“Con el culo al aire”. Así se siente Lidia Henríquez, madre de Yurena López, una joven de 23 años que fue asesinada por su novio hace ya más de un año. El autor confeso de los hechos, Ayoze Gil, está en prisión preventiva desde entonces, pero tuvo un supuesto cómplice, José Manuel Hernández, que continúa en libertad. El hombre sigue estando investigado por la Justicia y tiene varios antecedentes penales por robos y narcotráfico.
Lidia ha pasado el lunes y el martes en un calabozo de la Policía Nacional de Telde (Gran Canaria). Tras 16 meses aguantando las amenazas y los insultos de José Manuel Hernández, el presunto amigo del asesino de su hija Yurena, la mujer se hartó y le amenazó con un cuchillo. Los vecinos lograron pararla pero fue arrestada.
El suceso ocurrió cuando su otra hija, Vanesa, volvía a su casa de trabajar el pasado lunes. Se topó con José Manuel y él la amedrentó, se rio de ella y la asustó. Cuando la chica cruzó la puerta de su vivienda, su madre la vio “amarilla” y “llorando”, según ha contado a EL ESPAÑOL. Lidia, que en ese momento estaba fregando el cuchillo que había utilizado para preparar la comida, agarró un paño de cocina y, tal cual estaba, “con la ropa de casa” y sin soltar el arma, salió a defender a su niña.
Lidia padece esclerosis, con lo que le resulta bastante complicado desplazarse rápidamente. Cuando José Manuel la vio, aprovechó la enfermedad de la mujer para continuar con sus burlas. “A ver si me pinchas (...). Venga, que no me coges”, le decía, generando tal impotencia y ansiedad a la señora, que se orinó y se vomitó encima.
Un vecino y amigo de ella consiguió tranquilizarla y retenerla. Lidia intentaba tomar aire mientras oía de fondo los improperios de José Manuel: “¡[No te hago nada] porque eres mujer, que venga uno de tus hermanos y le rompo la cara!”. Su amigo trataba de echar al agresor en vano. Al final, se presentó una patrulla de la Policía Nacional y Lidia, sin oponer resistencia, fue conducida al calabozo, donde permaneció dos noches.
Sangre fría
El miércoles salió de la cárcel tras abonar una multa de 180 euros y con una orden de alejamiento bajo el brazo. No podrá acercarse a menos de 500 metros de José Manuel. “Ahora me siento todavía más desprotegida”, se queja.
“Yo he denunciado las amenazas”, les contaba a los agentes, que no daban crédito a que no se hubieran tomado medidas preventivas para salvaguardar a su familia. La razón que le dieron cuando, en su momento, fue a pedir una orden de alejamiento de José Manuel y otros amigos de Ayoze Gil -el asesino de su hija-, era que ella no había aportado pruebas directas de las amenazas y que los insultos no están considerados como faltas graves en el ordenamiento jurídico. Le recomendaron que grabara los ataques, pero ella no tiene “esa sangre fría”.
Lidia es firme: “Yo no justifico mi acto, ha sido emocional y no apruebo ningún tipo de delito”. Valora positivamente la labor de la Policía Nacional de Telde, y manifiesta sentir “lástima” por la jueza que ha llevado el caso del asesinato de su hija Yurena, a quien llama ‘Yuri’. Sin embargo, cree que ha sido “maltratada institucionalmente”, ya que la alcaldesa del pueblo no le ha prestado ayuda “en ningún momento” ni le ha dado el pésame.
La de Yurena y su familia es una historia tan trágica como real. La violencia machista no es sólo la violación o el asesinato y la vida de Yuri es una prueba más de ello.
A sus 22 años, Yurena López Henríquez mantenía una relación con Ayoze Gil, de 33. Él no le gustaba a su madre porque no le generaba confianza. Pero Yuri, “absorbida” por la personalidad de su pareja, y tras varias discusiones con su familia, abandonó su hogar. “Ya volverá”, pensó Lidia. Y volvió. “Sin hablar”, entró en el domicilio y se llevó sus cosas so pretexto de irse a casa de una amiga.
No es fácil
Al tiempo, la madre de Ayoze acabó por confirmarle a Lidia que su hija llevaba varios meses viviendo con el joven. “Son muy felices”, le aseguró. Lidia no lo tenía tan claro. Y acertaba. Yurena vivía maltratada y con miedo. Se negó a denunciar cuando una compañera de trabajo, alarmada al oír la confesión de la joven, la llevó a una comisaría de policía para acabar con su situación. “El crimen de mi hija se podría haber evitado”, se lamenta la madre.
Pero no es tan sencillo. Según expertos en casos de violencia machista, las personas maltratadas están anuladas por sus agresores. Sienten una inmensa dependencia hacia ellos y viven convencidas de que si hablan, nadie las creerá. Muchas llegan a creer que realmente merecen las torturas a las que son sometidas. Este es el caso de Yurena: la madre de su novio le culpaba a ella de provocarle “sabiendo que él era nervioso”.
Las agresiones y la manipulación de Ayoze continuaron mientras que la víctima se alejaba cada vez más de su familia. “Vivía en el sótano de la casa de los padres de su novio”, cuenta Sara Williams, amiga de Lidia. Hasta que un jueves 30 de marzo de 2017, Yurena, ya con 23 años, llamó a su madre “muy contenta”. Lo había dejado con su novio y el viernes por la tarde estaría en casa con ella de nuevo.
