“Querida Maje, no quiero que seas mía en el contexto posesivo, tú no debes pertenecer a nadie. Tú te desvives por los demás, en ayudar, en los niños, en amistad. Pero has de ser libre, tu vas a tener una vida maravillosa. Has hecho de mí un hombre diferente. Todo lo que hemos pasado es increíble. Si quieres que este en tu camino, ahí estaré. Para ser tu amigo, para ser tu amante, tu salida, tu gran compañero de vida, aquel que te va  comprender siempre”.

Todas las grandes historias de amor comienzan con una carta, así que Salvador Rodrigo Lapiedra y María Jesús Moreno Cantó, alias Maje, no iban a ser menos. Entre este fragmento escrito en 2016, al que ha tenido acceso EL ESPAÑOL, y la declaración de Salva el pasado viernes han pasado más de dos años, cuatro amantes y un cadáver. 

Es el balance que Salva ha tenido que hacer estos meses en la prisión de Picasent para percatarse de lo que había sido durante todos estos meses: un mero instrumento, un pincel con el que ella dibujaba el lienzo de la muerte a su antojo, un ser sumiso, una alimaña inofensiva que había caído en las peores manos posibles. Pero Salva, que hasta la compra le iba a hacer a Maje, el pagafantas más célebre que se recuerda, ya se ha cansado de ser un títere más del guiñol de la viuda negra. 

“Me dijo que no le hiriera. Que no fallara. Me dijo: “lo quiero ver muerto”. El viernes pasado se le activó el cerebro por primera vez en muchos meses. Pidió ver al juez y cambió su declaración. Iba a dejar de ser el hombre apocado que pasaba las horas muertas en la cárcel sin hablar con prácticamente nadie. 

Se trata de una importante ruptura. Tiempo atrás, el asesino confeso de Antonio Navarro Cerdán, el ingeniero, el marido de Maje, selló con ella un pacto según el cual la iba a liberar de toda culpa, sucediera lo que sucediese. Pero Salva se acabó percatando de la jugada. 

El día en que Salva vendió su alma a la viuda negra

Maje y su marido Antonio, a quien asesinó con la ayuda de uno de sus amantes.

El ocho de noviembre del año pasado, tanto Salva como Maje ya estaban en el punto de mira de los investigadores. En realidad, la policía ya la tenía enfilada 48 horas después de que se produjese el crimen. Las mentiras, los intentos de manipulación, las sospechas vertidas incluso sobre la propia víctima hicieron sospechar a los agentes. Por eso, los agentes asintieron, callaron, esperaron, y varias semanas después comenzaron a grabar sus llamadas telefónicas. 

Ese día de otoño, como decíamos, da un vuelco la investigación del caso. Maje llama a Salva a las 10:27 de la mañana. En ella, Salva le cuenta a Maje que se ha enterado por un amigo de que la policía está investigando a Tomás, uno de los amantes con los que Maje mantenía relación. 

En esa misma llamada, le revela que se ha enterado por un amigo que Maje pretende irse a Italia de viaje con otro de sus romances. Salva se enfada. Comienzan los reproches, las reprimendas y las acusaciones. Le pone un ejemplo: de irse de viaje con otro y de no estar con él. Le cuestiona si es que ya no la hace feliz. Ella, entretanto, evita contestar estas cuestiones. Esta preocupada por un detalle: Salva acaba de decir que su nombre ha aparecido en las conversaciones de la policía.

 Por eso a Maje solo le interesa saber si el suyo está también en el abanico de sospechosos. Salva le dice que no sabe nada. Esa pregunta de Maje la pone directamente en el disparadero. 

Mes y medio después, otra llamada. Otra promesa de fidelidad. Otra declaración de amor. Otro intento de Salva de proteger a Maje a toda costa y otra prueba más sobre la mesa para los agentes. 

-Pase lo que pase, pase lo que pase, tú no vas a tener nada que ver. 

- No me estarás mintiendo.

(…)

-Entonces, ¿qué tengo que decir? - insiste Maje-.

-Si a ti te preguntan, tú no sabes nada. 

-¿Entonces, qué? ¿Digo que me las quitaste tú?

-Que desaparecieron y a tomar por culo.

-Yo eso no lo he dicho.

Es el punto débil. Es donde a ella se la implica directamente. Salva dirá que se las quitó del bolso. Ella no ve bien decir a la policía que habían desaparecido. En las dos declaraciones que le tomaron no dijo eso, por lo que es un detalle importante. 

