Un café al día y en el desayuno. Es temprano y Manuel Clavero Arévalo, el padre del ‘café para todos’, del Estado de las Autonomías, enciende el televisor en la sala de estar de su amplio piso en Sevilla. Los acontecimientos se precipitan en la pantalla. Mientras que en el Senado se inicia la sesión que dará luz verde a la aplicación del artículo 155, los diputados del Parlament catalán deciden votar en secreto la declaración unilateral de independencia.
A sus 91 años, don Manuel, como todos lo llaman, sigue atento a lo que ocurre sentado en un butacón. En la calle se superan los treinta grados pero él tiene una manta sobre el regazo y unos guantes que dejan a la vista las yemas de los dedos. A pocos metros está su esposa, Lupe Ternero, leyendo el ABC de Sevilla. Todo transcurre en silencio hasta que el que fue ministro para las Regiones y de Cultura con Adolfo Suárez empieza a hablar.
—¿Le entretiene la tragicomedia catalana que pone en cuestión el Estado de las Autonomías?
—Lo vivo con tristeza. Más que porque quieran romper el Estado de las Autonomías, que no será tal, porque se rompa la unidad de España en contra de lo que establece la Constitución. Se produce una separación y una anticonstitucionalidad.
—Con lo que se está viviendo, ¿fue un error el ‘café para todos’?
—No, creo que el café para todos significaba el derecho a tener autonomía para quien lo quisiera. No ha sido un fracaso. En aquellos primeros momentos, la manifestación en Andalucía fue impresionante. Se ganó la autonomía de una forma singular, con un referéndum como no se ha vuelto a hacer en España. Ni antes ni después de él. Y hubo que ganarlo en todas las provincias y por encima del 50% del censo.
—¿Qué se le pasó por la cabeza cuando Pablo Iglesias comparó en Sevilla lo que ocurría en Cataluña con lo que ocurrió en Andalucía el 4 de Diciembre?
—Hay una gran diferencia entre lo que está ocurriendo en Cataluña y su intento de separación y lo que conquistó constitucionalmente Andalucía, su autonomía plena e igual a la de catalanes, vascos y gallegos. La comparación es imposible.
—En la tramitación de la Constitución, alguien, presumiblemente de la UCD, hizo un símil entre las autonomías y los Sanfermines. Se oyó que para evitar que País Vasco y Cataluña fuesen un problema había que hacer como en los encierros, que hubiese más cabestros que toros bravos. ¿Recuerda esa frase?
—No, no la recuerdo. Y estuve presente en el momento en el que se iniciaron las autonomías. El presidente Suárez, después de recibir a Tarradellas, salió muy triste porque veía difícil el arreglo. Pero después de las declaraciones que Tarradellas ofreció a la prensa, dijo: “No me he equivocado, este es mi hombre”. Había dicho que la reunión había ido magníficamente.
“TARRADELLAS CONSIGUIÓ UNA TRANSICIÓN SIN PROBLEMAS EN CATALUÑA”
—¿Mejor hacer mansos a los toros bravos?
—La época de Tarradellas fue excelente. Nadie quería que en ese momento tan delicado como la Transición hubiese grave problemas en Cataluña. Y Tarradellas fue la persona que lo consiguió.
—Precisamente Tarradellas, que dijo que "cómo iba a ser igual Cataluña que Murcia".
—Sí, lo dijo. Pero habría que preguntarle a los murcianos si les parecía bien que Cataluña tuviese autonomía y ellos no.
—¿Qué salida prevé de la crisis catalana?
—Todo este proceso ha sido muy raro. Puigdemont ha declarado y suspendido la independencia. La ha declarado otra vez. Ha sido llamado traidor por barajar la posibilidad de convocar elecciones. Y cambió de opinión. Todo es extraño.
—¿Qué posible solución valora? ¿Un Estado Federal?
