No son ni las doce de la mañana del miércoles 26 cuando Mariano Rajoy, presidente del Gobierno de España, se abrocha la chaqueta y se marcha de la sala de la Audiencia Nacional en la que acaba de comparecer como testigo en el juicio de la trama Gürtel. A la misma hora, a 355 kilómetros de allí, un hombre vestido con camisa blanca de manga corta y pantalón beige entra en el Cementerio Municipal de Valencia. Lleva con él un ramo de flores. A más de 30 grados a la sombra, cruza la zona central del recinto hasta llegar a los nichos situados en la parte trasera de la iglesia. Allí, por fin, alcanza su objetivo. Ha encontrado la tumba que busca y se detiene ante ella. En la lápida que tiene delante, reza: “Excelentísima Señora Doña M.ª Rita Barberá Nolla. 16-7-1948, 23-11-2016. Alcaldesa de Valencia (1991-2015)”. El hombre deposita las flores y se queda delante de la tumba un buen rato. Luego se marcha del lugar por donde llegó.
Han pasado ocho meses desde la muerte de Rita Barberá, el 23 de noviembre del pasado año, en la habitación 315 del hotel Villa Real de Madrid. Allí, cuando dieron la voz de alarma, la encontraron y todavía estaba viva. Trataron de reanimarla pero no pudieron hacer nada. Un problema hepático se la llevó por delante. El fallo multiórganico, debido a la cirrosis que padecía, fue irreversible. Eso dijo el forense. Sin embargo, en aquellos días, personas próximas a ella denunciaron que la alta tensión a la que se vio sometida, las causas judiciales abiertas y el acoso mediático le provocaron una enorme tensión que le afectó al corazón. Cote, su sobrina, el día del entierro, señaló ante su tumba a quienes miraron al otro lado durante el calvario de su último año: “Los que la han abandonado le han roto el corazón… Han acabado contigo. Esto no tenía que haber pasado”.
Pese a los aciagos últimos días de su vida -marcados por las imputaciones de personas muy cercanas a ella y por el ostracismo al que su partido la relegó tras su imputación a raíz de la operación Taula- ahora en la tumba de Rita hay flores a diario.
Con ella, son diez las personas vinculadas a distintos casos de corrupción del Partido Popular que han aparecido muertas en España en los últimos años. El primero en la lista es Juan Pérez Mora, un falso juez que engañó al cerebro de la Gürtel, Francisco Correa. Luego está Francisco Yáñez, antiguo trabajador del PP y padre del principal testaferro de Luis Bárcenas en Suiza. Después María del Mar Rodríguez,esposa de Tomás Burgos Beteta, senador del PP. Imputada por malversación de caudales,malversación y falsedad documental. Fiscalía le pedía 2 años y 9 meses de prisión. Se suicidó el 20 de enero de 2015. Otro de los diez es José Martínez Núñez, empresario gallego de la construcción que murió por causas naturales en su residencia canaria el 10 de agosto de 2015.
La lista sigue con Antonio Pedreira, el juez que instruyó la Gürtel durante casi 3 años, quien sufrió un accidente cerebrovascular que le mantuvo 36 meses en una residencia madrileña. Falleció el 13 de agosto de 2015. Tenía 66 años. El 29 de octubre de ese mismo año, el cuerpo del periodista Isidoro Cuberos apareció en un barranco de la provincia de Málaga. En el momento del siniestro, Cuberos era miembro del PP en el Consejo Audiovisual de Andalucía. Entre los años 1993 y 1996 había sido jefe del PP andaluz y uno de los más conocidos asesores de Javier Arenas.
También apareció muerto Francisco Sánchez Arranz, consejero de Iberia y concejal en Boadilla del Monte junto a Arturo Panero ‘El Albondiguilla’ . Leopoldo Gómez, conocido como el ‘Ingeniero’ de Pozuelo, es el penúltimo miembro de una lista que ya llena 10 féretros. Murió en febrero de 2016. Estaba imputado por el juez Ruz por dos presuntos delitos de prevaricación y cohecho en el marco de la ‘Operación Asfalto".
El último, Miguel Blesa, el ex presidente de Caja Madrid. Al final de la escapada, Blesa decidió acabar con todo y pegarse un tiro en el pecho con una de sus 15 escopetas de caza. Su futuro era muy oscuro, pues acababa de ser condenado a 6 años de cárcel por el caso de las tarjetas black. La sentencia todavía no era firme. A la vista, los juicios por el fraude de las preferentes y los sobresueldos en Cajamadrid. Pero Blesa decidió quitarse de en medio. No es el mismo caso que el de Rita, pues la exalcaldesa no se quitó la vida.
