Rognac, sur de Francia. Lunes de mediados de diciembre. La localidad, bañada por el Mediterráneo y a 25 minutos de Marsella, celebra un día festivo. A las nueve y media de la mañana las calles de este pueblo de 12.000 habitantes están casi vacías. La mayoría de cafetines y tiendas tienen el candado echado. Pero de repente, al fondo de la Rue des Borys, que termina en un callejón sin salida, un misterioso hombre aparece tras una puerta azul de madera que no tiene cerradura. Es joven, delgado y apenas deja ver su rostro. Se oculta tras una capucha, unas gafas oscuras y una braga que le cubre la boca.
No hay dudas. Es él. Francisco Javier García. Nunca habla con los vecinos, que le conocen como ‘el español’. Hoy, por ser día de fiesta, ha salido a pasear a su perro un poco más tarde de lo que acostumbra, siempre al amanecer o cuando ya ha caído la noche. Casi nunca a la luz del día. El animal que le acompaña, un can de presa de 50 o 60 kilos, camina sin correa. Es su defensa ante cualquier extraño inoportuno.
Pero Francisco Javier se detiene al recorrer apenas unos metros. Se ha dado cuenta de que alguien lo mira desde el interior de un coche. Desconfía de esos dos hombres -un periodista y un fotógrafo de este periódico- que están a solo unos pasos de él.
Con las manos en los bolsillos, les mira fijamente. Cuando uno de ellos hace el amago de bajar del vehículo para hablar con él, de inmediato llama a su perro y vuelve a su nido oculto. Entre esas cuatro paredes que le sirven de cobijo sigue guardando una verdad hasta la fecha inconfesada: dónde está Marta del Castillo.
Porque ese chico que oculta su cara es ‘El Cuco’, el adolescente que hace justo una década, cuando tenía 15 años, ayudó a Miguel Carcaño a deshacerse del cadáver de Marta. Primero dijo que Carcaño, el asesino confeso, y su hermanastro, Francisco Javier Delgado, lo amenazaron cuando se presentó en la casa de León XIII en Sevilla, donde la chica yacía muerta.
Luego, negó los hechos. 'El Cuco' dijo que nunca estuvo allí. Que esa confesión se debió a las presiones policiales que sufrió tras su detención. Pero en privado lo contó todo: "Yo llegué, me vi el pollo… Estaba todo mareado, una paranoia".
En 2011, un juez lo condenó a dos años y 11 meses de internamiento en un centro de menores. El magistrado señaló en su sentencia que tenía la “plena convicción” de que el joven sabe dónde está el cuerpo de la adolescente sevillana. Marta del Castillo tenía 17 años cuando la mataron.
1.465 kilómetros. Es la distancia que ha puesto entre su Sevilla natal y Rognac, el refugio donde nadie sabe que él, una noche lluviosa de un 24 de enero de 2009 en la capital andaluza, colaboró a la hora de ocultar un cadáver. Desde entonces sigue sin aparecer los restos de la menor. Ahora tratar de llevar una vida apacible sin que nadie le señale.
De modelo a mozo de almacén
EL ESPAÑOL, en exclusiva, ha dado con ‘El Cuco’ en Rognac. Es una localidad dormitorio de Marsella. A las afueras del pueblo hay un boyante polígono industrial que da empleo a muchos vecinos. También a Francisco Javier, que ha trabajado como mozo de carga en un almacén de muebles para el hogar. Consiguió aquel empleo a través de una empresa de trabajo temporal.
Francisco Javier García llegó hasta aquí hace ahora unos tres años. Puso tierra de por medio junto a Samuel Benítez, absuelto en el ‘caso Marta del Castillo’ pese a que Carcaño, en una de sus múltiples versiones de los hechos, lo involucró a la hora de deshacerse del cadáver. Durante el juicio no se pudo probar que Benítez pusiera un pie en la casa donde Carcaño mató a su exnovia.
Samuel llegó a Rognac unos meses antes que ‘El Cuco’. Los dos amigos emigraron para comenzar una nueva vida lejos de Sevilla, donde no les reconociera ni se les increpara. Durante un tiempo, de la mano del fotógrafo local Michel Tchelou, tío de la novia de Samuel, ‘El Cuco’ trabajó como modelo y Benítez como escultor. Ambos vivían juntos bajo el mismo techo.
