Cuando se despertó, Alejandra García Peregrino había sido apaleada y maniatada en una silla, sentada en el centro de la habitación. Al otro lado de la puerta, lo que ella creía el flash de una cámara iluminaba el pasillo como una luciérnaga frenética. Eso fue lo que ella dijo. Entretanto, el niño Dominique, de ocho años, con autismo, no se encontraba ya con ella en la estancia, sino muerto en la habitación contigua del piso, situado en el número 26 de la calle Quijote, un edificio de dos plantas de nueva construcción. Allí vivía Alejandra -detenida en la mañana de este jueves- con Daniel, su pareja, y con el hijo que este tenía de una relación anterior. Y allí, el 30 de agosto del pasado año, urdió su plan para matar al pequeño.
Alejandra fue detenida la mañana de este jueves como la principal sospechosa de aquel crimen que tuvo lugar el pasado 30 de agosto. Durante nueve meses, los agentes han descartado todas las hipótesis hasta dejar ante sí la escalofriante y desnuda verdad: que con las pruebas que obraban en su poder, solo Alejandra podía haber cometido aquel crimen.
Los investigadores le atribuyen un delito de asesinato y otro de simulación de delito. Los agentes creen que la mujer eliminó al menor porque, a su juicio, suponía un estorbo en su relación con Dani, el padre de acogida del pequeño. Los avatares del caso remiten, de forma irremediable, al crimen del pequeño Gabriel en Níjar (Almería) a manos de Ana Julia Quezada, la novia de su padre. En los próximos días, según ha podido saber este periódico, Alejandra será interrogada en comisaría y pasará después a disposición judicial.
Una camiseta para asfixiar, una bolsa para la cabeza
Para que un crimen sea perfecto, también debe parecerlo. Alejandra lo urdió todo, fingiendo para ello un asalto primero, y una paliza después. Antesde ambas cosas, estranguló al pequeño con una camiseta y lo dejó en la habitación de al lado. Su pareja no estaba en la casa. Era el último miércoles del mes de agosto.
Luego lo dejó todo dispuesto, la estrategia que iba a seguir, la versión que iba a ofrecer, las respuestas que iba a dar a los agentes para ocultar el crimen, para esquivar la culpa y para que resultase creíble. No tardó demasiado en urdir la patraña. Luego solo tendría que mantenerla.
Lo primero que hace Alejandra es autolesionarse -no sabemos todavía cómo-, simular una paliza, colocarse una bolsa en la cabeza y atarse a sí misma las manos, sentada en una silla situada en una habitación diferente a aquella en la que yace el cadáver del pequeño. Luego decide ponerse a gritar. Son prácticamente las nueve de la noche. La mujer padece de una cierta sordera, y los vecinos lo saben, piensa, así que alguien acudirá en su ayuda. Por eso comienza a vociferar, en busca de alguien que la ‘salve’ de aquello.
Mientras nadie llega a socorrerla, Alejandra coge su teléfono móvil y envía a sus padres una videollamada de alerta. La mujer suplica, necesita ayuda y de forma urgente: dos personas la han asaltado en las escaleras de camino a la puerta del piso cuando ella y el pequeño estaban solos. Dice que les han introducido a la fuerza. Que la habían maniatado y habían abusado sexualmente de ella manoseando varias partes de su cuerpo. Les dice que ha conseguido acceder a duras penas al teléfono, que el chiquillo está en la otra habitación, debatiéndose entre la vida y la muerte.
A los pocos minutos, es una vecina la que se percata de la situación y la primera que entra en la casa. La mujer da la voz de alerta no bien descubre la escena en el apartamento de Elda, la mujer maniatada y el cadáver de un pequeño de ocho años en otra de las habitaciones. Una vez llegaron los servicios sanitarios, la mujer fue atendida por un ataque de ansiedad. El pequeño Dominique no tuvo tanta suerte. Intentaron reanimarlo, pero nadie pudo hacer nada por su vida.
Desmontando la versión de Alejandra
Durante 9 meses, Alejandra ha seguido como si nada hubiera ocurrido con su vida: retomó su trabajo como dependienta, continuó su relación con Dani y fingió un enorme desconsuelo por la muerte del pequeño Dominique. Entretanto, ella y el resto de miembros de la familia fueron interrogados por los agentes de la Policía Nacional, quienes se pusieron a tratar de esclarecer el crimen.
Mientras mantenía el luto por fuera, la procesión iba por dentro de Alejandra. La verdad seguía en su interior, pero la coartada que propuso a los agentes al poco comenzó a resquebrajarse. Su relato, mantenido prácticamente igual a lo largo del tiempo, ofrecía gran cantidad de sueltos e incurría en importantes contradicciones. No tardaron en centrar el foco de la investigación en ella, la única mujer que estaba en la casa cuando el pequeño había sido asesinado.
Interrogaron a los vecinos, ninguno de ellos vio aquel día a nadie entrando ni saliendo de aquel portal. Entre las ocho y las nueve de la noche de ese día, 30 de agosto, mucha gente caminaba aquella soleada tarde por la calle Don Quijote. No hubo un solo testigo de todos los que interrogó la Policía Nacional que respaldase la versión de esta mujer. Tampoco las grabaciones de las cámaras de seguridad jugaban en su favor. Así, pronto supieron que los supuestos asaltantes nunca habían existido. Que la supuesta paliza nunca tuvo lugar.
Dominique era hijo adoptivo de Dani y de su anterior pareja. El pequeño nació en el seno de una familia desestructurada. Con diversas patologías, los servicios sociales le declararon en desamparo y la Generalitat asumió su tutela.
Tiempo después fue dado en acogida. Una pareja, Dani y su pareja anterior, le acogieron y se separaron en 2016. Ahora era Alejandra con Dani quienes se encargaban de él. Hasta que Alejandra, como creen los investigadores, decidió acabar con su vida.
Meses después, la mujer decidió añadir más dramatismo al asunto. Entregó a los agentes unos supuestos mensajes que le habían ido enviando de forma periódica a su casa. Se habló entonces de un supuesto ajuste de cuentas, de una banda que les perseguía por algún motivo desconocido. No había tal cosa. Ella decía que eran amenazas veladas que anticipaban el crimen. Los agentes dicen que ya entonces empezaron a dejar de creerla. Ahora, el Juzgado de Instrucción 2 de Elda (Alicante) ha ordenado prisión provisional, comunicada y sin fianza para Alejandra.