pero, finalmente, se implantaron y, desde entonces, lo venden sin excesivos problemas.
A partir de ahí, fueron ‘conquistando’ poco a poco países –incluyendo la Península, donde en 2018 fueron finalistas del premio #alimentodeEspaña con su jamón ibérico de bellota– hasta llegar a China.
— ¿Y vuestro padre, qué os dice cuando ve entrar a los chinos por aquí?
— La verdad es que ya está acostumbrado a que vengan de todas partes [risas].
Las hermanas García no sólo han conseguido mantener la ‘obra’ de su padre, sino también la han hecho crecer. Son “amigas, familiares y empresarias”, dicen. Se pasan el día trabajando. Laura, con sus viajes; y Chus, esperándola para, cuando pueden, salir a pasear a los perros. Algún ‘vicio’ tenían que tener… más allá de comer ese jamón que, colgado del techo, espera mientras se cura que alguien elija a qué país le toca viajar. ¡Qué suerte!