Al poco de aterrizar en Francia, Samuel Benítez realizó una exposición de sus obras en el centro cultural de Rognac. “Ya no ha vuelto por aquí desde entonces”, dice la directora del centro cuando los reporteros visitan la localidad. “Aquella exposición duró unos cuantos días y luego se retiró”.
Por ese tiempo, ‘El Cuco’ y Samuel se abrieron perfiles con nombres falsos en algunas redes sociales. En ellas exponían sus fotos: se les veía tomando una copa rodeado de mujeres en una discoteca, posando sobre un coche, dentro de una bañera…
Hasta que el 9 de junio de 2017, el padre de Marta, Antonio del Castillo, escribió una entrada en el perfil de Twitter de @calcetinesucio (Samuel Benítez). Desveló que la novia del chico, a la que había conocido en Sevilla durante el Erasmus, estaba embarazada. Dos días después, Samuel le respondía mediante un mensaje privado: “Sinvergüenza, que te hayan matado a tu hija no te da derecho para señalar y crucificar la vida de un bebé”.
“Jamás le he visto la cara”
En el último año ambos amigos se han distanciado. Apenas se hablan ya. ‘El Cuco’ vive con una chica de La Algaba (Sevilla), quien emigró a Rognac meses después que él. Las parejas no se llevan bien. Los dos antiguos amigos han tenido continuos roces desde que Antonio del Castillo desvelara que trataban de rehacer sus vidas en Francia.
Samuel residía hasta el pasado otoño en un edificio suburbial de mayoría magrebí en Berre L’Etang, una localidad a siete kilómetros de Rognac. Tiene un bebé de apenas unos meses. Tras el distanciamiento, ‘El Cuco’ decidió permanecer en Rognac. Los vecinos del barrio cuentan que llegó la pasada primavera a esta casa de la Rue des Borys. Se trata de una austera vivienda en un pequeño bloque de pisos de dos alturas. En ella convive con su perro de presa y su novia. En el buzón están los apellidos de ambos.
En la zona de Rognac en la que vive ‘El Cuco’ cuentan que Francisco Javier García sólo sale a la calle ataviado con sudaderas y chaquetones con capucha, braga al cuello y gafas oscuras. De vez en cuando, si sale solo, va encima de su pequeña bicicleta para ir más rapido y pasar el menor tiempo posible a ojos de los demás.
“No sabíamos nada. Es tremendo pensar que ese chico pudiera ayudar a deshacerse de un cadáver”, explica la dueña de una boutique que hay a 30 metros de la casa de ‘El Cuco’.
La señora, de unos 60 años, rubia, estilosa, se muestra inquieta. “Cada día, sobre las siete de la tarde, cuando los negocios están cerrando, yo le veo pasar por delante de mi tienda. Va a darle un paseo al perro. Siempre va oculto. Jamás le he visto la cara. ¡Resulta tan desagradable!”.
Junto a Miguel Carcaño, ‘El Cuco’ fue el único condenado por la desaparición de Marta del Castillo. El próximo 24 de enero se cumplen 10 años de su asesinato. Desde entonces no se sabe dónde está el cadáver de aquella adolescente de 17 años que una tarde salió de casa y nunca más volvió junto a sus padres, Antonio y Eva, y sus dos hermanas pequeñas, que ahora tienen 21 y 23 años.
Las autoridades policiales buscaron su cuerpo en diferentes puntos del río Guadalquivir, en un vertedero, en una inmensa finca de tierra, en un descampado de Camas o en una escombrera. Aquellos trabajos le costaron a las arcas del Estado 616.319,27 euros. Fue un gasto inútil. Marta nunca apareció.
Para la Justicia, tres personas saben el paradero exacto del cadáver. Se trata del propio asesino, Miguel Carcaño; de su encubridor, ‘El Cuco’, y de una tercera persona de la que se desconoce su identidad. Así lo recoge la sentencia del caso, cuyo desarrollo estuvo plagado de tantas mentiras y de tantos cambios de versión de los acusados que aún hoy sigue despertando numerosas incógnitas.
“La mató el hermanastro de Miguel”
En marzo de 2011, el juzgado de Menores número 1 de Sevilla hizo pública la sentencia de Francisco Javier García, ‘El Cuco’. Por ese tiempo, tras su detención dos años antes, estaba en un piso tutelado. Se le condenó a dos años y 11 meses de internamiento.
