El día que asesinó al pequeño Gabriel, Ana Julia Quezada dijo que iba a pintar una lavadora. Comieron juntos en la casa de Las Hortichuelas (Níjar, Almería), junto a la abuela. Eran las 15:35 cuando el niño terminó su comida y decidió salir a jugar a la calle. La abuela le frenó y le sugirió que era mejor que esperase un poco para descansar la comida. A las 15:40, el pequeño abandonó la casa en dirección al pueblo, a la casa de sus primos, a poco menos de 100 metros de distancia. Detrás de él, con una coca-cola en la mano, Ana Julia salió por la puerta de la casa hacia su coche, en dirección a la finca de Rodalquilar. Volvió a comentar que tenía que pintar algunas cosas, entre ellas la lavadora y la puerta de la entrada a la vivienda.
Mucho se ha hablado del relato de Ana Julia Quezada, la asesina confesa del pequeño Gabriel. La mayoría de las cosas que la mujer contó a los agentes de la Unidad Central Operativa de Guardia Civil (UCO) eran puro artificio, una ilusión repleta de clichés y de lugares comunes con el fin de justificar el crimen. Una macabra función teatral sostenida desde el momento que se subió con el niño en el coche para matarlo hasta que, casi dos semanas después, fue detenida cuando transportaba su cadáver en el coche.
En el sumario del caso, a cuyo contenido ha tenido acceso EL ESPAÑOL, se traslucen buena parte de las mentiras de la versión de la asesina confesa. Todas ellas son descartadas y desoídas por los agentes de la investigación, que apenas se creen su versión.
Desde que fue detenida, todas las mentiras de Ana Julia Quezada han ido saliendo a la luz: el ocultamiento del cuerpo, su participación activa en la búsqueda, camuflada entre la multitud de voluntarios que peinaban kilómetros y kilómetros a la redonda del lugar en que el pequeño Gabriel había sido visto por última vez; sus aspavientos en público, sus actuaciones casi teatrales cuando las cámaras de televisión estaban delante. Algunas de esas mentiras vuelven a quedar ahora a la luz al haberse levantado el secreto de sumario. Algunas de ellas no hacen sino inclinar la balanza hacia el asesinato y no hacia el homicidio y el accidente, la versión que la mujer hace meses que trata inútilmente de sostener.
Estas son las falsas versiones de Ana Julia sobre algunos de los acontecimientos relacionados con la desaparición y muerte de Gabriel Cruz, de la que ella misma es la única autora y responsable. Ella dice que todo fue un accidente. Los investigadores no se creen ni una sola palabra de todo ello.
La farsa de lo que ocurrió en Rodalquilar
27 de febrero. Algo antes de las cuatro de la tarde. Finca de Rodalquilar, Níjar. Ana Julia Quezada se baja del coche, y con ella Gabriel Cruz. La asesina confesa dice a la Guardia Civil que el niño se pone a jugar en los alrededores de la casa del terreno. Mientras, ella se introduce en el interior, desconecta la alarma y abre las ventanas para ventilar el interior, porque asegura que dentro huele mucho a pintura.
Luego se pone a pintar la puerta de la vivienda. Ana Julia dice que, entonces, el niño Gabriel coge un hacha que había por el jardín. Ella le ordena que la deje, que puede hacerse daño. En ese momento, el niño entra en la casa, donde ella se encuentra. La escena se produce en medio del salón. Según la versión de Ana Julia, el chiquillo monta en cólera: le grita para que se calle, que siempre le dice lo que tiene que hacer, le dice que se vuelva a su país, que quiere que su padre esté con su madre y no con ella.
Ana Julia asegura que el pequeño empieza a insultarla. Que comienza a decirle que es una “negra fea”. Que no para de insistirle en que se fuera a Santo Domingo (su lugar de origen). Gabriel chilla, no quiere darle el hacha. Entonces Ana Julia se acerca y, según su relato, empieza a forcejear con el crío. Intentando quitársela, taponándole la boca a la vez para que se callase y dejase de insultarle.
Según la farsa relatada por Ana Julia, todo se le fue de madre. Es el relato ficticio que lleva semanas intentando vender. Que todo fue un accidente. Que le apretó la boca y la nariz al mismo tiempo, que no quería matarle. Que cuando se dio cuenta el niño ya no respiraba, no respondía a ningún estímulo y su cuerpo colgaba inerme. Que no quería hacerle daño. Ana Julia dice que se quedó paralizada, fumando sin saber qué hacer porque “había hecho daño” a Gabriel. Que al pequeño lo había matado “sin querer”.
