Lola Mínguez, de 68 años, y su marido Luis, de 67, estaban unidos por su amor hacia la Medicina. Ella llevaba un trienio jubilada y él un bienio, pero conservaban su residencia de toda la vida en la calle Viñedo Viejo del distrito zaragozano de Casablanca. Era habitual ver al matrimonio paseando por su barrio al caer la tarde, proyectando una imagen de idílica pareja que se rompió de la peor de las maneras la mañana de este jueves, cuando Luis asesinó a su esposa a puñaladas y después se suicidó saltando por la ventana del domicilio conyugal.
Pero esta trágica historia no termina ahí. Cuando la Policía comenzó las pesquisas del suceso, descubrieron que Luis ya había acabado con otra vida anteriormente: la de su madre, una mujer de 92 años que vivía en la calle del Coso, a una hora caminando desde la casa de su hijo. El cuerpo sin vida de la nonagenaria fue hallado con signos de haber sido degollado, tal y como el cadáver de Lola. El asesino había confesado los crímenes en una carta que dejó en su vivienda: “He matado a mi mujer y a mi madre porque estaban enfermas”.
El jueves alrededor de las ocho de la mañana saltó la alarma entre los vecinos de Casablanca cuando vieron a un hombre mayor lanzarse al vacío desde el cuarto piso de una urbanización en la calle Viñedo Viejo. Alertaron al 112, pero los facultativos sólo pudieron certificar la muerte de Luis. Todo había salido como él había planeado.
“Avisen a la Policía”, rezaba el cartel que el suicida había pegado en la puerta de su casa. Los agentes accedieron al interior de la vivienda -cerrada con llave desde dentro- y hallaron un segundo cadáver con otro papel al lado: Lola. Su cuerpo estaba cubierto de heridas de arma blanca y su asesino se excusaba en una misiva de su puño y letra. Ella padecía Alzheimer y él la había matado por eso, según escribió Luis. No constan denuncias previas por malos tratos ni había situaciones de violencia habituales en el matrimonio.
La pareja hacía su vida cotidiana en el barrio. A menudo se les veía comprando en los comercios cercanos “de toda la vida” o en una pequeña peluquería del distrito. “De puertas para fuera eran muy normales”, reconoce una vecina, quien admite que la situación en el interior de aquella casa podía ser “cualquiera”. Esta es la situación de violencia de género más común: un bucólico exterior diseñado para ocultar los episodios de maltrato, según apuntan expertos consultados por EL ESPAÑOL.
Encantadora, implicada y humilde
Los habitantes de Casablanca están consternados tras la pérdida de aquella vecina tan conocida como querida por su gente. La doctora Mínguez había sido la pediatra de la gran mayoría de los niños -y no tan niños- de la zona y todos ellos tienen grabada su imagen en la mente: melena rubia, ojos cristalinos, sonrisa permanente y siempre bien vestida. Acababan de diagnosticarle un Alzheimer incipiente, pero ella se encontraba fuerte y nunca dejó de ser la “encantadora” doctora que “siempre saludaba” y se interesaba por sus conocidos cuando se cruzaba con ellos. El cariño de sus allegados es evidente cuando la recuerdan. Lola llevaba toda la vida trabajando en el Centro de Salud de Casablanca, a pocos metros de su hogar, pero la dureza de su labor no le había hecho perder el amor que sentía por su profesión.
La madre de una de sus antiguas pacientes se deshace en elogios cuando la describe para este periódico. La doctora Mínguez era una persona “humilde, que trataba a todos por igual sin importar su procedencia”. Cada vez que se encontraba con ella, le preguntaba por su vida y siempre ofrecía su ayuda para cualquier problema que le pudiera surgir. Lola “se implicaba mucho en todo lo que hacía” y gracias a ello se ganó la complicidad de muchos de sus pequeños pacientes, para quienes la visita anual al médico era más esperada que temida.
Su marido, Luis, apenas era conocido por el barrio. De carácter más reservado, no trabajaba en el Centro de Salud con su esposa, aunque también era médico de profesión. Ella era la extrovertida, la amiga de todos que siempre se perfilaba como “mediadora en los conflictos”, capaz de encontrar una solución para cada conflicto. Una vecina muy afectada por el suceso, se lamenta ante EL ESPAÑOL: “Yo quiero pensar que Luis tenía algún problema y que por eso la mató. (...) Es horrible”.
Dolores Mínguez es la trigésima mujer asesinada por un hombre desde que comenzó el año. En España, en 2018, también han sido asesinadas Ivanka Petrova, de 60 años; Ana Belén Varela Ordóñez, de 50; Leyre González, de 21; María Isabel Alonso, de 62; María Judith Martins Alves, de 57; Paula Teresa Martín, de 40; Cristina Marín, de 24; Ati, de 48 ; María Isabel Fuente, de 84; Martha Arzamedia de Acuña, de 47; Raquel Díez Pérez, de 37; Jénnifer Hernández Salas, de 46; Laura Elisabeth Santacruz, de 26; Pilar Cabrerizo López, de 57; María Adela Fortes Molina, de 44 años; Paz Fernández Borrego, de 43; Dolores Vargas Silva, de 41; María del Carmen Ortega Segura, de 48 años; Patricia Zurita Pérez, de 40; Doris Valenzuela, de 39; María José Bejarano, de 43; Florentina Jiménez, de 69; Silvia Plaza Martín, de 34,; María del Mar Contreras Chambó, de 21; Vanesa Santana Padilla, de 21; María Soledad Álvarez Rodríguez, de 49; Josefa Martínez Utrilla, de 43; Magdalena Moreira Alonso, de 47, y una mujer de 40 años que no ha podido ser identificada.
La serie 'La vida de las víctimas' contabilizó 53 mujeres asesinadas sólo en 2017. EL ESPAÑOL está relatando la vida de cada una de estas víctimas de un problema sistémico que entre 2003 y 2016 ya cuenta con 872 asesinadas por sus parejas o exparejas.