El 13 de enero de 2012, la Sección Séptima de la Audiencia Provincial de Sevilla condenó a Miguel Carcaño a 20 años de cárcel por un delito de asesinato. Quedó absuelto del de violación. Fue, junto a ‘El Cuco’, el otro culpable.
El tribunal libró de todos los cargos que se le imputaban a Samuel Benítez, amigo de Miguel y Marta; al hermanastro de Carcaño, Francisco Javier Delgado, y a la pareja sentimental de éste, María García. Los tres estaban acusados de encubrimiento.
Un año después, en febrero de 2013, el Tribunal Supremo corrigió dicho fallo y aumentó en 15 meses la pena impuesta a Carcaño. En la sentencia de la Audiencia de Sevilla se recoge el relato de los hechos probados durante el juicio, que se celebró bajo una enorme presión social y mediática.
En el fallo se describen las últimas horas con vida de Marta. Se trata de una verdad judicial que nunca ha contentado a la familia de la chica asesinada. “Hay cientos de lagunas. Con mi hija se hizo injusticia, no justicia”, dice Antonio del Castillo. “La verdad sólo la conocen quienes estuvieron allí presentes. Miguel no es el único culpable. La mató el hermanastro con la culata de su pistola”.
Las últimas horas de Marta
El 24 de enero de 2009, sobre las 17.30 horas, Miguel Carcaño, que por entonces tenía 20 años, recogió en su casa a Marta del Castillo, de 17. Ambos habían mantenido una breve relación sentimental con anterioridad. Por entonces seguían siendo amigos.
Cuando sonó el timbre, Marta chateaba por internet con una amiga, Silvia, a la que comentó sus dudas sobre con quién iba a salir aquella tarde. Lo que tenía claro es que no se iba a quedar en casa. En el sumario del caso se recoge que Marta le escribió su último mensaje a Silvia: “Illa, me voy a bajar ya que Migue está abajo y quiere hablar conmigo, luego te cuento".
Al encontrarse, los dos jóvenes se dirigieron a una plaza de la barriada de Santa María de Ordaz en Sevilla. Marta solía reunirse allí con sus amigos. En aquel sitio, en torno a las 19.15 horas, Miguel y Marta vieron a ‘El Cuco’, de 15 años. Quedaron en volver a verse más tarde los tres en la casa de Carcaño. Minutos después, Miguel y Marta se dirigieron en la moto de él hasta el lugar donde la chica había quedado con otro amigo, Ángel Reina.
Ángel era aprendiz de bordador de Semana Santa y había quedado con Marta cerca del puente de Triana para visitar el Cristo de las Tres Caídas. Pero el encuentro apenas duró unos minutos y la visita se frustró. La capilla estaba cerrada. Marta y Ángel charlaron muy poco tiempo. Mientras, Carcaño los observaba a unos pasos de distancia.
Ángel contó a la Policía que Marta le presentó a aquel chaval, pero que no recordaba su nombre. Los vio llegar en una scooter de color rojo y negro. “Creo que era una réplica de la del piloto Checa”, dijo el chico. “Como la iglesia estaba cerrada, charlamos cinco minutos y nos despedimos. No noté nada raro".
Tras despedirse de Ángel Reina, Marta del Castillo y Miguel Carcaño se fueron al número 78 de la calle León XIII de Sevilla. En concreto, al bajo C. Allí vivía Francisco Javier Delgado Moreno, hermanastro de Carcaño. En la acera de enfrente, en una delegación de Hacienda situada a apenas 30 metros, trabajaba la madre de Marta, Eva Casanueva.
“Con la ayuda de un tercero desconocido”
Carcaño había dejado aquella casa tras la muerte de su madre, Felisa Delgado, una mujer inválida que iba en silla de ruedas y vendía cupones de la ONCE. Aunque todavía dormía en aquella vivienda de forma esporádica, desde octubre de 2008 residía con su novia en el inmueble de sus suegros, situado en Camas, una población de la periferia de Sevilla.
Al llegar a la casa de León XIII, Marta y Miguel se encontraron con el hermanastro de Carcaño. Éste, dice la sentencia, se ausentó en torno a las 20.40 horas. Una vez solos en la casa, ambos jóvenes discutieron en el dormitorio de Miguel.
Fue en ese instante cuando, frente a frente, Miguel cogió un cenicero de una mesa, situada a su izquierda, y golpeó con suma fuerza en la sien de Marta. La menor, señala el fallo, cayó al suelo boca arriba con la cabeza y la cara ensangrentadas. Falleció de inmediato.