Aquel miércoles por la noche -de acuerdo con la versión de Lidia- Ayoze y José Manuel planearon el asesinato de Yurena. El viernes 31 de marzo, Ayoze estranguló a su novia, a la que previamente había amordazado e inmovilizado con la ayuda de su amigo, según cuenta la madre. Luego embaló su cuerpo y lo ocultó en el maletero de su coche, un Seat Ibiza blanco, con la intención de deshacerse de él.
"Cuñi, cuñi, se me ha ido la olla"
A las seis de la tarde de aquel fatídico día, el asesino condujo hasta encontrarse con la hermana de Yurena: había quedado con ella para hablar. En el vehículo se encontraban Ayoze al volante, su madre de copiloto y José Manuel en el asiento trasero. Al lado del último se sentó la chica.
“Cuñi, cuñi, se me ha ido la olla. He matado a Yuri”, le dijo Ayoze a la hermana de la ya asesinada. Invadida por el horror, la joven saltó del coche en marcha y escapó. “No sabemos qué podría haber pasado si se hubiera quedado”, comenta Lidia indignada. Esa es la versión de los hechos de la madre de la víctima.
El autor confeso compareció el lunes siguiente ante la magistrada Virginia Peña en el Juzgado de Instrucción Nº2 de Telde, especializado en casos de violencia machista. Ayoze Gil permanece en prisión preventiva a la espera de que se celebre el juicio. Su presunto cómplice, José Manuel Hernández, sigue como investigado y, aunque en un principio fue condenado a cárcel, presentó un recurso y salió en libertad.
Según Lidia, el hombre se valió de los “testimonios falsos” de su pareja y de la hija de ella. Éstas declararon que cuando Ayoze acudió a su casa a pedirle ayuda, él bajó a la calle “tan sólo cinco minutos y luego subió” al domicilio. “Los testigos que aporta [José Manuel] se contradicen entre ellos”, asegura la mujer. Ella cree que conocen la verdad y le están encubriendo.
Insultos liberados
El presunto cómplice campa a sus anchas por su barrio, muy cerca del hogar de Lidia. Ya han pasado dieciséis meses desde que Yurena fue asesinada. 475 días en los que la familia de la víctima ha sido objeto de insultos y amenazas por parte del amigo de su verdugo.
La mujer relata cómo en una ocasión acosó a su padre, un hombre de 70 años sordo de un oído. José Manuel se encontró con él mientras hacían la compra. Se colocó a su lado y le susurró: “Apestas”.
Pero quien más preocupa a Lidia es su nieto, el sobrino de Yurena. Se trata de un niño de seis años que, a pesar de no haber superado el duelo por la muerte de su tía, se encontraba diariamente con la madre de su asesino. Esta mujer es la coordinadora del comedor escolar del pequeño. Sus padres han terminado por apartarle del lugar.
Los crímenes machistas no terminan en el asesinato de la víctima. “Te rompen la vida y te siguen pisoteando”, resume Lidia. A ella, José Manuel le ha llamado en reiteradas ocasiones “mala madre”. También la suele insultar a través de su ventana. Ella siente miedo, especialmente por su nieto. Por ello denunció y, al no haber habido agresión, su petición fue desestimada.
Ahora es Lidia quien tiene la orden de alejamiento que lleva casi 500 días reclamando. La han convertido en la mala de la película y se siente aterrorizada ante la perspectiva de que José Manuel pueda denunciarla por “falsos quebrantamientos de la orden”, tal como cuenta su amiga Sara.
Lidia Henríquez y Sara Williams no se conocen de toda la vida. Establecieron contacto por primera vez cuando Williams buscaba protagonistas para su serie documental Colaterales’, que cuenta las historias de los niños asesinados por sus padres en crímenes machistas.
"No soy una madre coraje"
La figura de Lidia parece destinada a convertirse en un ejemplo, pero ella se quita importancia. “Yo no soy una madre coraje, soy una más (...). Yo sólo estoy luchando para que esto se acabe y se conozca la realidad de las víctimas de la violencia de género”. La mujer tiene una plataforma en Facebook llamada Justicia para Yurena López Henríquez donde no se cansa de pelear y apoyar a otras madres que se encuentren en una situación semejante.
Sus allegados quieren que se recuerde a Yurena como la chica “luchadora” que era en vida. “Era imposible ser más felices”, recuerda Lidia emocionada. Describe a su hija con ternura: “Mi niña era una joven cariñosa, trabajadora y risueña que quería ser adulta muy deprisa, pero que siempre acababa llorando en mis brazos”.
Yuri era conocida por su fuerza y su pasión a la hora de reivindicar sus derechos y los de otras mujeres. Participaba en concentraciones de rechazo a la violencia de género. “Ahora, yo hago lo que ella hacía”, dice con orgullo su madre. Su sobrino, con apenas seis años, también la tiene presente. Lidia cuenta que el niño le dedica a su tía Yuri la canción ‘Llorona’ de la película de Disney ‘Coco’ cada vez que la canta.
“Ahora sólo somos un puzzle incompleto, existiendo en un escombro de tristeza. (...) Ojalá con esto otras madres dejen su miedo atrás y declaren todas las necedades y las injusticias a las que son sometidas”. Este es el deseo de Lidia, la madre “no” coraje que nunca dejará de luchar.