El acoso escolar que sufrió L.C.G. empezó cuando tan sólo tenía 11 años. Y se prolongó cuatro años. Casi un lustro de agresiones verbales y físicas de sus propios compañeros de clase -en el International College Spain, uno de los colegios privados más costosos de nuestro país- que derivaron en llantos, depresiones y tristeza. "Cada vez iba sintiéndome peor", recuerda el alumno acosado, ahora con 15 años. Un calvario que pudo terminar de la peor de las maneras: "La única salida era quitarme la vida. Tengo que matarme".
El entorno escolar es el peor lugar para uno de cada diez estudiantes en España. Colegios e institutos se convierten en la tortura de las víctimas del bullying. L.C.G, es uno de esos estudiantes. Con 11 años ya sabía lo que era el sentirse acosado y el creer que la única manera de salir de él era acabar con su vida. Sus padres, al trasladarse con él a Madrid, quisieron la mejor educación para él y escogieron el International College Spain -donde cada familia paga unos 2000 euros al mes por alumno. Un centro educativo situado en La Moraleja (Madrid) y que en su web se anuncia como garante de valores como la seguridad o el respeto entre sus alumnos. Lo que parecía un sueño para sus padres acabó convirtiéndose en un infierno del que hoy, con ayuda psicológica y mucho empeño, empieza a salir y recuperarse.
El acoso escolar de L.C.G empezó nada más llegar al colegio y duró hasta el año pasado, momento en el que sus padres decidieron que la tortura ya era bastante. “Durante los cuatro años que duró el acoso me sentí deprimido, triste, quería aislarme y lloraba. Cada vez iba sintiéndome peor. Me sentía incapaz de hacer nada”, recuerda.
Las agresiones verbales y físicas de sus propios compañeros eran tales que el menor tenía reacciones de pánico cuando se acercaban sus acosadores. “Comenzaba a temblar; como si tuviera frío y se me caía alguna lagrima. Esto sucedía una vez al día”, añade.
Todo el odio recibido tanto en las aulas como fuera de ellas acabó por quebrantar completamente la moral del chico y a ver en el suicidio la manera de terminar con su sufrimiento. “La única salida era quitarme la vida. Tengo que matarme, suicidarme para que no me pasara nada más. No contemplaba otra posibilidad”, se resigna.
El acosado soñaba –despierto y dormido- con ahorcarse o con cortarse las venas. Una noche, cuando sus padres estaban cenando con unos amigos y él estaba solo en casa pensó que era el momento perfecto. “Fui a la cocina, donde tenemos unos cuchillos japoneses para hacer sushi y cogí un cuchillo y lo acerqué a la muñeca, me corté un poco y estuve a punto de hacerlo. Pero tenía miedo y pensé que tenía que haber otra salida. Dejé el cuchillo y pensé ¡no puede ser que esto pase!”, cuenta. Afortunadamente el acto no fue a más. “Paré esos pensamientos de “tengo que matarme”; pensé en papá y mama, en lo que iban a sufrir y después de eso me sentí feliz”.
La presión psicológica que recibió le hizo creer que su familia también le odiaba. “Incluso pensé que la gente en general era conocedora de lo que estaba ocurriendo y que pensaban lo mismo de mí. Llegue a pensar que mis tíos y mi abuelo también me odiaban y pensaban mal de mí”. Su indefensión llegó a ser tal que cada vez se sentía peor. “Me sentía incapaz de hacer algo”, y percibió una total desprotección por parte del centro escolar. “Mis padres iban al colegio y hablaban con el director. La psicóloga del colegio y el tutor estaban al tanto de lo que sucedía. Pero que todo quedaba en palabrería. En el colegio nadie me ayudó. Realmente sólo me ayudaron mis padres”.
Por más que los padres comunicaron al colegio todos y cada uno de los episodios la respuesta fue de pasar a decirles que “estas cosas no pasan en este centro”, a sugerir que los progenitores solucionasen las cosas hablando con los padres de los alumnos acosador, a no tomar medida ni disciplinaria ni preventiva como así debería haber sido, ni a poner en marcha un protocolo de acoso escolar como debería haber sido. “El centro escolar en su instrumentalización de las relaciones públicas no duda en mantener todo tipo de reuniones con los padres, no obstante, el objetivo de estas reuniones no es tomar medidas sino usarlas como medio para apaciguar las quejas de los padres, prometiendo garantías de seguridad para luego continuar con la metodología cómoda y habitual de no hacer nada. Es decir, no protegió al menor en momento alguno”, según explica el abogado Fernando Gómez-Chaparro Díaz.
Dejación de funciones
Un averno ante el que Julius Cardoza y María José Gutiérrez de Tena, sus progenitores, han respondido demandando al colegio -la denuncia se presentó el 17 de diciembre de 2018- por el calvario sufrido por su hijo. Gómez-Chaparro Díaz, el abogado de la familia, nos resume la demanda. “Hemos demandado al centro a consecuencia de las múltiples situaciones de acoso que vino sufriendo en todo este tiempo por parte de otros alumnos y por otro lado, por la inactividad del colegio que, aún a pesar de haber sido informado de la situación que estaba viviendo, mantuvo una actitud pasiva que tuvo como resultado un perjuicio para el menor evidente y notorio”, comenta.
Según dicho letrado, “resulta completamente desgarrador constatar la multiplicidad de ocasiones en que sus padres pusieron de manifiesto la situación de acoso al colegio, y la ausencia de medidas de protección por parte del International College Spain. Se trata de una clara dejación de funciones. Cuando encomendamos a nuestros hijos e hijas a los centros, esperamos que reciban una adecuada formación, pero, sobre todo, esperamos que garanticen su seguridad”, añade.