Todos los fallecimientos han tenido lugar desde el año 2009, la mayoría de ellos en extrañas circunstancias. Sus destinos han sido dispares: algunos son olvidados por sus paisanos, otros, todavía ensalzados. Son los casos antagónicos de Rita Barberá y Miguel Blesa. El destino de ambos, tras la muerte, no podía ser más dispar: a Rita le dejan flores y la visitan en el cementerio, tanto familiares como ciudadanos desconocidos. Ante el silencio de la muerte, resalta un detalle con el que es imposible no hacer un paralelismo: las flores depositadas en ambas lápidas. Rita siempre las tiene frescas. Las de Blesa, una semana después de su muerte, están marchitas y se pudren, abandonadas.
Las flores de Rita
El cementerio de Valencia es, en sí mismo, un espectáculo artístico. Rita está rodeada de pórticos, de ángeles esculpidos en mármol, de tumbas prácticamente faraónicas, entre ellas la de personajes ilustres valencianos como Joaquín Sorolla. Hay hasta una ruta guiada por sus callejones. El proyecto Museo del Silencio las organiza para dar a conocer a quiénes descansan allí y las obras de arte convertidas en nichos y panteones. La tumba de Rita, sin embargo, resulta algo más complicada de encontrar en medio del laberinto. Está perdida entre las miles de lápidas que hay en el cementerio municipal.
El lugar de reposo eterno de Barberá no está entre los grandes y faraónicos mausoleos del centro del complejo funerario. La tumba en la que descansa la que fue la alcaldesa de Valencia durante 24 años es un rincón más encajado entre el ladrillo y la cal. A modo de decoración, tan solo una pequeña corona de flores rodea el nicho.
El Cementerio General de València está situado en el barrio Camí Real. El proyecto fue inaugurado en 1807 y, desde entonces, allí descansan todas las clases sociales valencianas: los ricos, los pobres, la aristocracia, los artistas, los carpinteros, las panaderas, las maestras, los caídos en la Guerra Civil… Así, allí la alcaldesa es uno más.
¿Quién le deja flores a Rita Barberá? En el cementerio trabajan distintos sepultureros que están al día de quienes visitan el nicho. No es un detalle extraño. A Rita se le tiene veneración en su ciudad natal. Las últimas elecciones que ganó, las de 2011, consiguió 208.000 votos y la mayoría absoluta. Cuatro años después, en 2015, perdió diez de los veinte concejales que tenía hasta ese momento. 24 años de gobierno terminaban, un idilio de vino, rosas y grandes obras públicas que pusieron a Valencia en el mapa en la entrada del nuevo siglo. Sin embargo, pese a perder 100.000 votos, se quedó como la fuerza política más votada. Pese a ello, Rita reconocía la derrota.
Quizá por eso, en su reposo eterno, Rita siempre tiene alguna violeta, algún crisantemo, algún clavel. O eso, al menos, dice uno de los operarios municipales del cementerio. Es cierto que, desde el fallecimiento de la alcaldesa el pasado noviembre, solo han preguntado tres veces por su tumba en la entrada. Sin embargo, el sepulturero, avalado por la experiencia de años y años en el lugar, asegura que muchos ya conocen dónde se encuentra enterrada Rita. Así que no tienen que pararse en la entrada a pedir indicaciones. “La verdad es que nunca le faltan. Normalmente, tiene el nicho rodeado, como hoy. A veces son de su familia y otras veces de personas anónimas de Valencia”.
Y es que en la ciudad del Turia todavía recuerdan con cariño a la mujer que dirigió durante 24 años la ciudad, que logró esquivar, hasta su último año de vida, los escándalos de corrupción que fueron derribando a todos sus hombres de confianza. Eludió Emarsa, Gürtel, Nóos… No fue hasta que se vio implicada en la operación Taula, una macrocausa en la que todavía se investiga el cobro sistemático de comisiones a cambio de adjudicaciones en las administraciones valencianas, cuando Rita cayó en desgracia. Pese a ello, nunca se demostró que ella directamente hubiera robado nada. Dejó el carnet del partido y todos le dieron la espalda. Todos menos, según dicen en el partido, Mariano Rajoy. “Te quiero, Rita”, le decía.
Pese a todo, ella, en Valencia, sigue siendo “la alcaldesa fallera”, la más querida. El hombre que le deja el ramo en la tumba, por ejemplo, acude a menudo a presentarle sus respetos a Barberá. “Era nuestra alcaldesa. Suelo venir a menudo porque vengo a ver a mi mujer y a mis padres. Y paso siempre por aquí a saludar a Rita. Era una buena persona, muy conocida y muy apreciada aquí en Valencia”.
