Han pasado casi cinco años, muchas noches sin dormir, demasiadas mañanas en vela y días de interminables búsquedas. Malén Zoé desapareció en Magaluf (Mallorca) el 2 de diciembre de 2013. Entonces tenía 15 años. No se ha vuelto a saber nada de ella. Ni un dato, ni una noticia, nada. De hecho, su nombre no reaparece porque su caso avance. El protagonista, esta vez, es su padre, Alejandro Ortiz, detenido y acusado de delitos de resistencia a la autoridad y daños a un vehículo policial. “Esta noche va a haber sangre”, les anunció a los agentes, insultándolos.
Alejandro Ortiz fue puesto en libertad después del incidente. Sin embargo, no es casualidad que fuera detenido. El padre de Malén Zoé había anunciado en reiteradas ocasiones que “la iba a liar gorda”, según Última Hora. Y lo hizo. A las 21:30 horas del jueves, en Santa Ponça, fue detenido. Él estaba muy alterado y trataron de calmarlo. Dio igual. El hombre siguió fuera de sí. No hizo caso a los policías. Los insultó, los amenazó y hasta golpeó un coche patrulla.
Los agentes no pudieron hacer otra cosa que detenerlo. Alejandro fue trasladado al cuartel de la Policía, pero siguió con su conducta. Se precisó que necesitaba atención psiquiátrica y fue derivado al centro hospitalario Son Espases. Fue dado de alta, pero volvió a ‘atacar’ a los agentes de seguridad.
"Alguien sabe lo que pasó con mi hija"
Lo llevaron de nuevo al hospital. Recibió de nuevo el alta. Le tomaron declaraciones y, finalmente, fue puesto en libertad. Alejandro, desde que desapareciera su hija, ha tenido problemas. Muchos, de hecho. Hace poco, reconocía que “los asesinos de su hija estaban en Palma” y reconoció que “alguien sabe lo que pasó”.
De un modo o de otro, no se ha vuelto a saber nada sobre Malén Zoé. Su desaparición se produjo hace casi cinco años, a las tres de la tarde, cuando la adolescente, que tenía 15 años entonces, salió del instituto y llamó a su novio, Dani, de 17, para pedirle si podía comer con él. Después de quedar con él, llamó a su padre, pero no pudo contactar con él. Dejó un mensaje a una de las empleadas del negocio familiar.
Una cámara, entonces, recogió su imagen, tomada poco antes de las cuatro de la tarde. En 500 metros se la tragó la tierra. Nadie la volvió a ver. En otra cámara cercana, no aparecía. Desde entonces, se buscó a la chica sin suerte. Se centró, inicialmente, en Calviá, Santa Ponça, El Toro, Son Ferrer, Cala Vinyes, Cala Figuera o Magaluf. Siguieron por otros puntos de la Península, pero nadie ha conseguido dar con ella. Pasados cinco años hay noticias sobre su padre, pero no sobre ella.