El matrimonio que unía a la enfermera María Jesús Moreno, Maje, con el ingeniero Antonio Navarro Cerdán era tan volátil como peligroso. Ella, la viuda negra de Novelda (Alicante), acusada de urdir el asesinato de su marido y con cuatro amantes -prácticamente solapados en el tiempo- a sus espaldas, no podía soportar que Antonio, su Antonio, compartiera una cuenta de Netflix con una compañera del trabajo. Aunque ella no estuviera enamorada. Aunque ella se hubiera casado por dinero. Aunque ya le hubiera sido infiel una y otra vez.
Ahora, la Audiencia de Valencia le ha denegado la libertad provisional a Maje, encarcelada desde el pasado 12 de enero. La magistrada ponente, Dolores Hernández Rueda, desestima el recurso de apelación de la defensa de Maje e incluso afirma en sus razonamientos jurídicos que "no existen dudas respecto a la presunta participación en los hechos de la recurrente quien lo ha reconocido así inicialmente con todo lujo de detalles y en modo que ha podido corroborarse periféricamente, de un modo suficiente, para atribuir una ulterior responsabilidad criminal en este momento, de carácter meramente indiciario y provisional".
La doble vida que llevaba con casi todo el mundo la hacía desdoblarse en sus acciones diarias. Convenció a Salvador Rodrigo, de 47 años, un auxiliar de enfermería sumiso, infantil y soñador para que matara a su marido. Salva, padre de una chica de 19 años y casado desde hace 22, estaba perdidamente enamorado de Maje. Los desplantes, los engaños, los desprecios constantes daban igual. Él no veía nada más allá de la sombra de ella. Cómo negarse cuando le sondeó para ver si sería capaz de matar a Antonio. Él era el perfecto pagafantas.
Fría y calculadora
Maje es una persona fría y calculadora. Tiene claros sus objetivos, vitales y sexuales. Su marido, Antonio, descubrió apenas un mes antes de su boda con Maje que llevaba varios meses quedando con un fisioterapeuta, Tomás. Y Antonio le perdona.
A Tomás se le suman las relaciones con un mosso d'Esquadra, con el publicista José y con Salva. Todas ellas extramatrimoniales, claro. Todas bajo los pérfidos cálculos de Maje.
La infidelidad con Tomás no era el único altibajo por el que el enfermiza y tormentoso matrimonio había pasado. Según cuenta Las Provincias, Maje le pidió a su entonces novio Antonio 80.000 euros para reformar la casa de los abuelos de ella en la calle Mayor de Novelda. El pueblo alicantino, de algo más de 25.000 habitantes, era el que les había visto nacer a ambos. Por eso, Antonio estaba decidido a darle el dinero, pero su familia le convenció para no hacerlo o exigir alguna retribución. Le pidió a Maje que escrituraran a mitad la vivienda. Ella se negó y la relación se chafó.
Netflix y motociclismo
Pero al poco lo arreglaron. Maje necesitaba escapar de Novelda. Antonio ya trabajaba fuera del pueblo y en él vio su vía de escape perfecta. Pronto corrió a visitarle en Alicante, Teruel y Zaragoza. Como amigos, eso sí. Después a Antonio le ficharon en Ferrovial como ingeniero en la base de mantenimiento de carreteras de El Rebollar. Alto sueldo, coche de empresa. Aquí conoció a la compañera de trabajo con la que compartía el pago a la plataforma de contenidos audiovisuales. También alguna entrada para el Gran Premio de Cheste.
Así que Maje estrechó su cerco. Consiguió ella también un trabajo en Valencia. Así que comenzaron a vivir juntos en un piso compartiendo gastos. El roce hizo el (aparente) cariño: retomaron su noviazgo ya camino del altar con la compra del piso en la calle Calamocha. Maje puso unos 15.000 euros. Él, casi el 80% del precio. Aunque aparentaban ser un matrimonio bien avenido, ella había dicho en su entorno que no estaba enamorada. Que se casó por no defraudar. Así que, presuntamente, la mejor manera que vio Maje para dejar a Antonio atrás fue asesinarle. Y que lo ejecutara otro.
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