Jénnifer lleva tatuado en el muslo derecho el rostro de su novio, Esteban. En su pecho, pende un corazón de plata con la huella dactilar del chico. Se la tomó en el tanatorio, horas antes de enterrarlo.
Francis luce, también en el cuello, una diminuta urna plateada con la palabra "love" escrita en la cubierta. Dentro están las cenizas de su hermano mayor, Juan Carlos.
En cambio, Isabel lleva a David, su marido, en la memoria. Cuando murió, el mismo día y a la misma hora que Francis y que Esteban, la pareja había pasado más tiempo junta como novios y luego como matrimonio, que solteros.
La tarde del 3 de noviembre de 2016, hace ahora año y medio, cuatro hombres que trabajaban para una organización de tráfico de hachís en el Estrecho murieron en alta mar por una colisión entre su lancha, que iba vacía, y la patrullera de Aduanas, que supuestamente los perseguía y acabó pasando, casi de frente, por encima de ellos. Tres de los fallecidos eran gaditanos (dos de Algeciras y uno de Sanlúcar de Barrameda). El cuarto, marroquí.
Aquello sucedió poco antes de las cinco de la tarde, a plena luz del día. Los fallecidos llevaban dos días trabajando sin descanso. Cuatro horas antes, otra lancha se acercó hasta ellos y les suministró café, bocadillos y batidos de fruta, de acuerdo a los testimonios que han ido recabando sus familias con el paso de los meses.
La investigación del caso
Uno de los muertos, el sanluqueño Esteban Romero, de 25 años, era quien pilotaba la lancha. Sólo quiso café para mantenerse despierto. Sabía que en un rato, cuando sus compañeros de tierra le dieran paso, volvería a casa. El aviso, quizás, no llegara. Tal vez nunca se sabrá. Él tampoco volvió jamás junto a Jénnifer.
Desde el siniestro, casi nada o nada se ha avanzado en la investigación del caso, que se instruye en el Juzgado número 1 de Algeciras (Cádiz). La jueza instructora ha pedido en reiteradas ocasiones las fotos que la Policía Científica hizo de los cadáveres cuando fueron trasladados al puerto. También ha solicitado un informe sobre los hechos a la Comisión de Investigación de Accidentes Marítimos, dependiente del Ministerio de Fomento. 18 meses después, siguen sin llegar a sus manos.
En marzo de 2017, la juez instructora advirtió a tres altos cargos adscritos al Ministerio de Fomento de que les imputaría un delito de desobediencia si no investigaban el siniestro.
Sin acceso a los informes forenses
Siete meses después, en octubre de ese mismo año, el jefe de Área de Investigación de Accidentes Marítimos le remitió a la magistrada una carta en la que señalaba que para realizar dicho informe, su unidad había pedido a la Guardia Civil que analizase previamente los GPS de ambas embarcaciones y que, como este análisis no se había producido aún, el envío del documento quedaba supeditado a dicho trámite.
Durante todo este tiempo, las familias de los muertos ni siquiera han tenido acceso a los informes forenses. Nadie les ha dicho la causa exacta de la muerte de sus seres queridos debido a que no les han entregado las autopsias. Les dejaron ver los cuerpos dos días después de su muerte, el sábado 5 de noviembre. Tres de ellos estaban destrozados.
Para tener pruebas del estado en el que había quedado uno de los cadáveres, el del algecireño Juan Carlos Martínez, de 42 años, y en previsión de que conocer la verdad iba a ser complicado, su hermano Francisco se atrevió a abrir el féretro media hora antes del funeral, destapar el cuerpo y hacerle un sinfín de fotos. Ya en ese momento, las familias no se creían la versión del accidente fortuito.
El cadáver del mayor del grupo, Daniel Sánchez (46), también de Algeciras, era el que presentaba un mejor aspecto. Según su esposa, apenas tenía un golpe en el lateral de la cabeza y algún que otro hueso roto.
"Ni supervivientes ni testigos incómodos"
Isabel, la mujer, piensa que él no recibió de lleno el impacto de la barcaza de Aduanas. La viuda cree que, debido a la colisión, cayó al agua y que luego se ahogó. “O lo dejaron ahogarse”, dice. A su juicio, no querían "supervivientes ni testigos incómodos".
Según el relato hecho tras el accidente por los cinco agentes de Aduanas que iban a bordo de la patrullera Águila IV, de casi 18 metros de eslora y con una capacidad de arrastre de 20 toneladas, ellos emprendieron una persecución sobre una goma con tres motores de 300 caballos y 12 metros de eslora después de que les diera el aviso el helicóptero de Vigilancia Aduanera, que divisó una lancha vacía y otra cargada de hachís en alta mar. Era sobre las 16.30 horas del 3 de noviembre de 2016. La barcaza de Aduanas persiguió a la que iba sin mercancía.