Sucede lo mismo en la calle General Palanca. Un taxista para el coche delante del número 3 de la avenida, junto al llamado “gardinet”, una de las zonas más caras de la ciudad.
-¡Ostia, pero si ésta es la casa de la Rita!
-Ah, ¿sí?
- Sí, sí, vamos. Aquí tenía siempre un policía, una persona de seguridad delante de la puerta. Al menos mientras era alcaldesa.
El piso en el que la alcaldesa vivió durante 24 años está delante de la emblemática Porta del Mar. Es un tercero. Pocos saben en Valencia que la familia Barberá ha puesto a la venta el piso por 850.000 euros. Cuenta con cinco habitaciones, cuatro baños, un salón y una cocina espaciosos. En los alrededores, los vecinos todavía la recuerdan como una persona cercana, amable, de la calle. “Yo tengo un amigo que es fallero y siempre dice: “Una vez, jugué al dominó con Rita”. Ella era muy lista, sabia ganarse a la gente”.
La tumba de Blesa
La muerte de Miguel Blesa sorprendió a todos. El banquero había sido condenado a seis años de cárcel y todavía tenía dos juicios más pendientes. Acabó con su vida en la mañana del pasado 19 de julio. Le dijo a los suyos que iba un momento al garaje a mover el coche. Al poco escucharon el disparo. El banquero se había pegado un tiro en el pecho con su rifle, en la finca Puerto de Toro,Villanueva del Rey (Córdoba), su lugar fetiche y habitual de caza. Murió esa misma mañana, a las 8.40, y fue cremado en Córdoba. Ahora, los restos de Blesa permanecen en el panteón familiar, en el jardín Virgen de Linarejos.
Tanto su muerte como la de Rita son las más sonadas de los últimos años por su relación con distintos casos de corrupción. En la tumba de Miguel Blesa, una austera lápida de granito, todavía permanecen los restos del entierro que tuvo lugar la semana pasada.
Desde entonces, a su esposa Gema Gámez, de 44 años, no se le ha vuelto a ver por allí. Se casó con ella en el año 2013 y seguía siendo su gran apoyo, incluso en el momento crítico de la condena por el caso de las tarjetas ‘black’. Ella estuvo en el último adiós al banquero, cuyo entierro no fue, ni mucho menos, multitudinario. Había más curiosos que amigos. Ni una sola autoridad local acudió al acto. Él, que había sonado en distintas ocasiones para ser elegido como hijo predilecto del pueblo, era abandonado en el lecho de muerte.
En el imaginario, el banquero descansa ya en paz en su Linares natal. Sin embargo, nadie vio el cadáver, ni el disparo. Muchas dudas surgieron en torno al extraño suicidio en ese garaje cordobés. Ahora, la semana posterior al fallecimiento, han circulado por Linares truculentos rumores. Que, por ejemplo, la tumba de Blesa podía haber sido profanada. Se escuchaba en las calles que podía haber quien se atreviese a abrirla. Nada más lejos de la realidad. Una semana después de su muerte, a la una de la tarde del jueves, la tumba de Miguel Blesa se encuentra intacta. Y los operarios del cementerio desmienten que hubiera algún intento de profanación del féretro del banquero.
Se hablaba de que alguien habría pintado la tumba, dejando algún mensaje a Blesa a modo de grafitti. Pero nada de eso sucede. Desde las doce y media hasta las dos de la tarde, nadie entra en el cementerio, y nadie se acerca a la lápida señalada. Hay 40 grados a la sombra.
Se hablaba también de un dispositivo especial de vigilancia, para evitar cualquiera de los infortunios citados anteriormente. Pero Blesa está solo. Nadie le acompaña. En todo el cementerio hay tan solo dos operarios que pasan la mañana transportando carretillas de un lugar a otro.
Las mismas cuatro coronas de flores depositadas a sus pies el día del entierro permanecen en la tumba. Una de ellas tapa completamente el nombre del banquero. Las flores ya se están marchitando. El color marrón comienza ya a sobreponerse al verde y al exotismo floral. “Te recordaremos siempre”, rezan algunos de los mensajes. El caso es que, esa mañana, Blesa está solo.
Alguien le ha dejado una nota, apenas un par de versos en letra cursiva. Se la ha colocado tras la pequeña cruz del mármol vertical de la tumba. Dice: “Sepultado entre las flores y cantándole un responso, calandrias y ruiseñores”.
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