Hasta mucho después de perpetrar el crimen, Salva continuó protegiendo a Maje. Hasta que han comenzado los interrogatorios. Maje reveló entonces la verdad: que no había hecho el amor con Salva, que solo le había hecho sexo oral. Se arrancó la máscara diciendo que, para ella, Salva no estaba bien de la cabeza. 

El primer flechazo de amor

Así se encontraron los agentes el cadáver de Antonio en el lugar de los hechos. EL ESPAÑOL

Maje conquistó a Salva dos años antes de todo, con la caída de párpados, con la sonrisa, con dulces palabras y con sus exóticas sugerencias. También con frases melosas. 

“Con esta carta quiero demostrarte que dedico el tiempo que no estoy contigo a dedicare unas palabras que consigan tocar tu corazoncito. Mis momentos a tu lado no los cambio por nada del mundo, cada día siento más dependencia afectiva hacia ti, te busco, busco más momentos… Noto que ya sabes lo que necesito y me lo das… Mi dosis, nuestra dosis de amor”.

Este texto fue, según ha podido saber EL ESPAÑOL, una de las primeras flechas de Cupido arrojadas por Maje a Salva en los albores de su relación.  

Las frases de Maje resultan vacías, huecas, como si se las llevase el viento. “Prometo serte fiel porque no quiero nada más que un hombre como tú a mi lado. Sigue luchando, sigue conquistando, nunca hay batalla perdida a tu lado”.

La cosa cambia tres años después. "Me pidió que no lo hiriese, que lo matase", dijo Salva ante el juez. Creyó haberlo sido todo para ella: creyó haber sido su amante, creyó haber sido el amor de su vida y creyó, también, haber obrado correctamente al asesinar a Antonio, el marido de esta particular y calculadora viuda negra. Pensaba que era la buena acción del año, que le había liberado de un ser monstruoso y opresor. Aquello fue un espejismo del que ahora empieza a despertarse. Para Maje, Salva solo fue un esclavo para todo

"Escribiré un libro sobre ti"

Antonio y Maje el día de su boda, hace dos años.

Durante su declaración ante el juez, Salva había de recordar sus propias palabras dos años atrás, cuando cayó rendido ante Maje con aquella carta infantil, escrita con letra casi ininteligible. 

“Me haces sentirme muy amado y valorado. Y es por esto que quiero darte las gracias por estar ahí, por ser como eres, por ser así conmigo, por lo hacer lo que jamás me hizo nadie, quererme como tu lo haces.

Quiero que sepas que mi amor por ti es tan grande que quiero que seas feliz a mi lado y con los demás. Sé que lo nuestro es diferente a todo lo establecido. Ojalá pudiera darte todo lo que necesitas. Tu vida es tuya y de nadie más. Es por eso que eliges tú, siempre, a quien amas y con quien compartes tu vida. 

Salva era un señor casado, feliz con su hija de 18 años y con su mujer de toda la vida. Con su Call Of Duty  por las noches. Una vida lánguida, anodina e insoportablemente normal. Quizá buscaba algo de salseo. Encontró demasiado cuando se cruzó en el camino de la viuda negra. 

30 días después del asesinato de su marido que ella misma había planeado, Maje escribía a su amiga del alma para comentar los últimos ligues de ambas. Aquella llamada, grabada por la policía, ya se reprodujo con todo lujo de detalles.

-Cuando seamos abuelas, escribiremos un libro de nuestros ligoteos.

Maje es, prácticamente, un personaje de película. Pero el primero en darse cuenta de ello fue el propio Salva tiempo atrás, cuando el tierno amor por ella empezaba a florecer en él. Ya por aquel entonces le parecía una mujer absolutamente increíble. Y por eso escribió las siguientes palabras, dos frases con las que ya caía rendido ante ella para siempre. 

“Te quiero tanto que no dejo de pensar en ti. Creo que algún día escribiré un libro. Y seguramente será sobre ti”. 

Toda historia de amor comienza con una carta. Cuando la historia termina, termina con el fuego: las llamas que mantenían la relación son las que abrasan las epístolas del principio. Es lo que le ha pasado a Salva con Maje. Que quiere quemar todos los puentes.

Maje sellaba las cartas con besos y corazones para seducir a Salva EL ESPAÑOL