Cuando navegaban en paralelo, siempre siguiendo la versión de los agentes adscritos al Ministerio de Hacienda, la goma se cruzó por delante de la patrullera para huir hacia aguas marroquíes. Fue entonces cuando se habría producido la colisión entre ambas embarcaciones.
La barcaza de Aduanas pasó por encima
La barcaza de Aduanas pasó por encima de la semirrígida de los narcos, que fallecieron en el acto. Ninguno de los hombres que iban a bordo sobrevivió. No hay grabación del siniestro porque las cámaras de vídeo de la barcaza estaban apagadas al ser de día.
Cuando les entregaron los cuerpos, las familias tenían dos opciones: creer la versión oficial que les contaron, la de que todo había sido un accidente, y volver a casa a llorar; o dudar y denunciar. Hicieron lo segundo y, además, organizaron varias manifestaciones por las calles de Algeciras pidiendo justicia.
Ahora, año y medio después, se quejan de que al tanatorio no se acercase a verles ni un sólo cargo institucional de la zona: ni políticos, ni guardias civiles, ni policías. Tampoco los agentes que se vieron involucrados en el supuesto accidente. "Se nos trató como apestados", dicen.
Las familias: “estaban dormidos” y con la lancha “parada”
Las familias de los muertos, con las que EL ESPAÑOL se ha reunido esta semana en Algeciras, sostienen una versión opuesta totalmente a la oficial. Piden conocer la verdad, que se investigue. Y dicen que si fue un accidente, lo asumirán. El hermano de uno de los tres fallecidos de nacionalidad española y las mujeres de los otros dos son quienes atienden al reportero. Es la primera vez que hablan abiertamente sobre lo sucedido en todo este tiempo.
Reconocen sin ambages que sus seres queridos pertenecían a un banda de traficantes. Dos de ellos, Juan Carlos Martínez y David Sánchez, habían pasado por prisión años atrás por narcotráfico.
Sus familias explican que, gracias a los testimonios de otros traficantes que hablaron con ellos en alta mar aquel día, cuando se produjo el choque los cuatro fallecidos estaban esperando el aviso para volver a tierra. Llevaban dos días transportando sin descanso hachís o suministrando gasolina y víveres a otras lanchas.
Insisten en que, probablemente, tres de los fallecidos “estaban durmiendo” en ese momento y que sólo uno de ellos, Daniel Sánchez, el de mayor edad, estaba despierto. Vigilaba sentado en el potro de la embarcación. Dicen que la lancha estaba parada en ese momento, bien por la espera o porque uno de sus tres motores, el que obedecía a los cambios de dirección, no funcionaba, como luego confirmaron dos peritos.
Las familias también se preguntan cómo es posible que la goma, con 900 caballos de potencia -son rayos sobre el mar- no se desintegrara al chocar casi de frente con una barcaza mucho más grande y pesada que la de los fallecidos y, en cambio, la patrullera quedase posada justo encima de los cuerpos, como se observa en las fotos realizadas a ambas embarcaciones y que muestra este periódico.
A la espera del contenido de la caja negra de la patrullera
Por el momento no ha se ha producido ninguna imputación. La Fiscalía de Algeciras y la juez instructora pidieron hace algo más de un mes un informe sobre el contenido de la caja negra de la patrullera de Aduanas.
El fiscal jefe de zona, Juan Cisneros, explica a este medio que hasta la fecha no ha pedido que se impute a nadie ni ha llamado a declarar a los agentes de Aduanas implicados porque no encuentra indicios sólidos que le hagan pensar que no se trató de un accidente.
Cisneros entiende que, una vez se conozca gracias al análisis de la caja negra el punto exacto de la colisión, la velocidad a la que iba la patrullera y el recorrido que hizo, decidirá si solicita a la juez que declaren los cinco agentes de Aduanas o les imputa algún delito. “Hasta entonces, debemos ser cautelosos”, dice el fiscal.
En enero de 2018, Lucinia Llanos, abogada de las familias de los tres españoles fallecidos y también de la del marroquí, llamado Mohamed Chel Laf, volvió a reclamar a la instructora que citara en calidad de investigados “a los agentes del servicio aduanero 54.127, 57.778, 52.774, 55.020 y 52.798”.
Llanos también solicitó a la juez que reclame al laboratorio de Criminalística de la Guardia Civil las dos inspecciones oculares de las embarcaciones que se realizaron el 3 y 4 de noviembre de 2016, este segundo día “en horas diurnas”. Por el momento, no ha recibido respuesta.