La demanda presentada por Gómez-Chaparro Díaz va más allá. “En ocasiones, los padres tratamos de elegir un colegio caro, pensando que dotarán a nuestros hijos de una formación más exhaustiva. Desgraciadamente, nos encontramos con casos como este, donde uno de los colegios más caros de España, lejos de poner a disposición todos sus recursos para la protección de nuestros seres más queridos, silencia situaciones de acoso, negando su existencia e impidiendo, por tanto, tomar cualquier medida concreta al respecto. Entendemos que el colegio hizo dejación de funciones por miedo a calificar abiertamente la situación como acoso y disminuir sus ingresos como consecuencia del daño reputacional”, añade. Por tal dejación la familia del menor pide al centro 60.162,31 euros por el total del daño moral causado, más los intereses legales y que se condene expresamente a la parte contraria al pago de las costas generadas por dicho procedimiento. “Trataron a nuestro hijo como una patata caliente, no hicieron nada por ayudarle”, comentan los padres.
“Un maltrato casi diario”
Preguntado el padre cómo resume lo vivido en casa durante estos cuatro años solo encuentra una palabra para describirlo: impotencia. “El sentimiento de impotencia ha sido enorme. Es una experiencia muy dura ver sufrir a tu hijo y no poder hacer nada. Hemos tenido tantos episodios de acoso como conversaciones con el colegio aportando muchas, muchas pruebas concretas. Como padre, asumes que esto es más que suficiente para que tomen las medidas que haga falta para poner fin a este sufrimiento”, resalta Julius Cardoza a EL ESPAÑOL. Por su parte María José Gutiérrez de Tena, la madre, añade que lo más doloroso de todo fue “el dolor de ver a tu hijo sufrir y muchas personas alrededor que quieren ayudar y no saben cómo. Y las noches en vela, la paralización de tu vida social por shock, y ver cómo te dan la espalda personas e instituciones. El miedo paralizando todo”, dice.
Cardoza da gracias a la vida por darse cuenta de lo que le sucedía a su hijo casi desde el principio. “Él siempre ha sido un chico muy alegre, extrovertido y adorado por todo el mundo que le conoce. Cuando empezaron los ataques, vimos cómo rápidamente volvía a casa cada vez más triste, estresado, decaído e introvertido. Al regresar del colegio se encerraba cada vez más en su cuarto. Empezó a sentirse cada vez más sensible e irritado. Mucho más frágil. A los pocos meses de que comenzase el acoso, empezó a sufrir fuertes dolores de estómago causados por el estrés. En los dos últimos años perdió cerca de 40 días de colegio. El desprecio en situaciones como esta es el mayor veneno de todos”, remarca.
Gutiérrez de Tena, la madre del afectado, recalca que si bien confiaron en un primer momento “en que todo se iba a solucionar”, después se dieron de bruces con la realidad y sobre todo con el sufrimiento de su hijo. “Pensábamos que tras comentar con el centro todo lo que estaba sucediendo y tener conversaciones con los agresores y sus padres, las medidas disciplinarias funcionarían y pondrían fin a estos comportamientos. Estábamos seguros de que así sería porque se trataba de una escuela muy cara y con un nivel socio-económico muy alto. Ha sido una pesadilla sin fin observar cómo la gravedad y frecuencia de los ataques fueron incrementándose a lo largo de los cuatro años escolares que estuvo allí”, cuenta triste.
Y es que, tal y como dice la demanda, desde octubre de 2014 hasta la salida de L.C.G a finales de junio 2018 de dicho centro, el acoso de un grupo de compañeros (liderados por dos chavales en concreto) fue prácticamente a diario. “El acoso se produce física y verbalmente tanto dentro del colegio como de camino a casa, así como por mensajería electrónica (en chats privados y chats de grupo)”, comentan los padres. A esto se añadían las agresiones físicas (empujones en los pasillos hasta tirarle al suelo…) o insultos como bebé llorón, maricón, retrasado, mental, gilipollas, gordo, capullo ... en cualquier momento del día y sin justificación. “También se le presionaba psicológicamente para que se fuera del colegio convenciéndole de que estaba sólo hasta llegar al extremo de incitarle a matarse”, añade el abogado.
EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto con el International College Spain para conocer su versión y ha denegado responder a preguntas de este diario por falta de portavoces. Ha querido, eso sí, transmitir vía comunicado firmado por Raquel Pariente Pastor, Business Manager del centro, que están al corriente del caso que está pendiente de resolución por parte del Juzgado de Primera Instancia nº 2 de Alcobendas. “El colegio ya ha respondido a la reclamación, refutando cada una de las manifestaciones hechas por el demandante. La seguridad y el bienestar de los estudiantes son nuestra prioridad número uno. Como el asunto está en los tribunales, no podemos hacer más comentarios”.
Preguntados los progenitores si la denuncia repara en algo todo el daño causado a su hijo y por ende a toda la familia, tienen claro que no, pero al menos obligan a esta institución y a su grupo matriz de 61 escuelas en 28 países , a ser conscientes de los hechos y de su actuación así como a obligarles a revisar su política, su cultura y sus medios contra el acoso. “No podemos permitir que esta situación vuelva a repetirse. Estamos hablando de vidas tiernas y preciosas que tienen el derecho a desarrollarse sin este sufrimiento atroz. Estamos haciendo lo que consideremos justo y necesario en defensa de nuestro hijo y espero, de alguna forma, dando voz y esperanza a los miles y miles de familias afectados por el acoso hoy”, dice el padre. “Denunciando estamos demostrando en primer lugar a nuestro hijo que hay justicia y que siempre hay que luchar contra la injusticia y el mal por el bien de todos”, añade su madre.