Tras matar a Marta, Miguel tiró el cenicero ensangrentado en la colcha de la cama y comprobó que su exnovia estaba muerta. Para ello usó el antiguo tensiómetro de su madre. Al poco, ‘El Cuco’ se presentó en la casa de León XIII. La sentencia acredita que, tras discutir durante un rato qué hacer con el cadáver, Miguel Carcaño y Francisco Javier García decidieron “hacer desaparecer” el cuerpo de Marta.
Entre los dos, “y con ayuda de al menos de un tercero desconocido”, colocaron el cadáver de Marta del Castillo en la antigua silla de ruedas de la madre de Carcaño y lo sacaron de la vivienda.
El fallo recoge que lo hicieron “desaparecer en lugar que se desconoce”. Sobre las 22.15 horas de aquella noche, Carcaño y ‘El Cuco’ se separaron. Miguel se fue a Camas, a la casa de su novia, donde llegó sobre las 22.50 horas. Francisco Javier García regresó a su casa en Sevilla.
Las mentiras, o las medias verdades, del caso
“La verdad judicial no responde a lo que sucedió dentro de esa casa”, explica Antonio del Castillo a este periodista. “Yo me quedo con lo que me contó Miguel Carcaño cuando le visité en prisión. Ahí está pringada más gente”.
En febrero de 2017, el padre de Marta del Castillo se montó en su coche desde Sevilla y se plantó en la prisión de Herrera de la Mancha (Ciudad Real). Una vez allí, pidió verse con Miguel Carcaño. El asesino de su hija aceptó. “800 kilómetros y un día es lo único que perdía”, dice Antonio.
Carcaño le contó a Antonio del Castillo lo que ya le había dicho a la Policía Nacional en su última versión dada -a la que el juez ya no le dio credibilidad-. El preso le explicó que él y su hermanastro, Francisco Javier Delgado, discutieron en presencia de Marta porque Miguel se había gastado el dinero para la hipoteca en comprarse una Play y una moto. A Francisco le habían llamado del banco por falta de fondos y se lo recriminó a Miguel.
Según le habría contado Carcaño al padre de Marta, ambos hermanos comenzaron una refriega y la chica se interpuso entre ellos. En ese momento, Francisco habría golpeado varias veces en la cabeza de la menor con la culata de su pistola. Luego habría llegado ‘El Cuco’, quien habría sido amenazado por el hermanastro de Miguel para que no le delatara y para que les ayudase a trasladar el cuerpo de la adolescente.
Carcaño le contó a Antonio del Castillo que luego llevaron el cadáver hasta el coche de María García, su cuñada. Usaron la silla de ruedas con la que se movía su madre antes de morir. Y que, una vez hecho esto, Francisco Javier Delgado la trasladó hasta la finca Majaloba -donde ya se buscó sin éxito-.
“Me dijo que no estaba en el río. Que si no la encontramos en Majaloba es porque su hermanastro había movido el cadáver después de aquella noche y antes de que se rastreara la zona”, explica Antonio del Castillo.
"Habían metido a la niña en el coche"
El padre de Marta recuerda también que un testigo infiltrado logró grabar unas reveladoras palabras tanto a ‘El Cuco’ como a su madre. El tribunal no las aceptó como prueba porque no estaban dentro de la investigación oficial. Las captó un ciudadano anónimo que tenía una hija de edad similar a la de Marta.
En uno de aquellos audios se escucha a ‘El Cuco’ decir: “Yo llegué, me vi el pollo y me apoyé en el escritorio así… Estaba todo mareado, empecé a sudar y vamos, una paranoia”. En otro, es la madre del joven quien se escucha: “Se llevaron mi coche y me dijeron que habían metido a la niña en el coche”.
Lo cierto es que aquellas grabaciones no sirvieron de nada. La verdad, como el cadáver de Marta del Castillo, sigue sin aparecer. Mientras, el hombre que podría ayudar a cerrar la herida de la familia de la joven asesinada sigue oculto, con una vida plácida, en su retiro francés.
Cuando este reportero lo vuelve a ver al día siguiente, Francisco Javier llega en bici a la puerta de su casa. Va a toda velocidad. Como siempre, con el rostro oculto. “Queremos hablar contigo”, le decimos antes de que se meta en el portal de su casa. Pero el silencio es la única respuesta del hombre que sabe dónde está Marta.