Los agentes de la investigación descartaron como falsa esta versión de los hechos.
La farsa de la camiseta
El 3 de marzo de 2018 era sábado. Era ya el quinto día de búsqueda del pequeño Gabriel en Níjar y alrededores. Brigadas especializadas, perros rastreadores, buzos, helicópteros, habitantes de la zona, voluntarios, la Unidad Central Operativa de la Guardia Civil (UCO)… El dispositivo de búsqueda del pequeño Gabriel había pasado ya al siguiente nivel. La mañana de ese día, la del 3, nadie supo dónde estaba Ana Julia.
Concretamente, la asesina confesa desapareció entre la una y las dos y media de la tarde. Esa misma tarde la investigación dio un vuelco clave que acabó dirigiendo todas las miradas hacia ella. Fue cuando se produjo el hallazgo de una camiseta de Gabriel. Un hallazgo que, sorprendentemente, realizó ella misma.
A la hora de comer, Ana Julia tiende ya la trampa: le sugiere a Ángel que habría que salir a registrar determinada zona porque por allí no había pasado nadie. Nadie la había revisado. Ángel asiente y al comenzar la tarde se dirigen hacia ese lugar.
Ana Julia va junto a su pareja y padre del pequeño, Ángel. Es ella quien dirige en todo momento la batida. En un punto de la búsqueda, ella se adelante y se introduce en una zona repleta de juncos. El padre del chiquillo escucha, a cierta distancia, voces de ella reclamando su atención. Al acercarse advierte de nuevo los gritos.
- ¡La camiseta de Gabriel, la camiseta de Gabriel!
Ana Julia tiene la prenda cogida con las manos manos extendidas. Se trata de una camiseta blanca, fina y que está totalmente seca. Al principio Ángel no le da más vueltas, pero luego le empieza a rondar la cabeza aquel sorprendente hallazgo: no le sonaba de nada aquella camiseta.
Ana Julia insiste. Le dice que aquella prenda es, sin duda, del pequeño Gabriel. La mujer argumenta que es así porque fue ella quien le vistió la mañana de la desaparición. Llaman a algunos agentes de la Guardia Civil, quienes llegan cinco minutos después.
Ahí ya empezaron a surgir las dudas más claras en torno a Ana Julia. A la familia le impactó lo sucedido aquella tarde por un motivo muy sencillo: la ahora asesina confesa dijo que se había encargado personalmente de vestir a Gabriel la mañana de la desaparición. Sin embargo, el chiquillo, ocho años de edad, ya era mayor para esas cosas: no necesitaba a nadie que le ayudase. Siempre se vestía solo.
La farsa “para dar esperanzas”, "para no hacerle daño"
Ese fue el primer indicio de la farsa. El segundo vino a través del testimonio de un agente de la Policía Local de Níjar, al mando de uno de los grupos de rastreo de esa misma mañana. Horas antes de que apareciese la camiseta del pequeño, ese mismo agente registró, peinó y batió esa zona acompañado unos 20 voluntarios. Acabaron a las 12:30 de la mañana y no encontraron nada.
El día anterior a que apareciese la camiseta había llovido en Níjar, y había llovido bien. Por eso a aquel agente le sorprendió en gran medida que la camiseta estuviese seca. Además, por aquel lugar habían pasado decenas de veces por el lugar en que supuestamente había aparecido la prenda de ropa del pequeño desaparecido. La habrían visto de forma irremediable. Tres horas después, una sola persona decía haber realizado aquel importante hallazgo sin ningún tipo de dificultad.
En cuanto se produjo el hallazgo de la camiseta, los agentes fueron directos a preguntar a la abuela. Su casa era el último lugar en el que había sido visto el niño, y ella le había hecho la comida el día de la desaparición. La mujer no tuvo duda: aquella camiseta no era suya, y tampoco llevaba esa prenda el día de la desaparición.
El misterio se resolvió el día que Ana Julia fue detenida. ¿Por qué había colocado allí la camiseta? ¿Qué le llevó a perpetrar y alargar la farsa? Su respuesta a los investigadores fue tan clara como inverosímil. Reconoció que ella era quien había tirado la prenda. Aseguró que lo hizo para que Ángel “creyera que el niño estaba vivo”. Detalló que falseó el hallazgo la camiseta, colocada por ella misma, “para darle esperanza”, “para no hacerle daño”. Terminó apuntando que “no sabía lo que hacía”.