En los Estados Unidos no se estilan los nichos. Como el cine se ha encargado de mostrarnos reiteradamente, los cementerios en este país suelen ser amplias extensiones de verdes praderas sembradas de cruces y lápidas individuales. Hasta ahora, las opciones funerarias en este país se limitaban básicamente a acabar bajo ese césped, o esparcido a modo de cenizas por algún rincón autorizado. Pero en breve los muertos tendrán una alternativa ecológica, más barata aunque también extravagante: volver al ciclo vital descansando eternamente sobre las plantas, convertidos en compost.
El estado que ha puesto este nuevo método funerario sobre la mesa ha sido Washington, que acaba de tramitar una ley que autoriza la conversión de cadáveres en abono orgánico para el jardín. A falta de la firma del gobernador, este nuevo sistema, impulsado por una empresa privada, promete un bonito final, retornar a la naturaleza sin dejar huella ecológica en nuestro último adiós, a cambio, eso sí, de un desagradable proceso de descomposición.
La compañía impulsora de esta idea se llama Recompose y tiene la sede en Seattle. Su fórmula es una versión mejorada de la descomposición microbiana natural. “En realidad, es el mismo proceso que se da en el suelo de los bosques, ya que la hojarasca, las ardillas y las ramas de los árboles se deshacen y se convierten en tierra vegetal”, explica al Washington Post la fundadora de la compañía, Katrina Spade.
El aspecto económico también puede resultar ventajoso. Según la National Funeral Directors Association (NFDA), el coste medio de un funeral en EEUU con velatorio y entierro en 2016 fue de 7.360 dólares. Si se incluye la fosa, la cifra sube a 8.508. Y esto sin tener en cuenta los pagos a cementerios, las lápidas o las flores. En el caso de la incineración, la factura media en 2017 fue de 6.260 dólares.
El precio del servicio de compostaje rondaría los 5.500 dólares. El cadáver se introduciría en un recipiente cilíndrico individual junto a alfalfa, paja y astillas de madera. Previamente se le extraerían los marcapasos, así como los implantes artificiales que se hayan ido acumulando en el organismo a lo largo de la vida. Se incorporarían los microbios y se cerraría. En unos 30 días, las temperaturas en el receptáculo suben hasta los 65 grados. La descomposición destruiría el cuerpo (piel, huesos, todo) así como los agentes patógenos.
El resultado sería casi un metro cúbico de tierra por finado. La familia podría llevársela a casa para abonar el jardín o, si lo prefieren, donarlo. El esparcimiento de este producto seguiría las mismas restricciones que las cenizas en casos de incineraciones.
Aunque a primera vista este proceso se antoje poco apetecible, hay que considerar que en EEUU, en la mayoría de los casos, a los muertos se los embalsama. Este trámite tampoco es del gusto de todos. La razón es que en este país, a diferencia de España, los entierros se producen bastante tiempo después del fallecimiento, generalmente para que la familia tenga tiempo de organizarse y llegar a la ceremonia -no todos suelen vivir en el mismo estado-.
El proceso de embalsamamiento consiste en extraer los líquidos naturales del cadáver y sustituirlos por productos químicos conservantes, que con el tiempo se filtran al subsuelo, lo que supone un riesgo para el medio ambiente a largo plazo.
El Green Burial Council es una entidad promueve los entierros ecológicos. Entre otros métodos, apuestan por la inhumación directamente bajo tierra, en ataúdes biodegradables, sin embalsamamiento, ni fosas de cemento. Tampoco les gustan las incineraciones por las emisiones que producen.
“Con los cementerios llenos incluso en las áreas rurales, tenemos que desarrollar una alternativa que realmente aborde los problemas del espacio, la accesibilidad, las repercusiones ambientales y las necesidades emocionales de las familias”, explica a Newsweek Lee Webster, una de sus miembros.
Actualmente, según los datos de NFDA, el 51 por ciento de las familias escogen la cremación como método funerario, frente al 42 por ciento que elige el entierro. Esta organización estima que en 2030 será el 70 por ciento de la población la que optará por la incineración, una técnica que arroja a la atmósfera hasta 250 kilos de dióxido de carbono.
Por contra, el compostaje humano, según sus partidarios, es una opción ecológica que puede satisfacer esta creciente demanda de una alternativa al entierro tradicional.
Antes de elaborarse esta legislación, la Universidad del Estado de Washington probó con éxito la idea en siete cuerpos donados. Antes, en 2016, ya se testó el proceso pero introduciendo varios cadáveres en una estructura de mayor tamaño, tipo silo, junto a materia orgánica.
El senador estatal Jamie Pedersen, del Partido Demócrata, presentó el proyecto de ley ante la cámara de Washington, que la aprobó por consenso en abril. A su juicio, este método supone una alternativa verde a las inhumaciones e incineraciones habituales. En su opinión, el gobernador Jay Inslee, también demócrata y muy preocupado por el cambio climático, no pondrá reparos a su normativa, que debería firmar durante el mes de mayo.
Disolver el cadáver
De conseguir el visto bueno, la ley entrará en vigor en mayo de 2020, y también legalizaría la hidrólisis alcalina. Ese método permite disolver los cuerpos en líquido utilizando una base de hidróxido de potasio o carbono a altas temperaturas. Esto diluye los órganos y los transforma en un fluido que se filtra varias veces antes de ser arrojado al desagüe. Quedan sólo los huesos, que se trituran para entregar a la familia del difunto un polvo similar a las cenizas. En la última década, más de una docena de estados lo han aprobado.
Lo que todavía nadie ha hecho es aplicar la técnica del compostaje que, por otra parte, es bastante común en la ganadería, según apunta Lynne Carpenter-Boggs, científica de suelos de la Universidad del Estado de Washington y asesora de Recompose. Gracias a este método, durante un brote de gripe aviar, se convirtió en abono a las aves infectadas.
La compañía sostiene que existe mucho interés por este sistema, especialmente desde estados vecinos como California, y otros como Colorado y Vermont. También asegura haber recibido mensajes de particulares desde otros países. De extenderse esta nueva técnica, los funerales en EEUU podrían comenzar a celebrarse, literalmente, en el jardín de casa.