—Ahí, lo importante sería saber en qué se diferencia un Estado Federal de un Estado de las Autonomías. Yo no veo diferencia alguna. La primera, y única, constitución federal de España, la de 1876 ya hablaba de Estados acabó de muy mala manera.
Mientras responde a las preguntas de EL ESPAÑOL, el que fue ministro con la UCD durante los años 1979 y 1980 de Cultura y Administración Territorial bromea con la volátil situación política en Cataluña. Es posible que todo lo que se hable quede desactualizado en algún giro inesperado de los acontecimientos.
Cuenta Clavero Arévalo que está bien de salud, pero que se mueve poco por un problema en su rodilla. Un rehabilitador lo visita todos los días, incluido los festivos. No perdona la cita. Apenas sale a la calle. No le gusta. Siempre fue un hombre de casa. Pasa los días escribiendo, leyendo y viendo información en televisión. Alterna entre La Sexta, Cuatro y el canal 24 horas de TVE.
UN PAPEL CLAVE COMO PADRE DEL ‘CAFÉ PARA TODOS’
A Don Manuel se le encandilan los ojos cuando habla del pasado. Tiene una excelente memoria y recuerda nombres, situaciones y conversaciones al más alto nivel. Muchas con él de protagonista.
—Volviendo a la de Constitución de 1978, el artículo 151 [sobre la vía rápida de acceso a la autonomía] se gestó en su casa.
—Me costó muchísimo trabajo introducirlo en la Constitución. Tuve que convencer a Suárez, y no me fue nada fácil que Andalucía tuviese el mismo rango que Cataluña, País Vasco y Galicia. Por eso había que incluir ese artículo. Me llevaba bien con Suárez, pero tuvimos ahí muchas diferencias. Recuerdo que me dijo, aunque no ocurrió: “Te va a llamar el Rey”. También recuerdo que el 151 se redactó en mi casa de Madrid con Miguel Herrero y Rodríguez de Miñón, uno de los siete padres de la Constitución.
—El 151 está cerca del 155…
—Sí [ríe], pero son muy diferentes.
—¿Se encuentra cómodo con él?
—No había más remedio que aplicarlo. Nunca hasta ahora se había aplicado. Ya lo barajó Felipe González en Canarias, pero no se llegó a lo de hoy.
Antes de su etapa como ministro, Clavero Arévalo fue profesor de Derecho y rector de la Universidad de Sevilla. Ahí fundó y presidió el Instituto de Desarrollo Regional. En su etapa como docente dio clase a los ex presidentes Felipe González y Adolfo Suárez. Don Manuel militó en la Unión de Centro Democrático (UCD) y fue diputado tras las elecciones de 1977. Dimitió en 1980, el primer ministro en hacerlo tras aprobar la Constitución. Se marchó por sus diferencias con Suárez acerca de la autonomía andaluza. Después fundó el fugaz partido Unidad Andaluza.
En su balcón, en octava planta de un bloque de pisos con vistas al Guadalquivir, al Palacio de San Telmo, sede de la Presidencia de la Junta de Andalucía, y al parque de María Luisa y las torres de la plaza de España, están prendidas dos banderas: la española y la andaluza. Puede que sea esta la única verdiblanca que ondee en el sevillano barrio de Los Remedios, uno de los más exclusivos de la ciudad. El más poblado, sin duda, de rojigualdas en los balcones.
Don Manuel llegó allí en los años sesenta. En este barrio nació su último hijo, el quinto. Y su casa es un reguero de nietos, tiene nueve, y biznietos, cinco. Hay retratos de todos ellos repartidos por el salón. Incluso pegados en los muebles. En el piso, de techos altos y amplias dependencias, también conserva su despacho y el bufete de abogados que ahora lleva su hijo y uno de sus nietos. Ahí redacta, todavía a día de hoy, artículos de prensa. Hace poco recibió el encargo de escribir un libro sobre el torero sevillano Pepe Luis Vázquez. Clavero Arévalo fue el abogado de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Es bético y presume de haber visto al Real Betis levantar una Liga. Fue en 1934. “Es una gran afición —apunta—, no pierdan la esperanza”.
