Noemí, abuela de los niños asesinados en Godella (Valencia), ha estado cuatro días sin hablar, callada, hundida, en paradero desconocido. Pero, pasado el tiempo, ha decidido alzar la voz, explicar qué es lo que se le pasó a ella por la cabeza. “Estoy destrozada. Se veía venir. Me lo temía. Desgraciadamente, ha ocurrido, pero hice todo lo que pude para que mi hija estuviera bien. Pero ella estaba mal desde hace tiempo”, ha reconocido, en referencia a los problemas psicológicos de su hija.
María, su hija, acusada de asesinato por matar a sus dos niños, tenía diagnosticada esquizofrenia. De hecho, llevaba tiempo sin medicarse, lo que pudo ser determinante a la hora de que, en pleno brote, acabara con la vida de Rachel, la niña de cinco meses, y Aimiel, de tres años y medio. El problema, por tanto, existía. Y en su familia lo sabían.
“Nosotros hemos intentado ayudarla en muchas ocasiones, pero no se dejaba. Yo me ocupaba de lo que podía, pero...”. Y el miércoles, Noemí, por segunda vez, llamó a los servicios sociales para informarles de que Amiel llevaba desde el día 20 sin ir al colegio y explicarles la situación en la que se encontraban los dos pequeños. “Entonces, es cuando ya vi que estaba peor y denuncié lo que ocurría”. No era la primera vez, antes, el día 11, ya había alertado de todo. Los Policías, incluso, se presentaron en la casa okupa donde María vivía junto a su pareja, Gabriel Salvador. Pero dictaminaron que todo estaba en orden.
Ante todo ese panorama, Noemí intentó ayudar a María, su hija, “en muchas ocasiones”, como cuenta a Espejo Público. “Pero ella no se dejaba”, puntualiza. De hecho, María veía a su madre como una enemiga por intentar quitarle la custodia de sus hijos –a pesar de que nunca hubiese presentado denuncias–. “Los niños no tenían la culpa de nada. Toda la familia estamos destrozados”, ha sentenciado la abuela.
A pesar de todo, ni María Gombau ni Gabriel Salvador han reconocido todavía ser los culpables de la muerte de sus hijos. “Los maté porque fue una orden de Dios”, le confesó ella al Policía. Eso es todo. Mientras, está ingresada en el Hospital de Llíria, pero sin decir una palabra. Se negó a declarar ante el juez, que se desplazó hasta el centro sanitario.
Ambos están acusados de presunto homicidio. Eso sí, todo apunta, según fuentes de la investigación, a que María sufrió un brote psicótico la noche en que acabó a golpes con la vida de sus dos hijos. Días antes, había avisado a su madre: “Me voy con el creador”. Entonces, ella alertó a los servicios sociales, pero estos no llegaron a tiempo.
El jueves pasado, por la noche, María habría acabado con la vida de sus dos hijos con sendos golpes en la cabeza –al parecer, cerca de la piscina, donde la Policía encontró sangre–. Después, los enterró. Y, a la mañana siguiente, tras mantener una fuerte discusión con su pareja, Gabriel salió corriendo detrás de ella, según avisó un vecino, con una escopeta. Ella, a su vez, también iba casi desnuda y ensangrentada.
Los agentes encontraron primero a Gabriel, que, entre frases inconexas, les dijo a los agentes que María se había ido a la piscina a resucitar a sus hijos. Más tarde, dieron con ella, que se encontraba metida en unbidón. Les dijo, entonces, que los había matado por “orden de Dios”. Desde entonces, tratan de esclarecerse los motivos por los que los padres acabaron la vida de los pequeños.
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