La abogada presentó a finales de marzo un informe encargado a dos peritos de Palma de Mallorca. Lo firman Diego José Mora y Mateo Roselló, quienes llegan a la conclusión de que "vistos y analizados todos los indicios", la patrullera de Vigilancia Aduanera "puso rumbo de colisión hacia la semirígida y ésta, al encontrarse sin gobierno por la avería de su motor de babor, no pudo maniobrar y evitar el abordaje". Es decir, no hubo persecución.
Según este informe, a la lancha de los narcos les entró la barcaza de Aduanas a una velocidad de 40 nudos por el perfil delantero izquierdo. El casco de la embarcación, que describió una diagonal, alcanzó el lateral trasero derecho de la goma.
Debido al impacto, la patrullera reventó el globo lateral izquierdo de la lancha, levantó el potro con los cuatro asientos en fila y tumbó la antena que llevaba junto a los tres motores. Sin embargo, la aseguradora de la embarcación de Aduanas presentó un estudio pericial confirmando la versión dada por los agentes implicados.
“Aduanas los aplastó”
Sentados a la mesa de una cafetería de la parte alta de Algeciras, los recuerdos de Esteban, Juan Carlos y David se entremezclan en los relatos de sus familiares. Desde aquí se ve el puerto de la ciudad, uno de los más importantes de Europa, y a lo lejos el perfil marroquí del continente africano.
Francis, el hermano de Juan Carlos Martínez, da un sorbo de su café expresso mientras cuenta que Juan Carlos dejó dos hijas huérfanas. Recuerda que sus padres, durante los últimos meses, le compraban el tabaco y le daban dinero para sus cuatro gastos con el fin de que no volviera a subirse a una goma. “Estaba divorciado. Llevaba tiempo en paro y la necesidad es muy jodida”, dice Francis.
- ¿Sigue pensando que no fue un accidente?- pregunta el periodista.
- Claro que sí, y con todo este tiempo sin avance alguno, todavía más. La barcaza de Aduanas los aplastó a conciencia. No sé si era algo premeditado o no, pero creo que quisieron asustarles, se la vieron justo debajo de ellos y ya no frenaron. No vamos a dejar de reclamar justicia. Queremos saber qué pasó, para bien o para mal. Eran personas, no perros atropellados en una carretera, que es lo que parece que mataron.
Dos cojines con el rostro y el perfume del padre
Jénnifer, la joven viuda de Esteban, ha venido con su madre, suegra del fallecido. Dice que ella y Esteban eran novios desde los 13 años. Que al principio su madre no quería que salieran juntos.
La joven cuenta que tras la muerte de su pareja, sus dos hijos, una niña de cinco años y un niño de siete, lo pasaron “muy mal”. Al mayor, que estaba acostumbrado a dormir con su padre, tuvo que encargarle dos cojines con el rostro de Esteban y luego echarles el perfume que él solía usar. “De noche, en la cama, se abraza a ellos”, dice Jénnifer, que está luchando por que le concedan a sus hijos una pensión de orfandad que por el momento le niegan.
La madre de Jénnifer se llama Milagros. Dice que para ella Esteban era como un hijo. Y puede que sea cierto ese sentimiento. La madre biológica lo abandonó con 12 o 13 años. Desde entonces, ella la suplió. “Cuando empezó con mi hija, yo lo instalé en mi casa y nunca más salió, hasta que se montó en esa maldita lancha”.
- ¿Sabe por qué volvió a hacerlo?- cuestiona el periodista.
- Decía que con los 25.000 o 30.000 euros que iba a ganar como piloto se compraría un campito y una casa de madera para irse con Jénnifer y sus hijos. Era su ilusión. Nos contaba que lo iba a dejar ya.
- …
- Yo siempre le decía que era mejor vivir tranquilo y que, si lo pillaban, no iba a ir a la cárcel a visitarlo. Él se reía. Al final, tengo que ir al cementerio a ponerle flores a su tumba.
Isabel es la más callada del grupo. Su marido, David Sánchez, dejó cuatro hijos huérfanos y una casa sin consuelo. Mientras el periodista habla con el resto de familiares, ella lee y relee el informe de los dos peritos de Mallorca.
“No puedo llegar a entender que ponga tan claro que la lancha estaba parada, que los de Aduanas los arrollaron, y que no se haga nada. No lo entiendo. Se ve que por ser narcos, no eran personas”.
Antes de despedirse, los familiares de los fallecidos hablan del supuesto turbio pasado de los cinco agentes que iban a bordo de la patrullera de Vigilancia Aduanera. Cuentan que antes de llegar hasta tierras gaditanas estuvieron destinados en Galicia, donde su forma de actuar con los narcos de allí "era aún peor".
Dicen Isabel, Francis y Jénnifer que desde el norte del país los enviaron a Ceuta, pero que allí los traficantes los amenazaron y de nuevo cambiaron de destino. "Por eso están en Algeciras. ¿Quién se va a creer que eso fue un accidente? Nosotros, no".