EL 155 ES “LA RESPUESTA A UNA ACTITUD MUY REBELDE” DEL GOVERN
—Volviendo a la política, ¿le da pena al padre del Estado de las Autonomías que se tenga que aplicar un artículo que suspende una de ellas?
—Me da pena, pero es la respuesta a una actitud muy rebelde por parte del Gobierno de Cataluña. “Si una Comunidad Autónoma no cumpliere las obligaciones que la Constitución u otras leyes le impongan, o actuare de forma que atente gravemente al interés general de España…”.
—¿Parlem?
—Ha habido intentos. Hasta Urkullu ha actuado como mediador, aunque sin éxito. Cataluña ha pedido la salida de prisión de los Jordis, a lo que el Gobierno respondió que eso es cuestión de los jueces y no de ellos. Se habla, y se seguirá hablando porque la aplicación del 155 no es nada fácil de aplicar. Supone quitar a los que están y eso generará gran resistencia. También en la calle.
—Hablando de la calle, ¿Cataluña será independiente tarde o temprano?
—Bueno, se está votando la independencia. Pero más allá, lo veo muy difícil. Hay empresas que se están yendo, afecta a la bolsa…Y querrán entrar en la Unión Europea, aunque ya les han dicho que no.
—¿Y cómo se contentará a los catalanes que piden independencia?
-Si tuviera ese conocimiento… Es difícil. Aunque aquí me gustaría hablar de los catalanes que se sienten españoles. Una de las vías que el Estado debe jugar y quizás hubiese sido aconsejable haberlo hecho antes es darle protagonismo de esos catalanes españoles en la vida pública.
—¿Y qué se puede hacer con los independentistas? ¿Hay que darles algo a cambio?
—No, hoy por hoy no lo veo. A largo plazo…
LA CONSTITUCIÓN, LECTURA DE CABECERA
En el televisor se suceden las intervenciones de los diputados catalanes en el Parlament. El volumen está muy muy bajo, apenas imperceptible. Don Manuel mira de reojo. En uno de los aplausos, pregunta: “¿Han aprobado ya la declaración?”. No, solo es la oposición, que jalea el discurso de Inés Arrimadas (Cs). Junto al televisor hay medicinas, ungüentos y una pila de papeles y libros. Clavero Arévalo pide ayuda a su hija Lupe para que le dé uno de sus volúmenes de cabecera, un ejemplar de Constitución de pequeño formato editado por el 25 aniversario. La tiene repleta de papelillos a modo de marcapáginas. Dice que acude a ella frecuentemente, cuando necesita resolver dudas.
—¿Hay que reformar la Constitución?
—Las constituciones son flexibles o rígidas y la española es rígida. Y cambiarlas implican una serie de requisitos difíciles de obtener. Sobre todo en determinados artículos, como son los referentes a la unidad del territorio, a la monarquía, los derechos fundamentales… Más allá de los requisitos, está el procedimiento, hay que ir al Senado, aprobarla someterla a un referéndum. Se puede cambiar, pero no como se ha hecho en Cataluña. Ojalá ellos hubiesen usado el procedimiento constitucional.
—¿Qué modificaciones le haría a la Constitución?
—No es fácil contestar a esto. Quizás en materia de derechos fundamentales, quizás concretar aún más el derecho a la salud o a la vivienda. Pero ¿la monarquía? Esa reforma no saldría adelante, lo que no quita que se pueda plantear.
—¿Y qué le hubiese gustado poner o quitar antes de que se aprobase y fuese tan difícil modificarla?
—Me hubiese gustado que la Constitución no plantease diferencia entre españoles, como finalmente fue. Sigo siendo un defensor del Estado de las Autonomías, una España con derechos distintos entre ciudadanos hubiese sido difícil de llevar a la práctica.
—¿Sigue tomando café o se ha pasado al té?
—Café, en el desayuno. Y me lo hacen muy bien.