Eugenia tiene más de ochenta años, viste un abrigo marrón y una bufanda granate que lleva enroscada al cuello casi hasta la barbilla. Acaba de salir de la iglesia de San José, enclavada en uno de los metros más caros de la ciudad, donde se tocan la Gran Vía y la calle Alcalá. Arroja un gesto torcido. La fachada del templo en el que se casó hace medio siglo ha sido invadida por un cartel negro, con una calavera en medio: "Ciudadanos de Madrid, la Peste está aquí".
Se asombra cuando conoce que la invasión de La Peste ha sido con el visto bueno del Arzobispado. En realidad, ha sido a medias. La Iglesia se agarró a la publicidad como vía urgente para sufragar las obras que cubren estas paredes de color peculiar, rosáceas. A cambio de 50.000 euros mensuales, pactó con una agencia que los anuncios que llegaran a su portal nunca fueran de contenido sexual o en contra de la fe. La Peste, una serie de televisión, encontró su hueco, la forma de sortear la cláusula. Y ahí está. Reluciente en esta mañana de labor.
"¿Cómo no se pudo parar?"
"Pero, ¿cómo no se pudo parar? De verdad, no lo entiendo. Ya soy muy mayor, ahora vivimos un tiempo en el que lo anormal es lo normal y viceversa". Eugenia se confiesa chapada a la antigua, nostálgica de los "valores familiares perdidos". Precisamente, "en la ruptura de las familias" percibe la fotografía más "clara" del "triunfo del demonio", que "da lugar a cosas como esta". Al borde de un paso de cebra, con los bocinazos como banda sonora, lamenta el "batacazo" de España y enarbola aquello de "no todo es libertad de expresión".
Vivió muchos años en Holanda, como encargada de Calidad en una fábrica: "Había un compañero que venía a España para disfrutar de los valores familiares, un tipo peculiar, lo sé. Ahora me acuerdo de él, los Países Bajos son todo lo contrario y nosotros hemos perdido esos valores".
El lamento de los feligreses
Como Eugenia, decenas de feligreses lamentan que la Iglesia "se haya dejado invadir de ese modo", aunque fuentes del arzobispado madrileño reiteran que los primeros sorprendidos al ver el cartel fueron ellos. Antes, se anunciaron objetos tecnológicos, sin mayor trascendencia. "¡Uf! Yo he escuchado de todo... ¡No te imaginas!", describe un hombre que pide limosna a las puertas de San José todas las mañanas.
La cúpula de este templo arrastraba las secuelas de un incendio y de dos obuses que impactaron en la cúpula durante la Guerra Civil. "Era urgente y la única manera era aceptar la publicidad", confirma a este periódico un portavoz del arzobispado. Gracias a lo recabado con los anuncios, una subvención de la Comunidad de Madrid y el presupuesto de la propia Iglesia se rehabilitará la basílica.
La iglesia de Lope de Vega
Esta mañana hay misa de mediodía. La feligresía de San José es turística, más esporádica que habitual. Muchos se acercan por su gran patrimonio artístico. Reúne una imagen del Carmen de Roberto Michel, uno de los escultores de la plaza de Cibeles; la capilla de Santa Teresa, casi una iglesia en miniatura y de gran reconocimiento internacional; el Cristo del desamparo de Alonso de Mena; y un San José de Luis Salvador Carmona. En este lugar, aunque cuando era parte del primitivo convento de San Hermenegildo, ofició su primera eucaristía Lope de Vega. La mayoría de ellos alza la cabeza con sorpresa y lee: "Ciudadanos de Madrid, la Peste está aquí".
Para más inri, en esta ficción, ambientada en la Sevilla del siglo XVI, asolada por la peste negra, la Iglesia es la de la inquisición, muy lejos de la actual. En conversación con este periódico, uno de sus actores, Manuel Solo, destaca que entonces eran los propios curas quienes permitían las casas de lenocinio, los burdeles. También reconoce que el cartel de San José ha llegado a oídas de los actores que conforman el reparto.
¿Qué dicen los sacerdotes?
En una de las habitaciones colindantes, un sacerdote acepta mantener una entrevista con EL ESPAÑOL. Advierte que habla a título personal, y no en nombre del arzobispado. "Ni queremos ese cartel ni nos interesa, de repente nos lo encontramos ahí. Firmamos una cláusula para evitar situaciones delicadas, pero se coló".
-La ubicación le ha venido genial a la serie, es polémico. ¿Se siente engañado?
-No, yo confío en la buena voluntad de la gente.
-Claro, usted es sacerdote. Pero, ¿no piensa que ha sido intencionado?
-Confío en la buena voluntad, en serio -se ríe.
Este párroco, con voz pausada y siempre en positivo, revela que el arzobispado se ha puesto en contacto con la agencia que gestiona los anuncios que aparecen en la fachada de San José: "Sé que hablaron con ellos, pero no queda otra que esperar. Ya se ha pagado el dinero... No podemos hacer nada, pero hemos aclarado las cosas para que no vuelva a pasar algo así".
En cualquier caso, el sacerdote entrevistado se dice "decepcionado". Como él, desde el arzobispado madrileño esperan con ansia que termine esta penitencia, incómoda pero necesaria para remodelar una de las iglesias más emblemáticas del centro de Madrid.